No hay razón para estar preocupado.
Una de las críticas que se hacen a Francisco actualmente es sobre un posible abandono de los esfuerzos litúrgicos que tuvo Benedicto XVI, retrocediendo a una etapa anterior que marcaría el «final de la reforma de la reforma» de los cambios litúrgicos luego del Concilio Vaticano II. Pensar esto es leer mal lo que está sucediendo.
Lo primero que deben entender los tradicionalistas es que por ser jesuita, Bergoglio no necesariamente debería ser un modernista, tal como últimamente los medios muestran a los miembros de la Compañía de Jesús; él es un jesuita clásico, de los de antes. Por lo tanto por aquí no va una posible intención de boicotear el renacimiento de la liturgia tradicional.
Por otro lado es claro que Francisco no es un liturgista y algunos piensan que su desconocimiento lo hace menos abierto a la liturgia más perfeccionada. Pero esa no parece ser la razón por la cual está haciendo misas más simples. La razón es otra.
Bergoglio, como lo sugirió desde el inicio de su pontificado, está preocupado por las periferias, porque como latinoamericano sabe que una cosa es lo que se hace y se puede hacer en Roma y en las catedrales de las grandes ciudades, y otra cosa la que se hace y se puede hacer en pueblitos marginales del interior de un país pobre o en zonas carenciadas.
En este sentido, está mostrando un estilo de misa que puede ser entendida y replicada en cualquier lado y de esta forma, unificando la liturgia.
MISA MÁS PARROQUIAL
Las misas de Francisco se centran más en el tema pastoral y en el relacionamiento con las personas que las misas de Benedicto XVI, que se centraban más en las técnicas y los conceptos litúrgicos, y en la teología.
Pero esto no implica que el papa Bergoglio abandone el ritual y la ceremonia, simplemente lo simplifica y lo hace más parecido a lo que la mayoría de los católicos encuentran cuando van a su parroquia
Es por eso que se ven menos recursos litúrgicos utilizados, más referencias a temas de la conducta concreta de los fieles y de los sacerdotes, o sea más referencias pastorales para la vida diaria de los fieles, y luego, un espacio especial para el acercamiento y el relacionamiento, cuando al final el Papa saluda a la concurrencia.
Y sobre todo los gestos, como por ejemplo hacer el lavatorio de pies en una cárcel de jóvenes, llevando él mismo, pastor principal de la Iglesia, la liturgia a las personas que están en peores condiciones; de nuevo la periferia.
En cambio las misas de Benedicto XVI eran más cargadas teológicamente, al igual que sus homilías, con más detalles litúrgicos que las distanciaban de las misas que un párroco de una pueblito perdido en el interior de algún país sudamericano pudiera hacer, y sobre todo, el aspecto de relacionamiento con los fieles no era un foco en el papa Ratzinger
Estas diferencias entre ambos, no es descartable que estén también relacionadas con su ascendencia, Francisco es un latinoamericano de ascendencia italiana y Benedicto un europeo del norte, un alemán.
Pero sobre todo, están referidas a la historia de cada uno. Benedicto XVI es un teólogo, un profesor universitario, mientras que Francisco es un hombre pastoral y de gobierno de su grey.
LA LITURGIA EXTRAORDINARIA
Se ha sentido que Francisco no toma en cuenta la forma extraordinaria del rito de la misa. Pero probablemente lo que suceda es que no lo sienta como una prioridad, pero si lo acepta.
En Buenos Aires, el entonces cardenal Bergoglio no expresó interés en la forma extraordinaria del rito. Sin embargo, él no opuso resistencia a ella tampoco. Después que Summorum Pontificum hizo la misa tradicional disponible, de hecho, Buenos Aires es probablemente la ciudad latinoamericana con mayor número de misas celebradas en la forma extraordinaria.
Su falta de interés principal no es por hostilidad o indiferencia sino por estar concentrado en una tarea mucho más ardua: asegurarse de que todos los fieles de su diócesis tengan acceso a una misa decente.
ASEGURARSE UNA MISA DECENTE
En América Latina, al lado de misas maravillosamente y cuidadosamente celebradas y asociadas a las principales devociones populares, los abusos litúrgicos están todavía vivos y constituyen un gran problema.
No es una situación de omitir o cambiar aquí y allá. Los problemas litúrgicos son mucho más graves. Consisten en eventos como sacerdotes y «concelebrantes» de la Misa con jóvenes al ritmo de canciones tropicales en Colombia, «consagrar» tortas con mermelada de Guayaba en Venezuela, una misa «reggae» en Panamá, o un sacerdote que celebra con ornamentos de Batman y Robin mientras tira chorros de agua bendita con una pistola de agua verde y roja en México.
Esto no es una exageración. Estos abusos están ocurriendo ahora.
Por lo tanto Francisco está mostrando un estilo de misa simple, que puede ser replicada y entendida en cualquier lugar, como si se estuviera empezando desde abajo.
ESPECIAL INTERÉS POR LOS SACERDOTES QUE PRESIDEN LAS LITURGIAS
Junto con el tema de la liturgia de las misas, el cardenal Bergoglio en Buenos Aires trató de cambiar la vida sacerdotal y sacramental en general.
Una de las transformaciones más importantes y exitosas de la arquidiócesis, con un impacto significativo en la liturgia, fue el enfoque del cardenal a los «curas villeros».
Las «villas miseria» es el nombre que los argentinos le dan a los barrios marginales de las grandes ciudades. A los curas villeros se dedicó especialmente en su ministerio pastoral, porque tienen la grand dificultad, de que además del empobrecimiento, generalmente el entorno es muy violento.
Nuevamente, vemos que Bergoglio se ocupa principalmente de las periferias, tratando de acercar a las ovejas que han quedado rezagadas.
Aunque llenos de celo pastoral, la mayoría de ellos fueron identificados con la teología latinoamericana de la liberación, que incorporó las ideas marxistas en el cristianismo como un medio indispensable para comprender y hacer frente a la injusticia social. Y, en general, tenían una actitud de rebeldía hacia la autoridad, liturgia incluida.
Jorge Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires, cambió por completo la dinámica de los sacerdotes y los barrios miserables que servían.
En los años 70, la mayoría de los obispos estaban en constante tensión con los curas villeros, y, de vez en cuando, uno de ellos era trasladado o eliminado por completo.
Por los años 90, los obispos los toleraban, pero cuando Bergoglio se convirtió en obispo auxiliar en Buenos Aires, lo cambió todo.
La diferencia era que el cardenal Bergoglio abrazó a los sacerdotes y su ministerio. Él los visitaba en sus villas miseria, los enviaba a descansar si estaban cansados ??y los reemplazaba él mismo en su parroquia durante unos días. Él personalmente cuidaba de ellos si estaban en la cama enfermos y de sus necesidades particulares.
La única vez que retiró a un cura villero fue para protegerlo de un capo de la droga local que envió amenazas de muerte.
Y con la misma solicitud paternal que solía cuidar de sus sacerdotes, el arzobispo pidió que vuelvan a usar ropas sacerdotales, se abstuvieran de utilizar «batata o papa» en lugar de pan ácimo para celebrar la misa, y que usaran canciones de cancioneros cat;olicos más que canciones políticas o seculares.
Como se ve, los problemas litúrgicos son mucho más graves en la perferia de lo que un católico que concurre a misa en una catedral o en un templo importante de una gran ciudad puede suponer. Integrar la periferia de la iglesia a la corriente principal es lo que está buscando Francisco.
Fuentes: Alejandro Bermúdez para NCRegister, Signos de estos Tiempos