La revelación de los últimos remedios para el mundo que hizo la Virgen María.

Estamos ya comenzando a transitar los tiempos finales.

Un tiempo escatológico e histórico, en que Dios purificará el mundo del pecado, para lograr además que los seres humanos vuelvan a Él.

Se trata entonces de sanar al mundo herido por el pecado.

Y Nuestra Señora ha dicho, en las apariciones de Fátima, que Dios ya nos ha dado los últimos remedios para salvarnos del desastre, lo que significa que ya no habrá otros remedios.

Y que tenemos que hacer uso de ellos para salvarnos a nosotros mismos y a las otras personas a quienes se nos ha encomendado.

Aquí hablaremos sobre cuáles son esos últimos remedios que Dios da a la humanidad, y cómo ha explicado la Santísima Virgen que los debemos usar.   

A menudo tenemos la sensación de que estamos peleando una batalla perdida, a medida que un país tras otro se aleja de la fe católica y la ley natural, y adopta el desprecio por la vida, y por la destrucción de la estructura de familia diseñada y querida por Dios. 

Esto es consecuencia del gran pecado de la raza humana, que en los últimos siglos ha sido que el hombre se ha exaltado a sí mismo en el lugar de Dios. 

Y eso es una equivocación fatal, porque todos nuestros intentos de construir una utopía terrenal, un mundo sin Dios, han fracasado y fracasarán.

Y porque al final, seremos salvados de nosotros mismos, no por algún impresionante logro humano, sino porque «al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará» como dice la Santísima Virgen.

Sin embargo es común descansarnos con que al final vendrá ese triunfo del Inmaculado Corazón de María, o con que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, o con que Nuestra Señora ya ha aplastado la cabeza de satanás.

Pero el Dios que nos creó sin nuestra colaboración, no nos salvará sin nuestra colaboración.

Y por eso, en las apariciones de Fátima, Dios nos ha comunicado que la salvación del mundo ha sido confiada al Inmaculado Corazón de María, pero que nosotros debemos colaborar con la Madre de Dios para la salvación propia y del mundo.

 ¿Y cómo debemos hacerlo? ¿Cómo debemos aplicarnos esos remedios?

En la famosa y reveladora entrevista de Sor Lucía con el Padre Fuentes se lo aclaró.

Le dijo, «ahora, es necesario que cada uno de nosotros comience a reformarse espiritualmente. 

Cada persona no sólo debe salvar su propia alma, sino también ayudar a salvar todas las almas que Dios ha puesto en su camino».

En buen romance, no podemos esperar todo de Dios, debemos también aportar lo nuestro. 

Y esto es un llamado urgente a la acción, porque la situación del mundo se ha hecho insoportablemente pecaminosa.

Y por eso le fue revelado a Sor Lucía que,

«Dios está dando los dos últimos remedios al mundo: el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. 

Y siendo los últimos remedios, significa que no habrá otros».

De modo que el rezo del Rosario y la Consagración a María son nuestra única tabla de salvación que Dios nos ha dado específicamente.

Y nos ha dicho que debemos aplicarnos activamente a ellos.

Respecto al Rosario, Nuestra Señora le hizo otra revelación importante, dijo Sor Lucía, «en estos últimos tiempos, la Santísima Virgen ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario». 

Le estableció que «que no hay problema que no se pueda resolver con el rezo del Rosario, por más difícil que sea, ya sea temporal o sobre todo espiritual, en la vida de cada uno de nosotros o en la vida de nuestras familias, en el mundo o en las comunidades religiosas, o incluso en la vida de los pueblos y naciones».

Y recomendó que cada persona rezara el Rosario todos los días, porque en estos tiempos de desorientación diabólica, es el antídoto para no dejarnos engañar por falsas doctrinas, que disminuyen la elevación de nuestra alma.

Recordemos también que la enseñanza papal, otra fuente de la doctrina católica, nos habla de lo mismo. 

León XIII vio en el Rosario el mejor remedio para los males presentes en la sociedad, y dijo que,

«El disgusto por una vida sencilla y laboriosa puede remediarse meditando en los misterios gozosos».

«La repugnancia al sufrimiento de cualquier tipo se cura meditando en los misterios dolorosos, que nos enseñan la paciencia».

«Y el olvido de las recompensas futuras puede remediarse meditando en los misterios gloriosos».

El Rosario por lo tanto, es el remedio más efectivo para escapar del adoctrinamiento por quienes quieren expulsar a Dios de nuestro mundo.

Porque el rezo del Rosario lo que busca es que nos mantengamos en presencia de Nuestra Señora en forma constante, ya que lo debemos rezar a diario.

Y fortalece nuestra doctrina al meditar los diferentes misterios de nuestra salvación.

Y tal es la importancia que Nuestra Señora dio al Rosario, que el 13 de octubre de 1917, cuando había prometido decir a los pastorcitos su nombre, les dijo que se llamaba Nuestra Señora del Rosario.    

Y el segundo remedio que dio Dios es la devoción al Inmaculado Corazón de María.

Nuestra Señora comunicó a Sor Lucía, que la esencia de la devoción al Inmaculado Corazón de María, consiste en dejarnos guiar por Ella hacia aquel que es el asiento de la misericordia, del bien y la puerta segura por la que hemos de entrar al Cielo, o sea Su hijo.

Y entonces fue que La santísima Virgen hizo en Fátima dos tipos de peticiones: las dirigidas a todos los fieles y las destinadas al Papa. 

La referida al Papa es la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, de una forma que Ella especificó.

Mientras que las referidas a los fieles son varias.

Por un lado tenemos el llamado al cumplimiento del deber diario.

Y ofrecer los sacrificios debidos al cumplimiento del deber, por los pobres pecadores.

El cumplimiento del deber diario depende del estado de vida de cada uno, quien santifica el esfuerzo del cumplimiento de su deber, entregándolo a Dios en reparación por sus pecados propios y por la conversión de los pecadores.

Esta es la primera condición para hacer retroceder la marea del mal que amenaza al mundo de hoy.

Y de esta forma traeremos de vuelta a Dios, al hombre moderno, que no cumple con sus deberes para con Dios, para consigo mismo y con el prójimo, porque sólo piensa en reclamar sus propios derechos.

Por eso Nuestra Señora recomendó el 13 de julio de 1917, que recitemos esta oración al levantarnos,

«Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María».

Y por otro lado tenemos el pedido de Fátima de la consagración, propiamente dicha, al Inmaculado Corazón de María.

Para lo cual se puede usar la forma larga de Grignion de Monfort o Medjugorje, o la forma corta compuesta por Sor Lucía que dice,

«Oh, Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Me consagro enteramente a tu Inmaculado Corazón con todo lo que soy y todo lo que poseo.

Tómame bajo tu maternal protección, defiéndeme de los peligros, ayúdame a vencer las tentaciones, vela por la pureza de mi cuerpo y de mi alma.

Que tu Inmaculado Corazón sea mi refugio y el camino que me lleve a Dios.

Dame la gracia de orar y sacrificarme por amor a Jesús, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra tu Inmaculado Corazón.

Encomendándome a ti, y en unión con el Corazón de tu divino Hijo, quiero vivir para la Santísima Trinidad en quien creo, a quien adoro, en quien espero y a quien amo. ¡Amén!».

Y esto es inseparable de la Comunión Reparadora de los 5 primeros sábados.

Porque la Virgen María, que es la Reina de la Misericordia, no pudiendo soportar que las almas fueran condenadas por los pecados cometidos contra Ella, ha obtenido de su Hijo esta práctica, para obtener la salvación de muchas de las almas que han tenido la desgracia de ofenderla.

Esta práctica consiste en realizar los siguientes actos en los cinco Primeros Sábados consecutivos, con la intención de reparar las ofensas contra su Inmaculado Corazón: ir a la confesión, recibir la Sagrada Comunión, rezar al menos cinco decenas del Rosario y meditar sobre los misterios del Rosario durante al menos quince minutos.

Y Nuestro Señor luego precisará que la confesión dentro de los ocho días es válida, y que será igualmente aceptable la práctica de esta devoción el domingo siguiente al primer sábado.

Y que las cinco clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María son: las blasfemias contra la Inmaculada Concepción, contra Su Virginidad, contra su Maternidad Divina, las blasfemias de los que pretenden poner en el corazón de los niños públicamente la indiferencia y el desprecio, e incluso el odio hacia la Madre Inmaculada y las ofensas de quienes la ultrajan directamente en sus santas imágenes.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre los últimos remedios que Dios ha dado al mundo, especificando, que ya no va a haber, más y cómo debemos utilizarlos.  

Y me gustaría preguntarte si has practicado alguno de estos remedios que Dios ha dado y Nuestra Señora informó en Fátima, y cuáles.

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