En el 2022 se cumplieron 20 años de la Consagración del Mundo a la Divina Providencia de Juan Pablo II.

Un hecho que ha pasado desapercibido para la mayoría de los católicos es que Juan Pablo II consagró el mundo a la Divina Misericordia en el 2002.

Y que por lo tanto hoy vivimos bajo la influencia de ese signo.

¿Y qué significa eso? 

Que Dios Padre está con una santa ira con lo pecaminosa que se ha vuelto la humanidad.

Que el Hijo nos está dando la última oportunidad para que los pecadores se acojan a Su misericordia, antes de ejercer la justicia, se arrepientan y cambien de vida, porque Él perdonará cualquier pecado.

Y además promete que concederá gracias inimaginables a aquellos que confían en Su misericordia, incluso en esta vida.

Y pide que todas las personas de fe apoyen esto difundiendo la promesa de misericordia de Jesús, colaborando de varias formas que veremos.

Aquí hablaremos sobre la consagración del mundo a la Divina Misericordia que hizo Juan Pablo II en el 2002, cuáles son las promesas de Jesús a quienes se acojan a Su misericordia, y cuáles son las cosas que nos pide Jesús para extender esta extraordinaria oferta a los pecadores, que en definitiva somos todos. 

El 17 de agosto del 2002, en el santuario de ?agiewniki, cerca de la tumba de santa Faustina Kowalska, san Juan Pablo II encomendó solemnemente el mundo a la Divina Misericordia.

Y la Misericordia del Señor se ha transformado cada vez más en el santo y seña de los tiempos en que vivimos.

Porque es notorio que se ha incrementado la cantidad y el tamaño de los pecados de los hombres, la terminación artificial de la vida al inicio y al final de la misma, la rebelión contra el cuerpo y la sexualidad con que se hizo la creación, las blasfemias y la guerra contra Dios, y todo lo que tu puedas agregar.

Y esto ha provocado que una cantidad cada vez más grande de seres humanos se comenzaran a situar tan lejos del arrepentimiento, que podría arrastrar a la humanidad hacia la desesperación que tuvo Judas.

Pero como sabemos que Dios nunca deja de llamar a sus hijos extraviados, ha declarado esta época bajo el signo de Su Misericordia. 

En esa Consagración del Mundo a la Divina Misericordia, Juan Pablo II dijo, 

«¡Cuánta necesidad tiene el mundo de hoy de la misericordia de Dios!

La misericordia es necesaria para que toda injusticia en el mundo encuentre su fin en el esplendor de la verdad. 

Por eso hoy quiero solemnemente encomendar el mundo a la Divina Misericordia, con el deseo ardiente de que el mensaje del amor misericordioso de Dios llegue a todos los habitantes de la tierra y llene sus corazones de esperanza».

Y la oración de consagración que recitó en ese acto es un llamado que está cada vez más vigente,

«Dios, Padre misericordioso, que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo, Consolador, te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.

Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten tu misericordia, para que en ti, Dios uno y trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza.

Padre eterno, por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero».

En 1931, sor Faustina Kowalska, una humilde monja polaca, había tenido una visión de Jesús que le dijo,

«Pinta una imagen Mía, según la visión que ves, con la Inscripción: ‘¡Jesús, yo confío en Ti!'».

De esta imagen salen dos rayos, el rayo pálido simboliza el agua que justifica las almas, y el rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas.

Y le diría Jesús,

«Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia, cuando Mi Corazón agonizando fue abierto por la lanza en la cruz».

«Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre»

Y le pidió que divulgara la imagen para repartir sus gracias.

También le mostró el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores, para que ningún alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay infierno, o que nadie ha estado allí, y que nadie puede decir cómo es.

Con esto Jesucristo envió a Santa Faustina a hablar al mundo de Su infinita Misericordia,

«Habla al mundo de Mi Misericordia, es señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia.

Todavía queda tiempo para que recurran a la fuente de Mi Misericordia».

«Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia».

«Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita».

«Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia».

Y dejó muy claro, que «la humanidad no encontrará ni tranquilidad ni paz, hasta que se vuelva con plena confianza a Mi Misericordia».

Y que, 

«Ningún alma que ha invocado Mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión».

Señaló el Señor que sólo hay que dar el primer paso y decir «Jesús, perdóname», o sea arrepentirse y cambiar de vida.

Hablándole a los pecadores, que son el centro del mensaje, les dijo,

«Cuando el alma ve y reconoce la gravedad de sus pecados, cuando se descubre ante sus ojos todo el abismo de miseria en que ha caído, que no se desespere.

Sino que se arroje con confianza en los brazos de Mi Misericordia, como un niño entre los brazos de su madre amadísima».

Porque Jesucristo perdona todos los pecados, por eso le recalcó a sor Faustina,

«Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata.

Mi misericordia es más grande que vuestros pecados y los del mundo entero».

Y dijo más aún,

«Me deleitan las almas que recurren a Mi misericordia, a estas almas les concedo gracias por encima de lo que piden».

Y agregó que,

«El alma que confía en Mi misericordia es la más feliz porque Yo mismo tengo cuidado de ella».

El mensaje global que Jesús le dio a santa Faustina es que confiemos totalmente en Él, que acudamos a Él en nuestros problemas.

Que seamos misericordiosos con las personas que nos rodean y que hagamos al menos una obra de misericordia al día.

Y las tres formas para ejercer misericordia al prójimo que le dio son la acción, la palabra, y la oración.

Y en concreto pidió que veneremos la imagen de Jesús de la Misericordia.

Que oremos a las 3 de la tarde, hora de la Misericordia, hora en que Él expiró en la Cruz.

Que recemos el Via Crucis en esa hora si podemos, o si no podemos, aunque sea una pequeña oración.

Que recemos a esa hora la Coronilla de la Divina Misericordia, para aplacar la santa ira de Dios por tantos pecados que se hacen en todo el mundo.

Y que celebremos la Fiesta de la Misericordia, el primer domingo después del Domingo de Resurrección, donde prometió que las personas que se confiesen y comulguen en ese día, recibirán la absolución total de sus pecados.

El viernes 13 de septiembre de 1935, el Señor le reveló a santa Faustina el poderoso medio para obtener la misericordia de Dios para el mundo, la Coronilla de la Divina Misericordia.

Faustina vio un ángel que era el ejecutor de la justicia de Dios, vestido con una túnica brillante y en sus manos tenía truenos y relámpagos.

Y cuando vio las señales de la ira divina, con las cuales cierto país de la tierra sería castigado de una manera particular, imploró con sus palabras al ángel, pero notó que sus plegarias eran impotentes contra la ira de Dios

Y en el mismo momento vio a la Santísima Trinidad que irradiaba una Majestad y Santidad incomparables.

Y oyó interiormente las palabras, con las cuales empezó a implorar fervorosamente por la salvación del mundo.

Y Oh milagro, el ángel era impotente contra esta oración y no podía ejecutar el castigo.

Estas palabras son las que se rezan en la Coronilla de la Divina Misericordia,

«Padre Eterno, yo te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo Nuestro Jesucristo en propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero».

Y después le diría Jesús, que tan pronto sonara el reloj a las tres de la tarde, se sumergiera completamente en su Misericordia, adorándola y glorificándola, invocando su omnipotencia para todo el mundo, y particularmente para los pobres pecadores.

Le dijo,

«Esta es la hora de gran misericordia para el mundo entero.

En esta hora, no le rehusare nada al alma que me lo pida por los méritos de Mi Pasión».

Las 15:00 hs, 3pm, cuando murió Nuestro Señor, es el momento más trascendental desde la creación. 

También le dijo que quien la recite, recibirá gran misericordia a la hora de la muerte.

Y si aún el pecador más empedernido recitara esta Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de la infinita Misericordia de Jesús.

Y le prometió además, que

«Cuando reciten esta Coronilla en presencia de un moribundo, Yo me pondré entre mi Padre y él, no como Justo Juez sino como Salvador Misericordioso».

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar, sobre que estamos viviendo bajo el signo dela consagración del mundo a la Divina Misericordia, lo cual es muy importante porque nadie puede decir que no es un pecador, aunque esté luchando para no serlo.

Y me gustaría preguntarte si tu habías oído hablar sobre esta consagración del mundo a la Divina Misericordia de Jesús.

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