Los estigmas, sus otros dones y sus logros pastorales atrajeron las olas de persecución que sufrió en el convento, en su orden y por el Vaticano.
El maligno ataca preferentemente a quienes están en misiones importantes para Dios.
Esto explica que el Padre Pío sufriera dos persecuciones dentro de la Iglesia.
La primera está vinculada a sus estigmas, fue por los años ‘30.
Y la segunda fue en los años ’60, debido al éxito de su ministerio.
El Santo tomó las sanciones con profunda obediencia.
Y finalmente fue reivindicado totalmente y canonizado en tiempo record.
Hay una nutrida bibliografía consistente sobre estos sucesos.
Aquí contaremos sobre las persecuciones que sufrió el padre Pío dentro de su convento, su orden y la Iglesia, las reales causas que las justificaron, que sanciones tuvo y cómo fue reivindicado.
El humilde fraile había sido bendecido con dones sobrenaturales como la lectura de las almas, los corazones y las mentes, y también fenomenales poderes intercesores por los enfermos para curaciones milagrosas.
Pero las internas de recelos y envidia lograron aislarlo y castigarlo.
La primera persecución contra el padre Pío se vincula a la experiencia de los estigmas visibles, que había recibido el 20 de septiembre de 1918.
Los estigmas le dieron gran fama.
Y el provincial de los capuchinos de Foggia, primero, y la Curia Generalicia de los Capuchinos en Roma después, le enviaron médicos famosos para estudiar sus heridas.
Ambos médicos dieron veredictos favorables.
El hecho de poseer los estigmas, y la atestiguación médica en su favor, acreció su fama.
Miles de personas fueron a verle a San Giovanni Rotondo para besarle las manos, confesarse con él o ir a sus misas.
Hasta los periódicos informaron que un sacerdote de Pietrelcina tenía los estigmas de la pasión de Cristo.
Pero esto también despertaba envidias.
La Santa Sede quiso investigar y envió al sacerdote y doctor en medicina Agostino Gemelli, cuyo nombre lleva hoy el policlínico en donde fue hospitalizado san Juan Pablo II tras el atentado de la Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981.
El padre Gemelli también era franciscano, una autoridad en psicología experimental, y gran amigo de Pío XI.
Gemelli viajó a San Giovanni Rotondo para ver al padre Pío y le pidió que le mostrase los estigmas.
El padre Pío le preguntó si tenía una autorización escrita, lo cual era necesario.
Como Gemelli dijo que no, Pío se negó a mostrárselos.
Y el padre Gemelli se sintió desairado en su orgullo y se fue del convento con la idea de que los estigmas, que no había revisado, eran falsos.
Entonces publicó un artículo afirmando la falsedad de los estigmas y su carácter neurótico.
El Tribunal del Santo Oficio, apoyado en esta opinión emitió un decreto declarando que no constaba que los estigmas fuesen de carácter sobrenatural.
Y entre 1923 a 1933, el padre Pío pasó diez años aislado del mundo exterior impuesto por la autoridad eclesial.
La sanción al padre Pío fue la prohibición de recibir visitas, o que los fieles mantuviesen correspondencia epistolar con él.
No podía ni confesar ni dar dirección espiritual.
Incluso le fue apartado su propio confesor
No podía mostrar las llagas, ni hablar de ellas, ni permitir que se las besaran.
La Misa debía celebrarla en privado, sin fieles, y sin los muchos hijos espirituales que para entonces ya tenía.
La opinión de Gemelli, herido en su orgullo, no fue la única herida contra su fama, porque el arzobispo de Manfredonia, Pasquale Gagliardi le acusó de estafador.
Gagliardi era un oportunista de proceder pecaminoso, que miraba con envidia al humilde convento, por sus fuertes peregrinaciones y por el volumen de limosnas y donaciones, lo cual excitó su codicia.
Le dijo a Pio XI “Yo mismo lo he visto, lo juro, descubrí un frasco de ácido con el que se provoca las heridas y colonia para perfumárselas.
El Padre Pío es un poseso del demonio y los monjes de su convento unos estafadores”.
Los amigos del padre Pío, exigieron una investigación del arzobispo Gagliardi y sus informantes.
Y así se descubrió que eran unos farsantes. Y finalmente fue destituido como arzobispo.
No obstante el Santo Oficio mantuvo sus presiones sobre el padre Pío porque pesaba aún la opinión del padre Gemelli y entre 1931 y 1933 se le aisló aún más.
Pero finalmente, en 1933 Pio XI envió a monseñor Paretto para obtener información de primera mano y fidedigna sobre la personalidad y los fenómenos en torno al padre Pío.
Su opinión fue favorable y en julio de 1933, por voluntad expresa de Pío XI, el Santo Oficio rehabilitó totalmente al Padre Pío.
Pasarán casi 30 años hasta que vuelva a ser perseguido por el Santo Oficio, siendo pontífice Juan XXIII.
Y la segunda persecución vino de la interna capuchina.
Un tema muy divisivo era el dinero de las limosnas que habían hecho posible erigir el hospital, que el Padre Pío había fundado, la Casa de Alivio del Sufrimiento.
Cientos de miles de dólares fueron donados para la construcción del hospital.
Y entusiasmados por la idea de hacer dinero rápido, los superiores del Padre Pío querían utilizar las donaciones para otros fines.
Aparentemente también, para un esquema para hacerse ricos rápidamente.
Y el Padre Pío se negó porque el dinero no le pertenecía.
Entonces le ordenaron, por obediencia, que les diera las donaciones del hospital.
Y para su disgusto, se negó de nuevo.
Esto le valió su encono, y con el fin de buscar pruebas contra él, espiaban lo que pasaba en su confesionario.
Así fue enviado a Juan XXIII un informe detallado sobre el Padre Pío alegando acusaciones de que el Padre Pío tenía contacto sexualizado con algunas mujeres que iban a la confesión.
Esta llamada “segunda persecución” del padre Pío, sucedió entre 1960 y 1961.
Umberto Terenzi párroco romano del Divino Amor, obtuvo del Santo Oficio el encargo verbal de investigar.
Y le dio pie a sus perseguidores internos de la orden y del convento, para que pusieran micrófonos y una grabadora en el lugar donde el padre Pío se reunía con los fieles.
Y en una charla con una tal Cleonice Morcaldi, los que escuchaban creyeron oír “un beso”.
Las grabaciones fueron enviadas al Santo Oficio.
Pero enfadó a Juan XXIII y ordenó quitar los micrófonos.
No sólo esto, sino que desde ese momento evitó todo encuentro con Terenzi.
Y fue nombrado Carlo Maccari como visitador apostólico.
En el verano de 1960, Mons. Maccari visitó al Padre Pío y acabó acreditando las acusaciones falsas contra el padre Pío.
Al Padre Pío se le prohibió celebrar bodas y bautizos, sólo se le concedió un espacio estricto de 30 minutos para la misa, cuando pasaba hasta cuatro horas celebrando la misa en un día de fiesta.
A algunos individuos se les prohibió ir con él para confesarse, y cuando oía confesiones, sólo tenía tres minutos para cada penitente.
No se le permitió hablar con las mujeres a solas.
Los monjes en el monasterio que eran sus amigos fueron trasladados, entre ellos algunos que actuaban en calidad de sus enfermeros, porque estaba muy enfermo.
Y especialmente, el padre Pío tuvo que cederles a sus superiores de la orden el título de la Casa de Alivio del Sufrimiento.
Lo más irritante, es que el superior del Padre Pío, el padre Rosario, fue más allá del Santo Oficio.
Puso carteles embarazosos diciéndole a la gente que no se acercara al Padre Pío.
Prohibió a los otros frailes mostrar bondad hacia el Padre Pío, como ayudarlo a subir las escaleras o llevarle un vaso de agua cuando había calor extremo.
En febrero de 1961 el padre dominico Paolo Philippe realizó una visita apostólica de un solo día.
Y construyó su informe con los rumores que escuchó en el convento.
Dijo, “el padre Pío me pareció un hombre de inteligencia limitada.
Pero muy astuto y obstinado, que camina por sus caminos sin enfrentar a sus Superiores de frente, pero sin ninguna voluntad de cambiar.
Él no es ni puede ser un santo y ni siquiera un sacerdote digno”.
Y agregó,
“El padre Pío ha pasado insensiblemente de manifestaciones menores de afecto a actos cada vez más graves, hasta el acto carnal.
Y ahora, después de tantos años de vida sacrílega, quizás no se da cuenta de la gravedad del mal.
Esta es la historia de todos los místicos falsos que han caído en el erotismo.
El padre Pío no es sólo un falso místico, que es consciente de que sus estigmas no son de Dios.
Es un desgraciado sacerdote, que se aprovecha de su reputación de santo para engañar a sus víctimas”.
En definitiva, sentenció el dominico, “el mayor fraude que se pueda encontrar en la historia de la Iglesia”.
Pero Juan XXIII entendió que las acusaciones dirigidas al padre Pío se habían construido artificialmente.
Y ordenó al Santo Oficio que no aumentara las sanciones al fraile estigmatizado.
Y cuando llegó Pablo VI al pontificado cambió las cosas radicalmente.
Como cardenal de Milán, Pablo VI había enviado una solicitud de oraciones al Padre Pío en 1959.
Y en 1964 intervino y ordenó que al Padre Pío se le permitiera practicar su ministerio «en completa libertad» y que no fuera limitado «como un criminal».
Su reivindicación en 1964 significa que el Padre Pío tuvo cuatro años enteros, antes de su muerte en 1968, para ejercer su ministerio y establecer su reputación como santo.
No era un fanático de ojos salvajes como sus enemigos decían, ni un neurótico, ni un rebelde amargado enloquecido, sino un hombre agradable, de buen humor, humilde y dócil, un hombre de oración y con muchos dones divinos, que luego fue canonizado en tiempo record.
Bueno hasta aquí lo que queríamos contar sobre las persecuciones al padre Pío, que fueron fruto de la envidia y de la codicia.
Es el misterio de los sufrimientos por los que pasan habitualmente los grandes santos para su santificación.
Y me gustaría preguntarte si conoces algunos episodios más sobre la persecución de la que fue objeto el padre Pío o no.
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