En varios videos y artículos hablamos de que hemos llegado al Final de los Tiempos.
Que es un cambio de época, no es el final del mundo.
Donde veremos el triunfo del Inmaculado Corazón de María, a lo que seguirá una Era de Paz, con la recristianización del mundo.
En esta nueva época Nuestro Señor va a hacer una intervención decisiva en la Tierra, habida cuenta de que la creación se ha ido de los límites tolerados por el creador.
Esa intervención implica quitarle poder al demonio. Pero el maligno no se irá sin dar una dura batalla.
Es más, tratará de pisar el acelerador para materializar su proyecto de una Tierra sin Dios y con una moral inversa a la cristiana.
Aquí hablaremos sobre cómo el maligno está realizando la inversión de la moralidad del mundo, por qué lo está haciendo de manera acelerada, que podemos esperar en los próximos años y que debemos hacer los cristianos.
La visión que tuvo el Papa León XIII a fines del siglo XIX nos avisó del poder mayor que tendría el demonio, cuando oyó una conversación entre Jesús y el maligno, donde éste le pedía 100 años de mayor poder para destruir a la iglesia.
Y Nuestro Señor aceptó el reto y le dijo, muy bien si tú crees que puedes hacerlo entonces te lo concedo.
Son estos demonios, ahora con mayor poder, los que están produciendo esta inversión fantástica de la moral y de la forma en que los seres humanos se relacionan con la realidad hoy.
Este cambio de época ya fue profetizado con antelación por la profecía de Malaquías, donde muestra que el último Papa de la época anterior sería Benedicto XVI, luego vendrán 2 o 3 Papas que actuarán en la tribulación y luego la profecía se llama a silencio.
Y el mismo fenómeno se lo describió la Virgen María a la vidente Conchita de Garabandal, en los años ’60 del siglo XX.
Conchita de Garabandal dijo que a la muerte de Juan XXIII dijo que quedaban sólo 3 papas más uno que no contaba, y luego vendría el Final de los Tiempos; fue Ella que le puso este nombre a esta nueva época.
A Juan XXIII le sucedieron Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, hasta ahí están los 4.
Por lo tanto el Final de los Tiempos comenzó con Francisco, según María.
Y no parece haber dudas de que a partir de ahí se agudizaron los problemas en el mundo y se agravaron notoriamente los de dentro de la Iglesia.
Pero más allá de las profecías, la realidad en la que vivimos nos muestra que entramos en una tribulación.
Por ejemplo, el exorcista padre Chad Ripperger dice que los exorcistas en todo el mundo han notado una extraordinaria resistencia de los demonios en los últimos tiempos.
Antes los demonios se podían expulsar más rápidamente, en un día o dos días el 99% de los demonios estaban afuera, tal vez una semana.
Y hoy el promedio de un exorcismo es entre 10 meses y 2 años.
Porque los demonios han adquirido una resistencia que nunca tuvieron en el pasado.
Además, como dijo Joseph Ratzinger, los cambios que se están produciendo en esta época hacen parecer insignificantes los cambios que sucedieron entre la Edad Media y la época moderna.
Todo lo que está sucediendo es consecuencia del abandono de la creencia en Dios.
Ya no vivimos en el relativismo como ocurrió en el siglo XX, donde nada es verdad ni nada es mentira, y todo dependía del color del cristal con que se mirara.
Donde se ponía en duda de que a algo se le pudiera calificar como bueno o como malo.
Ahora el mundo tiene claro que existe el bien y el mal, la verdad y la mentira, sólo que llama bien al mal, y al mal le llama bien.
La verdad ya no se informa por los medios de comunicación, sino que se informa la mentira disfrazada de verdad y se castiga a los que dicen la verdad por ser mentirosos.
La moral se ha invertido. Las cosas buenas, como la defensa de la vida, se consideran negativas para la economía y mala para las personas, y lo contrario se está erigiendo en un derecho humano.
Y la opinión de algunas personas, sobre la inexistencia de Dios, se ha transformado en que Él existe, pero que hay que blasfemarlo.
Antes para ellos Jesucristo no estaba presente realmente en la hostia consagrada, ahora se admite que está pero se legitima pisar la hostia para castigar a Jesucristo.
El maligno está intentando instaurar el sacrilegio y que se adore a la bestia.
Esto es muy evidente. La mayoría de la gente común tiene la sensación de que algo va mal en el mundo.
El nivel de oscuridad que cubre al mundo quizá sea el más profundo que se ha visto en estos últimos 2000 años.
La constante que utiliza el maligno para esta inversión de la moral son las emociones desconectadas de la razón.
El maligno está subvirtiendo el mundo poniéndolo patas para arriba a través de la emoción.
Y es razonable que sea así porque es el gran antagonista del «logos», del que tiene el conocimiento total, de Dios; es el mono de Dios.
Si observas con detenimiento podrás ver qué todos los fenómenos que invierten la realidad tienen un movimiento compasivo y emocional atrás.
Y una falta absoluta de reflexión racional.
Hoy el glamour emocional es el arma más eficaz para manipular a las masas y para paralizar la reflexión crítica.
Son las emociones las que defienden el absurdo y condenan el juicio de la razón.
Y esto es consecuencia de un hecho más grave.
El padre Malachi Martin, quién leyó el tercer secreto de Fátima, ha dicho que contiene algo espeluznante, una gran apostasía que cubrirá al mundo y también penetrará en la Iglesia.
Y Dios sin dudas está desapareciendo de la mente y el corazón de la mayoría de la gente.
Hoy la meta es ser una buena persona, pero medida con los estándares del mundo y no con los estándares de Dios, se trata de complacer al mundo.
Hoy hay incapacidad de ver el pecado en los términos de Dios.
La conciencia se ha adormecido, primero se ha relativizado lo que antes se llamaba pecados.
Luego se fabricaron excusas para tolerarlo.
Y ahora, cosas que ayer eran pecado, se están reevaluando, se están redefiniendo como buenas.
Incluso dentro de la Iglesia, varios prelados de alto rango parecen estar redefiniendo el valor de la vida, de la sexualidad y del valor del matrimonio.
Y muchos laicos que se definen públicamente como católicos, y reciben la eucaristía, sostienen posiciones contrarias a la doctrina católica sobre la vida, la sexualidad y el matrimonio.
En un tiempo anterior el refugio era la Iglesia Católica.
Pero ya no lo es, porque demasiados no la consideran, la acusan de corrupción y de perversión, especialmente se refieren a la crisis de los abusos.
Pero además la Iglesia se ha contagiado.
Antes, la cultura católica estaba en todas partes de la Iglesia.
Cuando uno hablaba con un cura o una monja sabía que le iba a dar consejos profundos en base a la verdad y que no iban a variar mucho si preguntara a uno o a otro.
Pero esto se ha desvanecido y hoy hay demasiados líderes en la Iglesia que se arrodillan ante el mundo.
Además, la búsqueda de justicia social ha reemplazado la búsqueda de santidad.
Las vallas que se tenían con respecto al pecado mortal están cediendo.
Y las recomendaciones de muchos de quienes deberían dirigir a la persona hacia la santidad dejan de ser claras y unívocas.
Entramos en un mundo de excepciones, dónde el pecado objetivo ya no existe, dando paso a lo que cada uno interiormente entiende como pecaminoso.
Abriéndose la puerta para una religión hecha a medida de cada uno y no a la medida de Dios.
Y así el alma se va tornando tibia y perezosa.
Cada vez son menos las verdades, cada vez hay más excepciones a las reglas y los deberes de cada estado se van volviendo difusos.
Y entonces es razonable que la gente se aparte, porque no hay reglas claras y todo es tan confuso como en el mundo exterior.
Todo este camino lleva a la muerte espiritual de gran cantidad de personas.
Y por eso Dios va a hacer una intervención decisiva para purificar el mundo en el Final de los Tiempos.
¿Y qué es lo que un cristiano debe hacer en estos tiempos?
Tener claro que el bien existe y que el mal es la ausencia de bien, por eso hay que difundir el bien.
También tener claro que Jesucristo está junto a nosotros y que el milagro cotidiano de la eucaristía es lo que da sentido a la historia.
Y junto a Él está la Santísima Virgen llamándonos y fortaleciéndonos en la fe; no hay que apartar la mirada de ellos.
Recordar que Dios no pierde batallas y que esta vez también triunfará sobre el mal.
Que hasta que no se produzca el triunfo del Inmaculado Corazón de María los cristianos no volveremos a ser mayoría sino la oposición, incluso en nuestros hogares.
Y que el mayor esfuerzo debiera ser puesto en conservar la fe intacta ante los ataques del mundo y del maligno.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la gran operación de cambio de la moral del mundo que está produciendo el maligno.
Y me gustaría preguntarte en qué cosas ves más claro que se está produciendo la inversión de la moral.
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