Que ha pasado a través de la historia en el lugar donde se manifiesta más el Arcángel Miguel.

El 8 de mayo del año 490 el Arcángel Miguel apareció en lo que hoy se conoce como la cueva del Monte Sant’ Angelo, para informar que Dios lo había constituído como protector de ese lugar.

Y en esa su casa, había consagrado el altar, constituyéndose en el único altar del mundo no consagrado por manos humanas.

Y a través de la historia ocurrirían allí muchos milagros y la Iglesia construiría el mayor santuario del mundo dedicado al Arcángel Miguel.

Y además constituyó la Fiesta del Arcángel Miguel el 8 de mayo, celebración que mucho más adelante fue podada del misal, como consecuencia de las reformas litúrgicas que realizó Juan XXII, subsumiéndose esta celebración en la de todos los arcángeles, el 29 de septiembre. 

Aquí hablaremos sobre los prodigios que el Arcángel Miguel realizó en el Monte Sant’ Angelo, las apariciones y curas famosas, y el valor de las famosas piedras de la cueva.

El Ángel que el Señor envió al profeta Daniel para informarle del tiempo preciso en que había de nacer el Mesías.

Y para instruirle en otros grandes misterios, hablando con él de lo había de suceder en el fin de los días, para probar la fidelidad de los escogidos de Dios, en Daniel 12.

Tuvo sus apariciones más gloriosas en el Monte Gargano, en el sur de Italia, que fue bautizado en su nombre como Monte Sant’ Angelo en su honor.

En el año 490 un hombre rico de noble cuna llamado Elvio llegó a la boca de la cueva, que luego el Arcángel Miguel reclamaría como suya, en busca de un toro que se había extraviado de su manada. 

En ese momento la cueva era un santuario de un grupo de paganos belicosos, y cuando Elvio encontró su toro en el umbral de la cueva, estaba preocupado de que los paganos se enojaran, porque su lugar estaba cerrado por un toro. 

Trató de llevar al toro de regreso pero no quería moverse, e intentó disparar al toro tirándole una flecha, pero la flecha volvió sobre el arquero y los hirió. 

Entonces buscó el consejo del obispo Lorenzo Maiorano quien sospechó algo extraño, y ordenó 3 días de oración y penitencia. 

Y al final del tercer día, el 8 de mayo del 490, San Miguel se apareció al obispo y declaró: «Yo soy el guardián de este lugar». 

Y le agregó,

«Deseo que este lugar se venere en toda la tierra y sea privilegiado. Es Dios que me ha constituido Protector y Defensor de este lugar».

Entonces el obispo condujo a su rebaño en procesión para orar en la boca de la cueva, pero no se atrevieron a entrar en el lugar donde los paganos habían adorado a sus ídolos. 

Luego en el año 492 el reino fue atacado por el rey pagano Odoacre, y el ejército católico sufrió una derrota casi total. 

Y entonces el Obispo Maiorano condujo a su pueblo a 3 días de oración y penitencia, redoblando las súplicas y penitencias en honor de San Miguel. 

Y San Miguel se apareció de nuevo al santo obispo y le aseguró una ayuda sobrenatural si reunía al ejército católico para luchar contra los paganos.

Le dijo que el ataque a los godos sería en la hora cuarta del día del 19 de septiembre del año 492.

Y en la hora establecida, rayos, truenos, terremotos y oscuridad impidieron la avanzada del enemigo, que se dio a la fuga.

Y para agradecer por esta milagrosa victoria, San Lorenzo Maiorano dirigió una nueva procesión a la cueva en la cima del Monte Gargano, pero tampoco llegaron a entrar por miedo a los paganos nuevamente.

Pero cuando el Papa de la época, Galasio I, se enteró de las apariciones de San Miguel, quien había revelado que era el guardián de la cueva, ordenó al obispo Maiorano que entrara en la cueva y construyera una iglesia allí.

Dio orden a siete Obispos de los alrededores, quienes con tres días de oraciones comunitarias y ayuno, suplicaron al Arcángel Miguel que se digne manifestar la voluntad de Dios con respecto a la consagración de la Sagrada Gruta.

San Miguel acogió las súplicas y en la noche del tercer día, rodeado de una luz radiante, Miguel se apareció por tercera vez a San Lorenzo y dijo,

«No es necesario que ustedes consagren esta gruta, porque yo la elegí como mi palacio real. Yo mismo la he consagrado».

A la mañana siguiente San Lorenzo narra a los Obispos y al pueblo la nueva visión y el mensaje celestial del Arcángel.

Entonces Obispos y fieles se dirigen en procesión hacia la cima.

Y cuenta el Código Vaticano que algunos de los Obispos tenían una edad muy avanzada y San Miguel quiso ir al encuentro de ellos con un gesto de exquisita cortesía, protegiéndoles de los rayos del sol.

En la gruta encontraron una huella de San Miguel sobre un bloque de piedra.

Y un altar preparado por San Miguel envuelto en una tela roja majestuosa, con una cruz de cristal brillante en él.  

Todo testimoniaba en la gruta que su consagración había sido hecha divinamente.

Entonces San Lorenzo presentó a Dios el primer Santo Sacrificio en presencia de todos los Obispos y de todo el pueblo.

Y se dijo que en esta solemnidad estuvo presente también Nuestra Señora, para agradecer a la Santísima Trinidad por los favores concedidos a esta parte de la tierra.

Y ya en el año 1655 se desató la peste en todo el Reino de Nápoles.

Foggia casi se despobló y la muerte negra fue despiadada también entre los habitantes del Monte Gargano. 

Entonces el Obispo Monseñor Alfonso Puccinelli recurrió a la poderosa intercesión de San Miguel Arcángel.

Y fue en un devoto peregrinaje penitencial con el clero y con el pueblo a la Sagrada Gruta.

Después de largas oraciones, al alba del 22 de septiembre, el Obispo vio aparecer al Arcángel en un enceguecedor esplendor, quien le dijo,

«Sepa pastor de estas ovejitas, que he obtenido de la Santísima Trinidad, que cualquiera que utilice con verdadera devoción las piedras de mi gruta, alejará de su casa, de la ciudad y de cualquier lugar la peste, narrad a todos esta gracia divina.

Vosotros bendeciréis las piedras, esculpiendo sobre ellas la señal de la cruz con mi nombre».

Y la peste finalizó.

Y como perenne gratitud a San Miguel el pueblo del Monte Sant’ Angelo erigió un obelisco sobre la antigua plaza de la ciudad, que todavía existe, como recuerdo de este hecho histórico, con la siguiente inscripción «al Príncipe de los Ángeles, vencedor de la peste, patrón y tutelar monumento de eterna gratitud, Alfonso Puccinelli».

En este lugar, el siglo XIII, San Francisco de Asís no se consideró lo suficientemente bueno como para entrar en la cueva de San Miguel y realizó una vigilia de oración fuera de la cueva durante 30 días y noches.  

También peregrinaría allí el Padre Pío, quien además enviaba a los poseídos a la cueva de San Miguel, para que cuando estuvieran dentro de las paredes de roca bendecidas por el espíritu angelical de Miguel, los espíritus malignos que ocupaban sus cuerpos huyeran y la gente fuera liberada de la posesión. 

Al punto que hoy algunos exorcistas usan con éxito las piedras de la cueva en los exorcismos, haciendo temblar a los demonios.

También Santa Brígida de Suecia peregrinó a la Cueva y en uno de sus éxtasis oyó el canto celestial de los ángeles.

Y Jesús se le apareció diciéndole, «los ingratos se darán cuenta de la pérdida que hacen al olvidarse de los ángeles, en la hora de la prueba».

Y la historia narra una prodigiosa curación, la de San Enrique II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico a principios del siglo XII, apodado «el cojo».

Su pierna estaba deformada, su cojera lo humillaba, y rezaba antes de cada batalla por la ayuda celestial, porque necesitaba toda la gracia que podía cuando estaba en combate con soldados más capacitados. 

Después de una importante victoria militar, el emperador Enrique II fue en peregrinación a la basílica de San Miguel en el Monte Gargano. 

Y una tarde se sintió llamado a pasar toda la noche en oración en la cueva, que él sabía que era la única iglesia en todo el mundo que no había sido consagrada por manos humanas, sino por San Miguel personalmente. 

En la oscuridad Enrique estaba absorto en oración cuando vio a dos ángeles que aparecieron como hombres jóvenes. 

Se ocuparon de preparar el altar y a la medianoche fue testigo de la procesión de los 9 coros de ángeles hacia el altar dirigidos por el Arcángel Miguel.

Luego Nuestro Señor y Nuestra Señora vinieron bañados en una luz brillante.

Los ángeles vistieron a Jesús con vestiduras litúrgicas y entonces Cristo se ofreció en la Santa Misa a Dios Padre. 

Enrique vio a Jesús besar los Evangelios y después de que se cantó el Evangelio, San Miguel se le acercó y le entregó los Evangelios para que los besara. 

Miguel entonces lo saludó y le dijo,

«Enrique, elegido de Dios, levántate y recibe con alegría el beso que Cristo te envía. Soy San Miguel, uno de los 7 espíritus en el trono de Dios». 

Y en esa noche, Miguel tocó el costado de Enrique con su mano angelical y pronunció que su miembro estaba completamente curado. 

Enrique entonces vio que su pierna estaba completamente restaurada y ya no cojeaba. 

Y luego Miguel advirtió severamente a Enrique que no debía volver a entrar en la basílica por la noche nunca más, aviso que fue pasado de generación en generación. 

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las apariciones del Arcángel Miguel que constituyeron la única iglesia no consagrada por manos humanas y todos los prodigios a su alrededor. 

Y me gustaría preguntarte de qué otras apariciones del arcángel Miguel has oído hablar. 

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