La posición de la Iglesia Católica respecto a la evolución del universo y de la vida es clara.

Y en algunos casos implica que no tiene posición al respecto.

O también que no es una cosa que atañe a la religión en términos de los esfuerzos para la salvación del hombre.

Sin embargo algunas corrientes fundamentalistas de la ciencia material ven una contradicción entre religión y ciencia

Lo que hacen algunas universidades, de que sus profesores enseñen solamente la teoría de la evolución darwiniana y no otras teorías competitivas, es política y no ciencia.

Desde el siglo XVII en el movimiento de la “Ilustración” se sentaron las bases para un nuevo entendimiento de la realidad.
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Se pretendía desterrar el conocimiento religioso, considerándolo supersticioso y equivocado.
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En 1859 se publicó el libro de
Charles Darwin, el origen de las especies, en donde el autor se desvinculó del relato bíblico.

Y partiendo de muestras fósiles y observación creó una hipótesis del desarrollo de la vida, que nunca pudo probar empíricamente.

En este reporte veremos cómo esta teoría fue utilizada por Hitler para provocar uno de los baños de sangre más cruentos que ha visto la historia de la humidad.

Por supuesto que cualquier cosa buena pueda ser usada para el mal. Un cuchillo puede usarse para comer o para matar.

Pero hay conocimientos en que su uso para el mal ha destacado.

“El maestro”, obra para la exhibición “El Hijo del Hombre” por Sean Busher

   

CUANDO LA EVOLUCIÓN NO CONTRADIJO A LA CREACIÓN

El gran titán de la teología católica, Santo Tomás de Aquino, hizo evidente la compatibilidad entre el saber natural (ciencia – razón) y el sobrenatural (la Fe).

Ya desde la edad media, rescatando y desarrollando la filosofía de Aristóteles, la Iglesia distingue que todo ser creado tiene “potencial” de cambiar.

Se tiene la capacidad de mejorar con el tiempo mediante la continua superación de pruebas.

Desde esta visión, la evolución científica sin ideologías ateas no contradice la Creación.

Toda criatura de Dios tiene este potencial de cambiar para mejorar o empeorar.

Desde esta armonía entre Dios creador y sus creaturas no es de extrañar que los elementos esenciales para desarrollar la teoría de la evolución tengan autores a católicos:

Gregor Mendel (1822-1884) fue el padre de la genética y también sacerdote católico, demostró cómo las características físicas son heredadas.

Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829), laico católico, fue el padre de la primera hipótesis evolucionista, sí, antes de Darwin, el “lamarckismo”.

Esta teoría evolutiva se diferencia del darwinismo ya que en ella todos los individuos de una especie son considerados iguales y evolucionan en conjunto heredando lo mejor a su descendencia.

Mientras que en el Darwinismo, los individuos de una especie son diferentes, los débiles e inadaptados mueren, quedando sólo los fuertes.

La muerte del débil es lo que mejora la especie.

Y no hace mucho el sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin (1881 – 1955) fue uno de los descubridores del primate evolucionado llamado “hombre de Pekín”.

Llegados a este punto comprendemos que la Iglesia católica no se opone a la ciencia que intenta descifrar el origen de la vida y el hombre, se opone sólo a que la ciencia se meta en lo que no le incumbe al negar a Dios.

Es por ello que el beato John Henry Newman no tuvo reparos en deducir que:

“(…) la teoría de Darwin, verdadera o falsa, no necesariamente es ateística; por el contrario, ésta puede sugerir simplemente una idea general de la divina providencia” (1868).

Por otra parte con la encíclica “Mit Brennender Sorge” (1937), el papa Pio XI condenó abiertamente el nazismo.

En armonía con todo esto El papa Pio XII, mientras con sus actos combatía el régimen nazi, con su encíclica “Humani Generis” (1950) dejaba claro dos aspectos.

El peligro de menospreciar la dignidad humana, su esencia y valor inmutable:

La falsas afirmaciones de semejante evolucionismo (el monista y panteísta) por las que se rechaza todo cuanto es absoluto, firme e inmutable.

Han abierto el camino a las aberraciones de una moderna filosofía.

Que, para oponerse al Idealismo, al Inmanentismo y al Pragmatismo se ha llamado a sí misma Existencialismo.

Porque rechaza las esencias inmutables de las cosas y sólo se preocupa de la existencia de los seres singulares”.

Y dejar la opción libre a los católicos para creer o investigar los datos científicos que sugieren la evolución sin mezclarla con ideologías peligrosas para la salvación:

“(…) el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que —según el estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas  la doctrina del evolucionismo.

En cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente.

Pero la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios”.

Lo prohibido está en creer que la evolución “creó” el alma del hombre, que de esta forma sería sólo material.

El católico dejando de lado este error puede creer en la evolución científica en cuanto incluya la voluntad de Dios creador.

   

CUANDO LA EVOLUCIÓN CONTRADIJO LA CREACIÓN

En la teoría darwinista el hombre es sólo uno más entre los animales en un proceso de constante evolución, modelado a partir de su entorno, sin negar a Dios.

Si bien Darwin explícitamente negó creer en la Biblia como revelación divina, y en Jesucristo como Hijo de Dios, nunca negó la posibilidad de un Creador.

En sus palabras:

Yo veo, en general, un diseño inteligente en la naturaleza, un crecimiento de complejidad de la vida y de la historia que no es casual, pero en el detalle se me escapa”.

La razón, observa el científico, “no logra resolver este problema”.

“El argumento máximo de la existencia de Dios me parece que es la imposibilidad de demostrar y comprender que el universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el hombre, hayan sido fruto del azar”.

Más tarde por distanciarse de la biblia su teoría fue tomada por materialistas (ateos contra la religión).

Y la evolución se utilizó como instrumento de propaganda anti cristiana, cuando no anti Dios.

Reduciendo al humano a sólo un animal se le quitó la dignidad universal por ser creatura de Dios y ni se diga de hijo de Dios, naciendo el darwinismo social.

Holocausto Judío

   

EL DARWINISMO SOCIAL Y EL NAZISMO

Esto fue aprovechado por Adolf Hitler, quien se inspiró en estas interpretaciones del evolucionismo para fundamentar su racismo antisemita.

Según esta aberración los judíos y otras etnias humanas serían “menos evolucionados”.

La supuesta inferioridad justificaría su exterminio en pro de una mejora para la humanidad.

Esta visión torcida pretendía eliminar lo que impedía alcanzar el potencial evolutivo humano.

Mientras el cristianismo perdía credibilidad ante el mal uso de la ciencia para contradecir los dogmas.

Los materialistas creaban ideologías perversas y sanguinarias como nunca antes en la historia.

No es de sorprenderse que ante semejantes barbaries los cristianos guardaran cierta desconfianza hacia el Darwinismo, aunque no necesariamente hacia la posibilidad de la evolución de la vida.

Benedicto XVI nos recuerda la necesidad de un origen común trascendente para promover la fraternidad entre los hombres:

“Una verdadera fraternidad entre los hombres supone y requiere una paternidad trascendente.

A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, es decir, ese hacerse «prójimo» que se preocupa por el otro”.

La Iglesia católica condena el materialismo sanguinario y racista; no a la evolución, sino cuando se utiliza esta teoría para negar a Dios y quitar la dignidad al hombre.

Y así fue como la evolución fue utilizada para asesinar entre 5 y 7 millones de judíos, sin contar las numerosas víctimas de otros credos o circunstancias.

Divulgador de la ciencia – Neil Degrasse Tyson

   

LOS LÍMITES DE LA CIENCIA Y EL PREJUICIO A LA RELIGIÓN

Actualmente si la Iglesia opina sobre el uso práctico que se le puede o no dar a un descubrimiento, basada en principios válidos para todo humano (creyente o no), la acusan de inquisitorial y medieval.

En cambio cuando alguien utiliza los descubrimientos científicos, cubriéndolos con opiniones personales “anti-Dios” (y sin ser expertos en filosofía y ética), son llamados libre pensadores.

Se ha llegado al extremo de la intolerancia al querer sacar de su cátedra a los profesores académicos que comparten tanto al conocimiento científico como el filosófico compatible con Dios.

Se quiere pelear la ciencia con la fe cuando ambos conocimientos no se oponen sino que se enriquecen y complementan.

Es acá cuando una frase popular adquiere relevancia: “zapatero a tus zapatos”.

Aprendamos de la historia, la Iglesia no busca “invadir” o “corromper” la ciencia sino orientar los actos humanos hacia el bien común.

Y a los creyentes encaminarlos a la santidad, este es su trabajo desde siempre.

Cuando el Magisterio opina sobre la ciencia lo hace en esta dirección y está en su derecho.

Es la Iglesia la que tiene la autoridad para hablar de Dios y su voluntad, no la ciencia.

Cuando un científico manipula la ciencia para volverse celebridad, intentando negar a Dios, sale de su zona de autoridad y cae en el amarillismo y falsedad.

Es como si un astronauta opinara que el trabajo de un pintor no tiene importancia sólo porque no es científico, estaría fuera de lugar.

La ciencia tiene límites, sólo puede opinar de lo comprobable por el método científico, esto es lo que puede medirse, y nunca algo diferente a esto como el espíritu.

Al querer negar la existencia de Dios con la ciencia se cae en dos contradicciones:

1 – Dios es por definición infinito, es ilógico que quieran reducirlo sólo al limitado intelecto humano.

San Agustín ya lo decía en el siglo IV:

“Si lo comprendes, no es Dios.

Hagamos piadosa confesión de ignorancia, más que temeraria confesión de ciencia.

Tocar a Dios con la mente, aunque sea un poquito, es una gran dicha; comprenderlo, es absolutamente imposible…”

El día que un científico se atreva a decir que ha logrado poner a “dios” bajo el microscopio, eso con toda seguridad no será Dios.

Estaría hablando de lo que no ha estudiado.

Similar ridículo hace un hombre de ciencia si desde su punto de vista de las evidencias científicas proclama la ausencia de un creador.

Por otro lado, si los religiosos expertos en Dios, opinan que la evidencia científica no se opone a la existencia de un Creador, están hablando de lo que saben.

Se puede entender esto mejor desde una frase de G.K. Chesterton:

“El sabio es quien quiere asomar su cabeza al cielo; y el loco es quien quiere meter el cielo en su cabeza”.

El primero sería un religioso que respeta y estudia el misterio inagotable de Dios.

Y el segundo el divulgador de ciencia amarillista que quiere despreciar la Fe de otros.

   

2 – Al querer negar la armonía entre el conocimiento científico y de fe, irónicamente se crea una “fe ciega en la ciencia”.

Dios es la razón de ser de todas las cosas, si se prohíbe este pensamiento la razón de ser de las cosas se origina y acaba con la materia misma.

Se “crea” un mundo sin esperanza ni brújula moral, el caos absoluto.

Se hace “dios” a la ciencia y se le rinde culto por sobre todo conocimiento.

Así es, contemporáneamente es la ciencia corrompida la que quiere suplantar a la religión y no viceversa.

Lo seguro es que desde el conocimiento compatible con la idea de Dios se llega irremediablemente a un mundo ordenado y con significado.

Al contrario en la religión de la materia, en donde no se encuentra sino la carencia de propósito, egocentrismo y depresión. Y claro, una excusa para exterminar al prójimo por prejuicios.

Todo humano es libre de decidir qué creer, pero queda claro cuál posición es más provechosa y noble.

Espíritu Santo, Señor y dador de Sabiduría y Ciencia, ilumina nuestro entendimiento.

   

LA POSICIÓN CATÓLICA SOBRE LAS TEORÍAS EVOLUTIVAS

La Iglesia Católica enseña que no puede existir un desacuerdo entre la teología y la ciencia siempre que cada una se mantenga dentro de sus propios límites.

Y León XIII en la encíclica Providentissimus Deus sostiene que,

“…los escritores sagrados, o mejor el Espíritu Santo, que hablaba por ellos, no quisieron enseñar a los hombres estas cosas (la íntima naturaleza o constitución de las cosas que se ven), puesto que en nada les habían de servir para su salvación”.

Bajo este paraguas hay que analizar las posiciones concretas sobre los distintos tipos de evolución.

Las teorías evolutivas pueden abarcar la evolución cosmológica, la evolución biológica y la evolución humana, pero no necesariamente tienen el mismo sentido y credibilidad, ni la Iglesia tiene la misma posición sobre ellas.

Hay tres posturas básicas sobre la evolución del universo, de la vida y del hombre.

La primera es que hubo una creación instantánea realizada directamente por Dios, por lo tanto no hubo evolución; se le suele llamar creacionismo.

La segunda es lo que podemos llamar evolución teísta, que sostiene que una cosa dada se desarrolló a partir de una forma anterior, pero bajo la guía de Dios; se le suele asociar con el diseño inteligente.

Y la tercera posición es la evolución atea, que sostiene que la cosa se desarrolló por fuerzas aleatorias.

La posición católica distingue los sucesos de la evolución cosmológica, de la vida y del hombre.

Respecto a la evolución cosmológica sostiene que el universo fue creado de la nada.

Esta fue la definición solemne que hizo el Concilio Vaticano I.

Esto no supone que todas las estrellas y planetas se hayan desarrollado al mismo tiempo.

Pero sí sostiene que su desarrollo estaba en los planes de Dios y fue operado por Él.

Según la posición católica el universo tiene una edad finita, pero no ha definido infaliblemente que edad tiene, si millones o miles de años.

Tampoco tiene una posición infalible respecto a los días de la creación que menciona el libro del Génesis de la Biblia.

No se expide si los días de la creación que menciona son días de 24 horas o sucesos que están agrupados históricamente.

Sin embargo tiende a pensar qué hubo un ordenamiento cronológico, en el que en los primeros supuestos 3 días Dios dio forma a la estructura del universo y al medio ambiente.

En el cuarto, quinto y sexto día se ocupó de llenar el mundo con la vida vegetal y animal, incluyendo el hombre.

Y en el séptimo día descansó porque había completado su tarea.

Respecto a la evolución de la vida o biológica la Iglesia no tiene una posición oficial completa.

Pero sostiene que si hubo evolución en los especímenes biológicos, entonces se hizo bajo la guía y la actuación de Dios.

Y respecto a la evolución humana puede aceptar la posibilidad de que el cuerpo humano se haya desarrollado a partir de formas biológicas anteriores, pero siempre bajo la guía de Dios.

Sin embargo el alma del ser humano es creación especial de Dios.

Es una cuestión de fe que el alma no evolucionó ni se heredó de nuestros ancestros, como nuestros cuerpos podrían haberlo hecho bajo ciertas circunstancias.

Finalmente sostiene la creencia en la existencia de primeros unos padres de toda la humanidad llamados Adán y Eva.

Y también que la caída del hombre es verdadera y fue un evento que tuvo lugar al comienzo de la historia de la humanidad.

Fuentes:


Informe Redactado por Marvin Marroquín, Estudios en arquitectura, filosofía, teología y apologética
 

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