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Al joven sacerdote le enseñaron que la oración no significaba nada.
A medio siglo del Concilio Vaticano II hay pocos católicos que no hayan advertido que tuvo luces y sombras para la Iglesia, y en general las sombras no se han explicitado lo suficiente (o exorcizado) por una especie de prejuicio eclesial de que está mal visto admitir cosas malas que nos pasaron, ¡así nos ha ido con los sacerdotes pedófilos!.

 

Christoph-Schoenborn

 

Pero ahora es un cardenal que hace público algo que muchos han dicho en voz baja. Fue tal el desconcierto que se provocó con el Concilio que corrió el concepto de que no era importante rezar, y él no rezó durante un año.

Hace dos días publicamos una declaración del arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schöborn, en Londres, que la elección del Papa Francisco había sido “una experiencia tremenda del Espíritu Santo” y explicó que varios cardenales electores percibieron signos de que el cardenal Bergoglio debía ser el elegido. Ver aquí.

En su disertación en esa oportunidad dijo también que tras el Concilio Vaticano II, “dejé de rezar durante un año”. El ahora cardenal ­- entonces un joven dominico – se vio sacudido por la crisis post-conciliar, y cómo un monje ortodoxo le salvó de abandonar la vida religiosa.

A los 18 años entró en la Orden de Predicadores. Fue en estos primeros años de formación y como joven dominico, cuando “me sacudió la crisis” que vivió la Iglesia tras el Concilio Vaticano II y que, en palabras del cardenal, supuso un colapso de la teología y la vida religiosa.

“Yo era muy joven. Perdimos pie. Estando ya en el monasterio, dejé de rezar durante un año -reconoció-, porque nos enseñaron que la oración no significaba nada. Al final de ese año, estuve muy cerca de dejar la vida religiosa. Y recuerdo el día, la hora y el lugar en el que el Señor volvió a agarrarme”.

La ayuda, curiosamente, llegó desde fuera de la Iglesia católica:

“Un monje ortodoxo que había participado en el Vaticano II como observador” visitó su monasterio en 1967.

“Una tarde, estuvo hablando con un pequeño grupo de jóvenes dominicos sobre los Padres de la Iglesia. Fue una explosión, una revelación”.

 A raíz de eso, “comenzamos a estudiar a los padres de la Iglesia, y eso nos salvó”.

Fuentes: Alfa y Omega, Signos de estos Tiempos

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