Invocación a San José en tiempos difíciles y los milagros que produce.

¿Alguna vez le has pedido algo a San José? ¿Qué sucedió? ¿Te ha defraudado o cumplió con creces?

Bueno, los franciscanos, a lo largo de los siglos, han sido testigos de la poderosa intercesión de San José en innumerables ocasiones. 

Sus vidas están impregnadas de historias asombrosas de favores recibidos, por el amor de este humilde santo.

Hoy te invitamos a sumergirte en el fascinante mundo de los milagros de San José.

Desde el auxilio en naufragios en alta mar, hasta en momentos de desesperación en tierras inhóspitas, estos relatos son testimonios vibrantes de una fe inquebrantable y la asombrosa gracia de San José.

Aquí te contaremos algunos de los milagros más extraordinarios que San José ha obrado para frailes franciscanos. 

Historias inspiradoras que fortalecerán tu fe y te animarán a confiar más en su poderosa intercesión.

¡Estas historias te van a sorprender!  

La Orden de San Francisco de Asís fue una de las primeras en fijar los ojos en San José, persuadidos por las narraciones de la infancia de Jesús de Mateo y Lucas.

Quienes mencionan a menudo a José como un «hombre justo» y una figura clave en los primeros años de la vida de Jesús.

Además un ejemplo elocuente de la «obediencia a la fe».

En su silencio obedece al mensajero de Dios y acepta a María como su esposa, da el nombre de Jesús al recién nacido y, tras huir a Egipto para escapar de Herodes, se retira con la Sagrada Familia a Nazaret, en Galilea.

Estos episodios han quedado inmortalizados en Tierra Santa, donde los franciscanos están presentes desde hace 8 siglos. 

Y tras el ejemplo de San Francisco, cuando creó el primer Pesebre para Navidad en Greccio, la Iglesia comenzó a prestar más atención a la figura silenciosa de San José.

Los franciscanos fueron especialmente importantes para extender la devoción a San José a través de la predicación popular de frailes como Bernardino de Siena y Bernardino de Feltre. 

En 1480, un Papa franciscano, Sixto IV, permitió que la Orden Franciscana celebrara la fiesta de San José el 19 de marzo, y luego se extendió gradualmente por toda la Iglesia.

Y dos Papas franciscanos seglares también fueron importantes.

En 1870 Pío IX declaró a San José patrón de la Iglesia Universal, y en 1962 Juan XXIII insertó el nombre de José en el Canon Romano de la Misa.

Por esto los franciscanos han obtenido muchos milagros de San José.

Cuentan que dos frailes franciscanos navegaban por la costa de Flandes, cuando se levantó una terrible tormenta que hizo naufragar su barco.

En la terrible confusión que siguió, los dos frailes franciscanos nunca perdieron la presencia de ánimo y se aferraron a una tabla en el mar.

Pero pronto sintieron que sus fuerzas flaqueaban y en la desesperada emergencia llamaron a San José para que los salvara. 

Sus miembros se entumecían y la tabla se hacía más resbaladiza e insegura.

Su confianza en San José fue puesta en la prueba más severa. 

Entonces, de repente, un joven hermoso y majestuoso se interpuso entre ellos.

Les dijo que tuvieran ánimo, y pareció impartir nueva fuerza a sus miembros cansados.

La tabla inestable asumió el carácter de un bote que los condujo hasta la orilla. 

Y después de tocar tierra se arrodillaron y, alzando las manos al cielo, alabaron a Dios por su maravilloso auxilio. 

Luego expresaron su agradecimiento a su amable salvador y le preguntaron su nombre.

“Yo”, respondió, “soy José, a quien clamasteis en vuestra angustia”. 

Ante estas palabras, los corazones de los franciscanos se desbordaron de éxtasis. 

Y San José les recompensó aún más su confianza en él contándoles los dolores y alegrías que había experimentado, añadiendo que siempre ayudaría a aquellos que meditaran piadosamente estos misterios.

Y como resultado del naufragio de estos franciscanos, surgió en la Iglesia la devoción de los Siete Dolores y Gozos de San José, que se conoció también como la Devoción de los Siete Domingos a San José, y rápidamente se difundió.

Y hay una serie de milagros de San José realizados a San Junípero Serra, un fraile franciscano español que fundó una serie de misiones, en lo que más tarde se convertiría en el estado de California.

Serra tenía una fuerte devoción a San José, a quien ofrecía una misa votiva todos los miércoles.

En 1769, mientras intentaba fundar una misión en San Diego, hubo una grave escasez de alimentos y hasta pensaron que la misión tendría que ser abandonada antes de comenzar. 

En preparación de la fiesta de San José el 19 de marzo, Serra y los frailes comenzaron una novena.

Y ese día, el 19 de marzo, llegó un barco con los suministros que tanto se necesitaban.

Otra vez San Junípero y dos compañeros intentaban vadear un río, pero se enfrentaban a un gran peligro. 

Rodeados por un paisaje inquietante, se sorprendieron cuando un extraño apareció al otro lado del río y les indicó, en español, que cruzarán el río más abajo. 

Siguieron las instrucciones y todo funcionó a la perfección, pero el hombre había desaparecido.

En otra ocasión, pasando hambre mientras atravesaban una gran llanura, San Junípero y sus franciscanos fueron sorprendidos por un jinete al galope que arrojó a los frailes tres frutos de granada y siguió cabalgando.

Y algunos años más tarde, San José regresó con todos los miembros de la Sagrada Familia, con el expreso propósito de proporcionarle al cansado fraile una buena noche de alojamiento.

Una de las historias narra que San Junípero y un compañero llegaron a la puerta de un apartado monasterio a pie.

El superior del monasterio en medio del desierto no lo podía creer.

¿Cómo pudieron cruzar semejante vasto desierto sin guía ni comida?

El padre Serra respondió que en el camino fueron ayudados por una humilde familia mexicana. 

Los hermanos del monasterio consideraron esto inverosímil, ya que no había ninguna casa en el camino que habían seguido los franciscanos.

Ante la incredulidad, San Junípero dijo que en el camino encontraron una casa cerca de tres grandes álamos, donde se encontraron con un pastor, su esposa y su pequeño hijo, que estaba jugando con un cordero.

La familia compartió su cena con los sacerdotes antes de que los cansados viajeros se quedaran dormidos. 

Cuando despertaron, encontraron comida fresca en la mesa, pero la familia y el cordero ya no estaban.

Quienes escucharon la historia quedaron asombrados porque en el camino hacia el monasterio había tres grandes árboles, pero definitivamente no había una casa y mucho menos una familia con un niño pequeño.

Entonces algunos de los hermanos regresaron a los tres árboles con el padre Junípero. 

Y efectivamente no había señales de actividad humana. 

Y allí San Junípero añadió un detalle que dio sentido al encuentro providencial. 

Después de los rezos, al despedirse de sus anfitriones, San Junípero se inclinó ante el niño para darle su bendición.

Pero en ese momento, fue el niño quien levantó la mano y con el dedo meñique trazó la cruz en la frente del padre Junípero.

Y desde entonces estuvieron convencidos de que la Sagrada Familia fue quien ayudó a San Junípero y a su compañero a cruzar el desierto en su gesta evangelizadora.

Bueno, hasta aquí una serie de milagros que cuentan los franciscanos sobre cómo San José ayudó a los frailes en varias ocasiones, debido a su fervor hacia él. 

Y me gustaría preguntarte si has recurrido a San José ante problemas y qué resultado has tenido.

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