Dar el perdón de Dios con misericordia.

 

Ya el papa había dicho que el confesionario no se tenía que convertir en un elemento de tortura, y ahora pide a los confesores que sean acogedores y que el sacerdote que no tenga el corazón en paz, que no confiese.

 

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Francisco continuó con la serie de catequesis sobre el perdón de los pecados, refiriéndose a la llamada “potestad de las llaves”, símbolo bíblico de la misión que recibieron los apóstoles de Jesús.

Antes que nada, afirmó el Papa, hay que recordar que

“El protagonista del perdón de los pecados es el Espíritu Santo. ¡Es él el protagonista! En su primera aparición a los Apóstoles en el Cenáculo, -hemos escuchado- Jesús resucitado hizo el gesto de soplar sobre ellos, diciendo: «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. (Jn 20:22 -23)”.

Francisco reflexionó sobre un segundo aspecto:

“Jesús da a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. ¿Pero cómo es esto? Porque es un poco difícil entender como un hombre puede perdonar los pecados. Jesús da el poder. La Iglesia es depositaria del poder de las llaves: para abrir, cerrar, para perdonar. Dios perdona a cada hombre en su misericordia soberana, pero Él mismo quiso que los que pertenezcan a Cristo y a su Iglesia, reciban el perdón a través de los ministros de la Comunidad”.

El Pontífice también explicó y subrayó que

“La Iglesia no es la dueña del poder de las llaves: no es dueña, sino que es sierva del ministerio de misericordia y se alegra siempre que puede ofrecer este regalo divino”.

Y, dejando de lado el texto preparado para la audiencia, añadió:

“¡Y eso tenemos que valorizarlo! Es un don, pero es también una curación, es una protección y también la seguridad de que Dios nos ha perdonado. Voy del hermano sacerdote y digo: «Padre, he hecho esto…» «Pero yo te perdono: es Dios quien perdona y yo estoy seguro, en ese momento, que Dios me ha perdonado. ¡Y esto es hermoso! Esto es tener la seguridad de lo que siempre decimos: «¡Dios siempre nos perdona! ¡No se cansa de perdonar!». Nunca debemos cansarnos de ir a pedir perdón. «Pero, padre, me da vergüenza ir a decirle mis pecados…». «¡Pero, mira, nuestras madres, nuestras mujeres, decían que es mejor sonrojarse una vez, que mil veces tener el color amarillo, eh!» Tú te sonrojas una vez, te perdona los pecados y adelante…”.

“El sacerdote como instrumento para el perdón de los pecados” fue el último de los temas sobre los que reflexionó hoy en la audiencia el Papa:

“el perdón de Dios que se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote”, que, a su vez, también es “un hombre que, como nosotros, necesita la misericordia”.

Por ello,

“también los sacerdotes deben confesarse, incluso los obispos: todos somos pecadores. ¡Incluso el Papa se confiesa cada quince días, porque el Papa es también un pecador! Y el confesor siente lo que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón”.

Pero por otra parte ha pedido a los sacerdotes que sean muy acogedores, pacientes y misericordiosos con los fieles que van a confesarse, hasta el punto de recomendar que el sacerdote que no tenga estas capacidades y que no tenga el corazón en paz para acoger bien, es mejor que no ejerza este ministerio.

“Los fieles penitentes tienen el derecho de encontrar en los sacerdotes servidores del perdón de Dios”, insistió.

Fuentes: Vaticano, Signos de estos Tiempos

 

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