Cómo los obispos fueron infiltrados por la masonería durante una década por lo menos.
Las infiltraciones en la Iglesia son una realidad, porque donde se maneja tanto poder como en el Vaticano, los otros poderes del mundo tratarán de influir.
Y hasta tal vez sea más fácil hacerlo con el Vaticano, porque es una organización relativamente abierta políticamente.
Hay pruebas muy claras de la infiltración comunista en la Iglesia desde la década de 1930, lo cual se agudizó durante el Concilio Vaticano II y la Guerra Fría.
Y por ejemplo, la infiltración dentro de la Teología de la Liberación es muy obvia en su contenido.
Y también la hay de la masonería, con el llamado a la infiltración de los seminarios de formación sacerdotal en la instrucción permanente Alta Vendita, de la primera mitad del siglo XIX.
Y se ha denunciado que ha habido hasta hace poco, y es posible que aún la haya, una organización de obispos y cardenales que han tenido vinculación con la masonería, cuyo objetivo ha sido darle un tono progresista a la Iglesia.
Aquí hablaremos sobre cuál fue la consecuencia de que un masón haya estado al frente de la oficina de nombramiento de obispos durante una década, y cómo un grupo de obispos nombrados por él, formaron una asociación para promover los cambios progresistas dentro de la Iglesia, que precisamente son los que se están discutiendo hoy.
Hemos publicado un artículo reseñando una parte del libro del padre Charles Murr sobre el descubrimiento de obispos masones: «Asesinato en el grado 33: la investigación del Vaticano sobre la masonería del Vaticano».
Allí relata su vinculación con el cardenal canadiense Edouard Gagnon, a quien el Papa le había encargado investigar el problema de la masonería dentro de la jerarquía del Vaticano.
En 1974 los cardenales Dino Staffa y Silvio Oddi se presentaron ante Pablo VI con la documentación que incriminaba a dos cardenales masones activos en el Vaticano.
Uno era Annibale Bugnini, el artífice de la Misa del Novus Ordo, la misa actual, quien fue exiliado como Nuncio en Irán por Pablo VI.
Y el otro era Sebastiano Baggio, Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos, desde 1973 hasta 1984, y que tenía a su cargo el nombramiento de los obispos en el mundo.
A pedido de Pablo VI esto fue investigado por el arzobispo Giovanni Benelli y su relación con la masonería fue autenticada y confirmada
Y entonces el Papa pidió al cardenal Édouard Gagnon que emprendiera una investigación exhaustiva sobre la masonería eclesial, cuyo resultado le fue presentado en 1978.
En esta investigación participó el Padre Murr, ya que era amigo de Gagnon.
Gagnon no logró convencer al Papa Pablo VI, en su presentación, de tomar medidas inmediatas contra el cardenal Baggio, a pesar de que le explicó la gravedad de permitir que un masón tuviera injerencia en el nombramiento de obispos en todo el mundo.
Un Pablo VI ya debilitado y enfermo decidió que el asunto lo tratara el próximo Papa.
Juan Pablo I aparentemente iba a tomar acción ya en el primer mes de su pontificado, al punto que la noche anterior a su muerte había citado a Baggio a su habitación y discutieron acaloradamente, pero a la mañana siguiente el Papa había muerto.
Y cuando Gagnon le llevó su investigación a Juan Pablo II, cometió un error trágico, no pudo contener las lágrimas al describir la dramática situación de la Iglesia.
Y esto confirmó la imagen que el Secretario de Estado, cardenal Jean Villot, también luego sospechado de ser masón, había dado de Gagnon al Papa, como un hombre en crisis, deprimido, trastornado, y poco fiable.
Pero Juan Pablo II cambió luego del atentado de 1981, llamó a Roma a Gagnon y en 1984 cesó en el puesto a Baggio.
Pero el daño estaba hecho, había estado al frente del nombramiento de obispos durante 11 años.
Y recientemente el Padre Murr ha vinculado a la llamada Mafia de San Gallen con el cardenal Baggio.
El grupo de San Gallen era o quizás siga siendo, un grupo de cardenales liberales que tenían reuniones periódicas en secreto, para tratar de que sus posiciones progresistas se encarnaran en la Iglesia.
En 2015, uno de sus miembros más notorios, el cardenal Godfried Danneels calificó públicamente de «mafia» a su grupo de St. Gallen, en términos jocosos.
Y ese término se difundió y lo tomó hasta la no precisamente sospechosa de anti masónica Wikipedia.
Este grupo se reunía anualmente en el monasterio benedictino de Fischingen en Suiza, y sabemos por la biografía autorizada del cardenal Godfried Danneels, que su trabajo era impulsar una agenda modernista.
Se caracterizaba por impulsar la agenda progresista en temas como cambiar el celibato sacerdotal, ofrecer la comunión a los católicos divorciados y vueltos a casar, ordenar mujeres sacerdotes, normalizar la no heterosexualidad, apoyar a políticos a favor de la terminación artificial del embarazo.
Se podría decir que representaban los antivalores sobre los que advirtió San Pío X en su encíclica Pascendi de 1907, subtitulada «Sobre la doctrina de los modernistas».
El padre Murr investigó que los principales miembros de la Mafia San Gallen fueron nombrados obispos durante la época del masón Baggio, al frente de la oficina encargada del nombramiento de obispos.
Fueron elegidos durante la época miembros conocidos del grupo San Gallen como los cardenales Carlo María Martini, Godfried Danneels, Walter Kasper, Karl Lehmann, Aquiles Silvestrini, Murphy O’Connor, Liubomyr Huzar, Jose Policarpo, Basil Hume entre otros.
Y el que se supone líder ideológico de San Gallen, fue el cardenal Martini, un jesuita italiano y arzobispo de Milán.
Durante el pontificado de Juan Pablo II, Martini fue considerado ya como el próximo Papa, pero su incipiente parkinson parece haber coartado la posibilidad.
El cardenal Martini tenía el sueño de convertir a la Iglesia Católica en una iglesia sinodal permanente, para hacer cambios claves, y para crear las condiciones para un nuevo Concilio, que según él sería más quirúrgico que el Vaticano II.
Proponía que los temas importantes de doctrina se decidieran colegiadamente entre los obispos y los laicos
También acuñó la frase, «cada uno guarda en sí a un creyente y a un no creyente que se interrogan recíprocamente».
Promovió la crítica como método y la duda como virtud.
Y afirmó que había llegado el momento de deshacerse de la Encíclica Humanae Vitae y abrirse al control de la natalidad.
Juan Pablo II lo destituyó como jefe del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas, porque intentaba crear estructuras paralelas a Roma y así socavar la autoridad del Papa en Europa.
Según el periodista y autor alemán Paul Badde, el grupo de San Gallen se reunió en Villa Nazaret, una residencia universitaria romana, por invitación del cardenal Silvestrini, inmediatamente después de la muerte de Juan Pablo II, con el objetivo de impedir la elección de Joseph Ratzinger.
El cardenal Joseph Ratzinger estaba enfrentado a este grupo, porque sostenía que el mayor peligro para la auténtica fe católica era la masonería.
Se ha dicho que la llamada Mafia San Gallen dejó de reunirse en el 2006, sin embargo, algunos periodistas investigadores atribuyen a este grupo la desestabilización del pontificado de Benedicto XVI y hasta la presión directa para su renuncia.
La periodista Julia Meloni, que escribió el libro, «La mafia de San Gallen: Exponiendo al grupo reformista secreto dentro de la Iglesia», sostiene que múltiples fuentes le han dicho que realizó una reunión en abril de 2012, menos de un año antes de la renuncia de Benedicto XVI.
Hoy salvo el cardenal Walter Kasper, todos los miembros originales y pesados de la mafia San Gallen han muerto.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre el cardenal masón que nombró obispos durante una década, sobre el grupo San Gallen que impulsaba la agenda progresista dentro de la Iglesia y la vinculación entre ambos.
Y me gustaría preguntarte si crees que esta mafia de San Gallen sigue activa en secreto dentro de la Iglesia con nuevos miembros o definitivamente ya desapareció.
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