Cuando el simple desacuerdo es catalogado como odio.
Lo que estamos viendo es que los medios ensalzan al que sale del armario como gay, pero quien expresa su punto de vista contrario a la conducta homosexual es atacado porque le atribuyen un discurso de odio. Por esta razón cada vez más cristianos callan su opinión sobre la homosexualidad, para evitarse que lo etiqueten como que tiene un discurso de odio.
Cuando Peter Sprigg, del Family Research Council habla públicamente sobre su postura ética contraria a las relaciones homosexuales algo extraño le sucede a menudo. Durante sus discursos, la gente entre el público pide la palabra para desafiar sus afirmaciones de que la Biblia condena la práctica homosexual, pero ningún cristiano lo defiende.
«Pero cuando termino, (los cristianos) se acercan para hablarme y casi susurrarme al oído: ‘Estoy de acuerdo con todo lo que dijo’”, dice Sprigg, portavoz del Consejo de Investigación de la Familia, un poderoso grupo conservador cristiano.
PONGAMOS EL CASO DEL BASQUETBOLISTA COLLINS DE LA NBA
Es frecuente oír hablar de personas que mantienen su homosexualidad en secreto por miedo al rechazo público. Pero Sprigg dice que está emergiendo una nueva víctima social: los “cristianos del armario”, que creen que la Biblia condena la práctica homosexual pero no lo dicen públicamente por miedo a ser juzgados o calificados como intolerantes u homófobos.
Como prueba, Sprigg destaca la polémica causada recientemente por un comentarista de ESPN. Chris Broussard fue señalado como un fanático y promotor de un discurso de odio cuando dijo que Jason Collins, el jugador de la NBA que reveló su homosexualidad, vivía en una «rebelión abierta con Dios». Según Broussard, Collins «vivía en un pecado impenitente» porque la Biblia condena la práctica homosexual.
“En la cultura actual, se necesita mucho valor para que alguien como Chris Broussard exprese una posición contraria a que Jason Collins se manifieste como homosexual«, dijo Sprigg. «Los medios enaltecen a quien sale del armario como gay, pero quien expresa su punto de vista religioso contrario a la conducta homosexual es atacado».
Este último caso utilizado por el homosexualismo político para lanzar sus proclamas, el del jugador de la NBA, el pívot de los Washington Wizards, Jason Collins, que se ha convertido en el primer jugador de las grandes ligas estadounidenses que admite públicamente su homosexualidad, no pasa de ser un oportunismo, útil para Collins así como para la causa homosexual.
Collins, de 34 años, que ha militado esta temporada en los Celtics y los Wizards, señaló que admite su condición sin problemas, y ha mostrado su intención de continuar su carrera profesional,
ya que se siente «con algo que ofrecer». «Ahora soy agente libre y todo lo que quiero es seguir jugando a baloncesto. Todavía me encanta el juego y tengo cosas que dar», expresó Collins.
La verdad es que Collins siempre ha sido un jugador discreto en la pista no se ha distinguido por ser una estrella. Ahora en la decadencia de su carrera y en un momento en el que está sin equipo porque nadie le quiere, hace pública su homosexualidad. Aprovecha que se da la confluencia de la campaña publicitaria permanente del homosexualismo político y los intereses de las empresas, y es que Nike ya ha adelantado que patrocinará al primer atleta de élite que salga del armario avivando así el debate.
Un jugador que ha pasado una carrera deportiva mediocre ha visto como al final de su carrera mete su mejor canasta al buscar por medios extradeportivos alargar su carrera como jugador de baloncesto y de paso sus ingresos. Todo esto ayudado por una condición homosexual que parece que le va a dar más dividendos que los de ser jugador de baloncesto.
En este caso vemos que su característa gay es usada en la conjunción de un interés económico personal y la promoción de la homosexualidad, para seguir ganando espacios de parte del lobby homosexual.
CUANDO EL DESACUERDO SE CONVIERTE EN ODIO
Bryan Liftin, un profesor de Teología, dice que los cristianos deben tener la libertad de decir públicamente que el plan de Dios al crear el sexo fue para que se desarrollase en el seno de un matrimonio entre un hombre y una mujer.
“Eso no es indignante”, explica Litfin. “Nadie expresa odio contra los homosexuales al decir eso. ¿Desde cuándo el desacuerdo es lo mismo que el odio?”.
La clave, sin embargo, no es citar textos de la Biblia, ya que ello no protege a nadie de convertirse en un intolerante o en alguien que odia, según algunos académicos. Hay un punto en el que la oposición de los cristianos a la homosexualidad puede caer en el fanatismo, e incluso en un discurso de odio, señalan.
El Centro de Leyes de Pobreza del Sur, en Alabama, es una organización sin fines de lucro que lucha por los derechos civiles. Combate y monitoriza la actuación de los grupos de odio. Hace tres años designó al Consejo de Investigación de la Familia, al cual pertenece Sprigg, como un grupo de odio, una etiqueta que ellos rechazan.
Mark Potok, portavoz del Centro de Alabama, dice que no hay una definición compartida sobre el discurso de odio. “No hay un significado legal. Solo es una frase”, dice Potok. “El discurso de odio se basa en el público que escucha”. Lo cual, sin duda es muy subjetivo y difícil de aceptar como referencia sólida, y que también se aplican los propios cristianos tradicionales, que se ven odiados por expresar sus opiniones.
La intolerancia es por lo tanto difícil de definir, pero muchos cristianos piensan que se han vuelto víctimas de ésta a causa de su postura pública sobre la homosexualidad y otros temas basada en su visión de la Biblia.
LOS CRISTIANOS ¿UN COLECTIVO ODIADO?
Joe Carter, editor de la revista on line “The Gospel Coalition”, escribió un post titulado: “A debate: ¿la Iglesia cristiana es un ‘grupo de odio’?”. Advirtió que hay jóvenes que van a abandonar las iglesias cristianas ortodoxas que enseñan que la práctica homosexual es un pecado por miedo a ser calificados como intolerantes y sufrir las represalias consecuentes.
«Un falso civismo, la vergüenza, la mojigatería del qué dirán y el miedo a expresar una opinión impopular han causado que muchos cristianos se abstengan de explicar cómo la conducta homosexual destruye vidas», escribió Carter.
Incluso hay cristianos que temen que por manifestar su oposición ética a las relaciones homosexuales puedan ser despedidos de sus trabajos. «Es más fácil seguir la corriente», dice Carter, autor de How to Argue Like Jesus.
Carter opina que va a llegar el día en el que cualquier iglesia que predique una postura moral contraria a las relaciones homosexuales será marginada, y que incluso muchas iglesias ante esta presión llegarán a aceptar las prácticas sexuales que ahora consideran pecaminosas.
“Está llegando incluso el momento en que las iglesias no van a atreverse a definirse críticamente desde el punto de vista moral sobre cualquier tipo de actividad sexual que considere incorrecta”, dijo.
EL TRIBALISMO INTELECTUAL
Edward Johnson, profesor de Comunicación en la Universidad Campbell, de Carolina del Norte, dice que ahora vivimos una era “posmoderna” donde todo es relativo y no hay una verdad universal aceptada. Es un ambiente en el que cualquier que diga “esto es malo” y “esto es bueno” es calificado como intolerante, explica, aunque suponga la mayor de las incongruencias: ser intolerante en nombre de la tolerancia.
Hubo un tiempo en el que una persona podía decir abiertamente que la homosexualidad estaba mal y la gente lo consideraba como una postura sin odio, dice. Ahora, la gente ha transitado hacia un tribalismo intelectual donde la única cosa aceptable es la perspectiva de su tribu.
“Son incapaces de comprender que alguien puede tener un punto de vista distinto del suyo”, dice Johnson. “Para ellos, cualquiera que se atreva a cuestionar el dogma de su tribu solo puede hacerlo por odio”.
Sprigg, del Consejo de Investigación de la Familia, dice que la condena hacia la conducta homosexual no conlleva intolerancia sino un deseo de avisar a las personas de orientación homosexual de una conducta dañina.
Fuentes: CNN, Forum Libertas, Signos de estos Tiempos