7 prácticas para reparar el dolor de Dios y fortalecer tu fe, dictadas por Jesús.

¿Has sentido alguna vez el dolor de Dios?

¿Has visto cómo la ingratitud y las ofensas humanas laceran Su corazón?

Si tu respuesta es sí, no estás solo.

Los cristianos estamos llamados a reparar esos dolores.

Y no hay mejor momento para hacerlo que en Cuaresma y Semana Santa, un tiempo de reflexión, penitencia y renovación espiritual.

Aquí te hablaremos de las obras de reparación y te presentaremos un desafío especial, el Desafío de Cuaresma dictado por Jesús a la monja Sor Benigna Consolata.

Siete acciones sencillas pero poderosas que te ayudarán a transformar tu corazón y a convertirte en un verdadero reparador del amor de Dios.

¿Estás listo para aceptar el desafío?

Acompáñanos en este viaje de fe y descubre cómo puedes aliviar el dolor de Dios y fortalecer tu relación con Él.

Si bien ya Jesús ha reparado perfectamente las heridas de Dios, entregándose en la cruz por nuestros pecados, hay gran misterio de la corresponsabilidad de los seres humanos en la salvación de las almas. 

En Colosenses 1,24 San Pablo dice,

“Ahora me alegro de mis sufrimientos por ustedes. Y en mi carne, completo lo que falta de las aflicciones de Cristo, por su cuerpo, que es la iglesia».

Entonces hay que completar lo que falta y especialmente reparar lo que no funciona, ¿y qué reparar?

El sufrimiento de los Sagrados Corazones, porque es mucha la ingratitud de los hombres para con Dios.

Porque la humanidad está entrando en la más completa desolación, en el nivel más bajo de la degradación moral.

Y porque el humo de satanás ha entrado en la Iglesia. 

La reparación es un concepto central en la fe católica.

Invita a los creyentes a ofrecer satisfacción a Dios por el pecado, restaurar la armonía con Él, unirse al sacrificio de Cristo, mostrar amor y misericordia, y contribuir a la redención del mundo.

Se basa en la idea de que el pecado tiene consecuencias que van más allá del individuo, y que es necesario reparar el daño causado a la comunidad y a Dios mismo.

Al ofrecer reparación, los católicos participan en la obra redentora de Cristo y contribuyen a la expiación de los pecados del mundo. 

Y además, la reparación se considera una expresión de amor y misericordia hacia Dios y hacia el prójimo.

Existen diversas formas de realizar la reparación en la fe católica.

La oración es una forma poderosa de ofrecer reparación a Dios, porque los católicos pueden expresar su arrepentimiento por el pecado, pedir perdón y ofrecer su sacrificio a Dios.

La penitencia es otra forma de reparar el daño causado por el pecado. 

Puede incluir actos de mortificación y ayuno, que buscan purificar el alma y fortalecer la voluntad.

Las obras de caridad y la limosna son también formas de reparar el daño causado por el pecado al ayudar a los demás. 

Al ofrecer el tiempo, talento y recursos para ayudar a los necesitados, los católicos demuestran su amor a Dios y al prójimo.

Dios le da a algunas almas el privilegio notorio de donarse especialmente para reparar y salvar muchas almas.

A San Francisco el Señor lo llamó a reparar la Iglesia que estaba en ruinas.

La Virgen en Fátima le pidió a los niños videntes una intensa vida de reparación por los pecadores. 

Y ellos respondieron heroicamente, especialmente  Francisco y Jacinta.

Ha suscitado almas víctimas reparadoras como el Padre Pío de Pietrelcina, Sor Josefa Menéndez, Teresa Neumann, Marta Robin, Alexandrina da Costa, Luisa Piccarreta.

A Santa Margarita María de Alacoque Nuestro Señor le prometió grandes gracias para aquellos que practiquen la devoción a su Sagrado Corazón.

A la Hermana María Chambon le dictó la oración:

“Padre Eterno, te ofrezco las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo en reparación por mis pecados y los pecados de todo el mundo”.

Y le dictó a Santa Faustina Kowalska la Coronilla de la Divina Misericordia, en la que se ofrece al Padre el sacrificio del Hijo, como propiciación por los pecados propios y de todo el mundo.

Pero también la Virgen de La Salette alertó, 

“Si mi pueblo no vuelve a Dios por la penitencia, me veré forzada a dejar caer la Mano de mi Hijo, que ahora está tan pesada, que escasamente logro mantenerla”.

Y a María Elena Aiello le dijo que “el único medio válido para aplacar la Justicia Divina es orar y hacer penitencia, volviendo a Dios con dolor sincero por las faltas cometidas, y entonces el castigo de la Divina Justicia será mitigado por misericordia”.

De modo que todos debemos reparar, porque con nuestras acciones podemos menguar la ira de Dios y acortar el tiempo, y disminuir los sufrimientos de la gran prueba.

Ablandar el corazón de los pecadores más empedernidos.

Arrebatar muchas almas de las garras de satanás.

Y desatar lluvias de gracias sobre las almas que se hallan en pecado.

¿Y qué devociones debería practicar concretamente el alma reparadora?

Hará diariamente actos de reparación al Corazón Agonizante de Jesús.

Meditará los primeros viernes de mes y los cinco primeros sábados de mes.

7 Acompañará a Jesús entre las 10 y las 12 de la noche, la hora de la terrible soledad en el huerto de Getsemaní. 

Y en Cuaresma y Semana Santa reparará mediante el Desafío que Jesucristo le dictó a Sor Benigna Consolata Ferrero. 

Sor Benigna nació en Turín en 1885 y murió a los 31 años.

Fue una monja de la Visitación.

Desde muy joven se le reveló el Sagrado Corazón, quien le dijo,

“Es necesario reavivar la devoción a este Corazón, para que el mundo se conmueva de nuevo”.

 “Estoy preparando la obra de Mi Misericordia; quiero un nuevo resurgimiento en la sociedad, y quiero que éste sea realizado por el amor”. 

“No puedo resistir al ver tantas almas engañadas. Yo les revelaré los secretos inefables de Mi Divino Corazón”

“Ver a los hombres que gimen, sufren privaciones, languidecen, que desconocen que tengo todo lo que necesitan y ver que lo rehúsan, que lo desprecian, es una pena que Me traspasa el Corazón”. 

Y entonces Jesús le dictó 7 prácticas de reparación para la Cuaresma.

Le dijo, 

“Deseo que, durante la Cuaresma, Me hagan especialmente compañía en Mi Pasión.

Meditando con más frecuencia sobre Mis sufrimientos y el precio de la redención del hombre.

Y sobre todo, imitando a la Verónica, enjugando Mi Rostro por amor”.

“El alma será el lienzo en el cual Yo imprimiré, Mis divinos rasgos”.

¿Y cuáles son las prácticas que Jesús le pidió que divulgara para Cuaresma?

Uno, meditar sobre la Pasión de Jesús “Me agradaría que aunque no fuera más que una vez al día, la meditación fuera sobre Mi Pasión”

Dos, acompañar a Jesús durante el día con pensamientos, “Para esto, será preciso al final de cada meditación, escoger dos o tres pensamientos, sobre los cuales volver a menudo para mantenerse más fácilmente unida a Mí”.

Tres, imitar algo de Jesús, por ejemplo el silencio.

Cuatro, realizar el Vía Crucis y orar el Rosario de las Santas Llagas los viernes de Cuaresma.

Cinco, hacer todas las acciones lo mejor que se puedan, “la pureza de corazón será la blancura del lienzo; y la fidelidad y el amor en la ejecución, serán la suavidad», dijo Jesús.

Seis, caridad con el prójimo, “quien quiera amarme más tiernamente, tendrá el deber de curar las heridas que el prójimo haya recibido, a través de alguna buena palabra llena del bálsamo de la caridad”.

Siete, practicar la humildad, “el alma más humilde será aquella sobre la cual Yo imprimiré antes y mejor mi divino Rostro”.

Bueno hasta aquí el porqué la necesidad de las prácticas de reparación católicas y especialmente el Desafío para la Cuaresma que Jesús le dictó a Sor Benigna Consolata. 

Y me gustaría preguntarte si acostumbras hacer actos de reparación a Dios y que actos realizas. 

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