El Papa Francisco canonizó a Jacinta y Francisco Marto el 13 de mayo de 2017, por la confirmación de un segundo milagro.

Ellos fueron los dos niños videntes de Fátima que murieron durante la pandemia de gripe española inmediatamente luego de las apariciones.

De ellos se sabe poco, porque la atención siempre estuvo puesta en Lucía, la vidente sobreviviente.

La que batalló para hacer cumplir los pedidos que dejó Nuestra Señora.

Ahora queda en carpeta la beatificación de Sor Lucía, que murió en el 2005.
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Fue la vidente que murió de anciana, que cargó a su espalda el peso de la promoción de estas apariciones.
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Y que siguió recibiendo mensajes celestiales que fue informando a los Papas, especialmente el referido a la Consagración de Rusia.

Jacinta y Francisco Marto habían sido beatificados por san Juan Pablo II precisamente el 13 de mayo del año 2000.

Cuando Jacinta fue beatificada la presentó como una “pequeña alma víctima”.

La mayoría cree que la que recibió lo mensajes pesados de María fue la vidente Lucía, que fue preservada para pasar más tiempo en la tierra para comunicar el mensaje.

Y vivió en sus últimos años noventa como una monja carmelita en Coimbra, Portugal.

Pero pocos saben que Jacinta recibió individualmente visitas de María donde la consoló y le dio una serie de mensajes importantes.

  

LAS APARICIONES

Nuestra Señora se apareció seis veces en Fátima a partir de mayo de 1917 a octubre de 1917.

Sin embargo, en la primera aparición de Nuestra Señora mencionó que ella volverá a la Cova de Iría, el lugar de la aparición, por séptima vez.

En sus propias palabras, la Virgen habría dicho:

He venido aquí para pedirles que vengan aquí durante seis meses consecutivos los trece días de cada mes, a esta misma hora.

Más tarde te diré quién soy y lo que quiero.

Después, voy a volver aquí una séptima vez.

Esta séptima vez es motivo de discusión entre los entendidos.

Nuestra Señora de Fátima por tanto, apareció seis veces a Lucía dos Santos, y a Francisco y Jacinta Marto.

Francisco y Jacinta eran hermanos; Lucía era su prima mayor.

  

EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS DURANTE LAS APARICIONES

Durante las apariciones los niños sufrieron la persecución de las autoridades y la incomprensión de su familia.

Las autoridades civiles detuvieron a los niños para hacer que se retracten públicamente.

Que dijeran que en realidad todo fue una farsa, una ilusión óptica, y que nunca escucharon o vieron a la Virgen.

Y si no se retractaran y admitían que estaban mintiendo, entonces ellos iban a hervir en un caldero de aceite caliente.

Los tres niños se negaron a retractarse y estaban dispuestos a sufrir el martirio cruel.

Lucía, en particular, fue más la perjudicada por la incredulidad de su madre y familiares, quienes le retiraron su tratamiento afectuoso.

Sus sufrimientos eran mucho más intensos dada su tierna edad.

A los hermanos Francisco y Jacinta les fue mejor dentro de su familia, porque sus padres nunca llevaron a cabo una actitud hostil hacia las apariciones.

Sin embargo, no se salvaron de los chistes y bromas de los vecinos y de las risas y burlas en la calle.

videntes de fatima

   

CARACTERÍSTICAS DE FRANCISCO Y JACINTA

Francisco era de carácter dócil y condescendiente.

Le gustaba pasar el tiempo ayudando al necesitado. Todos lo reconocían como un muchacho sincero, justo, obediente y diligente.

Las palabras del Ángel en su tercera aparición: «Consolad a vuestro Dios», hicieron profunda impresión en el alma del pequeño pastorcito.

El deseaba consolar a Nuestro Señor y a la Virgen, que le había parecido estaban tan tristes.

En su enfermedad, Francisco confió a su prima:

«¿Nuestro Señor aún estará triste?

Tengo tanta pena de que Él este así.

Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo.»

En la víspera de su muerte se confesó y comulgó con los más santos sentimientos.

Después de 5 meses de casi continuo sufrimiento, el 4 de abril de 1919, primer viernes, a las 10:00 a.m., murió santamente el consolador de Jesús.

Jacinta era de clara inteligencia; ligera y alegre.

Siempre estaba corriendo, saltando o bailando.

Vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó.

Una vez exclamó: ¡Qué pena tengo de los pecadores! !Si yo pudiera mostrarles el infierno!

Murió santamente el 20 de febrero, de 1920.

Su cuerpo reposa junto con el del Beato Francisco, en el crucero de la Basílica, en Fátima.

Jacinta y Francisco siguieron su vida normal después de las apariciones.
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Lucia empezó a ir a la escuela tal como la Virgen se lo había pedido, y Jacinta y Francisco iban también para acompañarla.

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Cuando llegaban al colegio, pasaban primero por la Iglesia para saludar al Señor.
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Mas cuando era tiempo de empezar las clases, Francisco, conociendo que no habría de vivir mucho en la tierra, le decía a Lucia,
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«Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido.
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¿Qué provecho me hará aprender a leer si pronto estaré en el Cielo?»
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Dicho esto, Francisco se iba tan cerca como era posible del Tabernáculo.

A través de la gracia que había recibido y con la ayuda de la Virgen, Jacinta, tan ferviente en su amor a Dios y su deseo de las almas, fue consumida por una sed insaciable de salvar a las pobres almas en peligro del infierno.

La gloria de Dios, la salvación de las almas, la importancia del Papa y de los sacerdotes, la necesidad y el amor por los sacramentos – todo esto era de primer orden en su vida.

Jacinta tenía una devoción muy profunda que la llevo a estar muy cerca del Corazón Inmaculado de María.

Este amor la dirigía siempre y de una manera profunda al Sagrado Corazón de Jesús.

Jacinta asistía a la Santa Misa diariamente y tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa Comunión en reparación por los pobres pecadores.

Desde la primera aparición, los niños buscaban como multiplicar sus mortificaciones.
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No se cansaban de buscar nuevas maneras de ofrecer sacrificios por los pecadores.
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Un día, poco después de la cuarta aparición, mientras caminaban, Jacinta encontró una cuerda y propuso ceñir la cuerda a la cintura como sacrificio.
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Estando de acuerdo, cortaron la cuerda en tres pedazos y se la ataron a la cintura sobre la carne.
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Lucia cuenta después que este fue un sacrificio que los hacia sufrir terriblemente, tanto así que Jacinta apenas podía contener las lágrimas.

Jacinta sentía además una gran necesidad de ofrecer sacrificios por el Santo Padre.

A ella se le había concedido el ver en una visión los sufrimientos tan duros del Sumo Pontífice.

Ella cuenta:

«Yo lo he visto en una casa muy grande, arrodillado, con el rostro entre las manos, y lloraba.

Afuera había mucha gente; algunos tiraban piedras, otros decían imprecaciones y palabrotas.»

Desde estos acontecimientos, los niños llevaban en sus corazones al Santo Padre, y rezaban constantemente por el.

Incluso, tomaron la costumbre de ofrecer tres Ave Marías por él después de cada rosario que rezaban.

La Virgen María no dejaba de escuchar los ferviente súplicas de estos niños, respondiéndoles a menudo de manera visiblemente.

El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos por la terrible epidemia de bronco-neumonía.

Pero a pesar de que se encontraban enfermos, no disminuyeron en nada el fervor en hacer sacrificios.

Hacia el final de febrero de 1919, Francisco desmejoró visiblemente y del lecho en que se vio postrado no volvió a levantarse.

Sufrió con íntima alegría su enfermedad y sus grandísimos dolores, en sacrificio a Dios.

Como Lucía le preguntaba si sufría. Respondía:

«Bastante, pero no me importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y en breve iré al cielo.»

El día 2 de abril, su estado era tal que se creyó conveniente llamar al párroco.

No había hecho todavía la Primera Comunión y temía no poder recibir al Señor antes de morir.

Habiéndose confesado en la tarde, quiso guardar ayuno hasta recibir la comunión.

El siguiente día, recibió la comunión con gran lucidez de espíritu y piedad, y apenas hubo salido el sacerdote cuando preguntó a su madre si no podía recibir al Señor nuevamente.

Después de esto, pidió perdón a todos por cualquier disgusto que les hubiese ocasionado.

A Lucia y Jacinta les añadió:
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«Yo me voy al Paraíso; pero desde allí pediré mucho a Jesús y a la Virgen para que os lleve también pronto allá arriba.»
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Al día siguiente, el 4 de abril, con una sonrisa angelical, sin agonía, sin un gemido, expiró dulcemente. No tenía aún once años.

Jacinta sufrió mucho por la muerte de su hermano.
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Poco después de esto, como resultado de la bronconeumonía, se le declaró una pleuresía purulenta, acompañada por otras complicaciones.

Un día le declara a Lucia:
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«La Virgen ha venido a verme y me preguntó si quería seguir convirtiendo pecadores.
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Respondí que si y Ella añadió que iré pronto a un hospital y que sufriré mucho, pero que lo padezca todo por la conversión de los pecadores, en reparación de las ofensas cometidas contra Su Corazón y por amor de Jesús.
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Dijo que mamá me acompañará, pero que luego me quedaré sola.
» Y así fue.

Por orden del médico fue llevada al hospital de Vila Nova donde fue sometida a un tratamiento por dos meses.

Al regresar a su casa, volvió como había partido pero con una gran llaga en el pecho que necesitaba ser medicada diariamente.

Mas, por falta de higiene, le sobrevino a la llaga una infección progresiva que le resultó a Jacinta un tormento.

Durante su enfermedad confió a su prima:

«Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María».

Al despedirse de Lucía le hace estas recomendaciones:

«Ya falta poco para irme al cielo.

Tu quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al I.C. de María.

Cuando vayas a decirlo, no te escondas.

Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del I.C. de María.

Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el I.C. de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón, que Dios la confió a Ella.

¡Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro en el pecho, que me está abrazando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María!»

Tres días antes de morir le dice a la enfermera,

«la Santísima Virgen se me ha aparecido asegurándome que pronto vendría a buscarme, y desde aquel momento me ha quitado los dolores».

El 20 de febrero de 1920, hacia las seis de la tarde ella declaró que se encontraba mal y pidió los últimos Sacramentos.

Esa noche hizo su ultima confesión y rogó que le llevaran pronto el Viático porque moriría muy pronto.

El sacerdote no vio la urgencia y prometió llevársela al día siguiente. Pero poco después, murió. Tenía diez años.

Antes de morir, Nuestra Señora se dignó aparecérsele varias veces.

He aquí lo que ha dictado a su madrina.

Sobre los pecados:
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-Los pecados que llevan mas almas al infierno son los de la carne.

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-Si los hombres supiesen lo que es la eternidad harían todo por cambiar de vida. Los hombres se pierden porque no piensan en la muerte, ni hacen penitencia.

Sobre las guerras:
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-Las guerras son consecuencia del pecado del mundo.

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-Es preciso hacer penitencia para que se detengan las guerras.

Sobre las virtudes cristianas:
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-No debemos andar rodeados de lujos

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-Ser amigos del silencio
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-No hablar mal de nadie y huir de quien habla mal.
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-Tener mucha paciencia, porque la paciencia nos lleva al cielo
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-La mortificación y el sacrificio agradan mucho al Señor.

Tanto Jacinta como Francisco fueron trasladados al Santuario de Fátima.

Los milagros que fueron parte de sus vidas, también lo fueron de su muerte.

Cuando abrieron el sepulcro de Francisco, encontraron que el rosario que le habían colocado sobre su pecho, estaba enredado entre los dedos de su manos.

Y a Jacinta, cuando 15 años después de su muerte, la iban a trasladar hacia el Santuario, encontraron que su cuerpo estaba incorrupto.

El 18 de abril de 1989, el Santo Padre, Juan Pablo II, declaró a Francisco y Jacinta Venerables.
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El 13 de Mayo del 2000, el Santo Padre JPII los declaró beatos en su visita a Fátima, siendo los primeros niños no mártires en ser beatificados..
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Y en el 2017 los canoniza el papa Francisco.

  

LA MUERTE TEMPRANA DE JACINTA

Jacinta que murió a los 9 años, un año después de que su hermano, que tenía 10 años.

Esto les fue dicho por la Virgen previamente, que tanto Francisco como Jacinta morirían cuando eran niños.

También que iban a sufrir mucho antes de su muerte.

Es así como Nuestra Señora se apareció a Jacinta y le preguntó si estaría dispuesta a sufrir un poco más de tiempo antes de morir para salvar a las almas y la niña de buen grado dijo que sí.

Jacinta murió solo lejos de casa sin sus padres presentes en un hospital de Lisboa.

En el verano de 1919 Jacinta fue internada en el hospital de San Agustín de Vila Nova.

El 2 de febrero de 1920 ingresó en el hospital de Doña Estefanía en Lisboa.

Y el 10 de febrero le realizaron una operación en la cual le quitaron dos costillas sin anestesia.

El viernes 20 de febrero de 1920 a las 10:30 de la noche y tras confesar falleció. Lo hizo asistida sólo por la enfermera.

Templada y moldeada por la penitencia y el sacrificio Jacinta resultó ser precoz y profética en su visión de las cosas.

Ella tuvo muchas apariciones privadas e incontables revelaciones.

Tal era su iluminación sobrenatural y divina sabiduría que la Madre Godinho, la directora del orfanato de Lisboa, donde Jacinta se quedó antes de su muerte en el hospital, preguntaba con asombro y maravilla, “¿Quién te enseño todas estas cosas?”.

  

EL HORROR DE JACINTA POR LA PÉRDIDA DE ALMAS

La pequeña Jacinta estaba horrorizada ante la idea de que una sola alma se perdiera.

Y una vez confió a su primo:

Cuando esté en el Cielo voy a amar mucho a Jesús, y también al Inmaculado Corazón de María.

Voy a orar mucho por ustedes, por los pecadores, por el Santo Padre, por mis padres y mis hermanos y hermanas, y por todas las personas que me han pedido que oren por ellos.

En un mensaje a Jacinta, Nuestra Señora reveló uno de sus deseos más ardientes:

Diles a todos que Dios da las gracias a través del Inmaculado Corazón de María.

Diles que pidan gracias a ella, y que el Corazón de Jesús desea ser venerado junto con el Inmaculado Corazón de María.

Pidan que aboguen por la paz del Corazón Inmaculado de María, porque el Señor ha confiado la paz del mundo a través de ella”.

La Virgen había enseñado a Jacinta y a sus compañeros la oración y jaculatoria:

Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, conduce a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Aunque Nuestra Señora misma sugirió que cuando rezaran el Rosario la dijeran después de cada década, los niños también la usaban como una oración independiente.

Lucía recuerda que Jacinta la recitaba a menudo cuando temía por el destino eterno de los demás:

Jacinta permanecía de rodillas así durante largos períodos diciendo la misma oración una y otra vez.

  

LOS SACRIFICIOS DE JACINTA

Después de la visión del infierno, la pequeña Jacinta decidió hacer tantos sacrificios como fuera posible con el fin de salvar a las almas pobres para que no terminaran en el infierno.

Notaba Lucía (en el libro que se llama Fátima en las propias palabras de Lucía):

Jacinta tomó este asunto de hacer sacrificios por la conversión de los pecadores con tanta pasión que nunca dejó escapar una sola ocasión.

Cuando llegaba la hora del almuerzo, daba su alimento a las ovejas.

Cada vez que se encontraba a niños más pobres que ellos, les daba toda su comida.

Cuando buscaban una merienda de bellotas, decidía comer las amargas.

Desesperada por deshidratación en un día caluroso, con el sol ardiendo, en el pedregoso terreno de la ladera de una colina, Jacinta decidió no tomar agua cuando finalmente la encontró, como otro sacrificio por pobres pecadores.

La sed de Jacinta para hacer sacrificios parecía insaciable, recordó Lucía.

Sufrió por la muerte de su querido hermano, que Nuestra Señora le predijo, y luego le dijo que ella también moriría y estaría lejos de Lucía y sus padres.

Incluso cuando la gripe española se le desató, causando su sed y un terrible dolor de cabeza, así como confinándola en la cama, se negó a tomar bebida como otra ofrenda.

Sor Lucía cuenta que Jacinta le dijo:

Nuestra Señora vino a vernos. Ella nos dijo que vendría a llevar a Francisco al Cielo muy pronto, y me preguntó si todavía quería convertir a más pecadores.

He dicho que sí. Me dijo que iba a ir a un hospital donde yo sufriría mucho.

Y que debo sufrir por la conversión de los pecadores, en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María y por amor de Jesús.

Cuando su hermano se estaba muriendo, Jacinta le dijo:

Dale todo mi amor a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, y diles que sufriré tanto como quieran, por la conversión de los pecadores y en reparación al Corazón Inmaculado de María.

Esta es una lista de los sacrificios más frecuentes de Jacinta:

Ella sacrificaba su comida favorita: uvas dulces y deliciosas.

Llevaba alrededor de su cintura una cuerda que le causaba incomodidad durante todo el día.

Ella sacrificaba su almuerzo para darle los pobres que conocía en el borde de la carretera.

En días calurosos de verano, muriendo de sed, se sacrificaba no tomando agua.

Rezaba las oraciones que el ángel le enseñó postrada en el suelo.

Rezaba muchos, muchos rosarios a la Virgen por la conversión de los pecadores.

  

MENSAJES QUE FUERON DICTADOS A JACINTA POR NUESTRA SEÑORA

Nuestra Señora tuvo apariciones privadas a la pequeña Jacinta.

La Madre María de la Purificación Godinho a quien Jacinta llamaba su madrina, recuerda que Jacinta decía cosas sorprendentes que no podían habérsele ocurrido a una niña y que la propia Jacinta decía que se las había inculcado la Virgen.

  

DEVOCIÓN AL SANTO PADRE

Jacinta tuvo una especial devoción por el Santo Padre.

Un día estando junto al pozo de la casa Jacinta se sentó mientras Francisco y Lucía buscaban miel silvestre en los rosales

Al poco tiempo los llamó diciendo

‘No habéis visto al santo padre’

‘No’ respondieron ellos

‘No sé cómo fue.

Yo vi al Santo Padre en una casa muy grande de rodillas delante de una mesa y con las manos en la cara llorando.

Fuera de la casa había mucha gente y unos le tiraban piedras otros le insultaban y le decían muchas palabras feas.

Pobrecito Santo Padre hemos de pedir mucho por él.

En otra ocasión Jacinta preguntó a Lucía:

‘Puedo decir a toda aquella gente que vi al santo padre’

A lo que su prima le contestó

‘No, no ves que esto forma parte del secreto que pronto se descubriría por ahí’

  

SOBRE LO QUE HABRÍA DE VENIR

Vendrán unas modas que han de ofender mucho a Nuestro Señor.

Las personas qué sirven a Dios no deben de ir con la moda. La iglesia no tiene modas. Nuestro Señor siempre es el mismo.

Los pecados del mundo son muy grandes.

Los pecados que más almas llevan al infierno son los pecados de la carne.

Si los hombres supieran lo que es la eternidad harían cualquier cosa para cambiar de vida.

Muchos matrimonios no son buenos y no agradan a Dios Nuestro Señor.

Nuestra Señora dicho que en el mundo hay muchas guerras y discordias.

Las Guerras no son sino castigos por los pecados del mundo.

Nuestra Señora ya no puede sostener el brazo de su amado hijo sobre el mundo, es preciso hacer penitencia.

Si la gente se enmienda Nuestro Señor amparará al mundo pero si no se enmienda vendrá un castigo.

  

SOBRE PORTUGAL

Nuestro señor está profundamente indignado con los pecados y crímenes que se cometen en Portugal.

Por lo que amenaza a nuestro país, principalmente la ciudad de Lisboa, con un terrible cataclismo de orden social.

Se ha de desencadenar según parece una guerra civil de carácter anárquico-comunista acompañada de saqueos muertes, incendios y devastaciones de todas clases.

La capital se convertirá en una verdadera imagen del infierno.

Cuando la divina justicia ofendida despliegue este pavoroso castigo, todos los que puedan huyan de esta ciudad.

Este castigo, ahora predicho, conviene que sea anunciado poco a poco y con la debida discreción.

  

SOBRE LOS SACERDOTES

¡Madrina pida mucho por los sacerdotes por los religiosos!

Los sacerdotes no deberían preocuparse más que de las cosas de la iglesia.

Los sacerdotes deben ser puros, muy puros.

La desobediencia de los sacerdotes y religiosos a sus superiores y al Santo Padre ofende mucho a Nuestro Señor.

Tenga mucha caridad aún con el que es malo no hablé mal de nadie y huya de quién habla mal.

Tenga mucha paciencia porque la paciencia nos lleva al cielo.

  

CONSOLACIÓN

La virgen venía muchas veces a consolarla.

Incluso le había dicho que iría a otro hospital y que después de sufrir mucho moriría sola.

En el último adiós a su prima Lucía permaneció mucho tiempo abrazada llorando y le dijo:

Reza mucho por mí después yo pediré mucho por ti.

No digas nunca el secreto a nadie aunque te maten.

Ama mucho a Jesús y al Inmaculado Corazón de María y haz muchos sacrificios por los pecadores.

En otra ocasión Jacinta decía a los médicos que la rodeaban:

Los médicos no tienen luz para curar a sus enfermos porque no tiene el amor de Dios.

Todo es ya inútil. Nuestra Señora ha venido a verme y me ha dicho que pronto, muy pronto vendrá por mí.

  

BREVE BIOGRAFÍA DE FRANCISCO

Francisco Marto nació el 11 de junio de 1908, en Aljustrel, en la parroquia de Fátima.

Francisco era un niño de ojos brillantes, de estructura bien construida, que nunca había sufrido una sola enfermedad durante toda su vida, pero la gripe lo llevó a la tumba.

Sus rasgos de carácter parecían ser heredados de su padre (hermano de la madre de Lucía): suave, muy humilde, paciente, hombre de pocas palabras, pacífico, equilibrado, con una aversión natural para alboroto, el ruido y la conmoción.

Era una persona de las montañas, calmado, de una imaginación controlada, y una  alegría abierta y sencilla.

Tenía el don de la meditación, más inclinado a pensar y escuchar que hablar y manifestarse, más dispuesto a permanecer silencioso que a moverse.

Lucía describe a su pequeño primo en los siguientes términos:

“Aparte de sus características y su práctica de la virtud, Francisco no parecía del todo ser hermano de Jacinta. A diferencia de ella, él no era caprichoso ni vivaz.

Por el contrario, era tranquilo y sumiso por naturaleza”.

Francisco murió santamente el 4 de abril de 1919, en la casa de su padre.

Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de la parroquia hasta que el 13 de marzo de 1952, fueron trasladados a la parte oriental de la basílica.

En Fátima, el 13 de mayo de 2000, el Papa Juan Pablo II, declaró Beatos a Francisco y Jacinta y que su fiesta se celebre el 20 de febrero.

Sor Ángela de Fátima, postuladora de la causa de canonización de los videntes de Fátima Jacinta y Francisco

  

LA PERSONALIDAD DE FRANCISCO

Su sello distintivo era la calma.

Este era un niño, verdaderamente, como ningún otro.

“Francisco hablaba muy poco”, escribió Lucía en una serie de memorias durante los años 1930 y 1940.

“Por lo general hacía todo lo que nos veía haciendo, y rara vez se sugería nada por sí mismo”.

El niño no mostró amor por lo mundano, especialmente a la luz de las visiones graves – incluyendo la del infierno – que había visto.

Si otros niños insistían en tomar algo que era de él, él simplemente decía: “Que ellos lo obtengan. Qué me importa”.

Lo mismo puede decirse de los juegos: no le importaba si se perdía o ganaba. Prefería ver a otros como vencedores, si eso es lo que querían.

Lo que le importaba era comunicarse con la naturaleza en la parte superior de una roca alta, mientras cantaba en voz baja una canción.

Amo a Dios”, era el estribillo de una canción que tocaba.

“Yo le amo, también, en la tierra, amo las flores del campo, amo a las ovejas en las montañas”.

Se sentía herido al ver a un niño robar un nido de pájaros, y cuando un niño atrapó un pequeño pájaro, Francisco corrió a su casa a buscar unas monedas para comprar la libertad del ave.

  

LA SANTIDAD DE FRANCISCO

Sor Ángela de Fátima, postuladora de la causa de canonización de Jacinta y Francisco ha pasado incontables horas estudiando la vida de ellos y hablando con los que los conocía.

Ella dice que contrariamente a la opinión popular, el hecho de que alguien vea a la Virgen no le hace santo. 

Dice que hay ejemplos de videntes en otras apariciones que no llegaron a ser santos.

Lo que hizo santos a estos niños fue su fidelidad, su reacción, la forma en que tratan con las gracias que estaban recibiendo. 

La clave fue su compromiso con todo lo que vieron y oyeron”.

La santa vida de los videntes de Fátima, Francisco y Jacinta, tiene mucho que enseñarnos.

Fue un niño cuya madurez espiritual lo llevó más allá de las frivolidades de este mundo y pasó al reino sin ser visto por algunos en la historia.

La luz derramada por María sobre Francisco le había dado una gran comprensión de la eternidad, que era lo que importaba.

Francisco y su hermana Jacinta

  

FRANCISCO NO PODÍA OÍR A LA VIRGEN

A diferencia de los otros dos, Francisco nunca oyó las palabras de María o del Ángel de la Paz directamente, a pesar de que los vio.

El niño era plenamente consciente de lo que se decía.

Y había visto la luz fantástica de Dios arrojada a través del Inmaculado Corazón a la tierra.

Esta luz, había venido de dos maneras. Una con la Mater y Lucía irradiando hacia abajo, con su trabajo en la tierra.

Y hacia arriba, con él y su hermana Jacinta, porque, como ambos hermanos sabían, luego serían llevados al cielo.

“Francisco nunca oyó a la Virgen”, dijo la hermana Angela.

La vio, pero no la pudo escuchar. Eso nunca le molestaba. En este mundo, estamos llamados a ser ‘el mejor’. Si no es así, pensamos, ‘No tengo mérito. Soy basura’”. 

“Pero Francisco era tan humilde que aceptó su papel aparentemente menos privilegiados de la historia de Fátima. 

Fue amado por Dios, por lo que no se preocupaba de que no podía escuchar. 

Nunca se sintió humillado. Nunca sintió que era menos que su prima (Lucía) y su hermana (Jacinta). 

Nunca le preguntó a Dios, ‘¿Por qué ellas si y no yo?’”.

Y sentencia algo interesante:

“Para mí, de los tres, el que entendió más a Dios, el que tenía el conocimiento más profundo del misterio de Dios, fue Francisco Marto”.

La Hermana señaló otro problema con la mentalidad de ser el # 1: ¿qué pasa con los millones y millones de personas que no son el # 1?

¿Están condenados a ser infelices?

Dios llama a todos a ser felices. La Buena Nueva es un Evangelio de la alegría. ¡Ese es el gran mensaje de Pascua!”

La madre de Francisco dijo a Sor Angela, que en un principio, Francisco no podía ver a Nuestra Señora.

Cuando Lucía se dio cuenta de esto, preguntó a la Virgen por qué Francisco no podía verla. 

Nuestra Señora no dijo por qué, dijo la hermana.

“Pero ella dijo a Lucía: ‘Dile de rezar el rosario y que me va a ver.’ 

Francisco obedeció con sencillez. 

Después del sexto o séptimo Ave María, comenzó a ver a la Virgen. 

Muchos de nuestros porqués no recibirán respuesta, pero si nos entregamos [como Francisco], todo estará bien”.

Sor Angela señala que esta historia también nos dice la inmensa importancia que Virgen le da al rosario.

  

LAS IMPRESIONES MÁS FUERTES DE FRANCISCO

La famosa visión del infierno – relacionada con el primer secreto de Fátima – no afectó al niño tanto como a las dos videntes niñas.

Pero Francisco fue gravemente sacudido por la aparición de un demonio después de las apariciones.

“Fue una de esas enormes bestias que vimos en el infierno”, dijo a Lucía. Estaba aquí respirando llamas”.

Si eso fue una sacudida, la proximidad de la muerte lo dejó impávido.

Lo que hizo la impresión más poderosa sobre él y que lo absorbe por completo, escribió Lucía, era Dios, la Santísima Trinidad,

“percibía en ello esa luz que penetraba íntimo de nuestras almas…”

Pero por sobre todo estaba preocupado y entristecido por las ofensas a Dios.

  

ENTRISTECIDO POR LAS OFENSAS A DIOS

La misión de Francisco era la reparación de las ofensas a Dios.

Eso no significaba que no se ocupara de los demás “pobres pecadores” sino que oraba por ellos.

Al igual que Jacinta, estaba concentrado intensamente en el sacrificio.

Pero mientras que Jacinta ha aparecido orientada principalmente hacia los pecadores (para evitar su descenso a los infiernos), el enfoque principal de Francisco fue la consolación de Dios.

¡Por la forma en que Dios había sido ofendido! ¡Cómo el Señor Jesús lo sentía! ¡Como la Mater sentía sus heridas!

Sor Ángela dijo que Francisco se horrorizó cuando se dio cuenta de lo mucho que nuestros pecados entristecen el corazón de Dios. 

Lo que más define la espiritualidad de este niño fue su insistencia en el hecho de que todos tenemos que hacer todo lo posible para consolar el corazón de Dios.

Le dijo el padre de Francisco que lo oía con frecuencia llorar en medio de la noche. 

Iba a la cama de su hijo a preguntarle por qué estaba llorando.

Y el niño, que vio por primera vez la Virgen a los 8 años y murió a los 10 años, le decía:

“Estoy pensando en Dios que está tan triste. Si tan sólo pudiera hacerlo feliz”.

A veces, no dormía en toda la noche. Se limitaba a orar.

En octubre de 1996, la hermana dijo que el entonces cardenal Ratzinger (ahora Papa emérito Benedicto XVI) concedió una entrevista a una emisora ??de radio portuguesa donde dijo (y que estaba parafraseando):

“Es uno de los errores más frecuentes, incluso entre los católicos, pensar que sólo los grandes eventos políticos o económicos tienen un efecto sobre la historia del mundo. 

Aquí, en Fátima, nosotros pensamos en la oración, la conversión y la penitencia. 

Parece que no son nada, pero ellos son las verdaderos cosas eficaces que pueden cambiar la historia del mundo”

Milagro del sol en fätima 13 de octubre 1917

  

LA MUERTE DE FRANCISCO

Después de las monumentales apariciones de 1917, Francisco a menudo vagaba solo y constantemente rezaba el Rosario.

“La Virgen nos dijo que tendríamos que sufrir mucho, pero no me importa”, dijo.

“Voy a sufrir todo lo que ella desea. Lo que quiero es ir al cielo”.

Lo que le dolió más a Francisco fue cuando la gripe le impidió asistir a la iglesia.

La incapacidad de pasar tiempo con el “Jesús escondido” en el Santísimo Sacramento.

Al igual que Jacinta, no tenía absolutamente ningún miedo a la muerte.

Durante su enfermedad, sufrió con paciencia heroica, sin que la más mínima queja escapara de sus labios.

A veces sus dolores de cabeza eran tales que le pedía a Jacinta y Lucía no hablaran mucho.

Sin embargo, ofrecía el sufrimiento con gusto como una forma de consolar a la Virgen, que le había parecido estar tan triste.

Un día, poco antes de morir, dice Lucía que pregunt;o a Francisco:

“¿Estás sufriendo mucho, Francisco?

Sí, pero sufro todo por el amor de Nuestro Señor y Nuestra Señora”.

Él fue afectado por la misma la gripe que a su hermana en una epidemia que mató a cien millones en todo el mundo; un castigo oculto.

El día antes de su muerte, el niño dijo a Lucía:

“Mira que estoy muy enfermo. No pasará mucho tiempo antes de ir al cielo”.

Había pedido el sacramento de la Reconciliación.

“Voy a la confesión para que pueda recibir la comunión, y luego morir”, dijo el niño.

Y pidió Lucía y Jacinta le ayudaran a recordar algún pecado que hubiese cometido y hubiera olvidado (y con mucho gusto lo hicieron).

“¡Adiós, Francisco!” Lucía dijo en el último momento.

Sabiendo que ella iba a vivir durante muchos años en la tierra sirviendo a Dios.

“Si vas al cielo esta noche, no me olvides cuando llegues allí, ¿me entiendes?”.

Antes que fuera a la sala por su tía le dijo:

“¡Adiós entonces, Francisco! ¡Hasta que nos encontremos en el cielo, adiós! …”

Le dijo también que siempre seguiría siendo uno de los seres humanos más cercanos a su corazón.

Y así terminó.

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¿Y LUCÍA DOS SANTOS?

Lucía Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en Ajutrel, caserío junto a Fátima.

Cuando tenía nueve años fue enviada con sus primos, los beatos Francisco y Jacinta Matos a pastorear ovejas como de costumbre.

Fue entonces que recibieron la visita de la Virgen en la Cova de Iría.

Lucía ingresó en 1921 con las Hermanas Doroteas.
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Estuvo con ellas en Tui y Pontevedra, España.
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En ambas ciudades tuvo importantes visitas de Jesús y de la Virgen.
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Recibió la Promesa de los Primeros Sábados, la Visión de la Trinidad, la petición de la consagración de Rusia.

En 1946 regresó Portugal y, dos años después, entró en el Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, donde profesó sus votos como carmelita en 1949.

La Virgen dijo a Francisco y Jacinta que pronto irían al cielo pero Lucia debía quedar en la tierra para propagar sus mensajes.

Así ocurrió.

Murió el 13 de Febrero del 2005, durante la novena de los beatos Francisco y Jacinta, en su querido Carmelo.
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Donde aun era visitada por la Virgen y donde también el Papa Juan Pablo II la visitó.

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UNA ENTREVISTA CON SOR LUCÍA

La revista mensual católica portuguesa «Christus» publicó en el número correspondiente al 3 de marzo 98, la primera entrevista que ha concedido en su vida la hermana Lucía.

El infierno

«El infierno es una realidad.

Es un fuego sobrenatural y no físico, y no puede ser comparado al fuego que arde, de madera o de carbón».

«Continúen predicando sobre el infierno porque Nuestro Señor mismo habló del infierno y está en las Sagradas Escrituras.

Dios no condena a nadie al infierno. Dios dio a los hombres la libertad de escoger, y Dios respeta esa libertad humana».

Ateísmo y materialismo

«El ateísmo es todavía el mayor instrumento utilizado por el demonio en nuestros días.

Porque es un grave pecado contra Dios, que niega su propia existencia dando paso a la práctica de toda una variedad de actos diabólicos como el aborto».

«Como terminó el comunismo, ahora sigue el materialismo. Antes las personas no podían comprar nada.

El materialismo es muy malo…Las personas deberían desear más las cosas de Dios y no querer antes las cosas materiales».

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OTRA ENTREVISTA A SOR LUCÍA

El Padre Augustín Fuentes, sacerdote mexicano nombrado vicepostulador, (investigador), en las causas de beatificación de Francisco y Jacinta, tuvo una conversación con Sor Lucía de Jesús el día 26 de diciembre de 1957.

«Padre, la Santísima Virgen está muy triste, porque nadie hace caso a su Mensaje, ni los buenos ni los malos.

Los buenos, porque prosiguen su camino de bondad; pero sin hacer caso a este mensaje.

Los malos, porque no viendo el castigo de Dios, actualmente sobre ellos, a causa de sus pecados, prosiguen su camino de maldad, sin hacer caso a este Mensaje.»

«Dígales, Padre, que la Santísima Virgen repetidas veces, tanto a mis primos Francisco y Jacinta, como a mí, nos dijo, que muchas naciones de la tierra desaparecerán sobre la faz de la misma.

Que Rusia sería el instrumento del castigo del Cielo para todo el mundo, si antes no alcanzábamos la conversión de ese pobrecita Nación.» …

«Padre, el demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen.

Y como sabe qué es lo que más ofende a Dios y lo que, en menos tiempo, le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagradas a Dios.

Ya que de esta manera también deja el campo de las almas desamparado, y (el demonio) más fácilmente se apodera de ellas.»

«Dígales también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus apariciones.

Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma.

Y no sabíamos qué idear para encontrar en nuestra imaginación infantil medios para hacer oración y sacrificio. …

Lo segundo que santificó a los niños fué la visión del infierno.» …

«Por esto Padre no es mi misión indicarle al mundo los castigos materiales que ciertamente vendrán sobre la tierra, si el mundo antes no hace oración y penitencia, no.

Mi misión es indicarles a todos el inminente peligro en que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados al pecado.»

«Dos son los medios para salvar al mundo – me decía Sor Lucía de Jesús–, la oración y el sacrificio… Y luego, el Santo Rosario.

Mire Padre, la Santísima Virgen, en estos Últimos Tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario.

De tal manera que ahora no hay problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones.»

«Y luego, la devoción al Corazón Inmaculado de María, Santísima Madre, poniéndonosla como sede de la clemencia, de la bondad y el perdón; y como puerta segura para entrar al cielo.»

  

¿Y PARA CUANDO LA CANONIZACIÓN DE SOR LUCÍA?

Es una gran noticia que Francisco y Jacinta hayan sido canonizados, pero la asignatura pendiente es también con Lucía Dos Santos, quien llevó durante décadas la carga de informar, clarificar y defender las apariciones de Fátima.

Especialmente cuando ella, en sus secretos, era portadora de malas noticias para la cúpula de la Iglesia, que ha presidido el colapso de la fe y la disciplina entre los fieles.

Quizás por esto no se habla de su canonización.

Lucía defendió las apariciones de Fátima contra un revisionismo que reducía todo lo sucedido a una receta de oración personal y penitencia, sanitizando el resto del mensaje.

Nuestra Señora instruyó a Lucía para aprender a leer y escribir para cumplir su misión terrenal.

Ella escribió cuatro memorias y voluminosa correspondencia que hoy conserva el acontecimiento de Fátima en todos sus detalles y con todas sus implicaciones, incluyendo el conocido como Tercer Secreto de Fátima.

Fue Lucia a quien Nuestra Señora en 1929, en Tuy, le dijo que había llegado el momento para la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María.

Y recayó en ella hablar con los Papas de turno al respecto.

Y fue Lucía por quien sabemos que la batalla final entre el Señor y el reino de satanás será sobre el Matrimonio y la Familia.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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