Será santo en octubre.
Hace 4 días informábamos que «la comisión de teólogos de la Congregación para la Causa de los Santos aprobó la curación “inexplicable” de una mujer» que significaría la canonización de Juan Pablo II, ver aquí.
Había trascendido que se trataba de «una mujer de Costa Rica afectada de una grave lesión cerebral». Y que la interesada había pedido a Juan Pablo II su curación, mientras que en cambio su familia había perdido la fe precisamente por el disgusto de la enfermedad. Como han recuperado la fe al ver la curación inexplicable, se trataría de un «doble milagro». La curación habría tenido lugar el 1º de mayo de 2011, el día de la beatificación de Juan Pablo II.
QUIEN ES LA SANADA
Floribeth Mora, de 50 años, madre de cuatro hijos, abuela cuatro veces y esposa de un ex oficial de la Fuerza Pública, que vive en la localidad de Tres Ríos de Cartago, Costa Rica, es la protagonista del milagro que podría llevar a los altares al Papa polaco.
Sus vecinos la describen como una mujer buena, trabajadora, humilde y caritativa. Da comida a los más pobres y se apunta a las nobles causas.
No es de extrañar que su casa reciba a las visitas, con un altar, con flores, velas y una enorme imagen del beato. No es de extrañar, tampoco, que su familia recuperara la fe y que hoy su testimonio sorprenda a los incrédulos.
Su amor en Juan Pablo II hace que también le atribuya como milagro el embarazo de una de sus hijas, que no podía concebir.
Ella y su esposo se dedican ahora a una empresa de seguridad privada.
Flory –como la llaman sus familiares y amigos– superó un aneurisma cuando ya estaba desahuciada por los médicos, por la intercesión del beato Juan Pablo II.
EL ANEURISMA COMENZÓ POR UN DOLOR DE CABEZA
Todo comenzó el 8 de abril de 2011 al despertar.
«Me dio un dolor de cabeza tan fuerte que pensé que me reventaría la cabeza. Le pedí a mi esposo que me llevara al hospital porque me sentía bastante mal. Cuando llegué me encontraba muy mal por los vómitos y el dolor de cabeza», relata esta mujer en un testimonio escrito por ella misma hace un año.
En aquella primera visita al médico, le diagnosticaron estrés y presión alta. Al comprobar a lo largo de los días posteriores que su estado de salud no mejoraba, decidió acudir a un hospital en San José, la capital del país.
DESCUBREN EL ANEURISMA
«Tras varios exámenes me dijeron que tenía un pequeño derrame de sangre en mi cerebro, luego me hicieron un TAC y descubrieron que se trataba de un aneurisma cerebral en el lado derecho».
De inmediato la trasladaron a otro centro, mientras los facultativos se mostraban sorprendidos por su aguante. Tras varios intentos por cerrar el goteo de sangre que sufría en su cerebro, el equipo médico que la atendió tuvo que desistir al encontrarse la dilatación en un lugar de difícil acceso
LE DAN UN MES DE VIDA
A partir de este momento, la situación empeoró sobremanera. Tras pasar unos días en observación, las limitaciones del sistema sanitario costarricense impidió llevar a cabo una operación.
«Se cerraban así mis posibilidad de sobrevivir a tan fatal diagnóstico», recuerda Floribeth.
Tal era la gravedad de su situación que regresó a casa con un aviso claro a su familia: sólo le quedaba un mes de vida. Sin embargo, a pesar de la desesperación que en un primer momento les generó pensar en el desenlace de la historia,
«nos llenamos de mucha fe, pero no puedo negar el miedo tan grande que sentía al ver lo que me estaba sucediendo».
EL DÍA DE LA BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II
Cuando amanecía en Costa Rica el 1º de mayo de 2011, Juan Pablo II ya había sido beatificado.
No se cumplía ni un mes de aquella mañana en la que su vida se parecía truncada, cuando tuvo lugar otro giro inesperado.
En la plaza de San Pedro, más de un millón de personas participan en la beatificación de Juan Pablo II. Benedicto XVI proclamaba beato al Papa polaco destacando en primera persona cómo vivió la santidad de su predecesor en la sede de Pedro:
«Durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio», dice Floribeth.
UNA ORACIÓN DE ESE DOMINGO LO CAMBIÓ TODO
Como todos los domingos, la familia de Floribeth acudió a misa a la parroquia. Con pocas fuerzas, pero de nuevo animada por su esposo, acudieron al centro del barrio porque se estaba celebrando una procesión.
«En ese momento estaba pasando una carroza con la imagen de Jesús Sacramentado y sentí un frío en el cuerpo. Me bajé del coche y fui hasta allí».
Entonces, el sacerdote que acompañaba a la procesión declamaba una oración:
«¡Oh, Señor! Hay una sanación».
La mujer se detuvo y se puso a rezar:
«Le pedimos a nuestro Papa Juan Pablo que nos ayudara a pedirle a Dios que me ayudara».
Y en ese preciso instante, algo empezó a cambiar.
«Salí de ese parque con la fe de que yo fui la sanada».
Y TAMBIÉN LO REFORZÓ UNA RELIQUIA DE JUAN PABLO II
Unos días después de aquel hecho, Floribeth, consciente de que al Santuario de la Virgen de Ujarrás –cercano a su domicilio– había recibido unas reliquias del Papa polaco, decidió acudir a rezar.
«De nuevo, un milagro», apostilla.
Se trataba de un relicario que contiene muestras de sangre de Juan Pablo II, extraídas un día antes de morir. Sin embargo, a pesar del esfuerzo realizado, cuando llegó ya había terminado la exposición. Aun así, el padre Donald Solano hizo una excepción.
«Me la enseñó y la toqué. Seis meses después me hicieron otro examen en el cerebro y me indicaron que el aneurisma había desaparecido para la honra y la gloria de mi Dios».
EL NEUROCIRUJANO DEL CASO NO ENCUENTRA EXPLICACIÓN DE LA CURACIÓN
Según publicó el diario «La Nación» de Costa Rica, el neurocirujano Alejandro Vargas Román, que atendió a Floribeth Mora durante su enfermedad, confirmó que no encontró explicación científica a la desaparición repentina del aneurisma que padecía cuando analizaron exámenes posteriores a aquel 1 de mayo de 2011.
Además, Vargas reveló que funcionarios de la Santa Sede le consultaron sobre los detalles del caso durante la fase diocesana del proceso de canonización, la primera antes de que los informes sean remitidos a Roma y examinados por las diferentes comisiones de la Congregación para la Causa de los Santos.
«Médicamente, en teoría, nunca les va a desaparecer un aneurisma a las personas porque es una dilatación. Científicamente yo no le tengo ninguna explicación del por qué desapareció», comenta el doctor, que vivió en primera persona lo ocurrido en el hospital Calderón Guardia.
Fuentes: La Razón, Monumental, La Nación, Signos de estos Tiempos