Hallazgos arqueológicos y antropológicos han encontrado algo fascinante.
Las 10 tribus perdidas del Reino de Israel se esparcieron por el mundo mezclándose con las poblaciones nativas.
Pero han conservado algunos elementos de la cultura hebrea y cierto sentido de pertenencia.
Y esto hizo a tales poblaciones una cadena de trasmisión fértil para el asentamiento posterior del cristianismo.
Esto se puede ver claro en América.
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Donde los conquistadores españoles habrían ingresado el cristianismo sobre una base de elementos atávicos hebreos prexistentes en las poblaciones indígenas que encontraron.
Comprendemos entonces la función que han cumplido – en el Plan de Dios – las 10 tribus perdidas de Israel.
Las cuales son uno de los mayores enigmas de la historia para los judíos actuales, y para los cristianos era hasta ahora sólo mera curiosidad.
Y ahora comienza a aclararse.
Por lo tanto, el Israel de las profecías dadas por Dios a Ezequiel no sólo sería la actual nación de Israel.
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Sino los pueblos que devinieron de esas diez tribus perdidas en las brumas de la historia.
¿QUIÉN ES “HOY” MI PUEBLO ISRAEL?
Recordemos un poco la Historia Sagrada.
La Biblia nos cuenta que las cabezas de las tribus de Israel fueron los doce hijos de Jacob, al que Dios cambió el nombre por el de Israel.
“Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás Jacob, sino que tu nombre será Israel”. Génesis 35, 10
Esas doce tribus se aglutinaron en un Reino que primero tuvo como rey a Saúl, después a David y luego a Salomón.
Pero, después de la muerte de Salomón, la nación de Israel se dividió en dos reinos.
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Vamos a introducirnos un poco en el tema, para “entender” por qué pudo haber sucedido esto.
DIVISIÓN DEL REINO
La causa de la división del Reino fue el disgusto de los israelitas por la cantidad de impuestos y el trabajo duro que les había exigido Salomón para financiar la construcción del Templo de Jerusalén.
Pero a esto se debe agregar el disgusto del Señor por la idolatría de Salomón, que había abandonado la fe de Israel para adorar a Astarté, una diosa pagana.
Por esto, Dios decidió quitarle diez tribus, para dárselas a Jeroboam, un alto funcionario de Palacio, que para escapar del rencor de Salomón debió huir y exiliarse en Egipto.
El Señor quiso, sin embargo, mantener la estirpe de David.
“Y a su hijo daré una tribu, para que mi siervo David tenga siempre una lámpara delante de mí en Jerusalén, la ciudad que yo he escogido para poner allí Mi Nombre.” (1 Reyes 11,32)
Muerto Salomón, su hijo Roboam, le sucedió en el trono.
Pero, en el momento de ser ungido como rey, reapareció Jeroboam, para protestar en nombre del pueblo por los impuestos tan altos y los trabajos abusivos que los israelitas padecían.
Roboam pidió tiempo para dar su respuesta consultó a los ancianos que habían estado con su padre, y también a los jóvenes amigos suyos.
Pero decidió desoír la voz prudente de los mayores que aconsejaba aflojar el rigor sobre el pueblo, para escuchar en cambio a los jóvenes, que le aconsejaron lo contrario: hacer esa carga mucho más fuerte.
Esta fue la respuesta de Roboam:
“Si mi padre fue duro, yo lo soy mucho más, si él les impuso un yugo pesado, yo lo haré más pesado todavía y si él los azotaba con correas, yo los azotaré con látigos de puntas de hierro.” 1 Reyes 12, 10
Al ver que su rey decidía continuar con la línea dura de su padre, los israelitas de las tribus del norte renegaron de David y de sus descendientes. (1 Reyes 12:16).
Las diez tribus del Norte, Ruben, Simeón, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, y José , (representado por sus hijos, Efraín y Manasés) eligieron entonces a Jeroboam como rey, cumpliéndose la profecía que el Señor le había hecho de darle las diez tribus.
Por lo cual, sólo los israelitas del sur, las tribus de Judá y Benjamín más los Levitas que eran los Sacerdotes, permanecieron fieles a Roboam. (1 Re 12, 17)
Así, el reino del Norte se llamó Israel, teniendo como capital a Samaria y el reino del Sur, tomó el nombre de Judá, con capital en Jerusalén, conservando los sacerdotes y el Templo.
IDOLATRÍA DEL REINO DEL NORTE
Jeroboam, preocupado porque los sacerdotes y el Templo habían quedado en el reino del Sur, y temiendo que sus súbditos, al concurrir como buenos israelitas a Jerusalén para las fiestas, decidieran volver a aceptar como rey a Roboam.
Tuvo la maligna idea de mandar hacer dos becerros de oro para que los israelitas los adoraran, llegando incluso a nombrar sacerdotes para este culto idolátrico y pagano y lo mismo hicieron sus descendientes durante varias generaciones. (1 Reyes 12,27),
Aunque el Señor envió durante generaciones a distintos profetas, Elías, Eliseo y Amós para hacer recapacitar a los pueblos del reino del Norte, los israelitas persistieron en su idolatría.
Por lo cual, el Señor dejó a Israel de Su mano y permitió que en el año 721 a.C. Asiria invadiera el reino del norte y después de tres años de sitio, capturara y enviara al destierro a las diez tribus, que nunca más volvieron.
También los habitantes del reino del sur, Judá, fueron deportados por los Babilonios en el año 586 a.C.
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Pero volvieron, reconstruyeron la nación, que no desapareció hasta el año 70 d.C.
Esto es muy importante, porque las Sagradas Escrituras sólo siguieron la historia del reino de Judá, aún desde el destierro.
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Y fue allí donde se encarnó y nació el Redentor.
Por su parte, y en continuación de su venganza y deseo de hacer desaparecer a los israelitas para siempre, el Rey asirio llevó a Samaria (capital del Norte) gente de cinco naciones paganas diferentes, para repoblar el país.
Quienes terminaron mezclándose con los pocos israelitas que habían quedado allí.
Esa mezcla dio origen a la tribu de los Samaritanos, cuya religión había terminado por ser una mezcla de judaísmo y paganismo, razón por la cual los judíos los rechazaban.
Sin embargo, las promesas hechas por el Señor a Abraham, Isaac y Jacob eran para las 12 tribus, no sólo para las que se quedaron.
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Y las promesas de Dios no pueden dejar de cumplirse.
Por esto, cuando Dios le dice a Ezequiel “mi pueblo Israel” se refiere también al reino del norte y no sólo a la actual nación de Israel.
DESTIERRO DE ISRAEL
“Porque he aquí que Yo mandaré y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, y no cae un granito en la tierra” (Amós 9:8-9).
¿Qué fue de esas diez tribus que se perdieron por el mundo?
En el mapa siguiente, se pueden ver las distintas deportaciones sufridas por los dos reinos israelitas.
En este mapa se ven tres líneas.
La línea morada señala la deportación de las 10 tribus perdidas por parte de los Asirios desde el año 734 a.C.
Estos israelitas se diseminaron por la zona entre el Mar Negro y el Mar Caspio.
Esa zona era parte del Imperio Asirio, que primero fue conquistado por los Babilonios y después fue el Imperio de Partia.
Podemos dar crédito a esto, porque en los Hechos de los Apóstoles se relata que el día de Pentecostés se encontraban en Jerusalén, partos, medos y elamitas, que se sorprendieron al entender a los Apóstoles cada uno en su propio idioma.
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Eso indica que en esas regiones había buenos israelitas que, a pesar de los siglos, se habían mantenido fieles a su fe, yendo a Jerusalén para las Fiestas Mosaicas.
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Lo mismo relatan los Evangelios cuando mencionan a “unos griegos que querían hablar con Jesús”.
Pero, cuando el Imperio Persa comenzó a amenazar a los partos, se dio una migración por el Cáucaso hacia el norte y centro de Europa, o sea hacia lo que era entonces el Imperio Romano.
Esas tribus fueron colonizando, apoderándose de lo que era la zona centro y sur de Europa.
Si bien no fue la única migración, ese bien pudo ser parte del origen de la raza caucásica, o sea la europea, que siglos después llegaría a América.
Pero, lo que no puede negarse es la influencia israelita en Europa y eso se puede notar por muchos nombres.
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Por ejemplo, Danubio, significa “hijo de Dan (una de las tribus), Saxons (Sajones), quería decir “hijos de Isaac”.
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Ebro quiere decir “hebreo”, etc.
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Había una “Iberia” en el Cáucaso y los íberos, fueron los que conquistaron la Península Ibérica.
Por todo esto, podemos deducir que esas tribus perdidas de Israel, fueron durante siglos parte integrante de los pueblos que terminaron formando la población de Europa y que desde allí viajaron hacia América.
A partir de aquí hay otras hipótesis sobre el destino final de las diez tribus perdidas.
Antes de empezar, debemos tener presente que en la introducción de la Epístola del Apóstol Santiago, se lee:
“Yo, Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saludo a las doce tribus de Israel, esparcidas por todo el mundo”.
Esto nos puede indicar que los israelitas de entonces tenían alguna idea de dónde había colonias de inmigrantes judíos en el mundo conocido entonces.
Y no sólo eso, sino que Santiago daba por sentado que esos israelitas aceptarían felices la Buena Nueva del Evangelio.
LAS DIEZ TRIBUS PERDIDAS ¿ENCONTRADAS AL FIN?
Dios le dijo a Israel:
“Yo soy el Dios omnipotente: sé fecundo y multiplícate, un pueblo, una asamblea de pueblos tomará origen de ti y saldrán reyes de tus entrañas”. Genesis 35:11
Para dar comienzo a sus estudios de probable localización, los investigadores se basan en la bendición final de Jacob dada a cada uno de sus hijos
Esta bendición incluía una profecía individual, cuyas características describirían los países actuales.
Sería bueno leer Génesis 49: 12-22 y 49: 1-28.
Estudiosos han encontrado que, por ejemplo, los armenios tienen un gran parecido con Ruben, el primogénito de Jacob, que perdió la primogenitura por un pecado cometido.
Igual fuerza, el mismo ímpetu.
Incluso, hay leyendas de Haik, un héroe armenio de cabellos rubios, ojos brillantes y brazo muy fuerte,que mató de un flechazo al gigante Bel.
Ello trae a la memoria el texto bíblico que relata el momento en que Samuel, entre todos los hijos de Isaí, ungió como rey a David y el episodio del hondazo en la frente al gigante Goliat.
“Era rubio , de bellos ojos y apariencia agradable”. (1 Samuel 16:12)
Que tenía un brazo fuerte lo atestigua su victoria contra el filisteo.
De esta manera, según Jacob iba nombrando a cada uno de sus hijos, los interesados en el tema pudieron imaginar que Dan podría ser la tribu de los encantadores de serpientes de la India;
Que Isacar, bien podría ser Turquía.
Aser, Azerbayan; Zabulon, “a orillas del mar y con puertos de naves”, tal vez fuera Chipre.
Benjamín, “lobo arrebatador”, sería España (Sefarad).
Los beligerantes Simeón y Levi serían Omaníes y Yemenitas, etc., etc.
Y así, en los últimos tiempos la imaginación popular ha ido encontrando similitudes entre cada uno de los hijos de Jacob y los países que se fueron formando en el mundo.
Incluso hay estudios que encuentran rasgos de las banderas de varios países actuales que parecen recordar los escudos de cada una de las tribus perdidas.
Pero esto no es simplemente imaginario popular, se han encontrado incluso pruebas arqueológicas e históricas que podrían defender cada una estas hipótesis.
En general, los estudiosos interpretan, razonable y prudentemente, que los israelitas deportados no desaparecieron.
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Sino que lejos de su tierra y enfrentados a una nueva vida, se fueron adaptando y fusionándose con otros pueblo, sin perder del todo sus raíces, aunque estas hayan quedado difusas en el tiempo.
Para una mejor comprensión, hemos diseñado un mapa con los países que tendrían raíces de las diez tribus perdidas.
LAS TRIBUS PERDIDAS ¿LLEGARON A TIERRAS AMERICANAS?
Esta es otra historia.
En el mapa siguiente, podemos ver rutas migratorias utilizadas por el hombre desde los primeros tiempos de la humanidad.
Es posible que también las tribus deportadas hayan ido utilizando a través de los siglos esas mismas rutas para ir establéciendose paulatinamente en los lugares que finalmente fueron definitivos.
En su bendición a los hijos de José, Efraín y Manasés, Jacob les profetizó que el menor, Efraín sería más importante que el mayor, Manasés, y sus descendientes formarían muchas naciones.
Hay quien sostiene que Efraín sería Estados Unidos (y Gran Bretaña por lo de naciones poderosas) y Manasés sería México, al encontrar similitudes entre los vocablos Manashés y Mexhicans.
Esto tiene connotaciones que los mexicanos estarían investigando con ciertas bases.
Por ejemplo, uno de los significados del vocablo “Meshi”, en nahuatl sería “ungido” lo mismo que en hebreo (Meshías) y “meshico” (ancestro de la palabra México), es “pueblo ungido”.
Y para algunos eruditos, el idioma nahuatl es una mezcla de hebreo con nativo americano.
Todo esto ha dado pie al imaginario colectivo, que encuentra por su cuenta que la palabra Tenochtitlán viene de Enoch y que el zarape mexicano es igual al tallit ceremonial de los israelitas, que también tenía rayas y flecos. Lo mismo sucedería con la música.
Algo interesante para señalar es que, a pesar de la multitud de dioses a los que los aztecas adoraban, existe, sin embargo, una inscripción en lengua original náhuatl, conservada en español, de una oración azteca que parece sacada de la Biblia:
“Tú habitas los cielos,
Tú sostienes las montañas.
Tú estás en todas partes, eterno.
A Ti se te suplica, se te ruega.
Tu gloria es eminente”
LOS DESCUBRIMIENTOS ¿SON RECIENTES?
Aunque pueda sorprendernos ahora, sin embargo, esta idea se remontaría al tiempo del descubrimiento de América.
Al enfrentarse los conquistadores con los habitantes del Nuevo Mundo, y sabiendo que toda la humanidad descendía de Adán y Eva, esto hizo que se diera en Europa un cúmulo de interpretaciones, muchas de las cuales terminaron emparentándolos con las diez tribus perdidas.
Para añadir más argumentos al tema, hay una historia que cuenta que, en el año 1644 un portugués, judío converso, llamado Aarón Levi (bautizado como Antonio de Montezinos), llegó enfermo de muerte a la ciudad de Amsterdam.
Allí donde declaró ante la comunidad judeo-portuguesa lo que vio en su viaje por América.
Por ser el juramento de un moribundo fue aceptado como verdad por quienes lo escucharon.
Montezinos declaró que encontró en la selva de lo que hoy es Ecuador, cercano al Océano Pacífico, y en Yucatán, cerca del Océano Atlántico, indios que guardaban el Sabbat (sábado).
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Conocían la oración hebrea “Shemá Israel” (Escucha, Israel) y le manifestaron ser descendientes de la tribu hebrea de Reuvén (Rubén).
Al dárseles a conocer Montezinos como judío oculto que era, ellos al despedirse, lo abrazaron y le prometieron que, una vez vencidos los españoles, irían a liberarlos a ellos de su cautiverio.
No demasiados años después, el sacerdote jesuita español P. Joseph Gumilla (1686/1750), exploró como misionero la cuenca del río Orinoco (hoy Venezuela).
Y comprobó que la oración ritual que los indios de esa región dirigían a diario al Sol era la misma que decían los hebreos y que figura en el Deuteronomio.
Cuando les consultó dónde habían aprendido esa oración, le contestaron que de sus antepasados, pero que en realidad ellos no adoraban al Sol, sino a quien lo había creado.
LAS MISMAS PALABRAS, PERO ¿EN DOS IDIOMAS?
Al sacerdote católico Padre Miguel Ángel Mossi (1819-1895) se le deben los primeros atisbos de lo que resultó luego un maravilloso descubrimiento.
El sabio y erudito P. Mossi afirmó, en el año 1860, la similitud y hasta la identidad de ciertas expresiones idiomáticas del hebreo, el arameo y el quechua.
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Encontró, como resultado de sus estudios, que había 600 palabras en común entre ambos idiomas y que figuran en su “Diccionario Hebreo-Quechua-Castellano”.
Hay quienes afirman también que los preceptos de los incas tienen su origen en los Diez Mandamientos dados por el Señor a Moisés.
En idioma quechua son “ama sua” (no robarás), “ama kella” (no holgazanearás), “ama lulla” (no mentirás), “ama vanuchi” (no matarás), “ama konkawakichu” (no olvidarás),
¿UNA CIVILIZACIÓN HEBREA PRE COLOMBINA EN TERRITORIO ARGENTINO?
Más cerca de nosotros en el tiempo, el poeta ruso Bernardo Graiver que había emigrado a la Argentina en la primera mitad del siglo XX, sorprendió al mundo.
Planteó la posibilidad cierta de que una de las tribus perdidas de Israel hubiera llegado a las costas de Sudamérica.
Durante una visita al Museo Arqueológico de Santiago del Estero, Graiver se vio sorprendido por una serie de piezas de arcilla que presentaban escrituras y símbolos que por su ascendencia hebrea, reconoció de inmediato.
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Encontró figuras y utensilios de terracota grabados con la estrella de David y varias palabras que reconoció como pertenecientes al idioma arameo.
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En estas piezas podía leerse Ab (padre), Pesaj (Pascua), y una frase que decía «Faltan tres días para Pascua…»
Gracias a este descubrimiento accidental, Graiver dedicó los siguientes veinte años de su vida a estudiar diferentes objetos provenientes de excavaciones realizadas en la provincia de Santiago del Estero.
Descubrió muchas piezas con inscripciones en arameo o hebreo antiguo, lo que lo llevó a pensar en el origen semítico de algunos pueblos americanos.
Eso lo motivó a afirmar que, en muchos objetos existentes en el Museo Arqueológico de Santiago del Estero, había signos (que hasta ese momento habían sido considerados simplemente como motivos decorativos u ornamentales) que eran verdaderamente signos alfabéticos.
Eran letras correspondientes al primitivo arameo y sus derivados posteriores, escrituras de Tiro, Sidón, Hamat, Gaza, Creta, etc., etc.
Las investigaciones de Graiver le permitieron señalar el desplazamiento de esos caracteres alfabéticos desde el Asia anterior, a través de la Mesopotamia, Persia, Valle del Indo, Madrás, Ceilán, las Islas de los Mares del Sur, etc., hasta las costas occidentales de la hoy América.
¿LA NUEVA ISRAEL ESTARÁ EN LA PENÍNSULA IBÉRICA?
Hay una hipótesis del Dr. Yagüe de que “mi pueblo Israel”, no es la nación actual de Israel, dado que en ningún momento Dios dice “la nación” de Israel. Dice “mi pueblo”.
Entiende que se está refiriendo al resto de Israel, a las diez tribus perdidas, que se fueron mimetizando con el mundo.
Y que, contra lo que muchos judíos actuales piensan, fueron tierra abonada y fértil para la expansión del cristianismo.
Ya vimos arriba que el Apóstol Santiago dedicaba su carta a las doce tribus de Israel diseminadas por el mundo.
Por lo tanto, cuando Dios habla de “mi pueblo Israel”, estaría refiriéndose a la multitud de los creyentes.
Y va más allá y lanza su hipótesis de que la nueva Israel, semilla del reino de Dios estará en la Tarsis bíblica, o sea, en la Península Ibérica.
¿Qué elementos tiene para esbozar esa hipótesis? Veremos algunos de ellos.
El Éxodo de los israelitas desde Egipto y hacia la tierra prometida, es una imagen premonitoria de lo que pasará en los últimos tiempos.
Se basa para esto en la Primera Carta de Pablo a los Corintios al exhortarlos a no repetir lo sucedido en el Éxodo:
“Todo esto acontecía en figura y fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos (1 Cor: 10,11)
En la geografía del nuevo Éxodo figuran:
Portugal, “donde siempre se conservará el dogma de la Fe” (Fátima, 2da. parte del Secreto).
España, cuyo patrón es Santiago Apóstol desde hace muchos siglos y esa característica lo marca. Santiago es uno de los nombres de Jacob, por lo tanto:
San Jacob = Santo Israel = Israel Santo
Según esta hipótesis, sería de la Península Ibérica de donde brotaría la semilla del Reino, la restauración definitiva del pueblo de Dios.
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También podría extenderse esto por herencia a Iberoamérica.
De todo este periplo de los creyentes en camino hacia el Reino, las Sagradas Escrituras hablan en abundancia.
El asunto es que cada grupo religioso toma estas promesas para sí.
Los judíos, ven en las profecías lo mismo que esperaban del Mesías antes de la llegada de Jesús y fue la razón por la cual muchos lo rechazaron: una restauración “física” del actual pueblo de Israel, una vez que todos hayan regresado a su nación.
Los evangélicos, por su parte, están esperando la restauración del Templo de Jerusalén para que se continúe con el sacrificio diario, a fin de que el Anticristo pueda ponerle fin al mismo (?) y de este modo cumplirse finalmente las profecías de Daniel.
Los católicos creemos, que la restauración no va a ser física ni terrenal.
La afirmación sobre que el “Sacrificio diario” es la Celebración de la Eucaristía, está sostenida por las palabras del mismo Jesús:
“Cuando veáis, pues, la Abominación de la Desolación anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar Santo (el que lea, que entienda).
Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; el que esté en la azotea, no baje a sacar las cosas de su casa y el que esté en el campo, no regrese en busca de su manto. (Mateo 24:15)
Fuentes:
- https://www.youtube.com/watch?v=RZ8ppK0Ojm8
- https://es.wikipedia.org/wiki/Tribus_de_Israel
- https://plus.google.com/107670828890845372616/posts/2FqibeX4HsQ
- 35 BERNARDO GRAIVER: “Judíos en América”; “Historia de la Humanidad en la Argentina bíblica y Babilónica”, Ed. Albatros, Ed. Albatros (de Biblos, Fenicia)
- https://www.google.com.uy/search?q=Mapa+migraciones&biw=1024&bih=677&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ved=0CCYQ7AlqFQoTCNzWt77D9McCFUmmHgod8E8G1g#i
- MIGUEL A. MOSSI: “Diccionario Hebro-Quechua-Castellano”, Tucumán, 1926. Por ejemplo (un resumen transcripto por Adán Quiroga, en “Calchaquí”, pág. 39)
- http://kabalahtzvi.fullblog.com.ar/investigacion-tzvi-ben-aba-shsul-bernardo-graive.html
- http://www.veghazi.cl/alma/alma18.html
María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada
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