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Ya no será pecado navergar en internet para los ultra tradicionalistas protestantes de Holanda. Internet deja de ser un tabú entre las comunidades cristianas fundamentalistas de Holanda. En el Sínodo, convocado en Barneveld, la mayor parte de los delegados se expresaron a favor de la Web, porque la red «ha echado raíces tan profundas que las iglesias y las comunidades no pueden prohibir su uso».

Las Comunidades reformadas de Holanda constituyen una comunidad eclesiástica protestante ultra-ortodoxa con más de 24 mil seguidores. Muchos de los que pertenecen a esta Iglesia viven en pequeñas ciudades y en pueblos al interior de lo que se conoce como «el cinturón holandés de la Biblia», que se extiende desde la provincia de Zeeland (sureste) a la de Overijssel (noreste). En Holanda las conocen como «Iglesias de calzas negras» por la forma extremadamente conservadora con la que se visten. Gran parte de la comunidad no ve la televisión ni escucha la radio.

Un portavoz del Sínodo de Barneveld define Internet de esta manera: «un fenómeno que es necesario alejar lo más posible de nosotros», pero otros exponentes del Sínodo argumentan que la red puede ser usada positivamente.

La “excomunión” y ahora la revalorización de Internet no son una cuestión propia de los ultra-ortodoxos protestantes holandeses. Según la máxima autoridad católica en Gran Bretaña, mons. Vincent Nichols, arzobispo de Westminster y primario de Inglaterra y Gales, la red produce «homogeneización de los deseos y basura amoral, relaciones virtuales y mercantilización de los sentimientos» e incluso «instigaciones al suicidio».

Entre los jóvenes, denuncia Nichols, guía espiritual de cuatro millones de católicos, «un factor que a menudo es fundamental para cometer un suicidio es el trauma causado por una relación transitoria». La quinceañera Megan Gillan, recuerda el religioso, se quitó la vida tras haber sido objeto de burlas pesadas en un ‘social chat’ (“Bebo”). Y también está el caso de Paul Zolezzi, el actor y modelo estadonuidense que anunció su suicidio en Internet; su cuerpo fue encontrado colgando en un parque de diversiones en Nueva York. Zolezzi había publicado su propio epitafio: «Nació en San Francisco, se convirtió en una estrella fugaz, terminó sus días en Brooklyn y no habría deseado nada más». En Inglaterra, Andrew Smith y Paul Smith se arrojaron de un puente tras haber establecido un pacto de sangre en Facebook. En la jerga internauta se llama «suicidio» cuando se cancela una cuenta de Facebook. Y las estadísticas parecen dar la razón al primado Nichols: Japón, el país perennemente en línea, tiene el primer lugar en suicidios.

En realidad, más allá de las “excomuniones” de pocos individuos de la jerarquía eclesiástica, la posición oficial de la Iglesia católica ve con buenos ojos la difusión planetaria de la red. «El interés que la Iglesia tiene por Internet es un aspecto particular de la atención que tiene por los medios de comunicación social en general. Los consideramos el resultado del proceso histórico científico por medio del que la humanidad avanza cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores que encierra la creación», aclaraba desde 2002 un documento del dicasterio vaticano para las Comunicaciones Sociales. Y añadía: «Internet es importante para muchas actividades y para muchos programas eclesiales como la evangelización, la re-evangelización, la nueva evangelización y la tradicional obra de las misiones, la catequesis y otros tipos de educación espiritual y pastoral».

Además, especifica el Pontificio consejo para las Comunicaciones sociales, «si bien la realidad virtual del cyber-espacio no puede sustituir a una comunidad interpersonal auténtica o la realidad de los Sacramentos y de la Liturgia o el anuncio directo e inmediato del Evangelio, puede completarlos, empujar a las personas a que vivan más plenamente la fe y a que enriquezcan la vida religiosa quienes lo usan».

Es, para la Iglesia, un instrumento para ponerse en contacto con grupos particulares, como los jóvenes y jóvenes adultos, ancianos y personas que no salen de casa, porque viven en áreas remotas, miembros de otros organismos religiosos, que de otra manera no podrían ser alcanzados. Y, de hecho, «un número en aumento de Parroquias, Diócesis, Congregaciones religiosas e Instituciones relacionadas con la Iglesia, programas y organizaciones de todos tipos usan Internet por estas y por otras razones». En algunos lugares, a nivel tanto nacional como continental, están en curso proyectos creativos promovidos por la Iglesia.

La Santa Sede está activa en este sector desde hace bastantes años y sigue expandiéndose y desarrolando su presencia en Internet, «animando a los grupos relacionados con la Iglesia que no han dado el paso para entrar al cyber-espacio y a que consideren la posibilidad de hacerlo lo antes posible. Recomendamos ampliamente el intercambio de ideas y de información mediante Internet entre todos aquellos que tienen experiencia en el campo y los que son todaía principiantes». A todo esto hay que añadir que «la interactividad bidireccional de Internet está haciendo que se desvanezca la vieja distinción entre quien comunica y quien recibe la comunicación y se está creando una situación en la que, por lo menos potencialmente, todos pueden hacer ambas cosas». Ya no se trarta de la comunicación del pasado, que fluía en una sola dirección y de arriba hacia abajo. Como cada vez más personas involucran con este aspecto peculiar de Internet algunos aspectos de sus vidas, se puede esperar que recurran a Internet también por lo que tiene que ver con la religión y la Iglesia.

Entonces, para la Iglesia, es «un instumento que puede usarse de forma creativa para diversos aspectos de la administración y del gobierno».

Fuente: Giacomo Galeazzi para Vatican Insider


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