Lo que la Resurrección de Cristo nos dice sobre cómo será Nuestra Vida y Capacidades en el Cielo.
¿Alguna vez te has preguntado qué hay más allá de esta vida?
La muerte es un misterio que nos inquieta a todos.
Pero para los cristianos, la resurrección de Jesús ofrece una esperanza increíble: la vida eterna en el Cielo.
San Pablo lo dijo claramente: «Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe».
Pero la tumba vacía y las apariciones de Jesús Resucitado nos confirman que la muerte no es el final.
¡Cristo venció a la muerte y nos abrió las puertas a la vida eterna!
¿Pero cómo seremos en la vida eterna?
La Biblia describe cómo será nuestro nuevo cuerpo en el Cielo.
Un cuerpo glorioso, libre de dolor y sufrimiento, con cualidades increíbles que ni siquiera podemos imaginar.
De esto se habla muy poco, pero hay bastante información.
¿Te gustaría saber más? Aquí exploraremos juntos las promesas de la resurrección.
Te contaremos las promesas de la Escritura sobre cómo seremos en el Cielo, qué cualidades tendrán nuestros cuerpos y nuestras almas, y cuáles son las leyes que los regirán.
Cuando muramos en la Tierra nuestra alma seguirá viviendo, porque es inmortal.
Pero cuando se produzca el fin del mundo, nuestro cuerpo se unirá de nuevo a nuestra alma.
Y entonces pasaremos la eternidad completos, y no solo como espíritus, porque fuimos creados como cuerpo y alma integrados y no como un alma dentro de un cuerpo como piensan los de la New Age.
La clave de cómo seremos en el Cielo la da San Juan en su primera carta capítulo 3, cuando dice que seremos semejante a Cristo resucitado.
Y luego San Pablo en Filipenses capítulo 3, cuando dice que Jesucristo transformará nuestro cuerpo vil para que sea semejante a su cuerpo glorioso.
Por lo tanto, el cuerpo de Jesús Resucitado nos da la mayor cantidad de pistas sobre nuestro propio cuerpo resucitado futuro.
Y dado que Su resurrección hace posible la nuestra, deberíamos buscar las pistas en lo que experimentaron los discípulos, durante los 40 días que convivieron con Jesús resucitado.
Al final de ese período de 40 días, Jesús ascendió al Padre y se transfirió al reino espiritual.
Pero no se despojó de Su humanidad ni de Su cuerpo, sino que entró al reino espiritual con toda Su humanidad intacta, incluido Su cuerpo.
Y antes como resucitado, mostró que no estaba limitado por las restricciones de su cuerpo terrenal.
Podía desmaterializarse desapareciendo, podía atravesar objetos sólidos y moverse de un lugar a otro instantáneamente.
Y es en base a esto que podemos anticipar cómo serán nuestros cuerpos resucitados.
En 1 Corintios 15 San Pablo describe los cuerpos humanos como perecederos, deshonrosos y débiles, debido al pecado.
Mientras que nuestros cuerpos glorificados, o sea el de los que hayan muerto en la gracia y en la amistad con Dios, manifestarán la gloria eterna en sus cuerpos.
Tendrán propiedades magníficas.
Y serán cuerpos espiritualizados, o sea que ya no se centrarán en las cualidades naturales sino en el Espíritu Santo.
Lo que podemos decir entonces es que estaremos con un cuerpo sólido y tangible, perfeccionado más allá del alcance de la enfermedad o la debilidad.
Pero incluso conservando algunas cicatrices de nuestras experiencias en esta vida, como lo hizo Jesús con sus llagas.
Nuestros cuerpos terrenales estaban adaptados para la vida en la Tierra, y luego nuestros cuerpos gloriosos estarán adaptados para la vida en el Cielo.
Y por lo tanto estaremos totalmente purificados y unidos a Jesús a través del Espíritu Santo.
De modo que antes, nuestro cuerpo estaba gobernado por las leyes naturales, y ahora estará gobernado por el espíritu.
¿Y qué pasará con los condenados?
Los cuerpos de los condenados también resucitarán y tendrán propiedades diferentes a las que tienen actualmente.
Pero no serán cuerpos glorificados, porque no tendrán la gloria de Dios en ellos, aunque serán inmortales.
¿Y cómo seremos en el Cielo?
Viviremos para siempre.
Nuestros cuerpos serán físicos reales y reconocibles como en el caso de Jesús.
Seremos los mismos, poseeremos nuestra identidad original.
Aunque no necesariamente nuestro cuerpo se verá igual que cuando estábamos vivos en la Tierra.
Nuestro cuerpo que morirá será el cuerpo adánico.
Y el que nacerá será glorificado, como el de Jesús, que será definitivo.
No experimentaremos los dolores de enfermedades ni los propios del envejecimiento.
Pero tampoco experimentaremos los dolores que nos infligen otras personas.
Desaparecerá de nosotros cualquier preocupación, en la medida que todo nos será dado.
Nuestros cuerpos estarán libres de las cosas que los restringen ahora, porque serán completamente conformados a las capacidades del alma.
Tendremos un gozo interminable, espiritual y también físico, a través de nuestros sentidos.
Y no habrá aburrimiento, porque viviremos en un estado de Gloria permanente.
Nuestros cuerpos de resurrección estarán en la flor de la vida.
Tendremos alrededor de 33 años, porque esa era la edad de Jesús en el momento de la resurrección.
Y se supone que es la mejor edad para un ser humano.
Probablemente Adán y Eva tenían esa edad cuando Dios los creó, porque no fueron creados ni como bebés ni como ancianos.
Conservaremos nuestras identidades raciales y de sexo, como sugiere Apocalipsis 7, cuando dice que vio en el Cielo una gran multitud de toda nación, tribu, pueblo e idioma.
Pero probablemente no tendremos la función sexual activada, porque en la Tierra estaba destinada a la reproducción.
Y Mateo 22 dice que el matrimonio no existirá en el Cielo.
Nuestros cuerpos tendrán cualidades extradimensionales.
Como la agilidad, con la cual podremos ir a donde queramos a la velocidad del pensamiento.
Podremos aparecer y desaparecer a gusto y volar como en el caso de Jesús cuando ascendió.
Y tendremos la sutileza capaz de atravesar materiales sólidos, que menciona Santo Tomás de Aquino.
Todo como demostró Jesús Resucitado.
Seremos luminiscentes.
En 1 Corintios 15 San Pablo dice que la gloria de los cuerpos celestes es diferente al de la Tierra.
Y Mateo 13 dice que los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre.
Y esto lo podemos asociar a lo que cuenta el éxodo 34 cuando Moisés descendió del Monte Sinaí con las tablas de la ley.
Su rostro estaba radiante y luminoso porque había hablado con el Señor.
Al punto que Aarón y los demás israelitas temieron acercarse a él.
Y Lucas 9 también relata la transfiguración de Jesús.
Jesús subió al monte con Pedro, Juan y Santiago y mientras estaba orando la apariencia de su rostro cambió y su ropa se volvió brillante.
Y junto a él aparecieron Moisés y Elías también brillantes, o sea en el cuerpo glorioso.
Y en Apocalipsis 21 se dice también que la Nueva Jerusalén será luminiscente e iluminada por la luz de Cristo resucitado.
Tendremos un conocimiento de todas las cosas recibido de forma sobrenatural, sin necesidad de aprendizaje o experiencia.
Habrá una comprensión instantánea de parte del alma, de todas las cosas que Dios quiera dar a conocer, porque el conocimiento derivará directamente de Jesús, en lo que se denomina conocimiento infuso.
¿Y qué pasará con los recuerdos de nuestro pasaje por la Tierra?
Conservaremos los que disponga Dios.
Pero lo dolorosos serán reevaluados en nuestra purificación e integrados a nuestro acervo de otra manera.
Y finalmente habrá diferencias entre las personas según el grado de santidad a que ha llegado la persona, de acuerdo a la cooperación que ha mostrado con la gracia de Dios.
O sea que habrá niveles en el Cielo, que no involucran el grado de satisfacción o gozo que se experimentará allí.
Bueeeno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre cómo seremos en la vida eterna tal como sugiere la Biblia.
Y me gustaría preguntarte si cómo serás en la vida eterna es un tema que te preocupa actualmente o más bien te preocupa cómo subsistir en este mundo o cómo poder llegar en definitiva al Cielo.
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