Cómo introducir la gracia para sanar los pecados que se arrastran de hace tiempo entre las generaciones de tu familia.
Así como el pecado se puede transmitir de generación en generación, la gracia también.
La oración del Magníficat de la Santísima Virgen muestra la profecía de la distribución de la gracia de Jesús, desarrollándose a través de las generaciones.
Y establece que esa gracia es de carácter sobrenatural y no es solamente la difusión de la bondad; o sea que es el Espíritu Santo quien la otorga y la mantiene.
Aquí hablaremos sobre cómo el mal se distribuye de generación en generación a través de los distintos traumas, cómo se puede cortar esa progresión, y cómo generar un círculo virtuoso en la familia, para difundir la gracia de Dios, que termine afectando a toda la civilización.
Los católicos nos hemos quedado enfrascados en la discusión de si existe o no el “pecado generacional» y el castigo que pasa de generación en generación.
Cuando Yahveh le dice a Moisés que el pecado se castigará incluso hasta la tercera y cuarta generación, en Éxodo 20, suena como si estuviera castigando a los hijos, nietos y bisnietos por los pecados de sus antepasados.
Esa era la expectativa en el primer siglo.
Que fue quebrada cuando los discípulos le preguntaron a Jesús, si fue su pecado o el de sus padres lo que causó su ceguera a un hombre.
Entonces Jesús responde que ese mal físico no es una maldición generacional, sino más bien algo permitido para que las obras de Dios se manifiesten en él, Juan 9.
Jesús cuestiona que Dios se esfuerce en castigar físicamente a sus descendientes por los pecados de sus antepasados.
Pero no niega que el pecado tenga un aspecto generacional.
Y es evidente que hay consecuencias reales del pecado que no terminan con nosotros.
Cualquier padre sabe que sus hijos aprenden tanto de lo que hacen, como de lo que dicen sus padres.
La ira, la pereza, el orgullo, las adicciones y otros mecanismos negativos tienen difusión generacional.
Un niño que repite las malas palabras de su padre, no está privado de libre albedrío, pero ciertamente su comportamiento es aprendido.
Y en este sentido, el pecado transmitido generacionalmente es un fenómeno real.
Los psicólogos hablan también de “trauma generacional”, en que las experiencias traumáticas de una generación se transmiten a las generaciones posteriores; quizás el ejemplo más típico sean las consecuencias del holocausto de los judíos.
Incluso algunos estudios científicos sugieren que el trauma puede tener impacto en los genes.
De modo que el libre albedrío y los problemas heredados, interactúan en forma compleja en el comportamiento aprendido de la mayoría de los adultos.
El Padre John Hampsch dice que no es realmente correcto decir que el pecado es contagioso o hereditario, sino que sólo las consecuencias del pecado son contagiosas o hereditarias.
Por ejemplo, un padre que fue abusado físicamente es más propenso a abusar físicamente de sus propios hijos.
Y un hombre tiene tres veces más probabilidades de morir por alcoholismo si su abuelo y su padre eran alcohólicos.
También dice que el demonio actúa dentro del árbol genealógico, consolidando los pecados que han estado causando problemas en generaciones anteriores.
Pero además tenemos casos como los que ha registrado el sacerdote de Uganda, padre Yozefu Ssemakula.
Señala por ejemplo que encontró a dos hermanos pequeños que eran sordos.
Sugirió a los padres que rezaran la oración para romper ataduras generacionales.
Y el resultado fue que los oídos de los dos niños pronto recuperaron su audición.
Por lo tanto la curación demostró que había un problema generacional.
Entonces el padre Ssemakula sugiere esta forma de enfrentar un problema que atormenta a una persona, primero tomar conciencia que podría haber un problema generacional.
Segundo, identificar el pecado que está recorriendo las generaciones anteriores.
Tercero, purgar el mal traído a la familia y la debilidad moral, mediante el arrepentimiento y la confesión.
Cuarto, cancelar los acuerdos que se podrían haber hecho con el mundo de las tinieblas, renunciar a ellos, ordenar salir de la familia a satanás y profesar la fe en Dios.
Y quinto, llenarnos del Espíritu Santo.
Por lo tanto, hasta aquí queda claro que una cantidad de cosas que nos suceden tienen que ver con nuestro pasado, con los hechos que moldearon nuestra personalidad.
Y una de las promesas clave del Nuevo Testamento, implícita en el pasaje sobre el ciego y explícita en otros lugares, es que es posible poner fin a un ciclo de males generacionales.
Jesús reinterpreta la forma en que sus oyentes habían pensado sobre la paga del pecado, aclara cómo pensar acerca de la culpa del pecado y ofrece una manera de trascender patrones generacionales negativos repetitivos.
En lugar del pecado generacional, ofrece la transmisión de la gracia de generación en generación.
La gracia como herencia transmitida de un cristiano a otro a través del cuerpo de Cristo, específicamente a través de la familia.
Está bien liberar de ataduras generacionales, como hacen los carismáticos, a través de oraciones de liberación para lograr la reparación.
Pero la solución definitiva es buscar la transmisión de la gracia a través del árbol genealógico.
Y esta idea de la gracia de Dios que pasa de generación en generación está claramente representada en el Magnificat, la oración que Nuestra Señora pronunció durante su visita a la prima Isabel, según Lucas 1.
María dijo,
“Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación».
María se regocija de las bendiciones de Dios y manifiesta que la misericordia de Dios se trasmite a sus fieles a través del linaje.
Así como desde la antigüedad el pecado se propagaba a través de la descendencia, y los padres transmitían el trauma y el pecado a través de su linaje, de una generación a la siguiente, ahora con la llegada de Jesucristo, aquellos que temen ofender a Dios, pueden transmitir la bendición de una generación a otra.
Es decir que el círculo vicioso que mantenía una familia, transmitiendo el pecado de generación en generación, ahora se puede convertir en un círculo virtuoso transmitiendo la gracia de Dios.
¿Y qué quiere decir esto, cuál es su fortaleza?
No sólo Dios nos salva con Su gracia, sino que ahora podemos acudir al Espíritu Santo para alcanzar misericordia y hallar gracia, para momentos de necesidad en nuestra peregrinación en la Tierra.
No sólo podemos sanar las causas de nuestras tendencias negativas que vienen de nuestra familia, y podemos acudir a Dios para que nos ayude a liberarnos de ellas de forma sobrenatural.
Sino que además podemos transmitir la gracia de Dios en nuestra familia a través de las bendiciones que le pidamos a Dios permanentemente para ella.
Pediremos bendiciones a Dios para nuestra familia y luego las distribuiremos a través de hábitos morales, devocionales y de conducta adecuados, junto con la costumbre de recurrir al Espíritu Santo ante cada problema.
Es la formación de una cultura de apelar a la gracia de Dios, para que guíe a la familia y nos de la posibilidad de predicar con el ejemplo.
Así pasaremos de una familia que transmite pecado de generación en generación, a una familia que transmite bendiciones de generación en generación.
Y es la conciencia de la gracia de Dios la que debemos transmitir, para fomentar que las generaciones siguientes recurran permanentemente al auxilio sobrenatural de Dios, especialmente para conservar el círculo virtuoso en las generaciones futuras.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobreel plan de Dios para replicar la gracia de generación en generación y de esta forma recrearemos una cultura cristiana, partiendo de nuestro linaje.
Y me gustaría preguntarte si ves que la gracia y los pecados se han ido trasmitiendo de generación en generación en tu familia o no.
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