La Iglesia de Inglaterra frena los nombramientos episcopales de sacerdotes homosexuales por lo menos hasta 2013. Un paso atrás que provocará debate.
Alto a la consagración episcopal de sacerdotes gay. Los obispos de la Iglesia de Inglaterra han frenado temporalmente los nombramientos de obispos y sacerdotes homosexuales. Esperando el documento con el que se establecerán definitivamente las normas relativas en 2013, la Iglesia Anglicana retrocede bruscamente para evitar la fuga de fieles y para detener las polémicas lacerantes que ha provocado el “sí” a los obispos homosexuales.
Hace apenas un año, el jefe de los anglicanos, Rowam Williams, había establecido que «la Iglesia Anglicana no tiene ningún problema en nombrar obispos personas homosexuales, siempre y cuando se respeten la tradición y los estándares históricos que imponen a cualquier sacerdote el celibato». El sí a los obispos gay había provocado una oleada de reacciones y polémicas al interior del mundo anglicano, tanto en la parte conservadora como en la progresista. Lo que se buscaba era mantener unida la Iglesia de Inglaterra, pero parece haber causado el efecto opuesto. A partir de la amenaza de un cisma conservador tras el nombramiento de Jeffrey John, diácono en unión civil con otro hombre. «El precio para toda la iglesia sería demasiado elevado si la tolerancia hacia los gay tuviera que llegar hasta el punto de aceptar a sacerdotes y obispos con relaciones afectivas», afirmó Williams en septiembre de 2010, incluso siendo consciente (desde su nombramiento como obispo de Canterbury) de que la cuestón homosexual representa «una herida para todo el ministerio».
El problema es particularmente espinoso porque, mientras que en la Iglesia católica todos los sacerdotes deber mantener el celibato, en la anglicana lo harían solo los homosexuales, con una evidente discriminación. «Sus declaraciones son inconsistentes –comentó el líder de una asociación de derechos humanos, Peter Tatchell–, Rowan se acaba de asomar al problema de los sacerdotes gay y no estoy seguro de que duerma durante la noche. Antes de ser nombrado arzobispo de Canterbury, apoyaba la inclusión de los gay y la igualdad. Ahora castiga a los saceredotes gay como Jeffrey John y abandona su camino para acontentar a algunos de los más odiosos cristianos homófobos del mundo. A sus ojos, la unidad de la Iglesia cuenta mucho más que los derechos de los homosexuales y de las lesbianas».
Pero incluso desde la parte conservadora llegan críticas severas. «No es la Iglesia la que tiene un problema –sostiene el comentador estadounidense David Virtue–, sino Williams. La iglesia ha estado de pie durante 2000 años y nunca ha bendecido, aceptado o aprobado ningún tipo de relación sexual que no sea el matrimonio heterosexual».
En el Vaticano están muy atentos al desarrollo de la polémica, puesto que, a pesar de las dificultades entre anglicanos y católicos por estas cuestiones de carácter teológico y ético, Benedicto XVI promueve el diálogo con decisión; basta recordar la audiencia del 23 de noviembre de 2010, en la que recibió al Primario de la Comunión Anglicana, el arzobispo de Canterbury (que iba acompañado por su mujer, Jane, y su hijo, Phillip), durante una fecha muy simbólica: el 40 aniversario del encuentro histórico entre el entonces arzobispo de Canterbury, Michael Ramsey, y Pablo VI. Un «cara a cara» que marcó una época y que dio origen a una nueva era en las relaciones tras la ruptura que se verificó en la época de Enrique VIII, en el siglo XVI. El arzobispo Williams habló abiertamente con Raztinger sobre las tensiones y las dificultades por las que atraviesa la Comunión Anglicana y sobre la incertidumbre de su futuro. Desarrollos recientes, sobre todo vinculados con el ministerio ordenado y con ciertas enseñanzas morales, han afectado no sólo las relaciones internas de la Comunidad Anglicana, sino también las relaciones entre la Comunión Anglicana y la Iglesia Católica.
La decisión de la Iglesia de Inglaterra de aprobar la ordenación de mujeres sacerdotes, de 1992, se convirtió en uno de los problemas en el camino hacia la unidad plena entre ambas Iglesias. En 2003, obispos anglicanos de África, Asia y América Latina criticaron duramente la decisión de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos (que pertenece a la Comunión Anglicana) de nombrar obispo a un homosexual en New Hampshire. La Iglesia Episcopal de los Estados Unidos también nombró Presidente por primera vez a una mujer, Katharine Jefferts Schori, hasta hace poco tiempo obispo de Nevada. Desde hace años, de hecho, la cuestión de los sacerdotes abiertamente homosexuales promovidos a obispos suscita en todo el mundo un debate encendido. Ya en noviembre de 2003 la consagración de Gene Robinson, gay declarado, como obispo adjunto de la diócesis episcopal de New Hampshire, casi provocó aún más el cisma entre anglicanos y episcopales.
Los dirigentes espirituales de las Iglesias anglicanas en los países del tercer mundo, de hecho, condenaron la consagración. La comunión con la Iglesia anglicana estadounidense «está comprometida», gritó desde Lagos el reverendo Peter Akinola, obispo de Abuja y director de la comunidad anglicana nigeriana, hablando «en nombre de los primadosos del sur», que representan 50 de los 70 millones de anglicanos en el mundo. La consagración de obispos gay «viola los claros y coherentes de la Biblia». La Iglesia anglicana de Kenya, por su parte, anunció la ruptura de las relaciones religiosas con la comunidad anglicana estadounidense tras la consagración del obispo homosexual. «Como Iglesia, no podemos aceptar la homosexualidad entre nuestras filas, en cuanto que se trata de un pecado. Por consecuencia, hemos decidido romper nuestros vínculos con la Iglesia anglicana estadounidense», explicó el obispo Thomas Kogo, de la diócesis anglicana de Eldoret (en la parte occidental del país). También la diócesis de Uganda protestó severamente: «Hemos decidido romper relaciones con las diócesis que consagran obispos homosexuales o que bendicen matrimonios entre homosexuales. En realidad no somos nosotros los que rompemos las relaciones con la diócesis de New Hampshire. Son ellos quienes decidieron hacerse a un lado». Hace ocho años trató de intermediar justamente el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, expresando su «profundo malestar» por las divisiones en el seno de la Comunión Anglicana. «Las divisiones serán más visibles en la medida en la que sea más imposible que el ministerio de Gene Robinson sea aceptado en cada provincia de la Comunión», añadió. «Está claro que los que consagraron a Gene Robinson actuaron con buenas intenciones», reconoció Williams cuando le pidieron que afrontara «honestamente» los efectos de tal iniciativa en la Comunión Anglicana mundial, baluarte
Fuente: Giacomo Galeazzi para Vatican Insider
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