Cómo detectarlas, reconocerlas y protegerse.

La apostasía, o sea la pérdida de fe, comienza por la negación del mundo sobrenatural.

Y lo primero que aparece es la interpretación de que el demonio no existe y que es una invención de los hombres para explicar el mal.

Esto equivale a llamar ingenuos o mentirosos y fabuladores a los exorcistas, que han batallado durante siglos contra esas entidades.

Y hacer caso omiso de las pruebas, por ejemplo, de los objetos físicos que los hechizados expulsan por su boca, clavos, cristales, pedazos de madera, hierro, etc.

El demonio existe, es dogma de fe, está claramente en el Catecismo.

Pero también existen almas de fallecidos que estos exorcistas han encontrado en casas y poseyendo personas.

Aquí hablaremos sobre quienes son esas almas, cuáles son las pruebas de que no son demonios, cuál es su actividad y cómo debemos actuar.  

La Iglesia ha registrado numerosos casos de almas del purgatorio que vienen a la Tierra, obviamente con el permiso de Dios, para pedir oraciones para liberarse y subir al cielo.

Esto es bien conocido y hay varios místicos que las han recibido con frecuencia, como el Padre Pío o María Simma.

Pero también, gracias a los casos de los exorcistas y a los numerosos testimonios que nos ofrecen la historia, la antropología y tradiciones ancestrales, sabemos que tras la muerte, no todas las almas van de inmediato al cielo, al purgatorio o al infierno.

Algunas de ellas quedan atrapadas en la tierra, debido a su estrecho vínculo con lo material, o por el odio y resentimiento que sienten hacia el prójimo, o por haberse entregado al demonio.

Las podemos definir como almas atormentadas y la sabiduría popular las ha llamado almas errantes o almas en pena.  

El padre Gabriele Amorth dice que al encontrarse con estas almas atormentadas, a veces descubrimos que están relacionadas con un demonio. 

Por lo que llama a ser prudentes, porque si bien existe la posibilidad de liberar al alma, también es posible que ésta esté trabajando con un demonio. 

El demonólogo y exorcista padre José Antonio Fortea se ha encontrado en exorcismos con almas humanas dentro de los posesos o en las casas.

Estas almas son de fallecidos, pero no son de demonios ni de condenados.

Muchas de ellas ni siquiera conocen a Cristo, nadie les habló de Él.

Y dice que hablan con un tipo de voz distinta a la de los demonios y no suelen manifestar ni la agresividad ni la ira de los ángeles caídos. 

Y suelen manifestar tristeza y melancolía.

Si un espíritu perdido muestra ira, es la ira de un ser humano que se sintió abandonado de Dios; pero va comprendiendo que la culpa de todo la tuvo él y no Dios o aquellas personas con las que vivió.

Pueden rezar; quizá al principio no lo hagan, pero finalmente sí, y cuando rezan lo hacen sin odio.

El espíritu perdido puede pedir perdón del mal cometido, pero el demonio no lo hará nunca.

Un demonio puede hacerse pasar por cualquier ser, pero si el exorcista insiste con su poder sacerdotal en ordenarle que diga su nombre, al final lo dice. Mientras que un espíritu perdido por más que se le insista seguirá manteniendo que fue un ser humano.

Si se le dice que bese la cruz, la puede besar sin odio.

El agua bendita o cualquier otra cosa sagrada no le produce aversión.

No manifiesta ni gritos ni convulsiones.

Los demonios suelen salir tras un terrible alarido o fuertes convulsiones, en cambio los espíritus perdidos salen de forma silenciosa, casi siempre por la boca con una larga expiración.

La mayor parte de las almas perdidas antes de salir afirman que ven una luz y que se dirigen a ella; muchos, incluso, se despiden del exorcista y de los presentes.

El exorcista padre Gabriele Amorth también se encontró con estas almas de muertos, permaneciendo en el lugar donde murieron.

Y como se encuentran atormentadas, atormentan a los nuevos habitantes.

En un caso, dice que se enfrentó a un hombre y dos mujeres que habían muerto en una casa. 

Y durante un tiempo, habían perturbado a la nueva familia que vivía allí. 

Pero notó que las oraciones de exorcismo no surten efecto con estas almas. 

Y entonces se dio cuenta que lo ideal es adaptar algunas de las oraciones que rezamos a los muertos.

Y al mismo tiempo hablarles a estas almas condenadas, y hacerles comprender que la familia perturbada no alberga ningún rencor hacia ellas, que las perdona. 

Y durante la oración, intentar conducir a estas almas a la luz de Cristo, donde Dios obrará según su voluntad.

Una vez cuenta que va a verle una señora con dolores muy fuertes y muy raros. Empieza a rezar y ella cae en una especie de trance.

Y entonces Amorth le dice a la presencia de su interior: «En nombre de Dios, dime quién eres».

Y dice ser un calabrés de origen albanés, que llegó a Calabria el día de Todos los Santos, murió al volante de un coche, en estado de embriaguez, y en el accidente mató a otra persona. 

Y Amorth notó que cuando hablaba de diablos e infierno se aterrorizaba. 

Entonces le pregunta: «¿Estás en el infierno?», y le responde con fuerza: «¡No!».

«¿Dónde estás?», insistió. «En la oscuridad», contesta, dejándole perplejo. 

Le pregunta cómo ha entrado en la mujer, y le cuenta con gran detalle una historia que, más tarde, la señora, al salir del estado de trance, le confirma.

Dice que se vio obligado a entrar en ella por culpa del vigilante del cementerio, que utilizó partes de su cadáver para un maleficio.

Entonces le pregunta si desea ver a Dios y le responde con un largo «sí», convencido y sereno. 

Un día le habla de María Santísima, no sabía nada de ella, y le dice que su madre se llamaba Carmelina. 

Amorth comienza a instruirlo y el alma le escucha con interés. 

Y al preguntarle si está dispuesto a pedirle perdón a Dios por sus pecados, le dice que sí. 

Entonces lo confiesa de forma muy somera, bajo condición, y lo absuelve bajo condición.

Después le pregunta cuándo se irá, «dentro de veinte días» contesta.

Y le repregunta «¿Y a dónde irás?» y le responde «A expiar mis pecados».

¿Tal vez al purgatorio? 

Y aquella noche, cuando la señora regresa a casa, su presencia interior le dice: «Te he hecho sufrir demasiado; no ha sido culpa mía. Cuando esté en el cielo, rezaré mucho por ti».

El caso plantea múltiples interrogantes obviamente, pero recordemos que Amorth tenía una experiencia de décadas de tratar con los demonios. 

Y él recuerda que según la tradición, san Francisco resucitó a una mujer fallecida en pecado mortal, la confesó y, después ella descansó en paz.

Pero Amorth también cuenta el caso de haber encontrado almas condenadas trabajando junto con los demonios poseyendo a una persona.

Los demonios tienen su propia jerarquía y, por lo tanto, pueden ordenarle a un condenado que atormente a un alma. 

Y así lo ha comprobado en casos en que ha detectado una fuerza muy inferior a la que suele encontrar cuando hay demonios.

Durante un exorcismo difícil, una mujer estaba poseída por los demonios Zago, Astartoth y la Serpiente.

Pero se encontró con cuatro almas de seres condenados.

Una era una tal Michelle, que había trabajado en el Moulin Rouge y que murió a los treinta y nueve años a causa de las drogas. 

Solía hablar en francés y repetía las frases que utilizaba en el pasado con sus clientes.

Y entonces, el rostro de la mujer adquiría un aire dulce y persuasivo.

También estaba presente un marroquí que le cortó la cabeza a tres misioneros en 1872 y que se había suicidado a causa del remordimiento.

La tercera alma condenada era Jordan, un escocés que había matado a su madre. 

Y la cuarta era Vanessa, una chica de veintitrés años, que iba a la universidad, conoció a un joven que la llevaba a misas negras, cerca de una iglesia derruida, y empezó a servir al demonio. 

Una salió enceguecida por el rito, cruzó la calle, la atropelló un coche y murió.

Durante el exorcismo Amorth preguntó a Michelle y a Vanessa si estaban bautizadas y les recordó el día de la Primera Comunión y ellas le contestaron con rabia y amargura.

¿Y entonces, ¿qué deberíamos hacer con estas almas cuando eventualmente se nos manifiesten?

Sólo limitarnos a preguntar quiénes son y que quieren, sin entrar en diálogo.

Y orar por ellos para que Dios actúe.

Y en voz alta, para que se instruyan de la existencia de Dios, de Jesucristo, y la Virgen María. 

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la presencia de seres fallecidos que permanecen en la Tierra por un tiempo, las distintas características que los exorcistas han descubierto sobre ellos y cómo deberíamos actuar. 

Y me gustaría preguntarte si alguna vez te has cruzado con alguna de estas almas o conoces a alguien que lo haya hecho, y cómo se manifestó.

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