¿Cómo se comunica con nosotros?

A Dios no le da lo mismo cuando pecamos que cuando escuchamos su palabra y hacemos lo que Él pide.

Y nos lo hace saber.

Nos muestra su disgusto tanto como su complacencia.

Él no es un Dios ausente, sino uno que nos guía para que tengamos una vida feliz y sin tropiezos, cumpliendo la misión que nos dio.

Pero muchas veces nos perdemos, y es cada vez mayor en nuestra época porque las tentaciones son más intensas y generalizadas.

Aquí hablaremos sobre cómo actúa Dios hoy cuando pecamos, para que veamos claramente su mecanismo didáctico y las consecuencias que tiene para nosotros.

Comencemos por comprender el pecado, es decir, hacer algo que Dios no quiere que hagamos.

Tomemos el ejemplo del pecado original de Adán y Eva.

Dios había puesto a Adán en el jardín, incluso antes de que Eva fuera creada.

Y le dio la norma de que podía comer de cualquier árbol salvo del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque cuando lo comiera moriría.

Dios traza una raya, le dice Adán que no puede cruzarla y le pide que confíe en Él.

Pero entonces aparece la tentación a través de la serpiente, el maligno, quien comienza a trabajar la cabeza de Eva haciéndole pensar que Dios parece poco razonable con lo que pide.

Esa es la tentación de hoy, la acusación de que Dios exige demasiadas cosas y prohíbe demasiado, quita libertades.

Y luego la serpiente le dice a Eva que Dios no le ha dicho la verdad.

Que en realidad les está restringiendo la posibilidad de ser como dioses, que merecen serlo.

Esto es un argumento que también hoy es esgrimido, desmereciendo y descalificando a quienes avisan sobre el pecado, atribuyéndoles algo oscuro detrás.

O descalificándolos por ejemplo con la historia de los sacerdotes abusadores para desoír a la Iglesia.

El relato de la tentación de Eva continúa con que la mujer vio el árbol que era bueno para comer y era agradable a los ojos.

Lo que se agrega a que ya era codiciable para alcanzar la sabiduría.

En esta etapa el pecado despierta deseos sensuales, como por ejemplo en este caso que la fruta se ve sabrosa.

Y entonces la tentación pasa de ser un mero pensamiento, a convertirse en una fuerza, apalancada por el deseo sensual, y entonces se vuelve más poderosa.

Y finalmente Eva pasa a la acción, toma el fruto y se lo come; rompe la barrera de la obediencia, cruza la raya.

Vemos entonces que el trabajo de la serpiente fue al principio apelar a su orgullo; instalar el deseo de querer más de lo que, tiene porque la persona piensa que se lo merece.

Muchas publicidades apelan a esto directamente “porque yo me lo merezco”.

En segundo lugar sembró la desconfianza a Dios atribuyéndole motivos oscuros.

Y luego pasa a la presentación sensual del objeto pecaminoso, despertando el deseo carnal, que finalmente se consuma en la acción.

Esto hizo a los primeros padres separarse de Dios por no confiar en Él.

Y como Dios es la fuente de vida, esto implica la muerte espiritual.

Y aquí viene la carrera pecaminosa y la resistencia a ver la verdad.

Hay una total incompatibilidad entre el pecado no arrepentido y la santidad de Dios.

El pecador lo sabe internamente, aunque no sea consciente.

El pecador no arrepentido no puede soportar la presencia de Dios, Su santidad.

Y entonces a causa de la maldad y el deseo de persistir en el pecado, suprimen la verdad.

San Pablo escribió en 2 Timoteo 4: 3 que vendrá el tiempo cuando la gente no tolere la sana doctrina.

Y que se reunirán con otros maestros que les dirán lo que quieren escuchar para satisfacer sus deseos desordenados.

E Isaías 30:10 habla de la demanda de sus contemporáneos de que no dé más visiones de lo que es correcto, sino que cuente cosas agradables y profetice ilusiones.

Es lo que vemos hoy. No nos hables de cosas desagradables, que nos causan miedo, no metan miedo, díganme cosas que me hagan feliz.

Porque el hombre moderno no soporta el dolor.

Lo vemos también entre los cristianos.

Un viejo párroco una vez me contó cómo según él había comenzado la Iglesia en su país, a dejar de hablar de algunos temas como el divorcio, la interrupción del embarazo, la ideología de género, etc.

Personas de la comunidad se acercaban a los obispos y a los párrocos y les decían «Ay padre, no hable de tal tema, – por ejemplo que los divorciados vueltos a casar están en pecado – , porque yo estoy en esa situación y me produce un gran dolor».

Y el sacerdote y el obispo lo aceptaron para no escandalizar a los fieles.     

Y luego resulta que ese obispo planteó en la Conferencia Episcopal la ponencia de que no se predicara de tal tema, por ejemplo, los divorciados vueltos a casar.

Y otro obispo le contestó que estaba de acuerdo, pero que el agregaría por ejemplo que no se predicara sobre la interrupción del embarazo, lo cual fue aceptado.

Y así cada obispo agregó lo que según él escandalizaba a los fieles y se decidió sugerir a los sacerdotes que no predicaran sobre todos esos temas.

De modo que la presión de los cristianos de banco de la Iglesia, al no poder manejar el peso de su pecado, llevó a que los sacerdotes no hablaran de esos pecados.

Y con eso el pueblo de Dios quedó en la oscuridad sobre la doctrina católica.

Porque no se había cambiado, sino que simplemente se había ocultado para no hacer sufrir a algunos fieles que no soportaban el dolor.

¿Y entonces qué podemos resumir de todo esto?

Que el deseo de aferrarse al pecado, de justificarse a sí mismos, y de no tener dolor en la conciencia lleva a las personas a suprimir la verdad.

Y a pedir a los demás que lo hagan delante de ellos.

Pero la creación revela constantemente a Dios: su existencia, sus atributos, su justicia, su poder, su misericordia.

El hombre descubre, en lo más profundo de su conciencia, una ley que no está escrita, pero que debe obedecer.

Que lo llama a amar y hacer lo que es bueno.

Por eso, quienes suprimen la verdad no tienen excusa, a los ojos de Dios, porque están suprimiendo lo que saben que es verdad.

Pueden mantener la voz de Dios a raya con capas de racionalización.

O elegir falsos maestros para confirmarlos en sus pecados.

A esto se debe el silencioso crecimiento del modernismo dentro de la Iglesia, porque relativiza constantemente los pecados.

Y la reacción de Dios ante esto está en la Biblia.

San Pablo en Romanos 1: 24 dice,

«Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos … cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador»

Y más adelante dirá que recibieron «el pago merecido por su extravío»

En este pasaje Dios está diciendo que si quieres el pecado y la rebelión, puedes tenerlo. Es todo tuyo.

Experimentarás las consecuencias completas de tu rebelión pecaminosa, de tus propias elecciones pecaminosas.

Dios en su disgusto por el pecado consuetudinario, nos entrega a nuestros deseos pecaminosos.

Mientras sigue insistiendo sobre cuál es la verdad, noche y día.

O sea algo así como yo les insisto que no hagan eso, que es malo para ustedes, que me disgusta

Pero tienes libre albedrío, hazlo si quieres, pero yo no miraré para el costado, a su debido tiempo te juzgaré.

El pecador sabe en su fuero íntimo que esto es así.

Y es entonces como colectiva e individualmente se desarrolla una ardiente indignación hacia Dios y todo lo que representa o nos recuerda.

Él tiene la voluntad de arreglar las cosas. Su justicia y el amor son una sola realidad.

Pero preferimos no escuchar.

Esto lo vemos en la historia de personas y familias.

Que se adentran profundamente en el pecado.

Y cuando Dios les recuerda que está disgustado con ellos entonces responden negando a Dios y persiguiendo a quienes les muestran lo que Dios piensa de su pecado.

Para nosotros, en el decadente Occidente, significa que nos volvemos demasiado débiles para resistir a enemigos como por ejemplo el hedonismo, la lujuria y la codicia.

Tenemos poco control de nosotros mismos. 

Estos enemigos devoran nuestra fuerza, nublan nuestras mentes, y erosionan nuestro ánimo.

Pero Dios está constantemente revelándose a cada uno, pecadores y no pecadores.

Y cuando nos habla no tapamos los oídos rechazando su favor, su misericordia, y su llamado a la verdad.

El pecado crece, especialmente los jóvenes, posiblemente tu lo veas en tu familia.

Si no queremos la gracia, no vamos a tenerla; si no buscamos Su misericordia y gracia, vamos a estar cada vez más sin ellas.

No podemos soportar la santidad y la justicia de Dios que nos diga que estamos haciendo mal las cosas.

Hay algunos que dicen que el mal triunfa, pero no es así.

Tiene su tiempo, un tiempo otorgado por Dios para que el pecador recapacite.

Pero llega un momento en que las personas empiezan a sentir las consecuencias de sus malas decisiones, de sus pecados, y viene la caída.

Esto pasa a personas tanto como familias.

Bueno hasta aquí cómo actúa Dios respecto al pecado ahora en la Tierra. 

Y me gustaría preguntarte si tu has sentido que Dios te ha mostrado su disgusto cuando pecaste y su complacencia cuando hiciste algo que le gustó.

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