Es obligatorio ir a Misa los días de precepto, los domingos por ejemplo.
Pero a veces se olvida cómo deben prepararse para entender lo que pasa cuando se celebra la Misa.
Ir a Misa es encontrarse con Jesucristo.
El Señor “está” allí, esperándonos, viéndonos entrar, aguardando que lo saludemos.
Y como está allí en realidad debemos pensar seriamente como llegamos a la misa
EL SANTO SACRIFICIO EXPRESADO EN 4 ACCIONES
El santo sacrificio de la misa es ante todo un acto de adoración a la Santísima Trinidad.
Por eso cuando comienza la misa nos hacemos la señal de la Cruz diciendo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Nosotros ofrecemos el sacrificio de la misa junto con el sacerdote celebrante, en virtud de nuestro bautismo sacramental.
De modo que no somos meros espectadores sino participantes de los misterios.
El santo sacrificio de la misa no es sólo un ritual que nos recuerda el sacrificio de Jesús en el calvario.
Recrea este sacrificio de una manera poco sangrienta, a través del Ministerio de los sacerdotes ordenados
Y no sólo recordamos el sacrificio sino que la misa lo trae realmente a Él.
Trae su muerte salvadora y su resurrección al presente, para que sus seguidores podamos formar parte de ella.
Pero es más, cuando la iglesia celebra la Eucaristía Jesús está verdaderamente allí.
Igual que miles de ángeles que bajan a la iglesia reproduciendo la liturgia celestial.
Y Jesús allí hace una vez más lo que hizo en la última cena con el pan y el vino, convirtiéndolos en su cuerpo y su sangre
Por lo tanto es incorrecto reducir la misa a un mero espectáculo de compañerismo humano o a una herramienta catequética, y menos aún a una cena.
Aunque tiene parte de esas cosas, pero más bien de una manera agregada, más elevada y más mística, qué lo que podría ser una enseñanza en un salón de clases o el compartir con amigos.
Porque en la misa se crea un sentido de comunidad y además nos permite comprender mejor los misterios de nuestra fe.
Los cuatro elementos centrales del santo sacrificio de la misa son Adoración, Acción de Gracias, Reparación y Petición.
Le ofrecemos a Dios estas cuatro cosas en la misa y a su vez aprendemos nuestras obligaciones con él, con el prójimo y con nosotros mismos
La adoración es un reconocimiento de la suprema perfección de Dios, de su omnipotencia y de la dependencia que tenemos de él como criaturas creadas por Él.
Esto se ve funcionando en la misa cuando cantamos el Gloria o el Santo.
Pero hay muchas más partes en la misa que refieren a la adoración
El segundo elemento es la acción de gracias.
Es la gratitud a Dios por todos los beneficios que él nos ha otorgado
Esto se expresa claramente en el prefacio, cuando el celebrante dice «es justo y necesario en todo momento y en todo lugar darte gracias Señor, Dios Todopoderoso y eterno».
El tercer elemento de la misa es la reparación.
Qué es un acto de enmendar las cosas a las condiciones normales y sanas, o sea restaurarlas tal cómo estaban antes de que sucedieran cosas malas.
Hacemos un acto de reparación ante las ofensas a Dios y también un acto de reparación por nuestros pecados y por los pecados de los hermanos muertos, que aún no están completamente purificados y están en el purgatorio
Esta reparación se materializa en oraciones que expresan contrición, tristeza, necesidad de perdón, que son abundantes en la misa
Finalmente llegamos a la petición.
En la misa se hacen numerosas peticiones de favores espirituales y materiales, para nosotros y para los demás
La expresión más acabada de petición es el padrenuestro con sus 7 peticiones
En la primera petición decimos santificado sea tu nombre.
Es una petición para que Dios sea amado honrado y servido por todos
La segunda petición es venga a nosotros tu reino
Para que él pueda reinar en nosotros y algún día podamos ser admitidos en el cielo
La tercera petición es hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Pedimos que se haga la voluntad de Dios en todas las cosas
En la cuarta petición decimos danos hoy nuestro pan de cada día.
Pidiendo lo necesario para nuestra alma y nuestro cuerpo cada día
En la quinta petición decimos perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Le pedimos a Dios que perdone nuestros pecados y nos comprometemos a perdonar a quienes nos ofenden
La sexta petición es no nos dejes caer en tentación.
Es el pedido de la gracia necesaria para que no seamos tentados
Y la séptima petición es líbranos del mal.
Que Dios nos libre del pecado pasado, presente y futuro.
En medio de este Santo sacrificio, estos cuatro elementos de la misa son formativos para crear una atmósfera cristiana, que eleva nuestros comportamientos, nuestros modales, nuestra cultura y nuestras virtudes
En la misa honramos a Dios, pero también honramos la imagen de Dios en los demás seres humanos.
Esto en virtud de lo que dice la primera carta de San Juan que «el que no ama a su hermano a quien ve ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?
De modo que la persona que está dispuesta a adorar a Dios en la misa también está dispuesta a reverenciar a los seres humanos que se lo merecen
Y esto es lo que trae el derramamiento de la virtud comunitaria de la misa.
En primer lugar reverenciamos al ministro celebrante en el santo sacrificio de la misa.
Pero también nos regocijamos con el que tenemos al lado en el saludo de la paz.
Esto es parte de la justicia que se derrama en la misa bajo el aspecto de gratitud.
QUE DEBEMOS CUIDAR EN LA MISA
1 – PREPARÁNDONOS PARA IR A MISA
En primer lugar pensemos en nuestro corazón.
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¿Estamos en buena condición espiritual para celebrar adecuadamente la Eucaristía?
Esto no se refiere a estar en gracia o no, porque todo pecador puede acercarse a Dios.
Tiene que ver con la disposición de entregarnos a Jesús. Eso, en lo que tiene que ver con nuestro espíritu.
Miremos nuestra ropa. ¿Está de acuerdo con la importancia del momento?
Si fuéramos a encontrarnos con un Embajador, luciríamos nuestras mejores galas.
El Señor no quiere despliegues lujosos, pero sí que nos ataviemos con sobriedad y respeto para ir a Su encuentro.
Hay que guardar respeto a Él desde el momento en que entramos al Templo.
Todo los demás puede esperar. Nuestra atención debe centrarse física y espiritualmente, en el altar.
2 – ¿SABEMOS A QUÉ CLASE DE EVENTO VAMOS?
Si nos preguntamos qué es la Santa Misa, y no nos hemos preocupado de formarnos bien, tal vez estaríamos un tanto desconcertados.
Antes del Concilio Vaticano II, se tenía bien claro lo que era la Misa. Una ceremonia de ofrecimiento a Dios.
Tanto el celebrante como los fieles, miraban hacia el Sagrario, que estaba en el medio del altar.
Y juntos ofrecían, sacerdote y grey, un culto de adoración y alabanza a la Santísima Trinidad.
Eso se llamaba mirar “ad orientem”. Porque es desde el Este donde veremos regresar al Señor en toda su gloria.
Antiguamente era obligatorio orientar los templos y los altares en esa dirección.
Los cambios que introdujo el Concilio fueron en función de que el pueblo se integrara más y mejor al sacrificio de la Misa.
El Celebrante dejó de estar de espaldas a los fieles y se abandonó el latín como lengua universal del culto, pasándose a utilizar el idioma nativo de cada país.
Pero ese cambio, que fue bueno para integrarnos, de a poco fue desvirtuando el significado de la Santa Misa.
Gradualmente se fue perdiendo la maravilla de la adoración.
Jesús dejó de ser el Redentor (que dio su vida por nosotros), para ser un “amigo” con el que podíamos hablar “de Tú a tú”.
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Y fuimos perdiendo la conciencia del sacrificio que supone que es la misa.
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Del poder de Dios Omnipotente y de la veneración que Él merece.
3 – ¿SOMOS CONSCIENTES QUE EN LA MISA PARTICIPAMOS DEL SACRIFICIO DE LA CRUZ?
El Padre Pío nos dejó una maravillosa enseñanza del paralelismo entre los distintos momentos de la Misa con la Pasión de Jesús, ver aquí.
Seguramente si nos trasladáramos al pie de la Cruz viendo sufrir a Jesús, nuestra actitud sería de reverencia y de dolor.
Pues bien, lo cierto es que cuando vamos a la misa “estamos al pie de la Cruz”.
Este santo franciscano, que sufría cada minuto de la Misa, nos enseñó que, desde la señal de la Cruz hasta el Ofertorio encontramos a Jesús en Getsemaní.
Y deberíamos recordar entonces que fue en esos angustiosos momentos en que desfilaron ante los ojos de Jesús todos los pecados de “todas” las generaciones del mundo.
Nuestros pecados, los de cada uno de nosotros, cayeron sobre Él hiriéndolo más que los azotes.
Cuando el Sacerdote nos dice que nos pongamos en la presencia de Dios para pedirle perdón por nuestros pecados deberíamos hacer eso.
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Aunque pensemos que estamos en gracia, deberíamos hacerlo con todo el corazón, el cuerpo y la mente.
Y también que cuando el Sacerdote eleva las manos en oración, está intercediendo poderosamente por nosotros ante la Santísima Trinidad.
Al cantar el Gloria, debemos recordar que lo estamos haciendo junto con todos los coros celestiales, que aunque no vemos ni oímos físicamente, se unen a nosotros en esta alabanza.
No importa si no tenemos voz o si es desentonada, a Dios le gustará nuestra alegría y gozo al cantar.
De la misma manera debemos recitar el Credo creyendo íntimamente que es la definición de nuestra vida.
Es la reafirmación de la razón por la cual estamos allí. Creemos en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y lo manifestamos en voz alta.
4 – ¿ESTAMOS ATENTOS PARA RECIBIR LOS MENSAJES DE AMOR QUE NOS ENTREGAN?
Escuchar la Palabra de Dios leída desde el ambón es abrir nuestro corazón a los mensajes de amor que Dios nos envía.
Pensemos que estamos escuchando Su Voz que nos habla.
Tratándose de una Verdad Eterna, no es sorprendente que la lectura de la Escritura, toque algo de lo que nosotros estamos viviendo.
Dios está allí, dándonos una respuesta a algo que nos preocupa en ese momento, invitándonos a seguirlo, a reedificar nuestra vida, a convertirnos.
Es un desafío a cambiar la imagen de complacencia que generalmente tenemos de nosotros mismos.
Y a vernos como realmente nos ve Dios, o sea, pecadores, débiles, y necesitados de amor.
Luego el Sacerdote nos explicará las Escrituras, como el Señor hizo con los discípulos de Emaús.
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Por eso debemos escuchar con humildad y apertura.
5 – ¿LLEGAMOS A SENTIR QUE DIOS PADRE NOS REGALÓ NUESTRA VIDA Y JESÚS DIO SU VIDA POR NOSOTROS?
En el Ofertorio el celebrante ofrece el pan y el vino. Jesús ofreció su vida, su cuerpo y su sangre por nosotros.
Es cuando entramos en el camino del Calvario. Los soldados lo arrestan como si fuera un criminal.
Es el momento en que nosotros podemos hacer una ofrenda espiritual que sea grata al Señor y una material que sirva para los gastos de la Iglesia.
Tanto una como la otra deberían ser algo que nos ‘duela’.
Ofrecer un rencor olvidado, una enemistad sanada, alguna ofensa recibida, un sufrimiento físico o espiritual.
Y de la misma manera, dejar en la limosna lo que gastaríamos en una salida.
El Señor todo lo ve y sería bueno que al llegar a Su Presencia no tuviéramos que lamentar no haber sido más generosos.
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Recordemos que “cuando morimos, dejamos todo lo que tenemos y nos llevamos todo lo que dimos”.
En el Prefacio, el Sacerdote, respondiendo a nuestra oración, dice “En verdad, es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Dios Padre… etc.”
Es el espíritu de Jesús que alaba y agradece al Padre por haberle permitido llegar a esta hora.
6 – EL SEÑOR NOS RUEGA QUE NO NOS APARTEMOS DE ÉL
De ahí hasta la consagración, sería bueno que tuviéramos presente que Jesús está en prisión sufriendo toda clase de vejámenes y burlas por nuestra causa.
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Atrozmente flagelado y coronado de espinas, comienza su Vía Crucis por las callejuelas de Jerusalén.
El Sacerdote reza por todos, por los que estamos allí, por nuestras necesidades, por nuestros difuntos, por todos aquellos por los cuales Jesús dio hasta la última gota de Su Sangre.
Si bien en la Consagración estamos haciendo memoria de la Última Cena, ese momento de la Misa evoca la Crucifixión del Señor.
El Señor se entregó en la Cruz y se entrega nuevamente ahora, místicamente, por nosotros.
Cuando el Sacerdote levanta la Hostia, también es alzada la Cruz en el Monte Calvario.
Deberíamos celebrar con reverencia la maravilla del regalo que nos dio, al no medir Su dolor para evitarnos el perder nuestras almas.
Pero Él sabe que si nos apartamos de Él, todo Su esfuerzo y Su heroísmo habrán sido en vano.
Por eso nos pide que no lo olvidemos: “hagan esto en conmemoración mía”.
7 – NOSOTROS DAMOS FE COMUNITARIA QUE NO NOS APARTAMOS DE ÉL
“Por Cristo, con Él y en Él…”. Jesús entrega Su Espíritu en manos del Padre.
Ya el hombre no está más separado de Dios, ya nosotros, los Hijos Pródigos hemos vuelto a poder arrodillarnos ante el Padre, llamándolo “Padre”.
Ese Amor de Dios hacia nosotros como hijos, se expresa en el Padrenuestro que rezamos a viva voz todos juntos.
Este momento de unión fraterna se hace vida en el gesto de la Paz.
8 – NOS HACEMOS UNO CON ÉL EN LA COMUNIÓN
El Sacerdote realiza la Fracción del Pan. Es el momento de la Muerte de Jesús.
Un instante después, el Celebrante deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de Su Preciosa Sangre.
Vuelven a unirse el Cuerpo y la Sangre y es a Cristo Crucificado y ya Resucitado a quien recibimos en la Comunión.
“Dichosos los invitados a la Cena del Señor”, dice el Sacerdote y eso significa que no todos pueden ir a Comulgar.
Es indispensable estar en gracia para aprovechar los frutos de la Comunión.
No olvidemos que estamos recibiendo “el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo”.
Y tampoco olvidemos que la totalidad del Señor está en cada partícula de la Hostia.
Por esa razón, antiguamente se utilizaba la patena que el monaguillo ponía debajo del mentón del comulgante.
Nos debe caerse ni un pedacito de la Hostia, estaría cayendo Jesús.
La Comunión en la boca elimina el peligro de esa terrible posibilidad.
Al recibirlo, estamos siendo uno con Él, no dejemos pasar ese momento único para decirle lo mucho que lo amamos.
Hagamos una oración de agradecimiento.
Recordemos que mientras el Sacerdote no coloca el Copón y el Cáliz nuevamente dentro del Sagrario, deberíamos permanecer arrodillados o de pie.
9 – AL TERMINAR EL EVENTO Y EL SEÑOR NOS ENVÍA A EVANGELIZAR
El Sacerdote nos da la Bendición final trazando en el aire la Cruz, signo distintivo de todos los cristianos y escudo protector contra el maligno.
Es además, un gesto de envío y de misión, tal como lo hizo Jesús Resucitado antes de subir al Cielo.
El Papa Benedicto XVI estipuló que después del “Pueden ir en paz”, el Celebrante diga “Glorifiquen a Dios con sus vidas”.
Esa frase final que pronuncia el Sacerdote, involucra dos cosas: nuestra conducta como cristianos y nuestro deber y misión de evangelizar tal como lo pidió el Señor.
No podemos decir que somos seguidores de Cristo e invitar a otros a unirse al rebaño, si nuestra vida no concuerda con Su enseñanza.
Y no podemos ser fieles a Su enseñanza si no tenemos vida de oración.
“Cuida la manera en que vives, tal vez tu testimonio de vida sea el único Evangelio que tu hermano lea”.
10 – DEMOS GRACIAS A DIOS
El Señor, nuestro Ángel, la Santísima Madre nos han llevado al templo a participar en la misa.
Ha sido un regalo que nos ha fortalecido, por eso debemos dar Gracias a Dios.
El Padre Pío pasaba horas después de cada eucaristía agradeciendo a Dios el haberla realizado.
Y otros sacerdotes han tenido la costumbre de realizar otra eucaristía privada para dar gracias por la eucaristía comunitaria celebrada antes.
No olvidemos que la misa en la que participamos en la Tierra es la liturgia que se produce en el Cielo, es permanente y para siempre.
Y a ella llegan millones de ángeles, santos y María, y almas del purgatorio a quien Dios ha dado permiso.
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Y es presidida por Jesucristo. Ver aquí. La Misa es una ventanita al cielo.
CONSEJOS PRÁCTICOS
Aquí van 7 consejos prácticos para cumplir lo que te proponemos arriba.
CÓMO HACER LA SEÑAL DE LA CRUZ
Hacer la Señal de la Cruz pensativamente, ya que en ella recordamos nuestra creación de manos de la Trinidad.
En la Señal de la Cruz nos configuramos a Jesús y Su Cruz.
Con este signo somos transportados al cielo, donde comemos el fruto del árbol de la vida en un jardín restaurado.
CÓMO REZAR LA ORACIÓN DE APERTURA
El momento de silencio después de la invitación del sacerdote «Oremos» es un momento para ofrecer nuestras intenciones y deseos a Dios.
Formula tus intenciones, sentimientos de adoración, dolor, acción de gracias y petición.
CÓMO ESCUCHAR LAS LECTURAS
La Palabra de Dios no es simplemente textos que se hablan en la Misa.
Todas las palabras litúrgicas, de alguna manera, hacen audible esta Palabra divina.
Así como el Padre conversó con el Pueblo Escogido a través de los profetas, ahora continúa el diálogo con Su pueblo en las lecturas de la Misa.
En la misa, escucha atentamente con los oídos de tu corazón.
CÓMO PREPARAR EL CORAZÓN EN EL OFERTORIO
El «sacrificio» está en el corazón de la obra salvadora de Jesús.
La Misa y la vida cristiana, significa dar amor a Dios el Padre.
Los obsequios y las ofrendas que verdaderamente representan el corazón del dador son el verdadero sacrificio deseado por Dios.
El objetivo de la preparación de los dones y del altar es colocar a todos nosotros en el altar para que podamos unirnos a todo el ser de Jesús y entregarlo a Dios el Padre.
CÓMO PARTICIPAR EN LA ORACIÓN EUCARÍSTICA
A pesar de que Cristo no necesita nuestra ayuda en Su obra de salvación, nos hace partícipes de Su sacerdocio en el bautismo, lo que nos faculta para construir el Puente Pascual con Él durante la Oración eucarística.
Siguiendo la preparación de tu corazón durante las oraciones del ofertorio, recuerda que debes unirte al sacrificio de Jesús en manos del sacerdote.
CÓMO RECIBIR LA COMUNIÓN
La idea fundamental es «participación activa».
Recibir la Eucaristía requiere un deseo de ser transformado por lo que comemos y bebemos para que Él pueda vivir en nosotros.
La humildad y la docilidad son necesarias.
Oran la oración de rendición y unión de San Ignacio con Dios al regresar al banco:
Recibe, Señor, toda mi libertad. Acepta toda mi memoria, mi intelecto y mi voluntad. Todo lo que tengo o poseo, fuiste Tú quien me lo dio; Te lo devuelvo en su totalidad, y lo entrego por completo a la guía de Tu voluntad. Dame solo tu amor junto con Tu gracia, y soy lo suficientemente rico y no pido nada más. Amén.
CÓMO RESPONDER AL DESPIDO
Recuerda que Jesús no solo nos da la bienvenida al comienzo de la misa sino que nos ordena que salgamos al mundo al final de la misa.
Las fórmulas de despedida de la Misa son órdenes para volver a entrar al mundo y santificarlo.
Oremos la «Oración por la paz» de San Francisco,
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Donde hay odio, déjame sembrar amor. Donde haya dolor, perdón. Donde hay dudas, fe. Donde haya desesperación, esperanza. Donde haya oscuridad, luz. Dónde haya tristeza, alegría.
Oh Divino Maestro, concédeme que no busque tanto ser consolado como consolar, ser entendido como comprender, ser amado como amar.
Porque es al dar que recibimos, al perdonar que somos perdonados, al morir, que nacemos para la vida eterna.
Fuentes:
- http://es.catholic.net/op/articulos/13774/restauracion-de-la-posicion-ad-orientem-en-la-misa.html
- http://www.philipkosloski.com/13-two-reasons-why-the-devil-wants-us-to-shop-around-for-the-best-parish/
- http://forosdelavirgen.org/86218/generalmente-no-entendemos-que-en-la-misa-participamos-de-la-liturgia-que-se-produce-en-el-cielo-14-12-11/
- http://forosdelavirgen.org/3155/la-santa-misa-testimonio-de-catalina-rivas/
- http://forosdelavirgen.org/18224/las-partes-de-la-misa/
- http://forosdelavirgen.org/18211/que-es-la-santa-misa-o-eucaristia/
- http://forosdelavirgen.org/10158/la-santa-misa-explicada-por-san-pio-de-pietrelcina/
- http://forosdelavirgen.org/78300/la-misa-del-padre-pio-14-05-09/
- http://catholicexchange.com/8-quick-tips-make-mass-time-devotion
- https://catholicism.org/ad-rem-no-305.html
- https://afc.org/fc_question/what-is-the-holy-sacrifice-of-the-mass/
María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada
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