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Las consecuencias teológicas, pastorales y sociales de beatificar a alguien que no llegó a nacer.

El 10 de septiembre de 2023 se beatifica en la casa de la familia Ulma, en el pueblo de Markowa en Polonia, a una familia que mantuvo escondidas a dos familias judías en 1944 y por eso fueron martirizadas.

En esa casa ahora hay un museo dedicado a todos los polacos que salvaron judíos del Holocausto.

Esta beatificación no tiene precedentes, porque se beatificará a los esposos Ulma, a sus seis hijos, y al hijo por nacer que llevaba en su vientre la mujer.

Lo cual tiene grandes implicaciones pastorales y teológicas, además de constituirse en un fuerte testimonio para las luchas culturales que se están librando en este momento, en relación con la vida.

Aquí hablaremos sobre cómo sucedió el martirio de los Ulma, qué consecuencias pastorales y teológicas tiene su beatificación, y cómo opera como testimonio para los movimientos que en este momento están en las batallas culturales relacionadas con la vida.  

Józef y Wiktoria Ulma eran una pareja católica de granjeros polacos.

Józef era reconocido en el pueblo por su gran inventiva e innovación: plantó los primeros huertos y fue el primero en el pueblo en generar electricidad. 

Se interesó por la fotografía y participó en varias iniciativas locales y católicas. 

Y Wiktoria era una actriz aficionada. 

Ambos pertenecían a la Hermandad del Rosario Viviente. 

Y vivieron su vida cotidiana y educaron a sus hijos en el espíritu cristiano de amor a Dios y al prójimo.

Durante la ocupación alemana en 1942, Józef y Wiktoria fueron testigos de la ejecución de numerosos judíos en su pueblo. 

Pero algunos lograron escapar y buscaron refugio con los aldeanos. 

Y la pareja Ulma acogió a dos familias, Szall y Goldman, ocho personas en total, para salvarlos del Holocausto. 

En ese momento los nazis amenazaban con la pena de muerte, incluso por la más mínima ayuda a los judíos.

En 1944, Wiktoria estaba a término de su embarazo, esperando su séptimo hijo. 

Y el 24 de marzo, la granja de los Ulma fue visitada por un grupo encabezado por el Teniente Eilert Dieken, fueron descubiertas las familias judías y ejecutadas, seguidas por toda la familia Ulma.

Los vecinos tuvieron que presenciar la ejecución, mientras algunos de ellos también tenían judíos escondidos en sus casas. 

Los aldeanos que enterraron los cuerpos informaron además que Wiktoria había comenzado a dar a luz durante la masacre.

A pesar de este intento de disuasión alemán, un total de 20 judíos sobrevivieron en el pueblo de Markowa.

Mientras el teniente Eilert Dieken, después de la guerra trabajó como inspector detective en Essen y nunca rindió cuentas del hecho.

En 1995, Yad Vashem, el Centro Mundial para el Recuerdo del Holocausto en Jerusalén, reconoció a Jozef y Wiktoria Ulma como Justos de las Naciones, un honor para los no judíos, que asumieron grandes riesgos para salvar judíos durante el Holocausto.

Józef, Wiktoria y sus hijos fueron inicialmente parte de un proceso colectivo de canonización, para un grupo de más de 100 católicos polacos martirizados durante la Segunda Guerra Mundial, iniciado en 2003 y presentado al Vaticano en 2011.

Pero a pedido del Arzobispo Adam Szal, la Congregación para la Causa de los Santos separó a los Ulma de la causa colectiva, para que progresara más rápidamente.

Así lo hizo y el 10 de septiembre de 2023 es la beatificación.

Lo importante de esta beatificación es que incluye a niños. 

El ejemplo más cercano de una causa de beatificación de niños no bautizados serían los Santos Inocentes, que fueron martirizados, sin ninguna intención específica de ofrecer su vida por Cristo.

Otro ejemplo reciente se puede encontrar en los mártires japoneses, incluidos niños, beatificados en 2008, que fueron martirizados a principios del siglo XVII. 

También hubo familias martirizadas juntas en la Iglesia primitiva. 

Pero la familia Ulma es única al especificar a su hijo por nacer en la causa de beatificación. 

Esta beatificación tiene implicaciones tanto pastorales como teológicas.

Porque la beatificación de un niño por nacer proporciona a la Iglesia un poderoso testimonio de la plena personalidad y dignidad de cada niño, nacido o por nacer.

Esto probablemente atraerá a los católicos cuyas intenciones involucran la vida familiar, a los padres que perdieron un hijo, y a los movimientos que están dando la batalla por la conservación de la vida.

Es la reafirmación de que el niño en el útero es tan importante como cualquier otro niño y miembro de la familia.

A partir de ese momento los católicos podrán rezarle a la familia Ulma y a este bebé que no nació, por su intercesión.

Y probablemente los integrantes de la familia Ulma sirvan como poderosos intercesores en las guerras culturales actuales.

Esta beatificación tiene también implicaciones teológicas.

En primer lugar está la declaración de que los niños compartieron la fe operativa de sus padres.

Y en segundo lugar, que el niño por nacer, en el vientre de Wiktoria, recibió un bautismo de sangre.

La Iglesia primitiva reconoció el bautismo de sangre para aquellos que tenían la intención de recibir el bautismo y que dieron su vida por Cristo, antes de que pudiera ocurrir el bautismo sacramental.

La iglesia siempre ha enseñado que el bautismo es necesario para la salvación, pero también que la realidad del bautismo, con el perdón del pecado original y la impartición de la gracia santificante, puede ser impartida por Dios fuera del sacramento.

Y por eso los teólogos han discutido durante mucho tiempo qué sucede con los niños que mueren sin el bautismo.

Y en 2007, la Comisión Teológica Internacional publicó una declaración, no magisterial, titulada «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados».

Donde se concluyó, que hay razones teológicas y litúrgicas para esperar que los niños que mueren sin el bautismo se salven, y sean llevados a la felicidad eterna, incluso si no hay una enseñanza explícita sobre esta cuestión en los textos bíblicos

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma sobre los bebés que mueren sin bautismo, que «la Iglesia sólo puede encomendarlos a la misericordia de Dios, como lo hace en sus ritos funerarios por ellos».

Porque se suponía que los niños muertos sin bautismo iban a parar al Limbo. 

Pero en este caso, como el hijo por nacer de los Ulma recibió la gracia santificante a través del martirio, su beatificación en realidad no desafía el concepto de Limbo, pero sí lo trae nuevamente a consideración.

Porque hay mucha historia sobre el limbo en la Iglesia y aún no está resuelto.

Por ejemplo, fue famosa en la Baja Edad Media la peregrinación al santuario francés de Nuestra Señora de Avioth.

Allí los padres llevaban los cuerpos de los niños que habían muerto sin recibir el bautismo, para pedir un “respiro temporal”, que permitiera su bautismo antes de la muerte final.

De modo que después de haber sido bautizados, los niños pudieran entrar en el paraíso, en lugar de vagar en el limbo, en el que se verían privados de la visión de Dios.

Los padres llevaban a los niños aparentemente sin signos vitales y todo el pueblo oraba esperando alguna señal de vida, como podía ser un poco de sudor, derramamiento de sangre, algún calor en el cuerpo, movimiento.

Y en presencia de alguno de estos síntomas, el bautismo se le daba condicionalmente, “si estás vivo, voy a bautizarte», decía el sacerdote.

Inmediatamente después del bautismo la muerte volvía, y el niño era enterrado en la parte oriental de la iglesia.

Durante el siglo XVII, fueron bautizados de esta forma unos 12 niños por año.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre esta beatificación de un niño por nacer y su familia, y las connotaciones que tiene en términos pastorales, teológicos y para las batallas culturales.

Y me gustaría preguntarte para qué intenciones piensas que los católicos van a rezar a este niño beato sin nacer y su familia beata, pidiendo su intercesión.

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