Cómo manejar los conflictos por la fe y llevar a los familiares a la fe.

Uno de los fenómenos más importante a que están expuestos los cristianos actualmente, es al conflicto dentro de su familia y con sus amigos debido a su fe.

Esto tiene doloridos a muchos cristianos por el rumbo negativo que ha tomado la vida de esas personas, y también muchas veces por el clima de intolerancia y beligerancia que han instalado contra ellos.

Algunos cristianos optan por seguir siendo testigos de Dios a pesar de todo, y en el otro extremo otros optan por callarse y no hablar ni demostrar su fe, aunque hay toda una variedad en la conducta asumida.

Aquí hablaremos sobre cómo Jesucristo nos ha instruido que debemos actuar dentro de nuestras familias y cuál es el plan que tiene para nosotros al respecto.

Los países occidentales contemporáneos son las sociedades más seculares que haya registrado la historia humana.

Y los estudios muestran que hoy los jóvenes son los que creen menos en Dios.

Lo cual significa que los hijos, y ciertamente los nietos, de millones de fieles cristianos han abandonado el cristianismo. 

¿Y por qué ha sucedido esto?

Hay dos razones principales.

Una, que la cultura secular dominante se hizo anticristiana y beligerante. 

Y la segunda, la pérdida de capacidad de atracción de la Iglesia, debido a la apostasía en la que ha entrado.

A los niños y jóvenes se les ha inculcado en la escuela y en las universidades que ni Dios, ni la Biblia, ni la religión son necesarios.

Y que de hecho son impedimentos para el progreso moral.

Esto significa que el maligno ha lanzado el mayor ataque contra la moral que propone Dios, haciendo añicos las enseñanzas cristianas sobre la santidad de la vida y la moral sexual, en varias generaciones.

Y no sólo se dice a los niños y jóvenes en los centros de estudio que ni Dios, ni la Biblia, ni la religión son necesarios y que son impedimentos para el progreso moral, sino también para la paz.

Llegan a decir que más personas han sido asesinadas por la religión, o en el nombre de Dios, que por cualquier otra cosa en la historia.

Y acusan sólo a los cristianos de esto, ignorando incluso a cualquier otra religión, de las que sí hay pruebas fehacientes de su intolerancia en todos los tiempos, incluso ahora.

La acusación de violencia contra el cristianismo y contra las religiones en general es evidentemente falsa, porque el momento más sangriento de la historia fue el siglo XX.

Casi todos los más de 100 millones de civiles asesinados lo fueron por personas no cristianas, por regímenes laicos y generalmente anticristianos.

Podemos citar a Stalin, Pol Pot, Hitler, sólo basta recorrer internet y toda esta historia queda clara; la esconden en la narrativa pero no pueden esconder los hechos.

Y también esconden, que los jóvenes que abrazan el cristianismo son más felices, se suicidan menos, hacen más caridad y se ofrecen como voluntarios más tiempo, que los jóvenes no religiosos.   

Esto que estamos describiendo ha estado sucediendo desde hace 4 o 5 décadas y se ha estado acelerando fuertemente.

Por lo que hoy se ha instalado un conflicto en las familias en que aún queda algún cristiano.

Porque al igual que en la sociedad global, el llamado de los laicistas es a erradicar cualquier vestigio de moral cristiana en las familias.

Y es lo que explica que los cristianos que sobreviven con su fe más o menos intacta tengan tantos problemas familiares.

Es por eso que Jesús nos dice que viene a traer división en las familias.

En Mateo 10:34 el Señor dice que ha venido a traer división, y que una casa de cinco estará dividida, tres contra dos y dos contra tres, el padre estará dividido contra su hijo y el hijo contra su padre, etc.

¿Qué quiere decir esto?

Que en esta gran batalla cósmica en la que estamos envueltos, el demonio incentivará el conflicto llamando a los no cristianos a la intolerancia contra los mandamientos de Dios.

Y que ante este tsunami de anticristianismo beligerante, Jesucristo exige a los cristianos que elijan la moral que vino a traer, que se mantengan firmes y sean testigos y profetas en las familias.

Que no tolera una convivencia acrítica. 

Jesús dice que viene a traer división a nuestras familias, pero no dice que separará a las familias, sólo dice que nos pondrá unos contra otros en nuestras casas por Su nombre.

Todos lo hemos visto, porque familiares rechazan a los cristianos por ejemplo, por el derecho a la vida y también por defender la pureza en las relaciones entre los sexos.

Los miembros de la familia no cristianos están despreciando a los fieles porque la fe de los cristianos no está de acuerdo con sus elecciones, y exigen que elijamos su nueva moral, sobre la moral de Jesucristo.

A muchos cristianos no les gusta reconocer que haya un conflicto en las familias, porque no conciben que haya sólo dos posiciones y no una tercera vía. 

Pero el Señor ha sido claro, en Mateo 12:30 dice que El que no está conmigo, está contra mí.

El Señor está separando el trigo de la cizaña y eso comienza ahora en la casa de Dios, o sea entre los propios cristianos, a quienes llama para que opten entre ser trigo o cizaña. 

El Señor ha venido a purificarnos, por el poder ardiente de su amor, de su gracia y de su Palabra. 

Y primero lo hace a los que creen en Él, para que luego sean testigos y profetas para intentar salvar al resto de la familia.

Y la purificación rara vez es fácil o indolora.

Pero la fe exige que tomemos nuestra cruz y sigamos a Cristo, porque por Él vendrán las bendiciones a nuestra familia, y no por los gobiernos laicos y la moral del maligno.

Jesús quiere que nos quedemos en nuestra familia dividida, que no huyamos de nuestro testimonio, y encontremos una manera de amar a los demás a pesar de sus opiniones, y también de evangelizarlos.

Dios nos quiere en nuestras familias como testigos y profetas.

¿Y qué hacen los testigos? Dan testimonio de lo que es verdad, de lo que han visto, oído y experimentado.

Pero así como el Señor nos pide a nosotros que seamos sus testigos en nuestra familia, a su vez nos muestra otros testigos a quienes debemos mirar.

Son los cristianos que nos han precedido que han mantenido intacta su fe y han tratado de salvar a las almas que Dios puso a su cargo.

Y también el Señor nos envía como profetas, como portavoces, con la función de advertir a la gente que se dirige hacia la muerte eterna.

Uno pensaría que la gente debería estar agradecida con estos avisos. 

Pero a menudo la gente responde a las malas noticias matando al mensajero.

¿Por qué es esto? Porque de alguna manera se nos ha metido en la cabeza la idea de que básicamente somos «buenas personas» a quienes Dios debería apreciar, y que nuestras creencias y estilo de vida son al menos tan buenos como los demás.

Y cuando un profeta cuestiona estas ilusiones reconfortantes, lo encontramos amenazante e incómodo. 

Porque si el profeta tiene razón, entonces tenemos que cambiar y el cambio siempre significa dolor y simplemente no nos gusta el dolor.

Los profetas del Antiguo y Nuevo Testamento nos muestran que muchas veces el amor exige que digamos la verdad que la gente no quiere escuchar. 

Porque las personas tienen derecho a la verdad, ya sea que terminen prestando atención a ella o no. 

La responsabilidad del profeta es hablar la palabra de Dios tan clara y convincentemente como sea posible. 

Aunque lo que la gente hará con esa palabra no está bajo el control del profeta.

A la Madre Teresa de Calcuta le gustaba decir que Dios no requiere que tengamos éxito, él requiere que seamos fieles.

Si nuestro objetivo es ser amigos de todos, comprender y justificar las decisiones morales equivocadas, nos va a costar ser fieles y les va a costar tal vez la salvación a nuestros seres queridos. 

La palabra que Dios nos ordena compartir es a veces reconfortante y a veces perturbadora. 

Debemos superar nuestro miedo a ofender a las personas y amarlas lo suficiente como para decirles la verdad.

Y por supuesto, siempre está la cuestión del lugar y el momento adecuados, para evitar romper cualquier diálogo posible.

Pero si ningún lugar es el lugar correcto y nunca llega el momento adecuado, podemos estar seguros de que estamos permitiendo que el miedo a la opinión de los demás, se interponga en el camino del real amor que debemos tener por nuestros seres queridos, como pide Dios. 

Debemos recordar lo que dijo Jesús sobre el final de los tiempos en Mateo 24:10,

Muchos se apartarán de la fe y se traicionarán y se odiarán unos a otros, y aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente. 

El amor de la mayoría se enfriará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.

Es que al final del día habrá sólo dos grupos, los vencedores y los vencidos, y ya conocemos el resultado, por fe.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre lo que pide Dios que los cristianos hagan en sus familias y en el grupo de amigos, ser testigos y profetas, y que eso implica la cruz del dolor de la incomprensión, pero nos dará la gracia de haber cuidado el rebaño que Él nos puso a cargo.

Y me gustaría preguntarte si has tenido inconvenientes en tu familia y amigos debido a tu fe cristiana y en qué consistieron los inconvenientes.

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