Asombroso prodigio sobrenatural investigado y certificado por autoridades civiles y la Iglesia.

Voltaire el fanático anticlerical y doctrinario de la Revolución Francesa, escribió que “el día que vea a un cojo con su muleta y su pierna enterrada y luego lo vea caminando con esa misma pierna, creeré. Pero como nunca sucederá, nunca creeré en los milagros”.

Sin embargo, no supo en vida que exactamente ese mismo milagro se había producido décadas antes.

Ese fue el «milagro imposible» con el que tantas veces se bromea.

Incluso del que algunos cristianos ponen distancia, porque consideran que Dios se ha puesto una especie de limitación, para respetar la libertad del hombre, y no hace milagros tan sensacionales. 

Aquí hablaremos, en Frutos de la Fe, sobre el que se considera el milagro más impresionante que sucedió a un ser humano, y que fue investigado y aprobado por la iglesia y tribunales civiles.

La veracidad del milagro ocurrido al «cojo de Calanda», queda demostrada por los profusos documentos de la época.

Y corroborado luego por varias investigaciones independientes, como la realizada por Vittorio Messori, que publicó en 1998 y luego amplió y republicó en el 2023, bajo el título «El milagro. España 1640. La investigación sobre el prodigio mariano más sorprendente».

La credibilidad del milagro del «cojo de Calanda» ha resistido las embestidas del tiempo, y de los incrédulos de afuera y dentro de la Iglesia.

Quienes, en el mejor de los casos, consideran que su difusión es innecesaria, perjudicial e inútil, para quienes debieran tener una fe adulta.

Porque es sabido que los modernistas son enemigos consecuentes de los milagros.

El «milagro del cojo de Calanda» sucedió en una aldea de Aragón, España.

En julio de 1637 el veinteañero Miguel Juan Pellicer se encontraba en Castellón trabajando como agricultor para su tío

Y mientras conducía un carro montado en una mula, se queda dormido, se cae y la rueda del carro le pasa por encima de la pierna derecha, rompiéndole la tibia.

Tras recibir un tratamiento inicial en Castellón decide ir a Zaragoza para ser tratado en el hospital dedicado a la Virgen del Pilar, de quien era devoto.

El viaje de trescientos kilómetros duró cincuenta días y a su llegada los médicos comprobaron que la pierna ya se encontraba en avanzado estado de gangrena y no quedaba más que amputarla.

Dos maestros cirujanos realizaron la operación cortándole la pierna cuatro dedos por debajo de la rodilla.

Y la pierna amputada fue enterrada, según la costumbre de la época, en un sector especial del cementerio del hospital y el muñón fue cauterizado con fuego.

Permaneció hospitalizado unos meses, hasta que fue dado de alta en la primavera de 1638, pertrechado con una pierna de palo y muletas.

En esas condiciones sólo podía dedicarse a la mendicidad y el Cabildo le dio permiso para pedir limosna en la puerta de la Virgen del Pilar. 

Iba a misa diariamente pidiendo a la Virgen que le devolviera la pierna.

Y se untaba con el aceite de las lámparas de la Virgen, a pesar que el cirujano le advirtió que esa práctica no era buena para la herida.

Durante dos años fue visto mendigando por un gran número de ciudadanos, que testificaron que le faltaba una pierna.

Pero llega un momento que no soporta más y decide volver a la casa de sus padres en Calanda.

Y allí, al no poder ayudar en el trabajo del campo, asume la «profesión» de mendigo, viajando todos los días por los pueblos de los alrededores, a lomos de un burro, donde muchas otras personas pudieron ver su mutilación.

Y entonces, inesperadamente sucede el prodigio.

En la tardecita del 29 de marzo de 1940 se va a dormir.

Y a eso de las 22:30 horas, su madre entra en la habitación, nota una extraña fragancia y con asombro ve que sobresalen dos piernas del catre.

“¡Hijo, tienes las dos piernas!”, gritó.

Lo sacuden para despertarlo, pero pasan unos minutos hasta que sale de un sueño extremadamente profundo.

En el que soñó que estaba en el santuario del Pilar y se estaba ungiendo la pierna con el aceite bendito, como lo había hecho tantas veces. 

Ante la difusión boca a boca llegó una multitud de vecinos para ver el milagro con sus propios ojos.

Y coincidieron en que la reaparición de la pierna se debía a la intercesión de la Virgen del Pilar.

La pierna restituida era la original de él, no otra, porque conservaba el mordisco que le había realizado un perro en su niñez y otras cicatrices propias.

Aunque era pálida y estaba débil, con poca sensibilidad y más corta que la otra.

Pero en los días sucesivos fue fortaleciéndose y desarrollándose hasta quedar normal.

Ante esta comprobación del milagro, al día siguiente la muchedumbre fue al templo para celebrar una Misa en Acción de Gracias.

Y tres días después, el Domingo de Ramos, se presentó don Marco Seguer, sacerdote enviado por el Obispo, acompañado del notario real Miguel Andréu, para levantar un acta del testimonio de los testigos.

Y el 25 de abril Pellicer y sus padres partieron a Zaragoza, para agradecer a la Virgen del Pilar.

Donde también fue visto por numerosas personas, asombradas, porque anteriormente le habían conocido con una pierna sola.

Luego se abrió una investigación formal, a solicitud de las autoridades municipales para determinar la veracidad del hecho. 

El juicio presidido por el arzobispo de Zaragoza, se inició el 5 de junio de 1640 y duró casi un año. 

Todas las audiencias fueron públicas y no se escucharon voces disidentes. 

Y el 27 de abril de 1641, el Arzobispo de Zaragoza dictó sentencia, reconociendo oficialmente la autenticidad del milagro,

“Afirmamos, que a Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda, se le devolvió milagrosamente la pierna derecha que antes le había sido amputada; y que no fue un acto provocado por la naturaleza, sino una obra maravillosa y milagrosa”.

Y luego con el tiempo se fueron haciendo varios estudios más, por las autoridades civiles, eclesiásticas e independientes, que llegaron a la misma conclusión, de que le fue devuelta su pierna en forma milagrosa.

En el reciente libro, Vittorio Messori recoge la opinión del Dr. Landino Cugola, jefe de cirugía del Policlínico de la Universidad de Verona, especialista en reimplantes de extremidades. 

Quien examinó atentamente los testimonios recogidos en las actas del juicio, de los cuales se desprende que la pierna que le reapareció a Miguel Juan Pellicer estaba al principio fría y dura, con los dedos contraídos y con color lívido, y como se fue regenerando.

Y concluyó que estos hechos corresponden perfectamente al curso postoperatorio normal de una pierna reimplantada.

El 12 de septiembre de 1647 Pellicer cae enfermo en Velilla de Ebro y después de haber recibido los últimos sacramentos, murió.

Y fue enterrado a los 30 años con su pierna, fruto de un milagro logrado por intercesión de la Virgen del Pilar, a quien le había rezado con fervor, para que le devolviera la extremidad amputada.

Con el correr de los años ha habido varios casos en que le aparecieron órganos extirpados a pacientes de forma milagrosa, más allá de toda duda.

Pero ninguno tan visible como la pierna original devuelta al “cojo de Calanda”, testimoniado por tantos testigos e investigado tantas veces.

Por eso se le llama el milagro de los milagros.

Bueno hasta aquí lo que queríamos contar sobre el que se considera el milagro de los milagros, intercedido por la Virgen del Pilar en el siglo XVII al «cojo de Calanda», devolviéndole su pierna, y que fue investigado y testimoniado profusamente.

Y me gustaría preguntarte si conoces otros casos en que le fue devuelto milagrosamente a una persona, un órgano que había perdido, sin intervención humana o no.

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