Una transformación silenciosa de la Iglesia.
El vaticanista Sandro Magister hace un relato de los cambios que está llevando a cabo el papa Francisco. Entre los cardenales y obispos que son miembros de la Congregación, el papa Francisco ha sustituido nada menos que a la mitad en nueve meses. Con exclusiones clamorosas y promociones con sorpresa.
Las canonizaciones motu proprio de Juan XXIII y del jesuita Pedro Fabro por una parte, y las intervenciones incisivas y determinadas en el organigrama de la curia romana por otra parte, son los actos jurídicos más desafiantes efectuados por el papa Francisco en estos primeros nueve meses de pontificado.
Entre estos últimos ocupa un lugar preeminente el recambio en el Estado Mayor de la Congregación para los Obispos, el crucial dicasterio que colabora más íntimamente con el Papa en el nombramiento de los obispos latinos de buena parte del mundo: europeos, americanos, australianos y filipinos (de los prelados de las tierras de misión en Asia y África se ocupa Propaganda Fide).
Después de haber elegido personalmente al nuevo secretario de la Congregación en la persona del brasileño Ilson de Jesus Montanari, su viejo conocido como coinquilino en la residencia romana de via della Scrofa, y luego de haber ordenado a su propio secretario personal, don Fabián Pedacchio Leániz, que continúe trabajando durante la mañana en ese dicasterio, del cual es funcionario desde hace algunos años, el Papa ha confirmado el lunes pasado como prefecto al cardenal canadiense Marc Ouellet.
Pero no sólo eso. Mas como ya hizo en la Congregación para la Educación Católica también remodeló aquí la composición de los miembros del dicasterio, con confirmaciones, nuevos nombramientos y bajas.
Comencemos por los doce nuevos incorporados.
Entre los nuevos componentes de la Congregación hay cinco cardenales: Francisco Robles Ortega, de Guadalajara (México); Donald William Wuerl, de Washington (Estados Unidos); Rubén Salazar Gómez, de Bogotá (Colombia); Kurt Koch, suizo, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; João Braz de Aviz, brasileño, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Seis arzobispos: Pietro Parolin, secretario de Estado; Beniamino Stella, prefecto de la Congregación para el Clero; Lorenzo Baldisseri, secretario general del sínodo de los obispos; Vincent Gerard Nichols, de Westminster (Gran Bretaña); Paolo Rabitti, emérito de Ferrara; Gualtiero Bassetti, de Perugia. Y un obispo: Felix Genn, de Münster (Alemania).
A continuación los dieciocho confirmados.
Quince son cardenales: Tarcisio Bertone, secretario de Estado emérito; Zenon Grocholewski, polaco, prefecto de la Congregación para la Educación Católica; George Pell, de Sydney (Australia); Agostino Vallini, cardenal vicario de Roma; Antonio Cañizares Llovera, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; André Vingt-Trois, de París; Jean-Louis Tauran, francés, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Inter-religioso; William Joseph Levada, estadounidense, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Leonardo Sandri, argentino, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales; Giovanni Lajolo, gobernador emérito del Estado de la Ciudad del Vaticano; Stanis?aw Ry?ko, polaco, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos; Francesco Monterisi, arcipreste emérito de san Pablo; Santos Abril y Castelló, arcipreste de la basílica Santa María la Mayor; Giuseppe Bertello, gobernador del Estado de la Ciudad del Vaticano; Giuseppe Versaldi, presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos.
Tres son arzobispos: Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales; José Octavio Ruiz Arenas, colombiano, secretario de la Pontificia Comisión para la Promoción de la Nueva Evangelización; Zygmunt Zimowski, polaco, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud.
Los degradados.
Pero como ya se ha visto en la Congregación para la Educación Católica, la lista que más impresiona es la de los catorce degradados.
Entre los once cardenales excluidos, cuatro cumplirán 80 años en breve: el alemán Joachim Meisner en Navidad, el brasileño Claudio Hummes en marzo, el otro alemán Paul Josef Cordes y el esloveno Franc Rodé en setiembre. Pero siete son más jóvenes: el español Antonio María Rouco Varela, de Madrid; el portugués Manuel Monteiro de Castro, los estadounidenses Justin Francis Rigali y Raymond L. Burke, los italianos Angelo Bagnasco, Attilio Nicora y Mauro Piacenza.
Los dos arzobispos excluidos son el croata Nikola Eterovic y el italiano Pier Luigi Celata. Y uno es obispo: el italiano Lorenzo Chiarinelli.
Desde un punto de vista numérico se puede advertir que permanece sin modificaciones la cantidad de italianos, pero que aumentan su peso específico, porque eran 12 sobre 33 y ahora son 12 sobre 31. Aumentan en cantidad y peso los latinoamericanos (de 3 a 5), mientras disminuyen los europeos no italianos (de 13 a 10) y los norteamericanos (de 4 a 3). Permanece invariable el único representante de Oceanía. Disminuyen además los curiales (de 25 a 21), mientras que permanece sin cambios la cantidad (10) de los eclesiásticos provenientes de la carrera diplomática.
Obviamente no ha sido una noticia el hecho que permanecen sin cambios la representación francesa (Tauran, Vingt-Trois) y la polaca (Grocholewski, Rylko y Zimowski), mientras que desaparecen los otros dos exponentes de las Iglesias del este europeo (Rodé y Eterovic).
Por el contrario, ha suscitado un gran clamor en los medios de comunicación el desplazamiento, junto a Rigali, del cardenal estadounidense Burke, eclesiástico muy ligado a la liturgia tradicional y siempre en primera línea en la defensa de los llamados principios no negociables, de tal modo que es un tenaz defensor del hecho que sobre la base del derecho canónico no es posible dar la comunión a esos políticos que terca y públicamente apoyan y proponen leyes a favor del derecho al aborto.
En lugar de Burke el Papa ha elegido a Wuerl, quien además de contar con un pasado de secretario particular y de cónclave, en 1978, del ultraconservador cardenal John Wright (obispo de Pittsburgh y luego prefecto de la Congregación para el Clero), tiene una actitud mucho más flexible que Burke respecto a los políticos pro-aborto.
Este cambio ha sido saludado positivamente en el mundo «liberal» americano, que ahora espera elecciones de obispos más progresistas respecto a los nombrados en los últimos años.
Lo mismo sucede en España, donde la salida del cardenal Rouco Varela ha sido recibida con satisfacción por parte de quienes desean el advenimiento de nuevos obispos menos conservadores.
Pero particularmente revolucionado por el papa Francisco es el componente italiano de los miembros de la Congregación.
Han sido removidos dos eclesiásticos crecidos en la Génova del cardenal conservador Giuseppe Siri: los cardenales Piacenza (ya degradado de prefecto de la Congregación para el Clero a penitenciario mayor) y Bagnasco (actual presidente de la Conferencia Episcopal, a pesar del hecho que los titulares de este cargo han sido miembros del dicasterio, ininterrumpidamente desde 1985, de cuando la potestad de elegir a los obispos ha pasado del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia, la actual Segunda Sección de la Secretaría de Estado, a la Congregación).
Ha sido excluido también el arzobispo Celata, quien fue secretario particular del cardenal Agostino Casaroli.
Por el contrario, ingresan el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana y arzobispo de Perugia, Gualterio Bassetti (muy estimado por el Papa), los tres eclesiásticos ya promovidos por el actual pontífice a otros cargos de curia (Parolin, Stella y Baldisseri) y el emérito Paolo Rabitti, conocido por haber representado en la Conferencia Episcopal Italiana una línea diferente respecto a la del cardenal Camillo Ruini, histórico líder del episcopado italiano durante el pontificado de Juan Pablo II.
Pero permanecen en el dicasterio el cardenal Bertone con el purpurado más amigo de él, Giuseppe Versaldi, y el arzobispo Claudio Celli, heredero de la escuela diplomática del anciano cardenal Achille Silvestrini. Y permanece en el cargo también el cardenal Francesco Monterisi, a pesar del hecho que cumplirá también él 80 años en el próximo mes de setiembre.
Hay que señalar también que no ha sido llamado a formar parte de la Congregación para los Obispos el prefecto de la Doctrina de la Fe, el alemán Gerhard Ludwig Müller, a pesar que sus predecesores, William Joseph Levada, Joseph Ratzinger, Franjo Seper y Alfredo Ottaviani fueron miembros del dicasterio.
En consecuencia, en el campo germanoparlante, en lugar del cardenal Joachim Meisner, ingresa el obispo de Münster, Felix Genn, quien forma parte, como también el mismo prefecto Marc Ouellet, de la Comunidad de san Juan, la fraternidad sacerdotal fundada por el teólogo Hans Urs von Balthasar.
En cuanto a América latina, el mexicano Francisco Robles Ortega ha sido preferido antes que su connacional Norberto Rivera Carrera, considerado más conservador, mientras que permanece en su puesto el curial argentino Leonardo Sandri, que también es considerado un histórico rival romano de Bergoglio.
Es curioso, al respecto, el episodio contado por la biógrafa papal Elisabetta Piqué, sobre la cena en Santa Marta entre los dos la tarde anterior al inicio del cónclave:
«El arzobispo de Buenos Aires se sienta a comer con su connacional Leonardo Sandri. Se conocen desde jóvenes. Bergoglio fue prefecto de Sandri en el seminario del barrio de Villa Devoto, en Buenos Aires, antes de decidir unirse a los jesuitas. Sus carreras han sido muy diferentes. Bergoglio se dedicó a las tareas pastorales, Sandri se entregó a la diplomacia y pasó casi toda su vida en la curia romana. En el pasado tuvieron sus divergencias, lo saben todos. Pero fingen que no hubo nada».
Con la confirmación de Sandri en la educación católica y en los obispos parecería que el “fingir que no hubo nada» de Bergoglio siguió también luego del cónclave. Pero será necesario esperar la confirmación o no de los actuales vértices de la Congregación para las Iglesias orientales – que son todavía provisorios – para saber si es realmente así.
Significativo es también el nombramiento como miembro de la Congregación para los Obispos del arzobispo de Bogotá, no sólo porque de este modo se duplica la presencia colombiana en el dicasterio. Poco antes de recibir en el 2012 el birrete cardenalicio, el cardenal Salazar sufrió una reprimenda, con su consiguiente declaración correctiva, luego que una afirmación suya fue interpretada como favorable a la legalización en su patria de las parejas gays.
También es significativo que haya sido llamado para formar parte de la Congregación para los Obispos el inglés Vincent Gerard Nichols, bajo el fuego del Santo Oficio – y quizás por eso todavía sin púrpura cardenalicia – por no haber puesto fin rápidamente a la celebración de liturgias ad hoc para los homosexuales.
Hay que señalar por último la doble promoción que le tocó al cardenal Koch, teólogo suizo de impronta ratzingeriana, quien ha sido incorporado a la Congregación para la Educación Católica y a la de los Obispos, de las que no formaba parte.
Qué producirá la Congregación para los Obispos reconstruida desde la cima por el papa Francisco se verá en los próximos meses.
Pero antes conoceremos los nombres de los primeros cardenales creados por el nuevo pontífice en el consistorio que se celebrará el próximo mes de febrero. Hacer conjeturas con él es más difícil que en el pasado. La sorpresa es la regla.
Fuentes: Sandro Magister, Signos de estos Tiempos</i>