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Quién ordenó el Atentado de 1981 a Juan Pablo II, por qué razones, y cómo actuó luego secretamente el pontífice.

¡Bienvenidos queridos hermanos!

A los que siguen diariamente el trabajo de este equipo y a los que se incorporan ahora.

Hoy queremos hablar sobre la verdadera razón por la que atentaron contra Juan Pablo II, el 13 de mayo de 1981, en la Plaza San Pedro.

Hay elementos que parecen indicar que fue un atentado de la KGB, porque Alí Agca había sido reclutado por uno de sus satélites en Bulgaria.

Y es posible que la KGB haya colaborado.

Pero la orden salió de dentro del Vaticano, de quienes querían tapar sus tramoyas y además estaban infiltrando a la Iglesia para cambiarla.

Benedicto XVI dijo claramente que el principal problema de la Iglesia era el pecado que había dentro.

Y este fue el detonante.

Aquí haremos una revelación sorprendente sobre lo que ha quedado oculto en el atentado a Juan Pablo II, y cómo el pontífice polaco lo enfrentó.

Una trama cuyo inicio hay que buscarlo en la infiltración de la Iglesia en el último siglo.

La Iglesia Católica es santa y pecadora, porque es divina y humana.

Está realizando el Plan de Dios, aunque no en cada cosa que hace, sino en las grandes líneas.

Ninguna cosa mala que puedan hacer sus vicarios en la Tierra, puede torcer para siempre los frutos buenos que debe dar.

Es un misterio cómo Dios toma sucesos que parecen malos y los convierte en buenos. 

Por eso se dice que Dios escribe derecho en renglones torcidos. 

Y no cabe duda de que la Iglesia ha sido infiltrada.

La naturaleza de los infiltrados cambió con el tiempo. 

En el siglo XIX, predominaba una infiltración masónica, luego se le agregó la infiltración filo comunista, y últimamente la infiltración no heterosexual.

Fue tan evidente la infiltración en el Concilio Vaticano II, que en 1972, Pablo VI llegó a decir que “el humo de satanás había entrado en la Iglesia”.

Y una de las medidas más significativas que tomó fue deshacerse del obispo Anníbale Bugnini, el artífice de la reforma litúrgica surgida del Concilio.

Era un secreto a voces que Bugnini era masón.

El Cardenal Dino Staffa llevó las pruebas recabadas por Interpol a Pablo VI, y le planteó que, si no destituía inmediatamente a Bugnini, se vería obligado en conciencia, a dar a conocer la noticia. 

Luego en 1976 el periodista Mino Pecorelli, publicó una lista de 116 masones ocupando altos cargos en el Vaticano luego del Concilio Vaticano II. 

Dio nombre y apellido de cada uno, fecha en que entró en la logia y nombre clave en ella.

Ya Pablo VI había encomendado la tarea de investigar la infiltración masónica, en la Curia Romana, al arzobispo Eduard Gagnon, que fue secundado por el padre Charles Murr.

Pero luego no quiso ocuparse de tomar medidas porque estaba enfermo.

Y el dossier de Gagnon pasó a su sucesor.   

Entonces Juan Pablo I declaró que quería hacer una purga de los prelados masones, pero no llegó a hacerlo porque murió misteriosamente a los 33 días de pontificado.

En ese mes tuvo un aviso previo. 

Se reunió con el Arzobispo ruso Nikodim en el Vaticano, quien le iba a revelar el plan de los Illuminati que estaba ya en marcha, a través de agentes de la KGB infiltrados en la cúpula vaticana.

En la reunión se sirvió café de la misma jarra a ambos.

El Arzobispo Nikodim tomó el primer sorbo de café y cayó muerto instantáneamente.

La versión oficial es que Nikodim murió de la emoción de encontrarse con Juan Pablo I.

Una figura principal de esta infiltración era el cardenal Sebastiano Baggio, prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos, quien durante su mandato nombró a aproximadamente el 80% de los obispos en esa época. 

Baggio había impuesto una edad de jubilación de 75 años al episcopado, lo que le permitió nombrar obispos de tendencia modernista en todo el mundo con mayor rapidez.

Y fue el último quien vio con vida a Juan Pablo I.

La versión oficial es que Juan Pablo I murió en su cama de un ataque al corazón.

Pero hay quien piensa que la terrible discusión que tuvo con Baggio, cuando quiso destituirlo esa noche, puede haberlo provocado.

Aunque el mafioso Anthony Raimondi, escribió en su libro «Cuando la bala golpea el hueso», que él y el obispo Paul Marcinkus, quien en ese entonces dirigía el Banco Vaticano, lo envenenaron.

Porque el Banco Vaticano había vendido certificados falsos de acciones de grandes compañías estadounidenses por valor de U$S 1000 millones, en connivencia con algunas logias, y Juan Pablo I lo quería destapar.

Entonces el dossier de Gagnon pasó a Juan Pablo II, quien parecía estar listo para tomar medidas contra los estafadores.

Pero al final decidió no actuar de la misma manera porque sabía que correría la misma suerte.

Entonces se rodeó de sacerdotes polacos, y se preocupó de montar una red de inteligencia dentro del Vaticano.

Y para devolver el dinero de la estafa del Banco Vaticano tuvo el auxilio del Opus Dei, por lo que lo nombró una Prelatura Personal como agradecimiento.

Pero el 13 de mayo de 1981 tuvo un atentado contra su vida a las 17:17 horas.

Todos números muy simbólicos relacionados con Fátima. 

Y luego los servicios de Interpol descubrieron que la orden a Alí Agca partió de la secretaría de Estado, a cargo del cardenal Jean Marie Villot, que era uno de los que aparecía como masón en la Lista Peccorelli.

La orden fue: “es ahora o nunca”.

Juan Pablo II no murió por el auxilio de la Virgen de Fátima.

Se sabe que una monja se bilocó y desvió la bala, y otra a kilómetros de distancia, asumió en su cuerpo la hemorragia estomacal del Papa.

Pero cuando en la mesa de cirugía fueron a reponerle la sangre, un nuevo atentado.

Le hicieron una transfusión de sangre con hepatitis, que le produjo problemas el resto de su vida.

Y cuando Juan Pablo II recobró la conciencia, los cercanos dicen que dijo: “Llámenme a monseñor Gagnon”.

Estaba en Canadá y le dijeron: “Sus boletos están emitidos. Venga inmediatamente, tiene que partir hacia Roma hoy mismo”.

Y cuando llegó, el Papa le dijo: “Vamos a enfrentar esto”.

Todo esto es contado por los padres Wander de Jesús y Charles Murr. 

Se dice que una de las primeras medidas fue llamar al cardenal Sebastiano Baggio para relevarlo de su puesto.

Y le dijo: “Eminencia, usted está cansado, pero le voy a dar un pequeño trabajo para que se ocupe. 

Quiero que se encargue de la división de sellos de la librería editorial del Vaticano”.

Monseñor Gagnon cuestionó este movimiento: “Pero Santo Padre, él va a estar aquí en Roma, dentro de la ciudad”.

Y el Papa respondió: “Exactamente. Quiero que mis enemigos estén cerca, bajo mis ojos. Así puedo controlarlos”.

Le dijo a Gagnon que un equipo estaría completamente encima de él, vigilando cada uno de sus movimientos. 

“Si es necesario escuchar sus llamadas telefónicas, lo haremos” comentó. 

En ese tiempo, había sacerdotes entrenados específicamente para detectar dispositivos de espionaje dentro del Vaticano. 

Hacían barridos constantes para asegurarse de que no hubiera escuchas. 

Juan Pablo II también enfrentó a Marcinkus y a otros actores implicados. 

Y se aseguró de desmantelar operaciones y redes que estaban drenando recursos, dañando la reputación de la Iglesia e infiltrándola con ideologías. 

Sin embargo, aunque logró frenar algunas cosas, otras no.

Esta es la historia del atentado contra Juan Pablo II.

Bueeeno, hasta aquí lo queríamos contar sobre la razón oculta del atentado a Juan Pablo II, cuyas raíces vienen de lejos, y cómo el pontífice polaco trató de enderezar la Iglesia posteriormente.

Y me gustaría preguntarte si crees que Juan Pablo II pudo limpiar a la Iglesia de lo que llevó al atentado a su vida o no. 

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