Desde una jihad religiosa al conflicto étnico y la guerra civil.
En un país de minoría musulmana (sólo 15%), jihadistas de países veceinos tomaron el poder en la República Centroafricana comenzando a perseguir a la mayoría cristiana. Los grupos de auto-defensa cristianos se han vuelto cada vez más frecuentes: los ciudadanos se arman con lo que pueden (flechas, palos y fusiles caseros) y hacen justicia por cuenta propia.
EE.UU. dice que se está en una etapa pre genocidio. Francia pide la intervención urgente de la ONU. Y las fuerzas africanas que están para pacificar son del vecino Chad, justamente del país del que son la mayoría de los jihadistas, por lo que el control es escaso.
Los actos terroristas de los grupos islámicos armados activos en el África subsahariana, la violencia, el saqueo, la destrucción de bienes y propiedades pertenecientes a los cristianos y a la Iglesia, tienen el propósito de liberar los territorios y estados de la presencia de «infieles» y, aunque esto objetivo fallara, aprovechan para imponer la sharia, o ley islámica.
Los jihadistas cuentan con un consenso más o menos amplio, dependiendo del contexto: puede ser que la mayoría de sus conciudadanos de fe islámica no sean compatibles con ellos e incluso los culpen, pero ante la amenaza se salvan diciendo que son musulmanes y dirigen los ataques a los cristianos.
Lo que se obtiene en cada caso es aumentar las tensiones y la hostilidad entre las comunidades étnicas tradicionalmente educadas en la desconfianza mutua y la competencia por los recursos: la competencia en las zonas rurales, por ejemplo, a menudo degenera en enfrentamientos armados con el fin de tener el control de la tierra y las fuentes de agua.
Si el nivel de tensión entre las comunidades étnicas, también divididas por la religión, llega a un punto crítico viene la masacre, la violencia está tan fuera de control, que de la jihad se pasa a la guerra civil.
Esto es lo que está sucediendo en la República Centroafricana, un país de 4,5 millones de personas, en su mayoría cristianos, pero con el 15% de los musulmanes que se concentran en el norte. Hasta el momento, atormentados por regímenes autoritarios (hasta el delirio, en el caso del emperador Bokassa en los años 70), los cristianos y los musulmanes habían convivido sin conflictos graves.
Ahora hay unenfrentamiento armado entre ellos, tanto que los Estados Unidos el 21 de noviembre, dos días después de que aconsejó a sus ciudadanos salir del país «de inmediato», dijo que la República Centroafricana se encuentra ahora en una situación «pre-genocidio».
Todo comenzó hace poco más de un año, cuando tres movimientos antigubernamentales formaron una coalición llamada Seleka. En diciembre pasado, la coalición, después de haber organizado militarmente el norte del país, se ha embarcado en una ofensiva armada que finalizó el 24 de marzo, con la conquista de la capital Bangui y la destitución del presidente François Bozize.
Un mes después del golpe, el líder de Seleka, Michel Djotodia, islámico, se declaró presidente y prometió una transición democrática en 18 meses, lo que le valió el reconocimiento de la comunidad internacional.
En lugar de estabilizarse con la conclusión de la crisis institucional, la situación empeora cada día. Una ola de violencia ha afectado a la población, saqueo, destrucción, asesinatos, secuestros, violaciones, torturas y ejecuciones sumarias.
Las milicias Seleka se niegan a deponer las armas, a pesar de que en septiembre el presidente Djotodia ha disuelto la coalición. Todos los testigos coinciden en que los de Seleka son musulmanes y que la mayoría de ellos son extranjeros, casi todos procedentes de Chad y Sudán, los dos países con los que la República Centroafricana, limita al norte.
Es cierto que eligen a sus víctimas entre los cristianos, evitando casi siempre a los musulmanes. Muchos sacerdotes, pastores y monjas han perdido la vida, iglesias y edificios religiosos son saqueados, quemados y destruidos, incluyendo escuelas y hospitales.
Los 1.400 soldados enviados por la Unión Africana – misión Misca – para ayudar a la policía y las tropas de África Central FOMAC, desde los países de la Comunidad Económica de África Central, son incapaces de contener la violencia. Hay 400.000 personas desplazadas y 64.000 refugiados.
Además, 1,6 millones de personas, más de un tercio de la población, no tienen prácticamente medios de subsistencia y están en necesidad urgente de ayuda para sobrevivir.
Un drama dentro del drama es también la participación de miles de niños inscritos y alentados a luchar: según UNICEF, entre 5000 y 6000.
El 18 de noviembre, el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon, ha entregado un informe al Consejo de Seguridad pidiendo una intervención internacional para detener
«un alarmante nivel de violencia entre comunidades que amenaza con derivar en un conflicto religioso y étnico, con graves consecuencias, e incontrolable, incluso a nivel regional».
Ante la precipitación de la situación hacia una guerra civil y al genocidio, las regiones controladas por los combatientes cristianos han comenzado a organizarse mediante la creación de milicias de autodefensa llamadas «anti balakas» dispuestos no sólo a defender a la gente y la propiedad, sino también para contraatacar persiguiendo a los musulmanes. Miles cristianos están dispuestos a desafiar al mismo ejército que no los protege y que permite a los ex rebeldes no entregar las armas. Para que los cristianos más decididos y combativos hay la creencia generalizada de que en realidad el gobierno, por primera vez en la historia del país dirigido por un musulmán, quiere imponer la ley islámica y que el golpe de estado de Seleka es parte de una proyecto islamista para tomar el poder en una amplia zona que incluye a algunos de los estados con los que la República Centroafricana tiene fronteras.
Fuentes: La Nuova Bussola Quotidiana, Vatican Insider, Misna, Signos de estos Tiempos