En 1677, el día posterior a la celebración de la fiesta de la Virgen de la Paz de Alcobendas, se produjo el milagro de la multiplicación del vino en la casa de Juan Perdiguero.
Este milagro ratificó la fecha del 24 de enero como de celebración de la Virgen de la Paz de Alcobendas.
Lo que sigue es el documento notarial que contiene la descripción del milagro que fue presenciado por decenas de la zona.
Alcobendas es una ciudad y municipio español, perteneciente a la Comunidad Autónoma de Madrid, situado a 13 km al norte de la capital.
En el Archivo Parroquial de la Parroquia de San Pedro Apóstol de Alcobendas existe un documento de incalculable valor histórico.
Es un libro que contiene, en cuarenta y dos páginas de preciosa caligrafía, los documentos, autos, declaraciones y testificaciones, que verifican notarialmente los hechos acaecidos.
Contiene el documento multitud de firmas que dan fe, así como el sello del Cardenal Arzobispo de Toledo, que a la sazón era D. Pascual Aragón.
DECLARACIÓN JURADA DE JUAN PERDIGUERO, EN CUYA CASA SE OPERÓ EL MILAGRO, EL 25 DE ENERO DE 1677
««« En la villa de Alcobendas, a veinte y seis días del mes de Enero de mil seiscientos y setenta y siete años, el Sr. Ldo. Don Domingo de Mier, Cura propio de la Parroquial de esta Villa, cumpliendo con lo que se manda por la comisión del Sr. Vicario, y para averiguación de lo contenido en la carta cabeza d estos autos, ante mí a Juan Perdiguero, vecino de esta villa, prioste de la fiesta de Nuestra Señora de la Paz, para tomarle su declaración.
Deseando el que declara cumplir con mucho afecto a servicio de Dios, hora y gloria de su Madre Santísima, y habiendo llegado su festividad para los gastos de esta fiesta dispuso una tinaja, su cabida de hasta diez a doce arrobas poco más o menos, en un casilla que tiene arrendada a los herederos de Juan de Ballenas, accesoria a la casa de este declarante, que la habitación con la mujer.
Y la llenó de vino que condució de lo que tenía de su cosecha en la bodega de María de Peñalosa, su madre, porque en la que vive no tiene vasijas ni vino.
Y, habiendo llenado dicha tinaja el día jueves veinte y uno del corriente, con el pretexto y fin de que se gastase de ella lo necesario, comenzó desde el dicho día a ir sacando vino de dicha tinaja, así para el gasto de su casa como para las demás casas que se ofrecieron.
Y desde dicho día continuamente hizo gasto de danzas, ministriles, clarines, tambores y convidados que hubo en vísperas y día de Ntra. Sra., que serían en todas las ocasiones gran número de gente, con los que vinieron con el fuego y gente que vino de Madrid sus conocidos y amigos.
Se gastó espléndidamente hasta el día veinte y cuatro de la festividad por la noche, que concurrirían en su casa en los dichos tres días más de trescientas personas, hasta que, como dicho es, en lo último de aquella noche, Juan López, un criado del declarante, preguntándole si habia vino en la tinaja, respondió:
– Unas veces la hallo con vino y otras casi sin ello.
Y a esto, y pasando lo referido, el declarante dijo a Antonia de Castro, su criada, sacase vino, y la susodicha dijo:
-Ya no lo puedo sacar, porque hay muy poco y no alcanzo.
Y el declarante, viendo según lo que la criada le dijo:
-Pues den a los tambores vino blanco.
Que eran las personas que lo pedían, respecto a no haber vino tinto en la tinaja, que era lo que estaba llena por haber dispuesto en ella yema y torcido tinto, de lo mismo que tenía de su cosecha, de forma que para lo que se ofreció del resto de la fiesta lo ofreció blanco, por decir la criada que no lo alcanzaba, y habiéndose recogido aquella noche
Por la mañana lunes, día veinte y cinco, a cosa de las seis, se levantó el que declara, y, sin acabarse de vestir, salió al corral de la dicha su casa, y, dando muchas gracias a Dios, dijo:
-Virgen Santísima, yo os he hecho la fiesta con mucho gusto y no me ha faltado cosa alguna, porque me ha sobrado de mis prevenciones, con la mucha gente que ha habido, juzgando me faltara.
Y, pasando delante, se fue hacia la puerta donde estaba la tinaja, y llegó a ella. Y para ver si había quedado algún vino, la miró y vio estar llena su tinaja, que le faltaría como cuatro dedos. Y, reparando en ella, vio clara y evidentemente cómo manaba el vino a forma de una fuente, con borbotoncillos que hacía, y este declarante se quedó confuso y admirado, viendo la tinaja llena.
Dio voces llamando a Manuela Calderón, su mujer, diciéndola viniese a ver la tinaja, que había hecho Nuestra Señora de la Paz un milagro, pues quedando la noche antecedente con tan poco vino como la criada dijo, la hallaba llena, y que era un milagro patente.
Este declarante salió a la calle llamando a todos los que pasaban para que viesen el prodigio semejante. Y al primero que halló fue a Matías de Palencia, que le entró donde estaba la tinaja y la vio llena. Y con el alborozo que tenía el declarante, satisfecho de que no se había traído vino ninguno por su mano ni otra ajena, y haberse recogido luego y cerrado su casa aquella noche, creyó verdaderamente ser milagro y fue a la plaza y a otras partes, publicando ser milagro patente. Y, aunque lo decía a muchas personas, no le daban crédito, hasta que con efecto fueron a la dicha su casa muchas personas y vieron cómo manaba a forma de fuente, subiendo hacia arriba el vino.
Y desde la hora de las seis de la mañana, que se publicó, hasta las once y media del día, estuvo el que declara dando vino con tazas, jarros, medias arrobas, cuartillas, botijos, ollas, frascos y ayudándose a sacar el vino José de Jarras, vecino de esta villa, sin cesar continuamente estuvieron todo este tiempo sacando dicho vino hasta llegar a sudar por el mucho trabajo que tenía de la continuación, concurriendo más de seiscientas personas, el Sr. Juez, sacerdotes, Justicia y Regimiento, escribanos del Ayuntamiento, innumerable gente, la Sra. Condesa de Puñoenrostro y toda su casa y familia, y mucha gente de Madrid, que sacaron botas para diferentes partes, así a Colmenar, San Sebastián, como a Madrid, Barajas y otras partes, todos cargados del dicho vino, que le parece a este declarante sacarían en el tiempo, desde las seis de la mañana hasta las once y media del día, más de cien arrobas de vino.
Y declara que, a su parecer, según lo que experimentó, estaría la dicha tinaja sin desmenguarse cosa alguna, como cosa de tres horas, sin reconocerse el mucho vino que se sacara, y apurándolo quedarían como cosa de arroba y media, que entonces el Sr. Juez de esta averiguación y la Justicia de esta villa estuvieron presentes mucha parte de este tiempo, dieron orden se despachase la gente y cerraran en la parte donde estaba la dicha tinaja, hasta dar cuenta al dicho Vicario »»»