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Qué estrategia les llevó a desobedecer el mensaje que la Virgen les dio.

Recién 4 décadas después, la jerarquía vaticana reveló el tercer secreto que Nuestra Señora había dado en las apariciones de Fátima, para que fuera publicado en 1960.

Las apariciones de Fátima están aprobadas por la Iglesia y el texto del tercer secreto que publicó en el año 2000 también, porque de otra forma no lo hubiera hecho.

De modo que fue una desobediencia al mandato de Nuestra Señora.

Respecto a lo que la jerarquía vaticana debería haber tenido sus buenos argumentos, que aunque obviamente humanos, les persuadió que el suyo era el camino correcto.

Para 1960 la jerarquía se había embarcado en un rumbo distinto de lo que había venido a avisar Nuestra Señora.

Aquí hablaremos sobre qué rumbo había tomado la jerarquía de la Iglesia para 1960 y por qué, las razones por las que el tercer secreto era contradictorio con ese rumbo y cuales fueron y son las consecuencias de esta diferencia.

El 13 de julio de 1917, la Santísima Virgen transmitió a los tres pequeños videntes de Fátima un mensaje que no deberían revelar a nadie. 

Las dos primeras partes del secreto fueron dadas a conocer por la hermana Lucía, en la tercera Memoria, escrita el 31 de agosto de 1941.

Y el 3 de enero de 1944, a instancias del obispo de Leiria y con el permiso de Nuestra Señora, Sor Lucía escribió la tercera parte del secreto, que mandó al obispo en un sobre lacrado, con una nota que señalaba que no podía ser divulgado antes de 1960. 

El obispo lo guardó en otro sobre más grande, también lo lacró, y lo guardó en la caja fuerte de la Curia.

A comienzos de 1957, lo que era la actual Congregación para la Doctrina de la Fe, pidió que el documento fuese remitido a Roma, e ingresó en el Archivo Secreto el día 4 de abril de 1957.

Juan XXIII lo solicitó el 17 de agosto de 1959 y leyéndolo con la ayuda de un traductor portugués, decidió no publicarlo y lo devolvió al archivo.

Este Papa ya había anunciado el 25 de enero de ese año la realización del Concilio Vaticano II.

Luego Paulo VI y Juan Pablo II, en primera instancia, confirmarían la decisión de no publicarlo.

Pero finalmente, el 13 de mayo de 2000, Juan Pablo II anunció en Fátima que el tercer secreto sería revelado, seguramente conmocionado por el atentado que recibió en 1981, y su interpretación del resguardo que le dio la Virgen.

Lo que a su vez le había hecho intentar la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, que había pedido la Virgen.   

En la presentación del tercer secreto en el año 2000, se permitió a los vaticanistas acreditados hacer preguntas, y tres de ellos preguntaron las razones por las que las autoridades vaticanas no habían revelado el secreto desde 1960. 

Y el cardenal Joseph Ratzinger contestó que se trató de una decisión prudencial y dijo concretamente,

«En 1960, estábamos en el umbral del Concilio Vaticano II, esa gran esperanza de poder alcanzar una nueva relación positiva entre el mundo y la Iglesia, y también de abrir un poco las puertas cerradas del comunismo».

De modo que las autoridades vaticanas estaban resueltas a lograr, a cualquier costo, la aproximación con el mundo y el tercer secreto era un escollo porque daba un mensaje inverso.

Las tres razones que mencionó Ratzinger fueron:

La apertura de la Iglesia al mundo moderno.

La llamada luego Ostpolitik vaticana, diseñada para abrir un poco las puertas cerradas del comunismo.

Y la implantación de las directrices del Concilio, que pretendían promover esta doble apertura, y que implicaron una serie de innovaciones conciliares para el mundo católico.

Pero en cambio, la parte del tercer secreto que reveló el Vaticano, profetizaba un castigo a la Iglesia por parte del mundo, al que la jerarquía se quería abrir; o sea que esa vía no funcionaría.

Hablaba de que varias naciones serían aniquiladas, de una gran ciudad en ruinas, que era la imagen futura de la Iglesia, y los ángeles pidiendo penitencia en lugar de apertura al mundo.

El tercer secreto de Fátima advertía que la sociedad se convierte y hace penitencia, o vendrá un castigo de proporciones cósmicas.

Sin embargo, la apertura hacia el mundo moderno, laicista y ateo, era una demanda en los ambientes católicos liberales desde hacía décadas.

Pero fue asumida formalmente por la jerarquía cuando Juan XXIII, en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II, se refirió a aquellos que «no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina».

Y agregó,

«Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados en anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente».

O sea que en lugar de prevenir a los católicos sobre el castigo anunciado por la Santísima Virgen en Fátima, y por qué vendría, Juan XXIII y el Concilio Vaticano II propusieron establecer buenas relaciones entre la Iglesia y el mundo, auspiciando lo que llamaron, el advenimiento de una era de alegría y esperanza para la humanidad.

Lo que sabemos no sucedió, sino que la persecución al evangelio y a la Iglesia se profundizó y sólo puede ceder si la Iglesia cede a las políticas del mundo, por ejemplo de la ONU.

Las claves del tercer secreto que reveló el Vaticano al respecto de este tema son:

El grito: «¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!», o sea el arrepentimiento y la vuelta a los valores del cristianismo. 

La visión del ángel con la espada de fuego dispuesto a incendiar el mundo, que recuerda imágenes del Apocalipsis y representa la amenaza del juicio sobre el mundo, con la perspectiva de que el mundo podría ser reducido a cenizas.

Y la visión del Papa, cardenales, obispos y laicos fusilados por soldados, que evocan la persecución y el martirio de la Iglesia por parte de las autoridades civiles.

El dilema que Nuestra Señora presentó en Fátima fue que: el mundo se convierte y por lo tanto abandona los falsos principios del laicismo ateo, o no se convierte, y entonces será reducido a ruinas por el fuego.

Es una decisión que la Iglesia y los seres humanos deben tomar, pero lo que es seguro es que al final se levantará una nueva civilización, a partir del triunfo del Inmaculado Corazón de María.

La diferencia está en el dolor por el que la Iglesia y el mundo debe pasar si se adopta un camino u otro.

Ahora, esto no lo estamos diciendo nosotros, no estamos tratando de meter miedo, es lo que dice el mensaje dado por Nuestra Señora en Fátima, aparición aprobada por la Iglesia, ¿hay alguna otra interpretación consistente?

Y tampoco estamos condenando al Concilio Vaticano II, porque allí sucedieron más cosas.

¿Y a donde ha llevado esta política de apertura de la Iglesia al mundo que adoptó la jerarquía de la Iglesia?

A un tobogán descendente.

Inauguró un proceso de distensión y cese de hostilidades con el ateísmo del mundo, que se transformó en una convivencia normal, le siguió la cooperación para una finalidad común, luego la adopción de las metas que propone la ONU y finalmente trabajar activamente para que se cumplan.

Se trata de un proceso que fue muy bien descripto por el dirigente del Partido Comunista Francés Roger Garaudy quien dijo,

“La gran novedad del Vaticano II – manifestada en el texto de Gaudium et spes – era la apertura al mundo, la renuncia a la pretensión de gobernarlo, para al contrario servirlo a la luz de la humildad evangélica, reconociendo la autonomía de las realidades terrenales».

Por ejemplo, un caso, Juan XXIII deseaba imperiosamente que estuviesen presentes en el Concilio representantes del Patriarcado de Moscú. 

El gobierno soviético dio autorización para que la Iglesia Ortodoxa Rusa enviara representantes, con la condición de que el Concilio se abstuviera de efectuar una condenación al comunismo, y fue aceptado.

Luego 213 Padres conciliares pidieron que el Concilio condenara los errores del marxismo, del socialismo y del comunismo, pero no fue tomado en consideración por Juan XXIII, ni por Paulo VI.

Por lo tanto y en resumen, si el tercer secreto se hubiera revelado en 1960, si se le hubiera hecho caso a la Santísima Virgen, habría creado serias dificultades a la jerarquía para el desarrollo de la política de apertura al mundo.

La jerarquía suponía que se abriría una época de gloria por la colaboración de la Iglesia con el ateísmo laicista del mundo.

Pero el resultado es lo que tenemos hoy, el mundo cada vez más alejado de la moralidad pedida por el evangelio, la Iglesia reducida en número de fieles y vocaciones en occidente, cada vez más perseguida, en apostasía, y se ciernen sobre el mundo nubes oscuras de las élites tratando de reducir la población y esclavizar a los seres humanos, junto con desastres naturales.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las razones objetivas sobre por qué las autoridades vaticanas no revelaron el tercer secreto de Fátima en 1960 y recién lo hicieron, al menos en parte, 40 años después. 

Y me gustaría preguntarte, a tu juicio, ¿qué piensas que hubiera sucedido si la jerarquía hubiera adoptado la sugerencia del mensaje de la Virgen en Fátima?

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