Mucha tinta digital se ha derramado en el último mes sobre la atracción que ejerce sobre millones de jugadores el juego de realidad aumentada Pokemon Go.
Entre los cristianos, la evaluación va desde considerar que se trata de un fenómeno demoníaco, hasta verlo como una oportunidad para que los cristianos evangelicen a los jugadores que recorren los jardines de las iglesias.
Este último efecto ilusiona a los pastores que buscan llenar las bancas en sus templos, ante una concurrencia raquítica.
Pero hay un fenómeno inquietante en la lógica del juego: nos presenta que hay una realidad visible y otra invisible – que puede verse sólo para los iniciados –, de la misma forma que el cristianismo habla de un mundo visible y otro invisible que coexisten en el mismo lugar y que se ‘ve’ por la fe.
QUE ES POKEMON GO
Pokemon Go, que se lanzó el 6 de julio, es un juego de realidad aumentada que requiere que los jugadores viajen físicamente a lugares del mundo real con sus teléfonos inteligentes.
La popularidad del juego no tiene precedentes. Después de sólo unas pocas semanas, ya está en camino de superar a Twitter en total de usuarios.
Esta realidad aumentada está deambulando por edificios públicos y monumentos de valor histórico o arquitectónico, y está atrayendo a jugadores en masa.
Estos sitios incluyen esculturas, murales, obras de arte, bibliotecas, monumentos, y dentro de ellos, edificios de la iglesia.
Y ya ha enviado a millones de personas a las iglesias en muchos países.
LA SEDUCCIÓN PARA ALGUNOS PASTORES
Cuando Pokémon Go se puso en marcha, muchas personas se encontraron en los escalones de la entrada de las iglesias locales en sus comunidades, por primera vez en años.
Algunos evangélicos y católicos han visto esto como una oportunidad para conectarse y llegar a los jugadores de Pokemon Go.
Y han desafiado a sus iglesias a pensar en maneras creativas y amorosas para recibir a los jugadores de Pokemon en sus edificios.
Esto lo han hecho anunciando sus paradas en las redes sociales, e incluso cambiando sus señales para reconocer su papel en el fenómeno masivo de juego.
El entusiasmo de estas iglesias es comprensible porque ven sus antesalas llenas de público repentinamente , enviado por Pokemon Go.
Por ejemplo se ha informado las coordenadas de la Catedral de Cristo, de la Diócesis de Orange, que por ejemplo sirven como PokeStop para los jugadores.
Y se pueden observar las criaturas de Pokemon entre las estatuas de la catedral y los jugadores apiñados en torno a la Sagrada Familia.
Sin embargo se puede sospechar que un desmedido esfuerzo para aprovechar Pokemon Go para conseguir más gente en sus bancos, puede llevar a muchas iglesias a perder el foco en crear un espíritu de comunidad sobre una base de fe.
Es cierto que el juego se ha demostrado como una poderosa oportunidad porque ha puesto a miles de personas en las puertas de las Iglesias.
Y como tal presenta un desafío a la presencia pública de la Iglesia, porque si hay un tipo de espacio físico que muchas personas ya no consideran significativo en sus comunidades son nuestras iglesias.
Debido a esta desconfianza e indiferencia fundamental, cuando los líderes de la iglesia piensan en maneras de recibir y retener a estos jugadores debieran pensar en dos cosas.
En primer lugar, debieran tener en cuenta que hay una buena posibilidad que los jugadores que están esperando probablemente hayan entrado a las iglesias antes y les ha resultado indiferente, no motivante o incluso rechazante.
Y en segundo lugar, tienen que ser conscientes de que los jugadores no están llegando a escuchar un sermón, una misa, sino para jugar un juego, y para ellos probablemente les da lo mismo estar dentro de un lugar sagrado que en un burdel.
Pokemon Go no es una experiencia religiosa directa, por ahora, aunque tal perspectiva ciertamente ha alimentado la percepción de muchos cristianos de que Pokémon es demoníaco.
Si muchos de nuestros vecinos ya no piensan en nuestras iglesias como espacios sagrados, tal vez valga más la pena pensar en cómo podemos reclamar su condición sagrada, a través de la forma en que los servimos y el amor que damos a nuestros vecinos fuera de la iglesia.
Sin embargo, es atendible que tampoco debemos perder definitivamente la oportunidad de participar en el mundo que nos rodea, en sus propios términos y en los espacios que crea.
LA TENTACIÓN DE MINIMIZAR EL FENÓMENO Y DE USARLO
Para otros en cambio Pokemon Go no es más que una moda pasajera que más pronto que tarde se desinflará.
Sin embargo, antes de no dar importancia a Pokemon Go como un juego de niños voluble, hay que tener cuidado: porque este gigante popular es un camino de futuro.
Este sistema promueve un sentido de comunidad por una parte, y una difuminación de la realidad por la otra, que implica una forma nueva de mirar el mundo.
Y haríamos bien en estudiarlo.
La premisa básica es el uso de las cámaras de teléfonos inteligentes para buscar personajes simulados que se ven en tiempo real dentro de un entorno real.
Tan arraigada parece esta realidad y obsesiva, que los jugadores deambulan como zombis hasta que encuentran a su presas digitales.
Su formato de realidad aumentada es tentador. Tal vez más que la realidad virtual, que hasta la fecha implica que los jugadores entren en un escenario simulado a través de un auricular voluminoso.
En cambio la realidad aumentada difumina la realidad con la fantasía.
Sus posibilidades de renovar amenazan no sólo el entretenimiento, sino todos los aspectos de la vida, incluyendo no sólo la interacción social.
Sobre todo, el sentido de lo que está más allá de lo natural, incluso del otro mundo y hasta tal vez de lo divino.
UNA REALIDAD MÁS ALLÁ DE LO QUE SE VE
La tecnología entra ahora en una nueva fase con esta fabricación de la realidad.
Pokemon Go fusiona lo invisible con lo visible. Lleva lo oculto de la wifi y la nube a lo corpóreo.
Y hace que la fe de la humanidad en telefonía móvil esté en un nivel que hace imposible imaginar el mundo sin ella.
Intencional o no, el secularismo ha creado su propia forma de culto para sus fieles.
Y es en esto que algunos pastores se agarran para decir que se trata de algo demoníaco.
De esta forma el secularismo ha creado una forma de usar la realidad aumentada para la creación de un espejo de los visible e invisible del credo católico «Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible».
Intencional o no, el secularismo ha usado las bases católicas en una forma que para su público es más atractivo y relevante que lo que la Iglesia ha estado proclamando ad infinitum.
Mientras que el Reino de Dios es ciertamente en última instancia de otro mundo, la Iglesia explica que ambos mundos coexisten, hay sólo un velo entre ellos. Y En Lucas 17:21 se dice que está entre nosotros.
Pokemon Go está capturando de forma imaginativa esa integralidad, lo cual no sólo podría valer para la evangelización de Dios, sino también como una forma demoníaca de usurparla.
En última instancia todo es una respuesta consciente o inconsciente a las propuestas del Dios, de Jesucristo y de su Iglesia.
Y en ese sentido, se ha creado la amenaza de que se materialice una religión mundial totalitaria, que transcurra tanto en el mundo visible como en el invisible, comandada por un selecto número de redes en línea, y los sacerdotes de Google y Facebook.
UN MOVIMIENTO SIN ROSTRO Y SIN ALMA
Este tipo de movimiento sin rostro y sin alma fue previsto por Joseph Ratzinger hace más de 40 años.
Es una idea que vale la pena citar, que es de un sermón de Cuaresma dada en 1973, más tarde compilado en el libro El Dios de Jesucristo:
La Revelación de Juan habla del adversario de Dios, la ‘bestia’. Esta bestia, el poder opuesto a Dios, no tiene nombre, sino un número. El vidente nos dice: «Su número es seiscientos sesenta por seis» (13:18).
Es un número, y hace de los hombres números. Los que hemos vivido a través del mundo de los campos de concentración sabemos lo que eso significa.
El terror de ese mundo tiene sus raíces en el hecho de que se borra la cara de los hombres. Se borra su historia.
Se hace del hombre un número, un engranaje intercambiable en una gran máquina. Él es su función, nada más.
Para cuando las funciones son todo lo que existe, el hombre, también, no es más que una función.
Las máquinas que él mismo ha construido ahora imponen su propia ley sobre él: él debe hacerse legible para el equipo, y esto sólo puede lograrse cuando se traduce en números.
Todo lo demás en el hombre se convierte en irrelevante. Lo que no sea una función no es nada.
La bestia es un número, y hace de los hombres números.
Pero Dios tiene un nombre, y Dios nos llama por nuestro nombre. Él es una persona que busca a la persona.
Él tiene una cara, y él busca nuestra cara. Él tiene un corazón, y él busca nuestro corazón.
Para él, no somos alguna función en un «mundo de la maquinaria». Por el contrario, son precisamente los que no tienen función los que son suyos.
La revolución digital y el aumento del relativismo amenazan con engañar a los corazones y las almas con bestias sin rostro, flotando a través de la vida real como fantasmas.
No hacen pensar en las maravillas del mundo natural y en el que las creó, el que tiene una cara, que camina con nosotros entre las maravillas.
Pero podría olvidarse todo esto y soñar con una nueva realidad que nos saque del doloroso mundo creado por el pecado, llevando la imaginación hacia otro mundo, el mundo de las apariencias.
Esto es lo que han tratado de hacer todas las dictaduras.
Sólo que ahora con Pokemon Go lo estamos apuntalando con nuestra propia visión, la de que hay un mundo visible y otro invisible.
Pero este nuevo mundo invisible no es nada más que una caricatura de la realidad que muestra el cristianismo; y aun así Pokemon demuestra que funciona.
Somos nada más que un número, como dice Ratzinger para estos nuevos dioses, cuando en realidad somos seres plenos e integrales para Dios.
Él nos promete la vida eterna, mientras que esta realidad aumentada solo ofrece olvidar y ocultar los dolores de la vida.
Y vaya uno a saber en qué puede derivar este plagio Cristiano en manos de gente que se creen que están creando realidad e incluso aumentándola. ¿O acaso no lo están haciendo?’
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