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¿La Iglesia se enfrenta a un juicio divino o a un plan de renovación?

Los modernistas sostienen que no se puede conocer a Dios y que solo se puede tener una experiencia de Dios.

Y la experiencia de Dios que tuvieron los primeros cristianos cuando escribieron la Biblia es diferente a la nuestra, porque son culturas con morales diferentes.

Por lo tanto muchas cosas de la Biblia no se adaptan a nuestro tiempo y hay que adaptarlas a nuestra moral.

Y también hay que adaptar a la Iglesia.

Este criterio ha tomado la jerarquía de la Iglesia.

Y la pregunta es ¿por qué Dios lo está permitiendo?

Aquí hablaremos sobre si esta tesis de los modernistas es correcta o si Dios la permite porque tiene otras intenciones a más largo plazo.

La Iglesia está pasando por una crisis bien curiosa, está siendo auto demolida desde adentro.

Lo que siempre ha sido claramente pecaminoso e incorrecto, es cada vez más alentado, afirmado o al menos tolerado.

Mientras que los practicantes fieles, que intentan acatar las enseñanzas establecidas de la Iglesia durante 20 siglos, son castigados, desterrados e incluso vistos como enemigos por la jerarquía.

Al tiempo que hay divisiones cada vez más profundas que amenazan con un cisma formal, y se respira una atmósfera generalizada de miedo dentro del clero.

Cualquiera que critique por ejemplo el proceso sinodal, desde la perspectiva de dos mil años de tradición apostólica, es acusado por los organizadores de la asamblea sinodal, por ejemplo, como “el enemigo” y contrario al Concilio Vaticano II.

Y por lo tanto debería ser cancelado.

Hay una visión cada vez más sincretista de la espiritualidad y la preferencia central hacia el ecumenismo, antes que a reforzar el credo católico.

Lo cual es abonado por declaraciones como que «Dios quiere el pluralismo y la diversidad de religiones». 

También una tendencia excesiva a que el Vaticano se erija en un actor notorio en la política global, pero en sumisión a los valores seculares del poder político que rige al mundo.

En detrimento de promover las enseñanzas bíblicas de Jesucristo y enfatizar la salvación de las almas.

Y por ejemplo, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, ahora dirigido por el cardenal Tucho Fernández, ya no se considera defensor y promotor de la fe, sino del «magisterio reciente».

Cualquier observador imparcial podría identificar esto como la “desorientación diabólica”, mencionada por Sor Lucía de Fátima.

Y el ritmo está aumentando, porque el movimiento es más rápido hacia el final.

Si se trata de demonios actuando, como sugirió Pablo VI, que dijo que por alguna grita había entrado el humo de satanás a la Iglesia, entonces el primer paso para expulsarlos es que revelen su accionar plenamente. 

Y como saben los exorcistas, al final Dios sólo tolerará ese mal durante un tiempo determinado, hasta que dé los frutos que Él está buscando, y luego intervendrá.

El clamor de «¿cuánto tiempo Señor?» se ha convertido en un estribillo cada vez mayor.

Pero, como sabemos, Nuestra Señora pidió penitencia y reparación en Fátima y antes en Lourdes.

¿Por qué Dios permite esto? La terrible corrupción, sexual, financiera y doctrinal.

¿Por qué está saliendo a luz tan evidentemente como para que a cada vez más personas les rompa los ojos?

¿Será para que se den cuenta de cuán letal y dañina es esta rebelión que está teniendo lugar??

¿Podría esta aparente destrucción ser en realidad el medio por el cual se erradique la herejía modernista tan arraigada en la Iglesia? 

¿Y podría ser la jerarquía, sin saberlo, el medio a través del cual el Señor está purgando las corrupciones que se han infiltrado en la Iglesia durante tanto tiempo, para luego restaurar a la Iglesia de Cristo a su verdadera gloria?

Si es así, entonces la crisis actual es esencial para el triunfo final de la Iglesia. 

El plan de Dios es aplastar la herejía modernista en el corazón de la Iglesia.

Pero para que esto suceda, se debe dar rienda suelta a la herejía, para que sean muy evidentes sus malos frutos, antes que finalmente pueda extinguirse. 

El modernismo es el intento de demoler el cristianismo tradicional, al hermanarse con la cultura del mundo, al rechazar las creencias y prácticas tradicionales consideradas obsoletas, y al enfatizar el individualismo y la subjetividad, debilitando la doctrina revelada por Nuestro Señor.

Antes de este frenético impulso por cambiar las bases del catolicismo, probablemente la mayoría de los católicos no tenían idea de qué era el modernismo y hasta pensaban que era algo benigno para la Iglesia.

Pero ahora se están dando cuenta cada vez más, que es un factor determinante para llevar a la jerarquía a alejarse de las Escrituras y la tradición, y centrarse cada vez más en el hombre en lugar de en Dios.

Y para hacer que el Evangelio se adapte al mundo y no al revés.

Ahora podemos ver más claramente su infiltración en la Iglesia.  

O sea que Dios está permitiendo que el modernismo esté siendo identificado,  conocidos su frutos, aislado y preparado para la expulsión, como sucede con los demonios en un exorcismo.

Este método de utilizar al enemigo para purificar al pueblo es común en Dios, como lo vemos en el Deuteronomio, en que Dios permite la invasión de enemigos extranjeros como un castigo por la desobediencia.

O en el libro de Habacuc, en el que Dios le dice que enviará a los babilonios como instrumento de Su juicio.

Hay muchos casos de estos.

¿Y cuál es el resultado que está empezando a verse silenciosamente, en contraposición con la fanfarria de la jerarquía?

Actualmente vemos un renacer de la adhesión a la tradición, en un pueblo católico que hasta hace unas décadas era apático y tibio.

Vemos también que los nuevos sacerdotes son doctrinalmente más ortodoxos que los sacerdotes más viejos.

Y que las órdenes más ortodoxas tienen más postulantes mientras las más modernistas implosionan.

Esto es algo verificado estadísticamente. 

Mientras sucede a pesar de las persecuciones de la jerarquía.

Se podría decir, que a medida que los tiempos se han vuelto más oscuros para la Iglesia, la verdad está comenzando a brillar más.

La escritora católica Hilary White llamó a este proceso “la gran clarificación”.

Su tesis es que en los pontificados de Benedicto XVI y Juan Pablo II, los prelados heterodoxos, que demolían la doctrina bajo la superficie, fueron tolerados y algunos incluso promovidos a altos cargos en la Iglesia.

Movidos con las mejores intenciones, pensaron que se podía encontrar «un término medio cortés», entre el modernismo que se había infiltrado en la Iglesia, y la tradición apostólica.

Pero eso no funcionó y el modernismo se difundió masivamente en la Iglesia, preferentemente entre los ordenados.

De modo que se necesitaba un plan B, un pontificado que hiciera lo contrario y con fuerza, que abriera las puertas al modernismo.

De tal forma que, al ponerlo en práctica, se vieran claramente los daños que produce.

Y al ver plenamente la enfermedad, se produciría una reacción contra ella y la cura.

Y entonces, mientras los anticuerpos estarían haciendo su trabajo ¿qué deberíamos hacer? 

Debemos confiar en el Señor, que obrará todo para bien, según Su divina voluntad.

Orar para que purifique más rápidamente, especialmente rezar el Rosario, hacer penitencia, reparar y crecer en santidad personal. 

No sucumbir a las tentaciones del sedevacantismo.

Y al mismo tiempo testimoniar, denunciar los abusos, defender la fe, e informar a los católicos aún dormidos.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre la autodemolición que se está produciendo dentro de la Iglesia, y como posiblemente sea algo permitido por Dios para purificar a la Iglesia, creándole anticuerpos contra el modernismo.

Y me gustaría preguntarte por qué crees que Dios está permitiendo que suceda esta crisis en la Iglesia

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