El papa Francisco expone su doctrina del encuentro ante el clero y los políticos

Al encuentro de los que se fueron de la Iglesia y de los desposeídos.

 

Francisco habló ante Cardenales y Obispos sobre la situación de la Iglesia católica en el Brasil, y ante la clase dirigente de Brasil respecto a la política. En ambos lugares habló sobre “ir al encuentro”. En el caso del clero, se refirió a que la Iglesia debe ir al encuentro de los que abandonaron el catolicismo, con una Iglesia que sea capaz de dialogar y acompañarles.

 

papa francisco recibe las llaves de rio de janeiro

 

Y llamó a los políticos a ejercitar la lógica de la “cultura del encuentro”, donde todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio.

ALOCUCIÓN ANTE CARDENALES Y OBISPOS

El almuerzo del Papa con los cardenales y obispos brasileños en el refectorio del Centro de Estudios de Sumaré, en Río de Janeiro Francisco que analizó la situación de la Iglesia en Brasil, abarcando de hecho a buena parte del catolicismo occidental.

Francisco elogió la trayectoria de la Iglesia brasileña en las últimas décadas, e hizo una clara alusión a la teología de la liberación, considerada una «enfermedad infantil»:

«La Iglesia en Brasil ha recibido y aplicado con originalidad el Concilio Vaticano II y el camino recorrido, aunque ha debido superar algunas enfermedades infantiles, ha llevado gradualmente a una Iglesia más madura, generosa y misionera».

Pero ahora estamos en «un nuevo momento» en el que puede surgir la sensación de fracaso «viendo a quienes se han marchado o ya no nos consideran creíbles, relevantes».

Y hablando de lo que abandonaron la Iglesia dijo:

«…aquellos que, tras haberse dejado seducir por otras propuestas, creen que la Iglesia ya no puede ofrecer algo significativo e importante. Y, entonces, van solos por el camino con su propia desilusión. Tal vez la Iglesia se ha mostrado demasiado débil, demasiado lejana de sus necesidades, demasiado pobre para responder a sus inquietudes, demasiado fría para con ellos, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido; tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta».

Frente a esa realidad,

«hace falta una Iglesia que no tenga miedo a entrar en su noche. Necesitamos una Iglesia capaz de encontrarse en su camino. Necesitamos una Iglesia capaz de entrar en su conversación. Necesitamos una Iglesia que sepa dialogar con aquellos discípulos que, huyendo de Jerusalén, vagan sin una meta, solos, con su propio desencanto, con la decepción de un cristianismo considerado ya estéril, infecundo, impotente para generar sentido».

«Hoy hace falta una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas; una Iglesia que se dé cuenta de que las razones por las que hay quien se aleja, contienen ya en sí mismas también los motivos para un posible retorno, pero es necesario saber leer el todo con valentía».

E indicó el camino:

«En Jerusalén residen nuestras fuentes: Escritura, catequesis, sacramentos, comunidad, la amistad del Señor, María y los Apóstoles… ¿Somos capaces todavía de presentar estas fuentes, de modo que se despierte la fascinación por su belleza?».

Finalmente Francisco indicó un trabajo sin prisa pero sin pausas:

«Se nota una necesidad desesperada de calma, diría de lentitud. La Iglesia, ¿sabe todavía ser lenta: en el tiempo, para escuchar, en la paciencia, para reparar y reconstruir? ¿O acaso también la Iglesia se ve arrastrada por el frenesí de la eficiencia? Recuperemos, queridos hermanos, la calma de saber ajustar el paso a las posibilidades de los peregrinos, al ritmo de su caminar, la capacidad de estar siempre cerca para que puedan abrir un resquicio en el desencanto que hay en su corazón, y así poder entrar en él».

ALOCUCIÓN DEL PAPA ANTE LA CLASE DIRIGENTE BRESILEÑA

En el Teatro Municipal de Río de Janeiro, el Papa reconoció la importancia de quienes asumen responsabilidades en el campo público e hizo votos para que actúen

“en el pleno respeto de los principios éticos basados en la dignidad trascendente de la persona”.

“El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad, el futuro nos exige una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor participación de las personas mejor la participación de las personas, evite el elitismo e erradique a pobreza”, dijo el Papa.

Quien dirige a otros debe:

saber “elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés por el bien común; ésta es la forma de ir al centro de los males de una sociedad y superarlos con la audacia de acciones valientes y libres”.

Para el Francisco es imposible imaginar un futuro para la sociedad

“sin una incisiva contribución de energías morales en una democracia que no sea inmune de quedarse cerrada en la pura lógica de la representación de los intereses establecidos”.

Por ello, consideró fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia en el marco de una correcta laicidad del Estado.

E indicó que hacer crecer la humanización integral y la cultura del encuentro y de la relación es la manera cristiana de promover el bien común, que dijo que es la única vía para una real convivencia humana:

“El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios”.

“Hoy o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos pierden; seguir la vía correcta hace el camino fecundo y seguro”, enfatizó.

Según el Papa la construcción de una sociedad justa no es una utopía:

“sino que son el resultado de un esfuerzo concertado de todos por el bien común”, donde la atención a los más débiles exige una dedicación especial.

“Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad… porque los gritos que piden justicia continúan todavía hoy”, clamó con energía.

Fuentes: Oficina del Vaticano, Signos de estos Tiempos

 

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