El Papa se ha fiado de la persona equivocada.
El papa Francisco nombró el 15 de junio a monseñor Mario Battista Ricca como «prelado» del IOR, o sea una persona de absoluta confianza en un rol clave, con el poder de acceder a todas las acciones y documentos y de participar en todas las reuniones de la junta del banco vaticano.
Pero algunos de los nuncios que se reunieron con el Papa el 21 y 22 de junio le informaron de que Battista Ricca había protagonizado algunos comportamientos inadecuados entre 1999 y 2001 cuando estuvo destinado en la nunciatura del Vaticano en Montevideo, y a raíz de los nuevos datos, el Papa “ha llegado a la conclusión, gracias a varias fuentes fuera de toda duda, que se ha fiado de la persona equivocada”.
El vaticanista italiano Sandro Magister informa que una de las personas escogidas por el Papa Francisco para hacer limpieza puede no ser merecedor de confianza. Antes de nombrar la comisión investigadora que preside el cardenal italiano Renato Farina y coordina el arzobispo español Juan Ignacio Arrieta, el Santo Padre nombró el pasado 15 de junio como nuevo prelado del IOR al monseñor italiano Battista Ricca, de 57 años y con fama de incorruptible.
Ricca es un diplomático del Vaticano, pero el Papa le conocía por su cargo de director de la Casa Santa Marta, donde permanece alojado desde marzo, y también de la residencia sacerdotal cercana a Piazza Navona en la que vivía antes del comienzo del Cónclave.
Según Sandro Magister, algunos de los nuncios que se reunieron con el Papa el 21 y 22 de junio le informaron de que Battista Ricca había protagonizado algunos comportamientos inadecuados entre 1999 y 2001 cuando estaba destinado en la nunciatura del Vaticano en Montevideo. A raíz de los nuevos datos, el Papa «ha llegado a la conclusión, gracias a varias fuentes fuera de toda duda, que se ha fiado de la persona equivocada».
Si la información del vaticanista Sandro Magister es correcta, el problema es serio pues el prelado del IOR es una especie de delegado del Papa que trabaja tanto con el Consejo de Supervisión, formado por cinco banqueros, como con la Comisión Cardenalicia, formada por cinco cardenales.
El prelado del IOR es el «hombre de confianza» situado en el puesto clave, donde se cruzan todos los hilos de la supervisión. Si Battista Ricca no merece esa confianza, los problemas del banco se multiplican.
EL INFORME DE SANDRO MAGISTER
En cuanto al escándalo que está a punto de explotar, respecto al nuevo «prelado» del IOR, debe decirse que el primero en sentirse herido – ya desde ahora – es precisamente el papa Francisco.
Jorge Mario Bergoglio nombró el 15 de junio pasado a monseñor Battista Ricca, de 57 años de edad, «prelado» del IOR precisamente para colocar en el interior del Instituto una persona de absoluta confianza en un rol clave. Con el poder que le conceden los estatutos de acceder a todas las acciones y a los documentos y de participar en las reuniones, tanto de la Comisión cardenalicia de Vigilancia, como del Consejo de Superintendencia, es decir, de la junta del «banco» vaticano.
Ricca presta servicio diplomático en la Secretaría de Estado. Pero se ganó la confianza del Papa sobre todo por la familiaridad de las relaciones entrecruzadas con él en cuanto director de la Domus Sanctae Marthae – donde Francisco decidió habitar – y de otras dos residencias para sacerdotes y obispos que pasan por Roma, entre ellas la de via della Scrofa en la que Bergoglio acostumbraba alojarse cuando era cardenal.
Al dar la noticia de su nombramiento como «prelado» del IOR, los medios de comunicación de todo el mundo han estado de acuerdo en referirla personalmente al Papa y en atribuirle al personaje una fama de «incorruptible», de hombre adecuado para «hacer limpieza».
Pero en el transcurso de su carrera diplomática, cuando estaba en servicio en el exterior, Ricca dejó detrás de sí antecedentes de distinto signo.
Luego de haber prestado servicio en el lapso de una década en Congo, en Argelia, en Colombia y en Suiza, a fines de 1999 se encuentra trabajando en Uruguay con el nuncio Janusz Bolonek, polaco, hoy representante pontificio en Bulgaria. Pero estuvo a su lado poco más de un año. En el 2001 Ricca fue trasladado a la nunciatura de Trinidad y Tobago, para ser llamado después al Vaticano.
El agujero negro, en la historia personal de Ricca, es el del año transcurrido por él en Montevideo, en la orilla norte del Río de la Plata, frente a Buenos Aires.
Lo que provocó la ruptura con el nuncio Bolonek y su brusca transferencia se resume en dos expresiones utilizadas por quien ha indagado discretamente en Uruguay sobre el caso: «poder rosa» y «conducta escandalosa».
El papa Francisco estaba totalmente a oscuras respecto a este antecedente, cuando nombró a Ricca prelado del IOR.
Pero en la segunda mitad de junio, con todos los nuncios reunidos en Roma y que se encontraron con él en persona – también durante el concierto en su honor al que no asistió, el 22 de ese mes -, llegó a convencerse, gracias no a una sino a muchas fuentes concluyentes, que había puesto su confianza en la persona equivocada.
Dolor, gratitud a quienes le abrieron los ojos, voluntad de remediarlo: estos son los sentimientos expresados a viva voz por el Papa, durante estos coloquios.
Ricca, enterado de lo que se dice de él en Uruguay, pidió y obtuvo un encuentro con Francisco, para defenderse y acusar.
Pero el Papa parece decidido a actuar basado en las informaciones recibidas. Quizás más pronto de lo previsto, porque en Uruguay el escándalo parece próximo a explotar públicamente.
Fuentes: Sandro Magister, Religión Digital, Signos de estos Tiempos