El movimiento bajomedieval centroeuropeo de la devotio moderna, insiste y profundiza en la humanidad de Cristo.

Y por tanto, en su Pasión.

via crucis

Ésto es irradiado en toda la cristiandad occidental por las órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos a la cabeza.
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En éstos últimos, sobre todo, se constata una espiritualidad impresa en este contexto por su fundador San Francisco de Asís.
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Y secundada por sus continuadores, como San Buenaventura, acrecentada por haber recibido la Custodia de los Santos Lugares

A todo esto se suma el clima de interés por Tierra Santa creado por las Cruzadas.

Todo ello se plasma de una manera decisiva en el siglo XV en un ejercicio de piedad llamado Vía Crucis o Camino de la Cruz, Estaciones de la Cruz o Vía Dolorosa, Vía Sacra, cristalizado en su forma actual después de una larga evolución.

  

QUE ES EL VÍA CRUCIS

No es ni más ni menos que la meditación de la Pasión de Jesús en su camino del Calvario.

El Vía Crucis tiene como tema central la meditación y la oración por la pasión y la entrega de Jesús.

Su pedagogía es recorrer el camino que hizo Jesús hacia su crucifixión.

Detenerse en cada una de las estaciones qué simbolizan una parte importante del recorrido y ahí hacer lecturas, una oración, cantar y reflexionar durante un momento.

El Vía Crucis nos ayuda a meditar la pasión de Cristo y entender su misión redentora

Los formatos difieren y hay muchos de ellos.

Y es especialmente válido en las últimas semanas de cuaresma en que la mirada se dirige hacia la pasión de Cristo.

Por tanto es una preparación para la celebración de Pascua.

Estación de la Crucificcion de Jesus en Via Crucis de Catedral de Amberes

El vía crucis tradicional se compone de estas 14 estaciones,

  1. Jesús condenado a muerte
  2. Jesús carga con la cruz
  3. Jesús cae por primera vez
  4. Encuentro con su madre
  5. Con el cireneo
  6. Con la Verónica
  7. Cae por segunda vez
  8. Mujeres de Jerusalén
  9. Cae por tercera vez
  10. Despojado de vestidos
  11. Clavado en la cruz
  12. Muerte de Jesús
  13. Bajado de la cruz
  14. Sepultado

Pero también hay un Vía Crucis bíblico compuesto por estas estaciones,

  1. La Última Cena (Mt 26, 20-29)
  2. Agonía del huerto (Lc 22,41-46)
  3. Arresto de Jesús (Mt 26,47-56)
  4. Ante el Sanedrín (Mc 14,53-65)
  5. Pedro le niega (Mc 14,66-72)
  6. Ante Pilato (Jn 18,28-38)
  7. Flagelación (Mc 15,15-19)
  8. Condenado a muerte (Mt 27,12-15.26)
  9. Cireneo y mujeres (Lc 23,26-32)
  10. Crucifixión (Mc 15,22-30)
  11. Palabras de Cristo (Lc 23,34)
  12. Muerte de Jesús (Jn 19,31-34)
  13. Sepultura (Lc 23,50-56)
  14. Resurrección (Mt 27,62-66; 28,1-7)

Esta devoción se puede practicar dentro de las iglesias donde en general existen reproducciones pictóricas de las estaciones de la Cruz.

Pero también se puede realizar externamente al templo, en algunos casos en una manifestación alrededor de la parroquia.

Y hay casos como en América Central o México dónde se hace toda una representación de esta devoción.

Se hacen ropas específicas para los distintos roles y se seleccionan 14 hogares de la comunidad, donde se ponen placas que representan las estaciones de la Cruz.

Entonces la comunidad realiza la procesión en forma solemne, con un narrador contando la historia y actores que la actúan.

Deteniéndose en cada una de las casas que tienen las placas de las estaciones y dejando flores en ellas.

Está representación con procesión en general se realiza el Viernes Santo.

  

HISTORIA DEL VÍA CRUCIS

Nos tenemos que remontar, lógicamente, a la costumbre de la peregrinación a los escenarios de la Obra de la Salvación, que se documenta ya en la época de la clandestinidad paleocristiana.

En los Apócrifos, incluso, se relata que María, después de Pentecostés, visitaba diariamente los escenarios de la Pasión de su Hijo.

Después de la liberación del cristianismo con el Edicto de Milán del Emperador Constantino del 312 y de las labores arqueológicas de su madre Santa Elena, se señalaron los lugares más importantes de la Pasión.

San Jerónimo (342-420), que vivió en Belén los últimos años de su vida, atestigua en sus escritos los grupos de peregrinos de variada procedencia que visitaban esos Santos Lugares.

No obstante, debemos señalar que Santa Silvia, en su Peregrinatio ad loca sancta (380), en que describe con muchos detalles variadas prácticas religiosas jerosolimitanas, no hace mención de ningún ejercicio particular o serie de oraciones para hacer las estaciones, aunque ello no implique que los peregrinos no recorrieran de hecho ya el camino de la cruz.

A lo largo de la Edad Media, el entusiasmo y la fascinación que suscitaron los Santos Lugares, sobre todo a raíz de las Cruzadas, impulsaron a algunos peregrinos a su vuelta de Tierra Santa a su tierra a reproducirlos de alguna manera en ellos.

Cuyo recorrido constituía una auténtica peregrinación espiritual a Jerusalén, que se hace más necesaria en la Baja Edad Media cuando el viaje a los Santos Lugares era muy dificultoso y arriesgado.

Normalmente las estaciones se señalan en las paredes de las iglesias, en los claustros o compases conventuales, en jardines reservados para la oración.

Sobre todo en las inmediaciones de grandes santuarios, como Lourdes, Fátima o Montserrat, o extramuros de las poblaciones hacia un crucero o ermita.

Son frecuentados sobre todo en Cuaresma, en particular los viernes, como preparación a la Semana Santa.

No podemos olvidar que el Vía Crucis no es un estudio erudito sino un ejercicio devocional contemplativo que los fieles utilizan para orar a Dios, para adorarlo, para darle gracias y para incrementar su amor hacia Él en su imitación.

La meditación de la Pasión de Cristo es necesaria  para caminar en el amor

“Como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio de fragancia y suave olor”

y para aprender que, como nos dice el Papa Juan Pablo II,

“Mediante el sufrimiento maduran para el reino de Dios los hombres, envueltos en el misterio de la redención de Cristo” .

El itinerario seguido por Jesús el día de su muerte en Jerusalén no ha escapado a las vicisitudes de la historia, por lo que ni siquiera podemos recurrir a las piedras como árbitros de la materia.

A la postre, lo que interesa es que los fieles, los peregrinos en la Ciudad Santa, material o espiritualmente, comprendan que, tras acompañar humildemente al Nazareno, llevar la propia cruz es una exigencia del cristiano, aunque caminen en medio de la impasibilidad, repulsa o condena de los que le circundan.

  

TODO, COMO ES NATURAL, NACE Y TIENE SU REFERENTE EN JERUSALÉN

Llamamos allí Vía Dolorosa Vía Crucis al trayecto viario recorrido por Cristo desde la Torre Antonia y el Pretorio cercano, junto a la esquina noroccidental del Templo.

Lugares donde la tradición señala, definitivamente en el siglo XIII, la comparecencia de Jesús ante Pilato y la salida de Jesús cargado con la cruz, hasta el Gólgota, donde fue crucificado, entonces extramuros de la Ciudad Santa.

Los nombres citados dados a dicho recorrido datan del siglo XVI.

Aunque la costumbre de seguir piadosamente los pasos de Jesús hasta el Calvario tiene sus orígenes en el paleocristianismo.

Y ya encontramos referencias de lugares sagrados marcados con indulgencias en este camino a finales del siglo XIII a petición de los franciscanos:

  • en la Casa de Pilato,
  • donde Cristo encontró a su Madre,
  • donde habló a las mujeres,
  • donde Simón de Cirene tomó la cruz,
  • donde los soldados lo despojaron de sus vestiduras,
  • donde fue clavado en la cruz y su sepulcro.

Las Estaciones entre la X y la XIV están localizadas dentro de la actual Basílica del Santo Sepulcro.

El más remoto precedente en Occidente de Vía Sacra lo encontramos ya en el siglo V: en el Monasterio de San Estefano de Bolonia.

Situado en la plaza homónima, se mandó construir por el Obispo San Petronio (437-450) un complejo de capillas conectadas, llamado Le Sette Chiese (hoy reducidas a cuatro), para representar los más importantes santuarios de Tierra Santa, por lo que el monasterio empezó a ser conocido como Hierusalem Bononiensis

Abadía de Santo Stefano

Muchos peregrinos de los siglos XII, XIII y XIV hablan de una Vía Sacra, a lo largo de cual eran conducidos los devotos.

Ya en torno a 1294, el dominico Rinaldo de Monte Crucis en su Liber peregrinationis, nos relataba su llegada a la Basílica del Santo Sepulcro “por el camino por el cual ascendió Cristo, cargando sobre sí la cruz”,  con varias etapas:

El lugar de la condena a muerte de Jesús, el encuentro con las santas mujeres, la encomienda de la cruz a Simón de Cirene y otros episodios de la Pasión y Muerte del Señor.

Cuando los turcos bloquearon el acceso a Tierra Santa, proliferaron las reproducciones de los Santos Lugares en centros de espiritualidad europeos.

Tales como Escalaceli de Córdoba, obra del dominico San Álvaro, y Santa Clara de Mesina (principios del siglo XV), Nuremberg (1468), Lovaina (1505), Bamberg, Fribourg y Rhodes (1507) y Amberes (1520).

Muchas de estas estaciones fueron reproducidas o recreadas por renombrados artistas y son consideradas hoy día obras maestras.

Por 1587, Zuallardo refiere que los musulmanes prohibieron “hacer alguna parada, ni rendir veneración [a las estaciones] con la cabeza descubierta, ni hacer ninguna otra demostración”, suprimiendo formalmente esta devoción en sus lugares de origen.

Paralelamente a este proceso de represión, la devoción continuó creciendo en popularidad por toda Europa.

Un testimonio temprano de uso del término estaciones aplicado a la Vía Sacra de Jerusalén lo encontramos en la narración del viaje de un peregrino inglés, William Wey, que visitó Tierra Santa en 1458 y en 1462.

Quien describe la costumbre de seguir los pasos de Cristo en la Vía Dolorosa, la cual parece ser que partía del Calvario y terminaba en la casa de Pilato, una suerte de “viacrucis desandado”.

  

LA CANTIDAD Y CONTENIDO DE LAS ESTACIONES

Wey da ya el número de catorce estaciones, de las que sólo cinco corresponden con la recensión tradicional, y siete están sólo remotamente conectadas con nuestro viacrucis.

Algunas otras recensiones de este ejercicio piadoso incluían la casa de la historia evangélica de Lázaro, la puerta de la ciudad que Jesús atravesó, o las casas de Herodes y Simón el Fariseo.

Ya en el siglo XVI llegó a generalizarse como ejercicio de devoción completo la ruta desde el Pretorio hasta el Calvario.

Esta práctica penitencial, extendiéndose por Europa, fue evolucionando entre los siglos XV y XVII.

Oscilaron el número de sus estaciones entre siete, que conmemoraban las caídas del Señor en el camino del Calvario, como símbolo (no olvidemos que el siete es número de plenitud) del sufrimiento de Cristo y del cristiano; doce, dieciocho, como era costumbre en Polonia; diecinueve, veinticinco, veintisiete, como se señalan en Perú en 1659, y hasta treinta y siete.

También hubo diversidad en el contenido de las estaciones.

Muy pocas de las listas medievales incluyeron la segunda (Cristo recibe la cruz) o la décima (Cristo despojado de sus vestiduras).

Mientras que otras eliminadas aparecen en las más tempranas recensiones o estaban entre las más comunes, como la que señalaba el balcón del Ecce Homo, lo que nos sugiere que esta práctica devocional proviene más de los manuales piadosos europeos que de la misma Jerusalén.

De las siete caídas sólo se conservan tres (tercera, séptima y novena estaciones), porque las otras cuatro coinciden con el encuentro con su Madre, Simón de Cirene, la Verónica y las mujeres de Jerusalén (cuarta, quinta, sexta y octava estaciones respectivamente).
Algunos autores  hacen coincidir el encuentro del Cirineo y de las mujeres de Jerusalén, pero la mayoría lo presentan como dos episodios separados.

La Verónica no aparece en muchos de los relatos tempranos, y casi todos los que mencionan este incidente lo colocan justo antes del Calvario.

Con relación a su inicio, se escogen en sus comienzos cuatro episodios diferentes: el despedimiento de Jesús de su Madre, que no tuvo una gran difusión quizá por ser extrabíblico; el lavatorio de los pies, enmarcada en la Última Cena en un ambiente eucarístico, reseñada en algunos viacrucis del siglo XVII.

La agonía en Getsemaní, en que Jesús acepta voluntariamente la Pasión, que es el comienzo de un vía crucis del XVII de siete estaciones que destaca por su integridad evangélica, difundido por los jesuitas, y la condena de Jesús en el Pretorio, la más antigua y definitiva que señala el último tramo del camino doloroso de Jesús.

Tercera estación del Vía Crucis de la Via Dolorosa en Jerusalén

San Ignacio de Loyola (Loyola 1491-Roma 1556), fundador de la Compañía de Jesús, en sus divulgados Ejercicios Espirituales, incluye la contemplación de la Pasión del Señor en la Tercera Semana de éstos.

El propósito es el siguiente: “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí” (p. 80).

Al acabar las cuatro semanas, el Santo de Loyola pasa a tratar Los misterios de la vida de Christo Nuestro Señor, exponiendo las escenas a contemplar en cada apartado.

La primera contemplación a la media noche se centra en la última cena.

La segunda contemplación a la mañana abarca de la Cena al Huerto inclusive (traslado del Cenáculo al Monte Olivete, oración agónica y hematidrosis).

El segundo día, a la media noche, la contemplación será desde el huerto a casa de Anás inclusive [Beso de Judas y Prendimiento, sanación de la herida del criado del Sumo Sacerdote infringida por Pedro, abandono de los discípulos, primera negación del mismo Pedro y bofetada], y, a la mañana, de casa de Anás a casa de Caiphás inclusive [… las otras dos negaciones y las lágrimas de San Pedro, prisión y burla].

El tercero día, a la media noche, de casa de Caiphás a Pilato inclusive [inculpación, interrogatorio, preferencia de Barrabás], y a la mañana, de Pilato a Herodes inclusive [… envío a Herodes, mudo interrogatorio y desprecio al vestirlo con una veste blanca].

El quarto día, a la media noche, de Herodes a Pilato, y después en el Exercicio de la mañana los otros misterios que quedaron de la misma casa [… flagelación, coronación de espinas, vestimenta de púrpura y burla, y presentación al pueblo].

El quinto día, a la media noche, de casa de Pilato hasta ser puesto en cruz [condena, con la cruz camino del Calvario, auxiliado por el Cirineo, crucifixión en medio de dos ladrones con el título: Jesús Nazareno Rey de los Judíos], y a la mañana desde que fue alzado en cruz […. las siete palabras, el oscurecimiento del sol, el terremoto y el rasgamiento del velo del templo a la muerte de Cristo, las blasfemias contra él, el reparto de las vestiduras y la lanzada].

El sexto día, a la media noche, desde la cruz descendiéndole hasta el monumento exclusive [descendimiento, sepultura, vigilancia del sepulcro], y a la mañana desde el monumento inclusive hasta la casa donde Nuestra Señora fue, después de sepultado su Hijo. El séptimo día, contemplación de toda la Pasión junta en el Exercicio de la media noche y de la mañana” (pp. 82-83).

En el siglo XVI se empiezan a difundir, especialmente en los países del sur de Europa, devocionarios que tienen catorce estaciones con oraciones para cada una.

Fuentes:

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