Tenemos una deficiente comprensión de la forma en que Dios disciplina y corrige.

Porque se ha extendido entre la grey cristiana el falso y sorprendente criterio que Dios es tan bueno que nunca castiga.

Lo cual es contrario al texto concreto del Antiguo y del Nuevo Testamento, al Magisterio de la Iglesia y al sentido común.

PECADOR QUE SE ARREPIENTE

Este criterio de que Dios no castiga puede deberse a una comprensión equivocada el significado de la palabra castigo y a una idea deficiente de lo que significa el amor de Dios.

Porque una de las paradojas de la misericordia de Dios es que a través de ella, Él castiga los pecados.

   

LA IDEA DE CORRECCIÓN Y CASTIGO REPUGNA A LOS CONTEMPORÁNEOS

La corrección y el castigo se entienden actualmente como una acción injusta.

Incluso cuando se habla de la prisión a los delincuentes siempre se menciona la reeducación pero nunca la prisión para expiar las culpas.

Y esto ha llegado hasta Dios.

Hay quienes desde el cristianismo lo imposibilitan de estar enojado y de emprender correctoras contra la humanidad pecadora.

Entonces lo reemplazan con un Dios hiper misericordioso, infinitamente indulgente; un padre débil que no es capaz de corregir a sus hijos para que vayan por la buena senda.

Y el complemento necesario de esto es pensar que el infierno no existe, y si existe está vacío, porque Dios es tan misericordioso que no puede condenar a nadie eternamente al fuego eterno.

Francamente esto no tiene sustentó en la Biblia y su único sustento es emocional “Yo no puedo creer que…”.

Esto es una grave mal interpretación de quienes van al infierno.

No es Dios quien elige a alguien para ir al infierno, sino que es la propia persona que se condena al infierno, porque no acepta la ley de Dios.

En el infierno no hay personas que al final creen que se equivocaron en la elección, sino personas que prefieren eso a estar al lado de Dios permanentemente.

Prefieren vivir eternamente en estado de condenación, a pesar que si oran, hace penitencian y reforma su vida en la tierra, Dios les va a perdonar siempre.

La recompensa y el castigo son algo natural en la sociedad humana y está impreso incluso nuestra conciencia desde la infancia.

El juicio es permanente en nuestra vida, de la misma forma que las nociones de verdadero y falso, y bueno y malo.

Y estas ideas son inseparables de la recompensa y el castigo.

Y por eso, como dice el catecismo, Dios es “remunerador”.

Dios en su infinita misericordia no puede permanecer indiferente ante escándalos de la magnitud del aborto, la quiebra de la familia, la drogadicción, la eutanasia, la pornografía, el cambio de sexo con el que una persona nació, etc.

Y esto que decimos no es una idea nuestra o sea una ideología, sino que está inequívocamente en el mensaje de la Biblia y en el magisterio papal.

Pero lamentablemente en las últimas décadas el modernismo ha debilitado a Dios.

Nos presenta a un Dios débil que no es capaz de corregir a sus hijos para que se enderecen y a vivan vidas felices y fructíferas.

   

QUE QUIERE DECIR CASTIGO SEGÚN EL DICCIONARIO

Quienes sostienen que Dios no castiga asocian a la palabra castigo al odio y la crueldad, que es una idea de ellos, pero no de la definición de la palabra castigo que tiene el diccionario de la Real Academia Española.

Concretamente ella lo define como: Pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta; Enmienda, corrección de una obra o de un escrito; Reprensión, aviso, consejo, amonestación o corrección; Ejemplo, advertencia, enseñanza.

De acuerdo a esto, la definición de la Real Academia Española no asocia odio o venganza o crueldad a la palabra castigo.

Y sin embargo lo asocia a corrección, reprensión, aviso.

Corrección, reprensión y aviso es el significado de castigo que utiliza la escritura y el magisterio de la Iglesia, y no castigo como sinónimo de odio.

El castigo en la doctrina católica está relacionado con la justicia de Dios, que impone penas a los culpables de pecados.

Santo Tomás de Aquino lo expresa de esta manera,

“Dios quiere con voluntad antecedente salvar a todo hombre; con voluntad consecuente, y por su justicia, quiere castigar a algunos (Suma Teológica).

De modo que Dios puede castigarnos como forma de corrección, motivado por su misericordia y su amor, y no por el odio o la crueldad o la venganza.

Esta polémica no es un tema menor porque muchos de los que sostienen que Dios no castiga ponen a la justicia divina como incompatible con su misericordia y por lo tanto por ejemplo dicen que el infierno no existe o está vacío.

Además es negar lo que el magisterio de la Iglesia infaliblemente ha sostenido, incluyendo el magisterio papal.

Pero hay algo más perverso aún, que es no posibilitar que los católicos piensen que algo malo que les sucede pudiera ser un castigo de Dios, porque la forma más común en que Dios se comunica con nosotros es a través de los hechos de la vida.
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Y entonces pierden una oportunidad importantísima para reflexionar sobre sus vidas.

Quienes sostienen que Dios no castiga suponen que los que reconocen que Dios castiga piensan que todo lo malo quey ocurre es un castigo divino, pero no es así.

No es fácil determinar si algo que sucede es producto de una pena divina o consecuencia de nuestros actos, o del de otros o situaciones que ocurren en la vida.

   

LA APARENTE CONTRADICCIÓN ENTRE CASTIGO Y AMOR

La aparente contradicción se basa en la premisa falsa de que castigo es lo mismo que venganza.
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Esta premisa sostiene que el que castiga no es más que una persona que exige venganza por alguna transgresión.
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O que el castigo no es más que una forma que los más poderosos tienen para descargar su ira sobre los más débiles.

Pero una forma adecuada de ver el tema es que el castigo a tiempo permite que el castigado experimente los efectos negativos de su mal comportamiento tempranamente.

De modo que él no experimentará mucho peores efectos después.

7Pecados capitales

Piensa en un niño al que sus padres le han prohibido cruzar la calle sin una persona mayor para acompañarlo.

Este aviso lo emitieron por amor.

Porque los padres no están tratando de quitarle la diversión o limitando su libertad, sino que están tratando de protegerlo de cualquier daño.

¿Qué pasa si el niño cruza la calle sin acompañante y sus padres se dan cuenta?

Probable lo castiguen, por ejemplo ponerlo en penitencia en su habitación por unas horas.

Lo que está sucediendo en este ejemplo es que el niño obtuvo un castigo menor con el fin de evitar uno mucho más serio.

Después de todo, ¿que es peor, unas horas de penitencia o ser atropellado por un coche?

Está claro que el propósito de la sanción es permitir una pequeña cantidad de dolor con el fin de evitar una situación mucho peor.

Es cierto que a veces los padres castigan a sus hijos con motivos mixtos, a veces pueden descargar su ira cuando castigan.

Pero esto se debe a que los padres son imperfectos.

Sin embargo Dios es un Padre perfecto. Y cuando castiga no mezcla estas cualidades pecaminosas.

   

CUANDO DIOS CASTIGA

Cuando Dios castiga, Él está actuando de la misma manera que los padres del niño.
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Él permitirá o infligirá dolor para evitarnos un dolor mayor.
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Que se produciría si nuestro mal comportamiento tomara un camino hacia abajo en asuntos más serios y terminara en el peor dolor que es el infierno eterno.

sodoma y gomorra castigo

Cuando se aplica correctamente (y siempre es así cuando lo aplica Dios), el castigo es saludable.

Ayuda a poner fin a la mala conducta y si en última instancia hace daño, por lo general resulta en un comportamiento bueno y constructivo posterior.

De ahí que el castigo es parte integral de la misericordia y el amor.

El amor aquí debe ser entendido como el amor fuerte y vigoroso que dice la verdad, e insiste en ella como la única base para un cumplimiento real y duradero.

La Carta a los Hebreos tiene un pasaje notable que explica los verdaderos entornos del castigo y la disciplina enraizada en el amor verdadero y vigoroso del Padre:

Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él.

Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que reconoce.

Sufrís para corrección vuestra.

Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige?

Más si quedáis sin la corrección, que a todos toca, señal de que sois bastardos y no hijos.

Además, teníamos a nuestros padres terrestres, que nos corregían, y les respetábamos.

¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir?

¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!

Más él, para provecho nuestro, y para hacernos partícipes de su santidad.

Cierto que ninguna corrección es, a su tiempo, agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.

Por tanto, robusteced las manos caídas y las rodillas vacilantes y enderezad para vuestros pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure. (Hebreos 12: 5-13).

Muchos niños hoy en día no han conocido la disciplina apropiada.

Esto lleva a gran número de males: comportamiento auto-destructivo, la arrogancia, la actitud irrespetuosa e incorregible, la hostilidad, el egoísmo, la codicia, la insensibilidad, la falta de auto-control, y muchas otras tendencias.

La Escritura dice,

El que ama a su hijo, le azota sin cesar, para poderse alegrar en su futuro.

El que enseña a su hijo, sacará provecho de él, entre sus conocidos de él se gloriará.

El que instruye a su hijo, pondrá celoso a su enemigo, y ante sus amigos se sentirá gozoso.

Murió su padre, y como si no hubiera muerto, pues dejó tras de sí un hombre igual que él.

En su vida le mira con contento, y a su muerte no se siente triste.

Contra sus enemigos deja un vengador, y para los amigos quien les pague sus favores.

El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas.

Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale libertino.

Halaga a tu hijo, y te dará sorpresas juega con él, y te traerá pesares.

No rías con él, para no llorar y acabar rechinando de dientes.

No le des libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores.

Doblega su cerviz mientras es joven, tunde sus costillas cuando es niño, no sea que, volviéndose indócil, te desobedezca, y sufras por él amargura de alma.

Enseña a tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces por su desvergüenza.

Vale más pobre sano y fuerte de constitución que rico lleno de achaques en su cuerpo. (Eclesiástico 30).

Necesitamos redescubrir el hecho de que el castigo es parte del amor y es un acto de misericordia.
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No es amor dejar a un niño indisciplinado.
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No estamos ayudando al niño cuando no somos capaces de disciplinarlo.
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Sin duda, la disciplina debe tener sus raíces en el amor.
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Y Dios también nos muestra su amor en la disciplina y su castigo.

   

EL ERROR DE CONTRAPONER EL ANTIGUO AL NUEVO TESTAMENTO

Quienes abogan por la noción que Dios no castiga sostienen erróneamente que el Antiguo Testamento tenía una comprensión deficiente del amor de Dios, porque Dios no se había revelado por completo.

Pero esto es falso porque ya en el Antiguo Testamento se tomaba el castigo como corrección como un acto de amor de Dios,

“Castigando la culpa educas al hombre, y roes como polilla sus tesoros” (Salmo 39).

Y además el Nuevo Testamento tiene muchas menciones sobre el castigo ya sea eterno o temporal, veamos algunos textos como ejemplo,

“Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.

Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos.” (1 Corintios 11: 29-30).

“Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna» (Mateo 25: 46).

“Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios.

Porque está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor» (Romanos 12: 19)

“El día convenido, Herodes, vestido con las vestiduras reales y sentado en su estrado, los arengaba, mientras el pueblo aclamaba: ¡Voz de dios, no de hombre!

De improviso lo hirió el ángel del Señor, por no haber reconocido la gloria de Dios, y murió comido de gusanos» (Hechos 12: 21-23).

   

EL MAGISTERIO PAPAL

El magisterio de la Iglesia ha reconocido permanentemente e infaliblemente que Dios castiga con el criterio de corrección, como lo hemos venido diciendo hasta ahora.

Hay muchas citas del Magisterio que hablan el castigo de Dios.

Pensemos en los llamados papas “post-conciliares”.

Juan XXIII, en un mensaje de radio fechado el 28 de diciembre de 1958, dice:

“…el hombre, que siembra el pecado, cobra el castigo.

El castigo de Dios es su respuesta a los pecados de los hombres; por lo tanto, Él (Jesús) te dice que huyas del pecado, la causa principal de los grandes castigos”.

Pablo VI en una homilía el 13 de marzo de 1966:

“¡Cuán pequeños somos, cómo somos realmente culpables hasta el punto de merecer los castigos del Señor!”

En la audiencia del Miércoles, 29 de Setiembre 1999 Juan Pablo II dijo,

El amor paterno de Dios no excluye el castigo, aunque éste se ha de entender dentro de una justicia misericordiosa que restablece el orden violado en función del bien mismo del hombre”.

Benedicto XVI dijo en unja Homilía en le Inauguración de la XII Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos, 5 de Octubre del 2008,

“Si contemplamos la historia, nos vemos obligados a constatar a menudo la frialdad y la rebelión de cristianos incoherentes.

Como consecuencia de esto, Dios, aun sin faltar jamás a su promesa de salvación, ha tenido que recurrir con frecuencia al castigo”.

En este video se ve como Francisco, como Cardenal Bergoglio, declara en varias oportunidades que Dios castiga,

   

¿QUÉ PASA CUANDO DIOS NO CASTIGA EL PECADO?

Hasta ahora hemos considerado el castigo de Dios como algo positivo, que se basa en su misericordia y amor.

Pero ahora vamos a considerar un enfoque más negativo que reflexiona sobre lo que sucede cuando Dios retira su castigo misericordioso.

De hecho, debería ser alarmante cuando en algún momento Dios deja de castigar directamente a ciertos pecadores endurecidos, ya sean individuos o naciones.
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Cuando ya no los refrena por su mano.

La Escritura habla de esta realidad diciendo, “Dios los entregó” a sus malos caminos.

Éstos son sólo unos pocos de estos textos:

No seáis como vuestros padres y vuestros hermanos, que fueron infieles a Yahvé, el Dios de sus padres; por lo cual él los entregó a la desolación, como estáis viendo. (2 Crónicas 30: 7).

Pero mi pueblo no me escuchó, Israel no me obedeció; los abandoné a su corazón obstinado, para que caminaran según sus caprichos.

¡Ojalá me escuchara mi pueblo e Israel siguiera mis caminos. (Salmo 81: 12-14).

Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos

Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza.

Igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío.

Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene (Romanos 1: 24,26-28).

Parecería que este es el último esfuerzo de Dios para llevar a cabo la conversión.

San Alfonso enseña, que,

[Dios] les priva de sus abundantes gracias y les deja [sólo] con la gracia suficiente con que pueden, [probablemente] no, salvar sus almas (Consideraciones sobre las Máximas Eternas 17.2).

Se han desviado tanto que esto es lo último que queda a Dios: entregarlos a la experiencia completa de sus pecados.

Mientras que los pecadores pueden parecer haber escapado ilesos por un tiempo, el peor día de su vida fue el día en que el Señor dice al pecador “Hágase tu voluntad, oh pecador, puedes hacerlo”.

Porque de hecho, dejar de ser castigado por el Señor es el peor castigo de todos.

¿Por qué? Dios castiga con la misericordia, pero el pecador castiga sin piedad.

Como dijo una vez el rey David,

Caigamos en manos de Yahvé, que es grande su misericordia. No caiga yo en manos de los hombres”. (1 Crónicas 21:13).

Se ha dicho que Dios perdona pero la naturaleza no lo hace.

Uno no puede actuar en contra de la naturaleza de las cosas y esperar prosperar en este mundo.

Tarde o temprano las consecuencias vienen y sin piedad.

No hay mayor sufrimiento que cuando seguir en el pecado en sí es el castigo por el pecado.

San Alfonso también señala,

Dios no parece estar enfurecido contra ciertos pecadores, “mis celos se retirarán de ti, me apaciguaré y no me airaré más.” (Ezequiel 16:42).

No hay castigo más grande que cuando Dios permite que un pecador añada pecado sobre pecado.

Por su bien, sólo nos queda esperar que las consecuencias mortales de su pecado se muevan hacia a la conversión final.

Pero si no lo hacen…

Por lo tanto, los castigos de Dios son un aspecto de su misericordia.

Sin ellos, lo peor seguramente nos sobrevendrá.

¡Mantennos en tu misericordia, Señor, incluso con la misericordia que castiga.
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Porque es mucho mejor sufrir golpes de tu mano que sufrir a manos de los hombres o de la naturaleza!
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¡Misericordia, Señor, misericordia!

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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