Un concepto asociado al ‘rapto’ preconizado por los evangélicos.
El viernes 19 de septiembre el Papa Francisco predicó una de las homolías más inhabituales para un sacerdote católico actual. Puso en el centro del escenario la enseñanza de la Iglesia sobre la resurrección física de todos los cristianos salvos en el Apocalipsis. Y no es de extrañar que haya pasado desapercibida para la mayoría de los católicos.
Esto es algo de lo que hablan habitualmente los evangélicos, especialmente los pentecostales, pero no ha sido, hasta ahora, políticamente correcto dentro de la iglesia católica, al igual que hablar del diablo, como lo hace frecuentemente Francisco.
El Papa dijo en la homilía tempranera de Santa Marta, que los católicos tienen miedo de contemplar la doctrina – de enorme importancia para los primeros cristianos – que sus cuerpos (destruidos físicamente en la tierra) se levantarán de entre los muertos:
Este es el futuro que nos espera y este es el hecho que nos lleva a plantear mucha resistencia: la resistencia a la transformación de nuestros cuerpos. También – resistencia a la identidad cristiana. Diré más: tal vez no tengamos tanto miedo del Apocalipsis del Maligno, del Anticristo quien debe venir primero – quizás no tengamos tanto miedo [de él]. Tal vez no tengamos tanto miedo de la voz del Arcángel o el sonido de la trompeta – que sonará cuando la victoria del Señor. Sin embargo tenemos miedo de nuestra resurrección: todos seremos transformados. Esa transformación será el final de nuestro camino cristiano.
El Anticristo que precede a la Segunda Venida; la trompeta final; la voz del arcángel; el levantamiento de los muertos – estos son temas completamente usuales entre los llamdos “cristianos nacidos de nuevo”, entre los pentecostales, no entre los católicos, cuyas homilías contienen muchos menos temas sobrenaturales.
Esos conceptos están relacionados, para los evangélicos, con «el Rapto», el momento en que, según los fundamentalistas, los salvados serán arrancados por los aires al encuentro de Cristo, cuando menos lo esperan. Las imágenes que pintan son las tumbas que se abren y la gente envuelta en túnicas blancas eyectadas hacia el cielo.
El Rapto es un concepto protestante, formulado por los fundamentalistas que idearon un complicado calendario del Fin de los Tiempos conocido como dispensacionalismo premilenial.
No sugerimos, de ninguna forma, que el Papa Francis suscribe a él. Pero, es claro que él cree en la verdad de la declaración de San Pablo que,
«si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó» (I Corintios 15:16).
Y también cree que,
«Cuando se dé la señal por la voz del arcángel y la trompeta divina, el mismo Señor bajará del cielo. Y primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos, llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y estaremos con el Señor para siempre». (Primera Carta de Pablo a los Tesalonicenses 4, 16-17)
La Iglesia puede no creer en el rapto, pero Pablo está describiendo algo muy parecido.
La verdad es, sin embargo, es que los católicos raramente reflexionan sobre estas profecías. La Iglesia institucional ha dejado de lado el Apocalipsis, el tema que preocupaba a los primeros cristianos más que cualquier otro.
Por lo tanto, Francisco está diciendo algo que debe dejar a su rebaño incómodo. Los católicos liberales, que piensan que puede materializar el Reino de los Cielos, estableciendo «la justicia y la paz» en la tierra, quedarán desconcertados, incluso consternados, por tal literalismo (lo que no quiere decir que Francisco no luche por la justicia y la paz como lo hace).
Pero los protestantes evangélicos con quien el cardenal Bergoglio forjó lazos estrechos en Argentina sabrán exactamente de lo que está hablando.
Sin duda Francisco es un Papa inusual para los católicos. No sólo menciona al diablo con frecuencia desconcertante para muchos, sino también considera al maligno en el contexto real y físico de la narración bíblica de los tiempos finales.
QUE DICEN LOS EVANGÉLICOS FUNDAMENTALISTAS SOBRE EL RAPTO
Ellos dicen que una generación de los creyentes no va a experimentar la muerte normal, sino que estas personas serán transformados en un abrir y cerrar de ojos, y recibirán un cuerpo de resucitado e inmortal.
Se trata de que cuando llegue el fin de los tiempos, en un momento previo a la tribulación predicha por el Apocalipsis, los creyentes verdaderos serán arrebatados (o “raptados”) corporalmente por el Señor.
Esto hay que enmarcarlo en un sistema de pensamiento llamado “dispensacionalismo premilenario”, según el cual hay un calendario muy preciso en la historia de la humanidad, aunque el reloj divino se habría parado en la época del Nuevo Testamento, y sólo volverá a ponerse en marcha cuando se inicien los últimos tiempos.
Si tenemos que buscarle un padre a esta teoría, no nos queda otro remedio que fijarnos en John Nelson Darby (1800-1882), una figura imprescindible del protestantismo fundamentalista del siglo XIX que, tras abandonar la Iglesia anglicana, se hizo miembro de los Hermanos de Plymouth y desarrolló sus ideas escatológicas más peculiares.
Se habla de dispensacionalismo porque divide la historia universal en diferentes edades o “dispensaciones” según el plan salvífico de Dios. La era contemporánea es, para Darby, el momento en el que Dios separará los creyentes verdaderos de los no creyentes, como se separa el trigo y la cizaña en el tiempo de la siega, anticipando así el retorno inminente del Señor Jesús.
Darby era inglés, pero se desplazó con frecuencia para difundir sus ideas, que han influido mucho en Norteamérica, adonde acudió en siete ocasiones. También podemos encontrar estas tesis en el mundo pentecostal.
Como dice Damian Thompson comentando de forma muy gráfica la idea darbysta del rapto,
“sigue siendo una de las imágenes apocalípticas más potentes jamás ideadas, pues de un solo golpe libra a todos los cristianos de los horrores que causa la llegada del fin, a la vez que les permite contemplar cómo los condenados perecen en el emocionante drama de la Gran Tribulación”.
En los Estados Unidos, esto del rapto es una materia de dominio común, algo que forma parte del imaginario colectivo como creencia difundida entre grandes sectores del evangelismo. Sin ir más lejos, hay una escena de Los Simpson en la que, en un momento de catástrofe apocalíptica, los Flanders, familia vecina de los protagonistas se pone a orar, y son arrebatados hacia el cielo. Hay algunas películas y producciones audiovisuales en las que vemos desaparecer gente de forma repentina, ilustrando esta expectativa.
Pero lo más destacado de los últimos años en este ámbito es la serie de novelas Left behind, que también se han llevado al cine con el título Lo que quedó atrás, que forma una trilogía junto con Fuerzas de la tribulación y El mundo en guerra. E incluso se ha hecho un videojuego (publicitado así: “el primer juego en el que la adoración es más poderosa que las armas”).
A lo largo de doce libros, Tim LaHaye y Jerry B. Jenkins plantean de forma literaria una convicción que comparten muchos evangélicos. El argumento de la primera novela sirve para hacernos una idea: en un vuelo comercial desaparecen de repente varios pasajeros, y sólo queda su ropa. Lo mismo pasa en el resto del mundo con millones de personas. Se trata del comienzo del Apocalipsis. Imaginen lo que pudo suponer esta serie literaria, y sus versiones audiovisuales, en los Estados Unidos en torno al año 2000 y, sobre todo, después del 11-S.
El tema del rapto tiene una base escriturística que es necesario desentrañar, así que vayamos a la Biblia.
¿Qué pensar de todo esto? ¿Tienen razón los que, basándose en la Biblia, defienden la inminencia de la venida del Señor y la realidad del arrebatamiento de los creyentes verdaderos?
La respuesta podemos encontrarla en la misma Escritura. San Pablo contestaba en su escrito a las inquietudes de los cristianos de Tesalónica, que parecen ser las preocupaciones de ciertos grupos actuales. ¿Cuándo volverá Cristo? Sólo Dios lo sabe. ¿Y qué pasará con los que hayan muerto? Ellos, y los que vivan en ese momento, compartirán la victoria de Cristo resucitado sobre la muerte; no habrá ventaja de los vivos sobre los muertos.
En estos textos constatamos varias afirmaciones de fe fundamentales, además de las respuestas paulinas que acabamos de decir: los acontecimientos finales son de iniciativa divina, y no pueden ser adelantados o retrasados por los hombres, tal como a veces defienden algunos intérpretes errados.
Fuentes: Spectator, RIES, Signos de estos Tiempos