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El cristianismo no es una religión más.

¿Por qué? ¿Qué hace diferente al cristianismo del resto de las religiones y espiritualidades? 

Hay contenidos en la doctrina que no parecen de este mundo, que difícilmente se les hubieran ocurrido a grandes pensadores humanos.

Y genera en su aplicación una serie de hechos que suspenden las leyes naturales, lo que llamamos milagros.

¿Y qué elementos concretos hacen al cristianismo verdaderamente sobrenatural y con un diseño que viene de Dios directamente y no de filosofías humanas?

Aquí veremos las cosas del diseño del cristianismo que difícilmente hayan nacido del ingenio humano y que por lo tanto fueron diseñadas por Dios, para que el cristianismo las difundiera en la tierra.

Cuando pensamos en cosas sobrenaturales del cristianismo lo primero que nos viene a la mente es la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.

Porque ahí está la base de nuestra fe, porque si Jesús no hubiera resucitado habría pasado a la historia como un profeta más.

En primer lugar existe documentación histórica, tanto de fuentes bíblicas como no bíblicas, que podemos considerar como evidencia de la vida, la crucifixión y la muerte de Jesucristo. 

Y por otro lado tenemos evidencias de su resurrección.

Cientos de personas lo vieron durante 40 días después de la resurrección, hablando, enseñando, comiendo, con un cuerpo con consistencia humana al tacto, mostrando las heridas de la crucifixión y manifestando nuevos poderes como aparecer y desaparecer instantáneamente, y atravesar paredes.

Pero además, cuando Jesús fue arrestado por los enviados de los líderes religiosos judíos y entregado a las autoridades romanas para ser crucificado, sus discípulos huyeron de Él.

Pedro negó que hubiera estado con Él, se dispersaron, se escondieron y no querían asociarse con Jesús en su muerte; demostraron cobardía. 

Sin embargo, 7 semanas después encontramos a Pedro predicando, junto con los otros discípulos, que Jesús que había sido crucificado, fue resucitado por Dios de entre los muertos, y hablando en la misma ciudad, Jerusalén, donde Jesús fue condenado a morir.

Once de los 12 apóstoles sufrieron el martirio por su predicación de Jesucristo y ninguno de ellos se retractó ni renunció a su fe.

Y esto no solo sucedió para los 11 apóstoles, sino también para varios de los que recibieron su enseñanza en estos 20 siglos. 

¿Qué cambió para estos hombres? ¿Qué los convirtió de cobardes en valientes? 

Es difícil creer que estas personas estuvieran dispuestas a morir voluntariamente por Jesucristo, si supieran y creyeran que la atribución de que Jesús era Dios era dudosa o una mentira. 

Por eso CS Lewis dijo con buen tino que «Un hombre que fuera simplemente un hombre y dijera el tipo de cosas que dijo e hizo Jesús, no sería un gran maestro moral… O este hombre era, y es, el Hijo de Dios, o algo muy oscuro.»

¿Y qué es lo que hizo Jesús que nos hace pensar que era el Hijo de Dios encarnado?

Hizo milagros, expulsó demonios, sanó enfermos y perdonó los pecados.

Pero además, hay cientos de profecías en el Antiguo Testamento que fueron cumplidas con la venida de Jesucristo. 

No cayó descolgado, sino que fue parte de un proceso por el cual Dios nos dio su doctrina.

Esa venida es parte del plan de Dios y nos dice que el diseño de su propuesta para los hombres no es de carácter humano sino divino.

El cristianismo significó una gran revolución para la humanidad, lo mismo que el judaísmo en su época.

A diferencia de otras religiones de su época, promovió la dignidad humana, la libertad y la responsabilidad.

La santidad de la vida, porque los seres humanos son la imagen de Dios,y  por lo tanto, la vida humana misma es sagrada.

Promovió la familia como la matriz de la sociedad. La familia es sagrada para el cristianismo a través del matrimonio destinado a la procreación.

Nos dijo también que la sociedad es un pacto que une las personas a Dios en una alianza.

Por lo tanto esto significa que todo el poder humano, toda la autoridad política, está sujeta a la autoridad trascendente de lo divino en última instancia.

Es por todo esto que podemos definir al cristianismo como la religión de la sanación, de las personas y de las naciones; del cuerpo, del alma y de la sociedad.

Cuando Jesús envía a sus discípulos, en Lucas 9, les pide que vayan a sanar a los enfermos.

Y esto sigue hoy a través de los milagros, por ejemplo que se producen en Lourdes y otros santuarios, a través de la Unción de los Enfermos, del poder que Dios le concede a algunos elegidos para ser sanadores y a través de la oración. 

Pero la sanación es más amplia que curar una enfermedad.

Ahora, hay una parte de esa sanación, del alma y de la sociedad, que a veces no caemos en la cuenta que se trata de un diseño divino.

Algo que muchas veces no prestamos atención es al impresionante valor que tiene para los seres humanos, tentados por el maligno a pecar, el perdón de los pecados y la posibilidad de empezar de nuevo.

El principal drama del hombre es el pecado, que hiere el alma y separa de Dios.

Y en el cristianismo, cuando reconocemos nuestra culpa ante Dios, esa culpa se elimina para siempre.

Dios borra nuestros pecados por toda la eternidad.

Y por eso decimos que el cristianismo es la religión del comenzar de nuevo.

Porque el arrepentimiento, la enmienda y la confesión producen la restauración y la resurrección.

Hablamos de resurrección, porque nuestro pecado nos llevó a la muerte espiritual y cuando regresamos al Padre recibimos su perdón, su misericordia y nos resucita por la gracia.

El perdón de los pecados es lo que permite empezar de nuevo.

En la Biblia aparecen dos tipos de perdón.

Uno es el perdón de nuestros pecados por parte de Dios, que es nuestra rehabilitación frente a Dios.

Y el otro perdón es nuestra obligación de perdonar a los otros, lo que implica un perdón para restablecer el orden social.

Esta es la gran diferencia entre la moral cristiana y la moral pagana.

Por eso el cristiano nunca pierde la esperanza, porque el arrepentimiento restaura todas las cosas.

Y en consecuencia decimos que el cristianismo es una religión del comenzar de nuevo, y por eso también decimos que Dios hace constantemente nuevas todas las cosas.

Fíjense en este detalle. La antropóloga Ruth Benedict, hace diferencia entre la cultura de la culpa y las de la vergüenza.

Ella comparó la antigua cultura de Grecia, con el judeo-cristianismo, para que sea claro.

Ambas culturas tienen indicaciones morales sobre cómo el hombre debe comportarse y normas respecto a la mala conducta.

Pero la diferencia práctica se establece cuando en la cultura de la vergüenza te atrapan haciendo el mal.

Ahí se produce una mancha que acompaña a la persona a través del tiempo y que sólo puede borrarse cuando se desvanezca el recuerdo.

8bis En cambio en la cultura de la culpabilidad, como es el judeocristianismo, se produce una distinción entre el hecho y entre el que hizo el hecho, entre el pecado y el pecador.

Por eso se centra en la expiación y el arrepentimiento, en la disculpa y el perdón.

O sea que hubo un acto malo, pero la mancha no se vuelve indeleble, hay un remedio para cambiar el pasado.

En cambio la cultura de la vergüenza no tiene salida, por lo tanto la presión es para no ser descubierto.

Esta característica de la vergüenza está de alguna manera presente en cualquier sistema moral.

Pero cuando se hace muy predominante crea gran caos en la sociedad, como pasa por ejemplo actualmente con la teoría crítica de la raza en EE.UU., que está poniendo al país en graves problemas.

La teoría crítica de la raza sostiene que los blancos han sido opresores de otras razas, por lo tanto se les debe quitar los privilegios y dárselos a los de otras razas.

Esto ha penetrado fuertemente en las universidades, las empresas y el gobierno, y se está generando un discriminación de los blancos a efectos de castigo y resarcir a las otras razas.

Ante lo cual los blancos de hoy no pueden hacer nada, son avergonzados por el color de su piel y no pueden cambiar por mas que pidan disculpas y se arrepientan de sus antepasados.

En definitiva, la Biblia introdujo el perdón a un mundo que sólo conocía la estigmatización permanente.

Porque el cristianismo hace una distinción entre el pecador y el pecado, y las culturas de vergüenza no la hacen.

El cristianismo dice que lo que está mal en todo caso es el acto no la persona.

Por eso la máxima es: odia al pecado y ama al pecador.

Cuando la sociedad acepta el arrepentimiento y la disculpa, hay más posibilidades de que haya un clima sanador en la sociedad.

Entonces, por el bien nuestro y por el bien de la sociedad, debemos facilitar que las personas se disculpen, que se arrepientan genuinamente y se esfuercen por no repetir la maldad.

Porque eso genera un clima de paz en toda la sociedad.

Eso es lo que el cristianismo enseña y parte importante de su maravilloso diseño sobrenatural.

Bueno hasta aquí lo que te queríamos decir sobre por qué el cristianismo es una religión de la sanación y del comenzar de nuevo, que es una cualidad tan sutil y efectiva, que sólo puede haber sido de diseño divino.

Y me gustaría preguntarte si a ti te cuesta perdonar a las personas o no.

Y ahora verás en pantalla algunos videos más que hemos realizado sobre este tema.

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