Impresionantes visiones de la Hermana María Cecilia Baij sobre la vida de San José.
San José fue elegido desde el principio de la historia por Dios para ser el padre de Jesucristo en la Tierra.
Y por eso lo adornó de gracias que exceden las que son dadas a los demás seres humanos.
Y también Dios previó que José muriera antes de la Pasión de Jesús, pero no obstante se enteró que eso iba a suceder y Jesús desde niño lo fue preparando.
Aquí hablaremos de las revelaciones que tuvo la hermana María Cecilia Baij, sobre las gracias que Dios otorgó a San José, para que cumpliera la misión de ser padre de Jesucristo en la Tierra, cómo le fue revelado la futura crucifixión de Jesús y cuál fue su reacción hasta que murió en brazos de Jesús y María.
María Cecilia Baij fue una abadesa benedictina del siglo XVIII en Italia, que tuvo impresionantes visiones sobre la vida de San José.
Se afirma que recibía frecuentes ataques del diablo y también revelaciones sobre la vida de Cristo, la Sagrada Familia y San Juan Bautista, que escribió en obediencia a su confesor.
La religiosa murió en 1766 y sus visiones permanecieron prácticamente desconocidas, hasta que en 1900 un monje benedictino, Willibrord van Heteren, encontró el texto en el monasterio de San Pietro en Montefiascone y comenzó a publicar algunos extractos.
Y en 1920, el obispo local Pietro Bergamaschi se interesó por esos escritos guardados en el convento y los presentó a Benedicto XV, y el Sumo Pontífice le animó a publicarlos.
Hoy la causa de beatificación de la hermana María Cecilia Baij está abierta.?
Las más célebres de las visiones que tuvo fue sobre San José, básicamente porque pocos místicos han recibido visiones sobre él.
Nos dice que ya a los siete años José mostraba el criterio de un hombre de edad madura.
Sus palabras y sus obras eran perfectas, de tal modo que su padre, no encontraba mejor consejero que su propio hijo cuando tenía que decidir acerca de las cosas importantes.
Y todo le salía muy bien con el consejo que el hijo le daba, porque estaba muy iluminado por Dios.
Sus padres no hacían nada, sin antes haber pedido el parecer de su hijo.
Y se comportaba con tanta humildad y sumisión, que sus mismos padres quedaban sorprendidos.
Dios lo apoyaba con sus gracias, y lo iluminaba en la oración y a través del Ángel que le hablaba en el sueño.
Una noche se le apareció el Ángel en el sueño y le dijo que Dios había aceptado de muy buen agrado su propósito de conservarse virgen y le prometía su favor.
Y le trajo un cinturón enviado por Dios, en señal de complacencia.
Mientras el demonio le asaltaba con variadas tentaciones, pero Dios no permitía que lo asaltara con tentaciones contra la pureza.
Otra vez el Ángel le habló en el sueño y le dijo que Dios había destinado darle un don muy grande y sublime, sin informarle de qué se trataba.
Y le pidió se ocupara en suplicarle y hacerse digno de esas gracias, con la práctica de las virtudes y con las súplicas, porque Dios gozaba mucho en ser suplicado.
José no tuvo curiosidad para investigar cuál era este favor, sino que se puso con todo su espíritu a suplicar a su Dios.
Y le suplicaba por dos gracias: que se acelerara la venida del Mesías, y que se hiciera la gracia que le había prometido a través del Ángel.
Esta gracia después sabría que consistía en darle una esposa, pero no lo supo hasta cuando le fue revelado, y ni siquiera entonces le fue manifestada la maternidad divina.
Otra vez, fue arrebatado en un éxtasis, y le fueron manifestadas las virtudes que el Mesías tendría, cuando hubiera venido al mundo.
Entre las cuales la humildad y la mansedumbre se destacaban.
José se apasiono mucho, y puso gran empeño en practicar estas virtudes.
José era muy devoto de Dios y de la oración en el Templo y se preparaba con ayuno y oración, instruido por su Ángel para las fechas religiosas.
Y un día, mientras oraba en el Templo con más fervor que de costumbre, oyó la voz interna de Dios que le aseguro que sus oraciones le agradaban mucho y que le había concedido todo lo que él le pedía.
Fue tan grande la alegría que sintió José al oír esta voz, que quedó inmóvil horas enteras gozando de la incomparable dulzura y suavidad del Espíritu de Dios.
Y pedía a los demás, “Orad a nuestro Dios para que se digne acortar el tiempo de sus promesas”.
Además de los muchos dones que Dios le dio, uno en particular fue ocuparse de los pobres moribundos. ?
Pero el demonio se enfurecía al ver las virtudes de José, y cómo con su ejemplo atraía a muchos a la práctica de las virtudes.
Instigaba a algunos de mala vida para alejarlo de su fervor en el servicio a Dios, poniendo en sus corazones una gran aversión hacia él y que lo atacaran constantemente.
Siempre el demonio ideaba nuevas formas para inquietarlo y hacerle perder la virtud de la paciencia y de la mansedumbre.
Los ataques eran de las formas más variadas, pero José los tomaba con mansedumbre, y nunca se defendía.
Por regla general Dios no permitía que el demonio se acercara demasiado para inquietarlo, pero a veces le daba libertad para que lo angustiara, para mayor mérito del santo y para confusión del maligno.?
Habiendo llegado a los 30 años la Hermana Baij dice que Dios cumplió la promesa de otorgarle una esposa.
Y en honor a la brevedad nos saltaremos todos los demás eventos de la vida de San José, para centrarnos en su reacción cuando Jesús le reveló su futura crucifixión.
El niño Jesús era pequeño y ya estaba en el taller tratando de comenzar con el oficio de su padre.
Y lo primero que hizo fue ponerse a trabajar en una pequeña Cruz, se le veía por momentos muy feliz, y en otros momentos triste y suspirando, mientras seguía los coloquios internos que tenía con su Padre Divino.
Y cuando José se dio cuenta de lo que Jesús estaba haciendo, sintió en su corazón un presagio de lo que habría de cumplirse en el futuro, que Jesús sería crucificado.
Fue así que Jesús le dijo, “he aquí el instrumento donde se cumplirá la Obra de la Redención humana»
Lo dijo con alegría y con el deseo de que pronto llegara el tiempo tan deseado por Él.
Mientras San José casi se desmaya al oír estas palabras, si no fuera porque intervino la gracia de Dios.
Derramó abundantes lágrimas, pero Jesús lo consoló, diciéndole que se debía cumplir la Voluntad del Padre Eterno.
Y así José se conformó, pero no se le quitó la pena de su corazón.
Este dolor le siguió todo el resto de su vida.
De ahí en adelante, cada vez que se ponía a trabajar, se acordaba de la Cruz sobre la cual moriría Jesús y derramaba abundantes lágrimas de dolor.
A veces, cuando Jesús se retiraba para conversar con su Padre Divino, José se quedaba con María desahogando la pena y decía,
“¡Qué cara costará la Redención humana a nuestro Jesús!”
¡A costa de cuántos dolores Él volverá a comprar nuestras almas y las de todas las criaturas!
¡Qué gratitud se le debe por este gran beneficio!”.
Y agregaba “Yo deseo sacrificar mi vida y deseo sufrir todos los tormentos que le están preparados. Si pudiera tener este gran privilegio, que feliz me sentiría”
“Pero si no lo sufrirá mi cuerpo, lo sufrirá mi corazón, que ya está probando ese gran dolor”.
Mientras María le decía “nuestro Dios te consolará, y no permitirá que tú seas espectador de las penas que están preparadas a nuestro Jesús”.
A veces, cuando se daba cuenta más que de costumbre de la gravedad de las penas que tenía que sufrir su Jesús, quedaba tan traspasado por el dolor que caía desmayado, no podía alimentarse, ni encontrar descanso, y se deshacía en llanto.
Y lo más doloroso era cuando meditaba las Palabras sobre el Redentor en las Escrituras, por lo que luego Dios permitió que en adelante no entendiera muchos pasajes de la Escritura que hablaban al respecto.
Mientras tanto, Jesús le hablaba de las divinas perfecciones de su Padre Celestial y sobre la Gloria del Paraíso, para darle consuelo.
Y José se llenaba de júbilo, encendiéndose en él un vivo deseo de ir pronto a gozar de un bien tan grande.?
Cuando le llegó su hora, se sentía más que nunca encendido de un amor hacia Dios, que lo iba consumiendo.
Su hijo le permitió un éxtasis, que le posibilitó gozar por horas las delicias del Paraíso y mantener dulces coloquios con Dios.
Y al volver del éxtasis, haciendo un esfuerzo, habló con Jesús y María, les pidió perdón por todo en lo que había fallado.
Y Jesús le confirmó el encargo de ser abogado y protector de los agonizantes, lo cual el José aceptó de buen corazón.
Entonces Jesús invitó a su alma bendita a salir del cuerpo para recibirla en sus manos santísimas y entregarla a los Ángeles.
Y José expiró invocando el nombre de María y de Jesús.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las revelaciones sobre la vida de San José, que le llegaron a la Hermana María Cecilia Baij como visiones, en especial su reacción sobre la futura crucifixión de Jesús.
Y me gustaría preguntarte qué otras cosas conoces sobre la vida de San José, que no están reveladas en la Biblia y se saben por revelaciones místicas o por la tradición.
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