Las razones que están detrás.
El papa Francisco tomó una decisión llamativa y criticada por algunos formalistas, al proceder a la canonización de Juan XXIII, sin que haya un milagro atribuido a su intercesión.
El papa Roncalli equilibrará así, de hecho, la otra canonización prevista, la de Juan Pablo II. Así se repetirá lo que aconteció en el año 2000, cuando la beatificación de Angelo Giuseppe Roncalli, el papa del Concilio Vaticano II, fue acompañada por la de Pío IX, a fin de equilibrar.
Francisco ha dispuesto que para Roncalli no sea necesario el milagro y que bastan la perseverante fama de santidad que rodea a su figura y la “fama signorum”, es decir, las gracias atribuidas a él, que siguen siendo testimoniadas (aunque ninguna de ellas ha sido certificada canónicamente como verdadero y auténtico milagro).
En la práctica, entonces, Francisco ha usufructuado al máximo el poder pontificio del que dispone en cuanto jefe de la Iglesia universal, para asumir una decisión que no parece tener precedentes en lo que se refiere a causas que no incluyen mártires.
De hecho en 1982, al forzar normas y praxis tradicionales, Juan Pablo II canonizó a Maximiliano Kolbe – quien había sido beatificado por Pablo VI como confesor inmediatamente después de los dos milagros requeridos en esa época –, proclamándolo mártir de la caridad.
Y luego en el año 2000 canonizó a 120 mártires de China, “eximiendo” a cada uno de ellos del milagro. Esa acción provocó una grave crisis con el gobierno de Beijing, también porque el rito se celebró el 1º de octubre, fiesta nacional de la República Popular China, una decisión ésta última que fue considerada como una “gaffe” del también combativo cardenal Joseph Zen.
En medio de las sesiones de trabajo del Concilio, el teólogo Yves Congar escribió en su diario que el cardenal belga Lèon Joseph Suenens quería concluir las modificaciones al esquema “De Ecclesia” con la petición de canonizar (por aclamación) a Juan XXIII. «Un objetivo que hay que obtener inmediatamente», escribió Congar.
Esta petición contaba con el apoyo de muchos otros padres conciliares y de una multitud de fieles. Como se recordará, el 5 de julio pasado, el Papa Francisco promulgó el decreto sobre el milagro por intercesión del Beato Juan Pablo II y al mismo tiempo aprobólos votos favorables que expresó la Sesión ordinaria de los cardenales y de los obispos para la canonización “pro gratia” del beato Juan XXIII.
Esto quiere decir –escribe “Avvenire” – que el Papa Bergoglio acogió favorablemente los motivos presentados por la Congregación de los santos sobre la instancia de la postulación de la causa de Juan XXIII, para poder proceder a su canonización incluso en ausencia de un milagro formalmente reconocido, como sucede normalmente para llegar a la proclamación de la santidad.
Según la actual normativa canónica, de hecho, se puede acceder a la canonización –explica el artículo– solo después de la aprobación de un milagro atribuido a la intercesión de un candidato al culto de la Iglesia universal, que sea mártir y confesor de la fe, ya beatificado. Sin embargo, no es ninguna novedad la proclamación de la santidad con base en otros elementos y motivos que pueden sustituir un milagro científica y teológicamente demostrado
No se trata, pues, ni de un atajo ni de ninguna simplificación o decisión arbitraria. Se trata, más bien, de una excepción que está contemplada en la normativa y que ha tenido varios antecedentes.
Las principales razones por las cuales se procedió a la canonización son, básicamente, dos:
La primera tiene que ver con la excepcional vastidad del culto litúrgico ya dedicado al beato, que, previa petición de autorización, fue concedido por la Santa Sede a diferentes diócesis del mundo, desde Asia hasta América. La memoria litúrgica de Juan XXIII, oficialmente inscrita en el calendario de las Iglesias particulares, se configura, de hecho, como algo semejante a la de un santo canonizado.
A este culto –recuerda “Avvenire”– se une el aumento de la fama y de los signos y milagros que acompaña en el pueblo de Dios la memoria del Papa bueno. A partir del día de su beatificación, el 3 de septiembre de 2000, llegaron a la postulación numerosas indicaciones de gracias y favores obtenidos por intercesión del beato en todo el mundo, a menudo acompañadas con documentación médica. Alrededor de unos veinte son los casos más interesantes.
La segunda de las razones fue justamente la petición de los padres del Concilio Vaticano II que, inmediatamente despuésd e la muerte de Juan XXIII,
esperaron su inmediata canonización, incluso como acto del Concilio. Ninguno de los candidatos a la canonización puede, pues, presumir actualmente de una excepcionalidad parecida: un culto litúrgico ya difundido en la Iglesia universal y una petición de canonización por aclamación expresada en un Concilio. Estas son las principales razones por las que Papa Francisco aprobó que se procediera a la canonización del beato Juan XXIII.
Fuentes: Vatican Insider, Avvenire, Sandro Magister, Signos de estos Tiempos