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La mayoría de las personas en el mundo creen que existe otra vida después de la muerte física.

Y que luego de nuestra vida en la tierra tendremos una existencia eterna.

A su vez la mayoría cree que hay un filtro que permite algunos entrar en esa vida eterna y a otros no.

A esto el cristianismo le llama salvación.

Algunas personas serán salvas para la vida eterna y otras no.

¿Cómo es que se eligen las personas que serán salvas para la vida eterna?

¿Quién las elige?

¿En virtud de qué atributos serán elegidas?

Esto es lo que trataremos en este artículo.

 

ALEJADOS DE LA AMISTAD CON DIOS POR EL PECADO DE DESOBEDIENCIA AL CREADOR

Los católicos creen la humanidad heredó el pecado original por la desobediencia de los primeros humanos a las leyes dictadas por el creador.

Este pecado creo un abismo entre Dios y los humanos, y los alejó de la posibilidad de vivir la vida eterna junto a Él.

El hombre ya no podría aspirar a pasar la eternidad con una persona a la que no obedece.

El Concilio de Trento afirmó que el pecado original debilita la naturaleza humana y genera acciones egoístas en lugar de amor a Dios; esto es la concupiscencia.

Dios en su infinito amor por las criaturas que creo mandó a su hijo a revertir el hecho.

Pagando voluntariamente por nuestra desobediencia mediante tu sufrimiento, crucifixión y resurrección.

Con esto la raza humana mereció la redención.

Y a partir de ahí al ser humano se le abren dos caminos para pasar la vida eterna.

Si la persona muere en estado de gracia será merecedor de la vida eterna en el cielo junto a Dios; tal vez pasando un tiempo en el purgatorio para purificar algunos pecados.

Pero si la persona muere fuera del estado de gracia, sin arrepentirse por sus pecados, o sea en pecado mortal, no se hace merecedor de la vida eterna en el cielo.

Y estas personas son enviadas al infierno, como lo define el dogma promulgado por el magisterio ordinario y varios concilios ecuménicos diferentes.

 

DIOS RESOLVIÓ UNILATERALMENTE LA SALVACIÓN DE LA RAZA HUMANA

Cuando Dios dio a la raza humana gratuitamente la salvación también optó por no obligarnos a aceptar su regalo de amor.

También podría haber determinado salvar a la raza humana perdonando burocráticamente los pecados, sin recurrir al envío de su hijo para morir en la cruz y así obtener La redención.

Sin embargo la encarnación de su hijo fue necesaria por la gravedad de la herida del pecado.

La solución fue para la expiación del pecado de rebelión.

Pero también estableció la verdad para revelarnos totalmente a la Santísima Trinidad.

Y se constituyó en una fuente espiritual de fortaleza para ayudar al hombre en su lucha contra el pecado y el mal.

De esta forma no sólo nos redimió sino qué actúo como maestro y guía espiritual.

 

EL PLAN DE SALVACIÓN DE DIOS

La encarnación de Jesucristo, su dolorosa pasión y crucifixión, su redención, y sus enseñanzas obedecieron a un detallado plan de salvación de nuestro creador.

La Iglesia Católica enseña que la salvación viene solamente por Jesucristo, quien además es el único mediador entre Dios y los hombres.

Y que la gracia salvadora otorgada por Jesús es un regalo gratuito, al que se accede por el arrepentimiento de nuestros pecados, por la fe y por el bautismo.

No uno solo sino por los tres.

Nuestro arrepentimiento por los pecados muestra la disposición a apartarnos de las cosas que nos alejan de Dios.

A su vez el bautismo nos da la gracia necesaria para tener fe y actuar en razón de ella.

Esto es una cosa que se logra con el espíritu y con el cuerpo, no sólo es algo intelectual y de la razón.

La fe se actúa a través del amor.

Pero la salvación que la humanidad obtuvo mediante Jesucristo no significa automáticamente la salvación de cada ser humano individual.

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LA SALVACIÓN INDIVIDUAL

El Concilio de Trento describió el proceso de salvación individual.

Este comienza con la gracia de Dios que llama a la persona al arrepentimiento.

Esta gracia es gratuita, inmerecida, y su única fuente es el amor y la misericordia de Dios a través de su hijo.

Pero aún con esta gracia se conserva el libre albedrío.

Porque cada persona puede aceptar la propuesta de Dios o puede rechazarla y permanecer en el pecado.

Quién acepta la salvación asume que es pecador, cree en las promesas de Dios, espera su misericordia y tiene un santo temor de su justicia.

Y con esto desarrolla un amor hacia Dios, comienza a detestar el pecado y a amar la justicia de Dios.

A partir de allí viene la justificación de esa persona por parte de Dios, que significa su santificación y renovación interior.

Esto se logra mediante la recepción voluntaria de los dones y la gracia de Dios.

Entonces el hombre deja de ser injusto, se convierte en amigo de Dios y desarrolla la esperanza en su salvación para la vida eterna.

Esto es derramado sobre la persona por el Espíritu Santo, en virtud de la caridad y el mérito de la pasión de Jesucristo.

Por lo tanto debemos tener en cuenta que la gracia inicial es verdaderamente gratuita y viene de Dios.

Pero aun así, la voluntad humana permanece con el libre albedrío.

Aunque los sacramentos infunden gracia santificante que ayuda en este proceso de justificación.

 

EL PROCESO DE JUSTIFICACIÓN

El proceso de justificación es algo que dura toda la vida y comienza cuando nuestro bautismo y conversión.

El convertirse en una persona cada vez más justa sucede en la medida que la persona avanza en el conocimiento y el amor hacia Dios.

Y el último escalón ocurre el último día de nuestra vida.

De modo que tenemos que estar atentos, porque existe la posibilidad de una pérdida de justificación.

Aunque también existe la posibilidad de una re justificación cuando la persona regresa a la comunión con Dios.

Para esto es muy importante el sacramento de la reconciliación, o sea la confesión.

De esta forma se da una transformación del alma desde un estado de pecado a un estado de gracia, obrado por el Espíritu Santo, con la colaboración de la propia persona que acepta hacerlo.

Porque Dios quiso salvar a cada uno de nosotros con nuestra participación y no sin ella.

Cuando un ser humano coopera libremente con la gracia de Dios la persona es justificada y se convierte en una nueva persona.

La gracia entonces es un regalo que sana el alma y la santifica.

Y un ingrediente de esto es el bautismo, que marca el comienzo del proceso.

Allí el Espíritu Santo comunica la disposición sobrenatural para vivir el llamado de Dios.

Esto nos infunde los elementos como para responder positivamente al llamado, moviéndonos a mantener una relación amorosa con nuestro creador y participar en su vida.

Y nos hace comprender dónde está el bien y dónde está el mal, permite nuestro progreso en la conversión y en los sucesivos arrepentimientos de nuestros pecados.

¿Esto significa que cuando entras en este proceso de aceptar a Dios estás automáticamente salvado?

 

¿QUE DEBES CONTESTAR CUANDO TE PREGUNTEN SI ESTAS SALVADO?

La respuesta católica es que desde un punto de vista genérico ha sido salvado por el sacrificio de Jesucristo.

Pero a nivel individual estás siendo salvado, tienes la esperanza de ser salvado, estas confiando en las promesas de Dios y resolviendo tu salvación, mediante el santo temor de no cumplir sus mandamientos.

Pero todo esto enfocado en qué has obtenido la promesa del mayor regalo que te harán en la vida, que te están ayudando para que la promesa se convierta en realidad y que has desarrollado un inmenso amor por quien te ha salvado y te está ayudando.

Sin embargo algunos protestantes, la mayoría pero no todos, creen que tienen la seguridad absoluta de su salvación, al haber aceptado a Cristo como su salvador personal.

O sea que una vez salvado estás salvado para siempre.

Esto no es ni bíblico ni funciona así en la vida cotidiana de la gente.

En Mateo 24:13 dice que el que persevere hasta el fin será salvo, esto quiere decir que la salvación final de una persona depende del estado de su alma al morir.

Si la persona muere en amistad con Dios irá al cielo.

Y si muere en estado de pecado mortal, rebelado contra Dios, su destino es el infierno.

Como raza humana hemos sido redimidos por Cristo en la cruz, todos los seres humanos no solamente los cristianos ni los católicos.

Pero esto no significa que debemos apropiarnos individualmente de esa salvación, porque lo que Cristo nos dio dependerá de nuestra respuesta a través de la vida.

Cristo lo que nos ha dado es el levantamiento de nuestra interdicción con Dios y las gracias para convertirnos en personas justas que al final merezcan la salvación.

Pero incluso a nivel de la vida cotidiana tampoco funciona la idea de los protestantes.

Si una vez si has aceptado un regalo de una persona no significa que lo has aceptado para siempre, porque el regalo puedes perderlo, puedes dejar de valorarlo, puedes sentirte insatisfecho con él, o ya no te gusta porqué te hace recordar a una persona que ya no quieres más, etc.

No podemos tener una certeza absoluta e infalible sobre nuestra propia salvación cómo los protestantes, porque existe la posibilidad de autoengaño.

Todos conocemos personas que una vez estuvieron vinculadas a una religión pero que luego abdicaron de ella.

Y desarrollaron una vida apartada de la fe, viviendo en pecado mortal, y como dice Jesús, hay personas que creen por un tiempo y que luego se apartan por otras tentaciones.

Sin embargo los católicos no viven con terror si serán Salvados o no.

Ya saben lo que tienen que hacer: alejarse de los pecados graves, evitar las tentaciones, los impulsos del momento y tener fe en la promesas de Dios.

La Iglesia Católica tampoco enseña que uno no puede tener pistas sobre su propia salvación.

Si estamos bautizados, frecuentamos los sacramentos, nos alejamos del pecado, no hemos cometido pecados mortales, entonces hay una alta probabilidad de que seamos salvados.

Esto no significa que vayamos directamente al cielo luego de la muerte, porque quizás debamos pasar un tiempo en el purgatorio, pero quienes llegan al purgatorio tienen la seguridad de que han sido salvados.

Debemos recordar que somos salvados por la fe junto con las obras, no solamente por las obras como quieren creer los protestantes que afirman los católicos.

Simplemente las buenas obras son un indicador, porque Dios requiere la obediencia a sus mandamientos.

Pero incluso esta obediencia es imposible sin la gracia de Dios, de modo que las buenas obras también son un regalo de Dios.

 

¿TODAS LAS RELIGIONES SON IGUALES?

A veces se oyen algunas homilías de algunos sacerdotes que dicen que no es necesario ser católico para salvarse.

Y por lo tanto el evangelio no necesita ser predicado entre los musulmanes, los hinduistas, etc.

Dicen que los buenos musulmanes, los buenos hinduistas, etc., alcanzan la salvación.

Esto es una idea herética, ajena a la doctrina católica.

La doctrina católica asevera que el único camino de salvación es Jesucristo y que la revelación total y completa de Jesucristo la pose únicamente la Iglesia Católica.

El arzobispo Fulton Sheen lo ejemplificó didácticamente diciendo que la verdad es como un círculo que tiene 360 ??grados.

La Iglesia Católica llena todo los 360 grados del círculo.

Otras religiones llenan solamente una parte solamente.

El Islam por ejemplo reconoce a un Dios único como el catolicismo y algunas de sus enseñanzas son virtuosas, pero otras claramente no, de modo que no tiene la revelación completa.

Pablo VI en su encíclica Ecclesiam Suam de 1964, dice que la Iglesia Católica no es simplemente uno de los tantos vehículos para viajar a hacia la salvación, sino que es absolutamente necesaria.

Al contener la plenitud de la verdad es cualitativamente diferente a cualquier otra religión, ya sea cristiana o no cristiana.

Es el medio divinamente instituido para dar gracia a todos y sus siete sacramentos son los ritos que permiten el proceso.

Quizás lo dicho hasta aquí resulte arduo y muy apretado para algunos por lo que vamos a hacer un resumen.

 

CONCEPTOS A RETENER

Jesucristo bajó a la tierra para restablecer la amistad de la raza humana con Dios a través de su sacrificio en la cruz.

Sólo Jesucristo pudo merecer nuestra salvación, y además nuestra justificación y santificación inicial.

Pero esto no significa que cada uno en particular haya sido salvado para la vida eterna.

Esto depende de la gracia de Dios.

Dios nos da los elementos para transformarnos en personas justas que merecen la salvación.

Y este proceso se inicia con el bautismo y luego con el afianzamiento de esa conversión.

En esa conversión buscamos nuestra justificación individual, que incluyó el perdón del pecado original como raza humana.

Y que ahora incluye la restauración del hombre interior y la santificación del alma a través de la gracia.

Esa gracia, que nos permite seguir y perseverar en nuestro proceso de conversión, es un don gratuito de Dios.

Que se da a todos.

Esto que nos regala Dios debemos aceptarlo eligiendo libremente cooperar en nuestra redención

Y las buenas obras son un indicador de nuestra fe viva.

Nuestra salvación definitiva depende de nuestra aceptación perseverante de la gracia que derrama Dios en nosotros.

Pero no podemos saber absolutamente si hoy ya estamos salvados.

Aunque si no cometemos pecados mortales y aceptamos la gracia de Dios probablemente lleguemos a serlo.

Cristo es el único camino para la justificación que lleva a la salvación.

Y dotó a la iglesia católica de la totalidad de la revelación, por lo que constituye el camino idóneo para la salvación.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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