Primera Navidad de Bergoglio como sumo pontífice.
El nacimiento de Jesús se festeja en los cinco continentes; aún se celebra incluso en países sin tradición cristiana. Y el papa Francisco dio su primera bendición Urbi et Orbi.
Al mediodía (hora de Roma) del 25 de diciembre, en su mensaje Urbi et Orbi (“para la ciudad y para el mundo”), el Papa Francisco hizo un llamado por la paz y exhortó a pedirle a Dios “que nos ayude a construirla cada día, en nuestra vida”.
UNA NAVIDAD MUNDIAL
Los festejos de la navidad se hacen sentir por todo el mundo. El primer continente en recibir la noche buena ha sido Oceanía. Luego las celebraciones han iluminado a la mayoría de las naciones de la tierra, pasando por Asía, Europa, el África y las Américas.
En la víspera el Papa Francisco ha dado inicio a las festividades con la tradicional misa del Gallo en el Vaticano.
A su vez miles de cristianos, entre peregrinos occidentales y árabes participaron en las celebraciones oficiales por la Navidad enTierra Santa.
La máxima autoridad religiosa católica de la región, el patriarca latino Fouad Twal, llegó a Belén a la cabeza de una procesión que había partido desde Jerusalén.
En su mensaje de Navidad, recordó la difícil situación en Siria. «En esta época nuestro corazón no puede olvidar a los habitantes de Siria y también a los refugiados en los países vecinos».
Sin embargo, la Navidad ahora no es una celebración exclusiva de los países cristianos. Por ejemplo en la India, donde mayoría profesa otra fe religiosa, esta fiesta se celebra con bombos y platillos en todo el país.
Y como cada año, los países latinoamericanos empezaron las celebraciones navideñas con las tradiciones propias de cada región. De ese modo, las «parrandas» en Venezuela, las «posadas» en México y las «novenas» en Colombia alegraron los corazones de millones de habitantes de esos países.
TEXTO COMPLETO DEL MENSAJE URBI ET ORBI DEL PAPA FRANCISCO
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡Feliz Navidad!
Hago mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a los pastores de Belén la noche de la Navidad. Un cántico que une cielo y tierra, elevando al cielo la alabanza y la gloria y saludando a la tierra de los hombres con el deseo de la paz.
Les invito a todos a hacer suyo este cántico, que es el de cada hombre y mujer que vigila en la noche, que espera un mundo mejor, que se preocupa de los otros, intentado hacer humildemente su proprio deber.
Gloria a Dios.
A esto nos invita la Navidad en primer lugar: a dar gloria a Dios, porque es bueno, fiel, misericordioso. En este día mi deseo es que todos puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que todos pudieran sentir a Dios cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que lo adoren.
Y que todos nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada por amor a Él y a los hermanos.
Paz a los hombres.
La verdadera paz no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura “fachada”, que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso cotidiano, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo.
Viendo al Niño en el Belén, pensemos en los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras, pero pensemos también en los ancianos, en las mujeres maltratadas, en los enfermos… ¡Las guerras destrozan tantas vidas y causan tanto sufrimiento!
Demasiadas ha destrozado en los últimos tiempos el conflicto de Siria, generando odios y venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria.
Hemos podido comprobar la fuerza de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz en Siria creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca la fuerza de la oración. La fuerza para decir a Dios: Señor, concede tu paz a Siria y al mundo entero.
Concede la paz a la República Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero tú, Señor, no te olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en aquella tierra, atormentada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir.
Que se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones actuales ya han provocado víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado.
Tú, Príncipe de la paz, convierte el corazón de los violentos, allá donde se encuentren, para que depongan las armas y emprendan el camino del diálogo. Vela por Nigeria, lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los inocentes e indefensos.
Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y haz que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelitas y palestinos. Sana las llagas de la querida tierra de Iraq, azotada todavía por frecuentes atentados.
Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo.
Haz que los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa.
Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad.
Dirige tu mirada sobre los niños secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.
Señor, del cielo y de la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente. Asiste y protege a cuantos son víctimas de los desastres naturales, sobre todo al querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón.
Queridos hermanos y hermanas, en este mundo, en esta humanidad hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor. No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias.
El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los siglos. Dios es nuestra paz: pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios.
Fuentes: Periodista Digital, ACI Prensa, Signos de estos Tiempos