El último libro de la Biblia, el Apocalipsis, es fascinante.
Durante siglos ha sido el más referenciado de las escrituras.
Quizás por su estilo que aparenta desligarse del tiempo presente, para trasladarse a tiempos escatológicos.
Con intervenciones divinas cargadas de simbolismo y de elementos proféticos.
Pero esas profecías ¿no nos indican también lo que nos está pasando ahora?
El Apocalipsis es alegórico, misterioso y de lectura difícil, porque siempre necesita interpretación.
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Y en estos dos mil años ha habido numerosas interpretaciones.
Hay dos interpretaciones en boga en estos momentos son.
La primera, que Apocalipsis es una forma de contención, guía y consolación a los primeros cristianos por las persecuciones que están sufriendo por los judíos y los romanos.
O sea que básicamente los consideran un texto de valor histórico.
La segunda, es que contiene una profecía misteriosa sobre cómo se van a dar en concreto los hechos de los tiempos finales.
Cabiendo todo tipo de interpretaciones simbólicas sobre los sellos y su apertura, sobre las bestias, sobre los caballos, etc.
Pero hay una tercera interpretación que también pone el énfasis en lo profético del texto, pero lo toma globalmente sin hacer énfasis en el significado de los símbolos.
El Libro del Apocalipsis se trataría sobre el fin del mundo y sobre lo que está sucediendo en este momento.
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No fue escrito sólo para los primeros cristianos ni para los que vivirán en la época en que transcurrirá el fin del mundo.
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Sino que ha sido escrito para todas las épocas.
Es un libro que revela la victoria que Jesús y que no se pierde en teorías más o menos exóticas.
Sino que declara proféticamente lo que realmente está pasando.
Y el apocalipsis también revela la devoción de los últimos tiempos, que es a María, la Madre que da a luz al Hijo varón, el mesías, la mujer vestida de sol.
REVELA CUAL ES LA BATALLA
Su título en griego es Apokalupsis Jesou Christou, literalmente significa «La Revelación de Jesucristo.»
Y es como si Jesús está retirando el velo para mostrarnos lo que realmente está pasando.
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Mostrándonos el gran drama de la historia y diciéndonos que Él ya ha ganado.
Él dice que no deberíamos desanimarnos mientras que el polvo se asienta y mientras que el trigo es separado de la paja y la cosecha es recogida.
Esta historia cuenta algo que no vemos a simple vista en la Tierra como pueden ser un proceso electoral, los acuerdos entre los líderes políticos o la marca de una guerra.
Sino que cuenta una batalla que es mucho más alta y más profunda que lo que sucede en nuestro diminuto planeta y en nuestra focalizada época de principio del siglo XXI; es un plano mucho más global y trascendental.
Cuenta el gran drama de la batalla entre el bien y el mal y lo que sucederá en la eternidad.
Y narra la batalla cósmica en la que todos estamos atrapados y está sucediendo a nuestro alrededor pero no la vemos a primera vista.
Dice San Pablo,
Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en el aire.
Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día funesto, y manteneros firmes después de haber vencido todo. (Efesios 6:12-13).
El Libro del Apocalipsis está hablando de esta realidad y revelando la batalla cósmica.
Y declara sin ambigüedad que el vencedor es Jesucristo, nuestro Rey.
También declara que hay únicamente dos reinos, dos ejércitos, dos lados.
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Y sugiere que Tú debes decidir a quién servirás: al príncipe de este mundo o al Rey y Señor de toda la creación.
El Apocalipsis se abre con una visión de la gloria de Jesús el Gran Señor e Hijo del Hombre:
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación, del reino y de la paciencia, en Jesús.
Yo me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
Caí en éxtasis el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, que decía:
«Lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea».
Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro.
Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego; sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como voz de grandes aguas.
Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza. (Ap. 1: 9-16).
Es nuestro Señor Jesús resucitado conquistando la gloria.
Y como dice San Pablo:
Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre. (Fil 2: 10-11).
Es Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra.
Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. (Ap 1: 5-7).
EL LLAMADO A LA PERSEVERANCIA
La segunda parte del libro del Apocalipsis llama a la Iglesia y a nosotros como individuos al arrepentimiento y a la perseverancia.
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Porque la batalla cósmica llega a la Iglesia y a los discípulos individuales.
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La batalla está en la Iglesia y en el corazón de cada persona.
De esta manera, en las cartas para las siete iglesias nos da el mensaje:
Que no hemos de perder el amor que teníamos al principio.
Que debemos estar dispuestos a soportar los sufrimientos y la persecución.
Que estamos para resistir al sincretismo y toda forma de religión falsa.
Que debemos resistir todos embates profundos de satanás; no debemos estar en ningún acuerdo con sus caminos.
Que hemos de rechazar a los fornicadores y a todos aquellos que proponen algún tipo de inmoralidad sexual.
Que debemos resistir la pereza y no dejarnos estar.
Que debemos resistir la tibieza, el orgullo y autosatisfacción.
La Iglesia, el clero y los laicos deben pelear la buena batalla, deben perseverar.
Debemos soportar los sufrimientos y siempre tener en mente la recompensa que le espera al valiente.
Y la desgracia eterna que está llegando a los cobardes y a todo el que abraza al mundo, la carne y al diablo.
Juan es llevado al cielo para ver la gloria de Dios y la liturgia del cielo. Él le revela lo que debe suceder pronto.
Históricamente, el Libro del Apocalipsis habló de la destrucción de Jerusalén y al fin de una era.
Pero muestra que a lo largo de los siglos, los imperios y las naciones se han derrumbado; eras y épocas han venido y se han ido.
Solo el Reino de Dios, como se ha proclamado y hecho presente por la Iglesia, ha sobrevivido y sobrevivirá.
Hoy estamos probablemente al final de otra era y época.
Occidente se está desmoronando y la decadencia abunda.
La confusión acerca de la realidad básica está tan extendida que nuestra situación cultural actual puede ser descrita como un manicomio.
Incluso dentro de la Iglesia, las voces que deberían hablar claro proféticamente están silenciadas por el miedo y se infectaron por lo mundano.
Hay entre los líderes de la Iglesia, el clero y los laicos una suavidad y un presentimiento generalizado de que el riesgo de hablar claro es demasiado grande.
El mensaje del Libro del Apocalipsis es un fuerte alegato para los tiempos que han pasado y para los que vienen.
El mensaje es claro: ser fuertes, estar preparados, y estar dispuesto a sufrir.
No importa qué tan poderoso y elegante puede parecer el mal, Jesús es el vencedor.
Debemos perseverar y darnos cuenta somos partes de una batalla cósmica que es mucho más grande que nuestra situación actual.
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Debemos elegir un bando.
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No pienses que puedes sentarte en la puerta de tu casa.
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Satanás es el dueño de la casa y está viniendo por ti y dirá: «Me perteneces».
En este análisis global que estamos haciendo, los sellos, las copas, y las trompetas del Apocalipsis no son más que una descripción más detallada de la batalla cósmica y la miserables derrotas que finalmente llega sobre los insolentes y desobedientes.
Dios no dejará sin castigo a los que desprecian Su Reino y a Sus santos.
Es un llamado al arrepentimiento a aquellos que sobrevivan y también una manifestación de la justicia de Dios y la autoridad suprema de la historia.
En Apocalipsis 12 se muestra una batalla crucial cuando el dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos acosa a María Nuestra Madre, que es también una imagen de la Iglesia.
Y aquí el enunciado central: el diablo no puede prevalecer en la guerra que estalla en el cielo.
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Él es arrojado a la Tierra, donde él persigue sin éxito a la mujer (que es María y la Iglesia) y a sus hijos.
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Él es un gran perdedor pero con furia continúa persiguiéndonos.
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Satanás se encoleriza porque sabe que su tiempo es corto.
Pero incluso los perdedores tienen todavía una extraña habilidad para engañar e impresionar a la gente ingenua.
Y así satanás todavía hace brillar el dinero en efectivo, hace promesas vacías, y pasea los placeres delante de nosotros.
Lamentablemente, muchos de los humanos mundanos y no espirituales, caen tontamente en sus mentiras.
Misteriosamente Dios permite esto hasta que el número total de los elegidos sea completado.
EL DESENLACE DE LA BATALLA FINAL
Y luego viene el final:
Subieron por toda la anchura de la tierra y cercaron el campamento de los santos y de la ciudad amada.
Pero bajó fuego del cielo y los devoró.
Y el diablo, su seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Luego vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él.
El cielo y la tierra huyeron de su presencia sin dejar rastro.
Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; fueron abiertos unos libros, y luego se abrió otro libro, que es el de la vida.
Y los muertos fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras.
Y el mar devolvió los muertos que guardaba, la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras.
La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego – este lago de fuego es la muerte segunda – y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego. (Ap 20: 9-15)
Y se abre el destino de la eternidad:
Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva – porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo.
Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres.
Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios – con – ellos, será su Dios.
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.
Entonces dijo el que está sentado en el trono:
«Mira que hago nuevas todas las cosas.»
Y añadió: «Escribe: Estas son palabras ciertas y verdaderas.» (Ap 21: 1-5)
Es bueno que leamos el Libro del Apocalipsis con esta clave, donde el Señor nos dice lo que realmente está pasando y cuál será el resultado.
Él nos está diciendo que no nos desanimemos.
«Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí.
En el mundo tendréis tribulación.
Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo«. (Juan 16:33).
Es una declaración a no tener miedo de lo que viene sobre este mundo.
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Incluso si es el fin de una era o época, la Iglesia ha sufrido antes tales cambios radicales.
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Cristo ya ha ganado la victoria y ha prometido que la Iglesia permanecerá intachable.
Cuando la locura actual haya seguido su curso, todavía estaremos aquí predicando el Evangelio.
Incluso si nos hemos convertido en un pequeño resto y se esté predicando desde la cárcel.
No tengas miedo.
Predica con audacia y con amor.
Que siga brillando la luz del Evangelio en la oscuridad.
El Evangelio ganará; siempre gana.
No deberíamos abordar todos los detalles del Libro del Apocalipsis sin entender su mensaje central.
El mensaje es de victoria en medio de la persecución y el juicio.
Es un llamado a perseverar.
Es una revelación que nos muestra lo que será el fin.
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Sé fuerte, sé valiente, sé seguro.
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Jesús ya ha ganado la gran victoria en la batalla cósmica.
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El polvo aún se está asentando.
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Pero debes saber con certeza que Jesús ha ganado y si tú lo eliges a Él, tú también ganarás.
Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para mí.
Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. (Ap 21: 7-8).
Independientemente de lo que pienses que está pasando, esto es lo que está realmente pasando.
¿LA MUJER DEL APOCALIPSIS ES MARÍA?
Este título se puede leer como una pregunta o como una afirmación.
Hay una fuerte tradición católica que viene desde los primeros cristianos, que ven a María como la mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza, que menciona el Apocalipsis.
Esta interpretación mariana no es del gusto de muchos de los eruditos bíblicos.
Quienes sostienen que y la biblia los personajes individuales simbolizan colectivos de personas y por lo tanto esa mujer sería Israel o la Iglesia.
En el Apocalipsis 12: 1-9 aparecen en escena tres personajes: la mujer, su hijo varón y el dragón.
Y la secuencia es que la mujer da a luz al hijo varón que es atacado por el dragón.
La mujer es protegida yendo al desierto.
El niño es entronizado por Dios y el dragón es derrotado.
Hay coincidencias en que el dragón es el diablo o satanás o la serpiente antigua.
Y que el varón es Jesús porque se sienta en el trono.
Pero si la mujer que menciona el pasaje del Apocalipsis puede ser Israel o la Iglesia, estamos hablando del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Y María es la bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Es quién representa mejor la historia de la salvación, del pasaje desde el Antiguo Israel al Nuevo Pueblo de Dios.
Pero también lo podemos comparar con el evangelio de Juan capítulo 19 qué da una perspectiva terrenal de lo que sucedió con la crucifixión de Jesús.
Jesús es crucificado y Juan presenta a María y al discípulo amado al pie de la Cruz.
¿Pero cómo se vería la crucifixión por parte de los soldados a Jesús y su resurrección desde el ámbito celestial?
Se vería como un ataque del dragón contra las fuerzas del cielo y el hijo saliendo victorioso y entronizado mientras el diablo es derrotado.
Y en ambas escenas está la mujer.
En el caso de Juan 19 es claramente María y es la madre del Mesías.
En ambos casos se menciona el dolor de la mujer.
El dolor de la mujer al ver a su hijo en la cruz y el dolor del parto cuando el nacimiento que menciona el Apocalipsis.
Y en ambos casos se menciona la maternidad.
María ve a su hijo crucificado cuando está a los pies de la Cruz, pero a su vez Jesús entrega a su madre para que sea cuidada por Juan y funja así como la madre de todos los cristianos.
Y en el Apocalipsis es claro qué la mujer es la madre del hijo varón que luego será entronizado.
Por lo tanto más allá que se puedan advertir algunos signos de que la mujer dile Apocalipsis representa a Israel o a la Iglesia, en primer lugar representa a María, y luego a través de ella se puede representar a Israel o a la Iglesia.
Y por lo tanto el Apocalipsis revela también la devoción de los últimos tiempos, que es a María, la Madre que da a luz al Hijo varón, el mesías, la mujer vestida de sol.
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