La filosofía que predomina en el mundo tiene como la gran meta la felicidad en la Tierra.

Hacer lo que uno quiera sobre la base de que “no me quiten la paz” y “no me estresen”.

Es así como la sociedad occidental actual nos pide que rindamos culto a esa felicidad.

Y que no juzguemos lo que piensan los demás.

Pero lamentablemente la experiencia es que se trata de una felicidad pasajera.

En cambio la Biblia contiene un minucioso plan para encontrar la felicidad duradera.

Lamentablemente este es el pensamiento que hoy predomina en las parroquias católicas.
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La mayoría de los fieles quieren “vivir su vida”, que no le quiten la paz y no estresarse; ese es su paraíso en la Tierra.

Por eso oímos:

“Padre no hable del infierno porque me quita la paz”.

“Padre no diga que un divorciado vuelto a casar está en pecado porque me estresa”.

“Padre no diga que los homosexuales llevan una vida desordenada (como dice el catecismo) porque cada cual hace su vida”.  

Y es así como los Padres ya no hablan del infierno, ni del divorcio, ni de la homosexualidad, para no quitarle la paz ni estresar a sus fieles.

  

¿QUE ES LA VERDADERA FELICIDAD?

La verdadera felicidad no consiste en honores académicos o logros en una carrera.

Tampoco consiste en adquirir una reputación de ídolo.

O en alcanzar la cima en una institución o en el estado.

Ni consiste en indulgencias sexuales o de conducta en general.

La verdadera felicidad es espiritual.

Y la primera condición es tener una vida moral sólida anclada en las virtudes.

La felicidad también está relacionada con la generosidad.

¿Acaso has conocido alguna persona verdaderamente feliz pero egoísta?

Y también está relacionada con Dios, porque sólo Dios puede hacernos genuinamente felices incluso en la Tierra.

Nuestra actitud para contactarnos con Dios podemos llamarla mantenerse en contacto con Dios, o vivir en la presencia de Dios, o tener conciencia de Dios, o volverse hacia Dios.

Esto significa nuestra decisión de permanecer unidos a Dios.

Y no estamos hablando de ninguna experiencia mística, sino de mantener la palabra de Dios y sus promesas.

Porque la promesa que hace Jesús es “si alguien Me ama mantendrá Mis palabras y Mi Padre lo amará y Nosotros acudiremos a él y haremos Nuestro hogar en él” (Juan 14:23).

Por lo tanto el secreto de la felicidad es esforzarse por hacer la voluntad de Jesucristo.

Porque luego Él nos complacerá en la Tierra con cosas que no podemos obtener de otra forma.

Es por eso que Joseph Ratzinger dice que el contrario a la felicidad es la pobreza.

Y que la pobreza más profunda no es la material sino la espiritual.

Es la incapacidad de gozar y la convicción de que la vida es absurda y contradictoria.

Esto produce la incapacidad de amar, generándose avaricia y devastando la vida personal y social de la persona; en definitiva haciéndola infeliz.

Jesús expuso un pormenorizado mapa de cómo se llega a la felicidad en su discurso sobre la bienaventuranzas y aquí vamos a descifrarlo.

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DIOS PROMETE LA FELICIDAD A QUIÉN LA DESEA

¿Qué es la felicidad? Es un estado de ánimo que se siente plenamente satisfecho por gozar de algo bueno que se desea.

¿Y qué nos hace felices? ¿Y esas cosas que nos hacen felices, nos dan felicidad plena o de un rato?

Si Dios es Dios, es pleno, si le faltara algo, entonces no sería Dios.

Por lo que la felicidad que Él propone no es aquella que dura un rato y luego se vuelve amarga, sino la que dura siempre, la plena, sobre la base del amor, la bondad, la misericordia…

Buscar la felicidad es complicado. No se le encuentra tan rápido, o bien encontramos “fantasmas” de ella.

Al venir a la tierra Cristo ha querido darnos los “tips” de la felicidad.

Las promesas que nos da son para que seamos felices en esta tierra y en la otra vida sobre una base permanente.

Las bienaventuranzas son el resumen y las llaves de nuestra felicidad.
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Entenderlas bien, transformándolas en nuestro lenguaje, nos dará un mejor entendimiento para vivir esa experiencia.

¿Cómo definimos una bienaventuranza? Es otra palabra para expresar felicidad.

El resumen del Evangelio de San Mateo nos centra en este tema de la felicidad.

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BIENAVENTURADOS LOS POBRES…

Dice el Evangelio escrito según San Mateo:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (5, 3)

¿Los pobres de espíritu? ¿Quiénes son?

Y la promesa es el ¿Reino de los cielos?

El pobre de espíritu es un mendigo, es el que no tiene nada. Pero a diferencia de San Lucas, San Mateo dice de “espíritu”.

¿Puede el espíritu ser pobre? ¿A qué se refiere?

Si un méndigo lo único que tiene es ponerse en la esquina para pedir.

¿Qué come? Come lo que le dan, vive de lo que le den.

Si se lo dan por darle, si se lo dan con malas caras o peor, este lo recibe, humilde, porque no tiene otra cosa para vivir que ello.

¿Cuánto más Dios que es bueno dará, si en Él confiamos y nos acercamos con humildad y confianza?

Entonces traslademos este ejemplo al espíritu; el hombre debe confiar en Dios, y pedirle, porque no somos nada, y Él lo es todo.

San Agustín dice que lo somos cuando oramos, San Luis María dice que lo que obtenemos es por la misericordia de Él.

Entonces ya tenemos la primera parte de la promesa: “Felices los que confían en Dios, los que se dejan llevar por Él”, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
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Porque ellos que se han dejado llevar y conducir por Él han creído, por esto mismo pasarán a gozar de lo que Él ha preparado.

Pero también la promesa no es sólo para el Cielo, sino la felicidad se inicia cuando te dejas conducir por el Todopoderoso en tu vida terráquea.

Iglesia del Monte de las Bienaventuranzas en Galilea

Iglesia del Monte de las Bienaventuranzas en Galilea

  

BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN…

San Mateo dice en el versículo 5:

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.”

¿Felices los que lloran? ¿A que llanto se refiere?

¿No nos recuerda los pasajes donde Jesús al ver a la mujer que está llorando le perdona los pecados?

¿No recibió consuelo la mujer que se acercó pidiendo perdón?

¡Ah! Entonces son los que lloran los pecados.

¿Y qué consuelo se recibe?

El sacramento de la penitencia.

“Felices los que se arrepienten de sus pecados, porque serán perdonados”.
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Esa es la meditación, el Resucitado dice a los apóstoles, y a los sucesores que son los obispos y posteriormente también los sacerdotes, representándolo a Él y a todos nosotros.

A los que les perdonen los pecados les quedarán perdonados y a los que no les perdonen les quedará sin perdonar.

Porque es promesa divina, hecha por Él mismo, “todo lo que ates será atado en el Cielo, todo lo que desates en la tierra será desatado en el Cielo”.

Cristo abre sus brazos para atraer a todos, Él es la misericordia.

Por ello esta bienaventuranza se relaciona mucho con la del versículo 7, del Evangelio de San Mateo: “Bienaventurados los misericordiosos porque obtendrán misericordia”.

Todos al ser pecadores, necesitan la misericordia del Todopoderoso.

Pero ¿cómo se obtiene?

Precisamente con las obras de misericordia; las corporales y las espirituales.

Santa Faustina nos insiste en el mensaje de la Divina Misericordia, sean misericordiosos para que Él sea misericordioso con nosotros.

Estas son las 14 obras, 7 espirituales y 7 corporales:

 

Obras Corporales de Misericordia

  • Dar de comer al hambriento
  • Dar de beber al sediento
  • Dar posada al necesitado
  • Vestir al desnudo
  • Visitar al enfermo
  • Socorrer a los presos
  • Enterrar a los muertos

  

Obras Espirituales de Misericordia

  • Enseñar al que no sabe
  • Dar buen consejo al que lo necesita
  • Corregir al que está en error
  • Perdonar las injurias
  • Consolar al triste
  • Sufrir con paciencia los defectos de los demás
  • Rogar a Dios por vivos y difuntos

Predicando

  

BIENAVENTURADOS LOS MANSOS…

El versículo 4 del capítulo 5 del Evangelio de San Mateo, tiene esta bienaventuranza que parece no sonar tan acorde a lo que se acostumbra. “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”.

En otras partes dice heredarán la tierra.

¿Qué tierra? ¿Mansos para heredar la tierra?

Mansos como los animales que se acostumbra poner en el establo para Navidad.

Mansos como estos animales que se dejan conducir.

“Vengan a mí los mansos y humildes de corazón…”.

Vengan los sencillos, los que se dejan conducir por Dios.

Porque si nos dejamos llevar por Él, Él nos tomará para ser parte del plan.

Si nos dejamos conducir, Dios promete que heredaremos la tierra.
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Aquí haremos grandes cosas, porque Él, nos toma en cuenta y allá arriba también tendremos parte con su Padre.

En otras palabras, hemos visto que quién confía, se arrepiente, es misericordioso, Dios lo recompensa.

Por eso al confiar y dejarnos conducir por Él, formaremos parte con Él.

La primera bienaventuranza parece ser el resumen de las otras.

Confiar y dejarnos llevar, dejarnos conducir.

pintura julio breff guilarte sermon del monte fondo

  

BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED…

El glorioso Patriarca y Patrón de la Iglesia Universal, San José, aparece en las primeras páginas del Evangelio de San Mateo.

“Su marido, José, era hombre justo” así es descrito en el primer capítulo versículo 19; esa palabra “justo” se relaciona con esta promesa, con esta bienaventuranza.

“Felices los que tienen hambre y sed de justicia…”

Encontramos en el Evangelio de San Lucas con los que tienen necesidad de comer, más en San Mateo la idea es distinta.

En cuanto a que la promesa no se refiere a cosas, sino a actitudes, a quién hace la voluntad de Dios y quiere que se haga su voluntad.

Por eso al entender este versículo se nos vienen a la mente todos los santos, beatos y venerables.

Pero San José parece resaltar entre todos ellos.

Estaba prometido con la Virgen María, que aparece embarazada, y él prefiere pasar por el “malo” dejándola en secreto.

Dios interviene y le dice que la reciba.

Toda la vida de San José se resume en dejar la vida que él había planeado y hacer lo que Dios le manda.

Inmediatamente que se fue el ángel hizo lo que se le había mandado.

Dichoso porque quiso hacer y deseó la voluntad de Dios. “porque ellos serán saciados” dice la escritura.

Deseaba tanto hacer lo que Él quería, que en la tierra fue “saciado”.

Fue recompensado, de la manera menos esperada.

En la traducción que nosotros estamos leyendo, en realidad la meditación es: “Felices los que hacen y desean la voluntad de Dios, porque ellos formarán parte” del “proyecto divino”.

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BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN…

El Papa Francisco resumió esta promesa en la Jornada Mundial de la Juventud, recordando que los que tienen recta intención de no ofender a Dios, aquellos que le buscan, le encontrarán.

Aquellos que en su buen actuar disciernen el bien del mal y optan por el primero, tarde o temprano se toparán con Él.

“Felices los que actúan haciendo el bien, porque hallarán a Dios”.

“Háganse la pregunta con corazón limpio y no tengan miedo a lo que Dios les pida.

A partir de su “sí” a la llamada del Señor se convertirán en nuevas semillas de esperanza en la Iglesia y en la sociedad.

No lo olviden: La voluntad de Dios es nuestra felicidad.”

Así el Papa Francisco nos recuerda que nuestro corazón (todo nuestro yo), si está limpio de maldad, encontrará el gozo, porque como hemos visto solo Él es la felicidad.

felicidad

  

LA FELICIDAD LLEVA A LA PAZ…

En las bienaventuranzas se ha ido alumbrando el camino que un cristiano ha de seguir. Son 8 promesas, que resumen toda la predicación de Jesús.

En la Biblia muchas veces se encontrarán diversidad de dones que el Señor concede.

Pero hay que recordar que siempre los concede por su tierna bondad y misericordia.

El trayecto se ha iniciado con los pobres de espíritu, para recordar que debemos la confianza a Dios.
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Y para ello debemos ser mansos, dejándonos llevar por Él.
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Así al conducirnos nos daremos cuenta de su grandeza y de nuestra nada y lloraremos nuestras culpas.
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Porque siendo Él tan bueno, nos ha perdonado, y nosotros buscaremos irradiar ello a través de la misericordia.
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Y entonces será Él quien sea misericordioso con nosotros.

Es un círculo virtuoso que se inicia y empezaremos a querer más su voluntad y a hacerla.

Llegados a ese punto, haremos que nuestro corazón discierna entre lo bueno y lo malo, en la recta intención, en la “limpieza del corazón”, para llegar a ver a Dios.
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Al querer y buscarlo, al llegar a ser para nosotros el todo, también será nuestra paz.
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E irradiaremos la paz del Señor.
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Y entonces teniéndola entre nosotros podremos darla a los demás.

San Ambrosio dice:

“Cuando tengas toda tu alma limpia de toda culpa, procura que no nazcan disensiones ni disputas por tu culpa.

Empieza por tener paz en ti mismo y así podrás ofrecer la paz a los demás”.

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BIENAVENTURADOS LOS PACÍFICOS…

San Jerónimo también recuerda que la promesa inicia con nosotros:

“Pero la cosa comienza por dentro: los pacíficos se llaman bienaventurados, porque primero tienen paz en su corazón y después procuran inculcarla en los hermanos en conflicto.

¿De qué te aprovechará el que otros estén en paz si en tu alma subsisten las guerras de todos los vicios?”

Porque la paz se inicia cuando se está sujeto a Dios.

Como todas las bienaventuranzas esta se relaciona con las anteriores y si no se inicia con el primer eslabón, es difícil llegar a este.

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BIENAVENTURADOS LOS PERSEGUIDOS…

Las últimas dos bienaventuranzas a simple vista parece que no se relacionan. Pero están estrechamente relacionadas.

“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

“Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.” San Mateo 5, 10-11.

La primera dice felices los que son perseguidos, por causa de la justicia.

¿Qué es lo justo?

Justo, en la concepción que se ha meditado, es el que hace lo que Dios manda.

Entonces son felices los que sufren persecución porque Dios les ha aguardado con el premio de Reino.
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Por eso se relaciona con la última, actuaron como el Señor manda, y por eso tendrán una gran recompensa.

Jesús, dice que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

Por ello todas las promesas de la felicidad terminan con esta, porque no va ver otro amor, otra vida que no sea Él.

Y terminarán diciendo con San Pablo: “Ya no soy yo, es Cristo que vive en mí”.

Porque al principio iniciaste como tú, pero en ese proceso, en ese círculo de promesas, Dios te ha transformado, y tanto, que llegas a ser una nueva persona en Cristo, con todas tus cualidades y defectos pero transformado para Él.

Porque es Él que trabaja en ti, porque tú has hecho tu vida para Él.

Entonces los que se encontraron con Dios serán felices, porque no habrá otra cosa de mayor gozo que seguirle.

Por eso María Santísima ha de proclamar: “Mi alma proclama la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”.

Fuentes:


Enrique Alfaro, de Guatemala, Profesor de Arte y Teología

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