La veneración de la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo se remonta al milagro de su trasladado a Italia desde Albania en 1467.

cuadro de ns del buen consejo en genazzano

La imagen fue coronada como «Nuestra Señora del Buen Consejo» en el año 1682 en la Basílica del Vaticano.
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El Papa León XIII le dio un significado especial añadiéndola a la Letanía de la Virgen María.

Por centurias esta devoción ha prosperado en todas partes…

No sólo los peregrinos que se arrodillan ante la milagrosa imagen han encontrado el consuelo y consejo para sus necesidades temporales y espirituales, sino también los devotos de todas partes del mundo que oran ante una apreciada copia del original.

santuario del buen consejo en genazzano

 

LA IGLESIA DE GENAZZANO

La ciudad de Genazzano (60 km al sur de Roma), remonta al tiempo del Imperio romano.

Este lugar era escenario de fiestas en honra de los dioses, algunas de las cuales eran mero pretexto para orgías paganas.

Una de esas celebraciones se realizaba el día 25 de abril, en honor de la diosa Flora.

Después que Constantino el Grande diera libertad a la Iglesia, bajo el pontificado del Papa San Marcos (336) se edificó allí una primera iglesia dedicada a María Santísima, bajo la tierna invocación de Madre del Buen Consejo.

Posteriormente los Agustinos levantaron en un extremo de la ciudad un modesto convento.

Con el paso de los siglos la importancia de ese primitivo templo fue decayendo.
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Hasta que, ya bastante deteriorado, de su antigua preeminencia sólo le restaban el nombre, un bonito bajorrelieve en mármol representando a la Virgen Madre del Buen Consejo.
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Y el privilegio de ser punto de afluencia de peregrinos que venían a pedir gracias, que María Santísima continuaba prodigándoles maternalmente.

A mediados del siglo XIV, se confió el cuidado del antiguo templo a la Orden de los Eremitas de San Agustín.

No obstante, las dificultades financieras seguían impidiendo la tan urgente y ansiada reforma del templo de la Madre del Buen Consejo.

beata petruccia

 

LA PIADOSA PETRUCCIA

Nuestra Señora quiso valerse de una simple terciaria agustina para realizar un prodigio único en la Historia de la Iglesia.

Petruccia de Nocera, viuda desde 1436 y sin hijos, dedicaba la mayor parte de su tiempo a la oración y a ejecutar pequeños servicios en la iglesia de la Madonna del Buen Consejo.
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Le dolía ver el estado del templo, y rezaba con fervor para que pudiese ser restaurado.
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Por fin, decidió asumir ella misma la iniciativa.

Se ampliarían todas las dimensiones de la vieja iglesia, reedificando su estructura.

Pero a la mitad de las obras, Petruccia, que ya contaba 80 años de edad, constató que el monto que había ofrecido no alcanzaba para continuar los trabajos, y que nadie se había presentado para auxiliarla.

Así, al momento de agotarse sus recursos las nuevas paredes se elevaban irónicamente a poco más de un metro del suelo…

Entonces, algunos conocidos de la pobre terciaria comenzaron a enrostrarle la imprudencia que había cometido; otros se burlaban de ella, y hasta hubo quienes la reprendiesen severamente en público.

A todos ella se contentaba en decirles:

“No deis, hijos míos, tanta importancia a esta infelicidad aparente, pues os aseguro que antes de mi muerte la Santísima Virgen y nuestro Santo Padre Agustín terminarán la iglesia comenzada por mí”.

interior del santuario de genazzano

 

LA SANTÍSIMA VIRGEN LLEGA EL 25 DE ABRIL

El 25 de abril del año 1467 era sábado. La fiesta en honor de la Madre del Buen Consejo transcurría normalmente, con gran concurso de pueblo.

Cuando de repente, a eso de las 4 de la tarde, se dejaron oír los acordes de una melodía agradabilísima, que parecía venir del Cielo.

Todos se pusieron a escudriñar de dónde podían venir esos sones maravillosos.

Entonces, por encima de los tejados y de las torres de las iglesias, en el cielo primaveral y poético del Lacio, se dejó ver una pequeña nube blanca que desprendía rayos luminosos y venía bajando al son de una melodía excepcionalmente bella.

Poco a poco la nube de luz bajó hasta la misma iglesia de la Madre del Buen Consejo, donde quedó suspendida junto a la pared del fondo de la capilla inconclusa.
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Al mismo tiempo las campanas de la vieja torre se pusieron a repicar por sí mismas, seguidas de inmediato, en un unísono milagroso, por todos los campanarios de Genazzano.
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En pocos segundos la capilla quedó repleta de gente que, asombrada, acudía a admirar aquel fenómeno celestial.
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La nubecita se fue disipando y dejó ver un objeto bellísimo, una pintura que representa a Nuestra Señora trayendo tiernamente a su Divino Hijo en los brazos.

En el local de la aparición ya se oían vivas desbordantes de alegría a la madre de Dios, al lado de gritos: “¡Milagro! ¡Milagro!”.

Muchas personas enfermas o probadas se sintieron inspiradas a pedir cura y consuelo a la imagen llegada milagrosamente, y de inmediato comenzaron a ser atendidas, como consta en documentos emitidos por las autoridades eclesiásticas locales.

La noticia se esparció por el Lacio y después a toda Italia. Multitudes fervorosas comenzaron a acudir para venerar aquella imagen, milagrosamente suspendida en el aire.

Comenzaron a llover las limosnas, como una respuesta providencial a la confianza inquebrantable de la buena Petruccia.

Sus esperanzas se veían ahora realizadas.

La Madonna del Paradiso, como fue llamada la imagen en el primer momento, logró así que las obras de la iglesia fuesen retomadas y en poco tiempo ésta adquiriera un aspecto majestuoso.

Esta historia se entronca con esta otra, que da cuenta de donde venía esa imagen.

videntes ven partir la imagen de scutari

 

DE SCUTARI A GENAZZANO

Entre los peregrinos llegados a Genazzano había dos personajes que provocaban extrañeza por sus ropas y por los trazos fisonómicos que los identificaban como extranjeros.
Uno de ellos era aún joven, y el otro ya adulto.

Venidos a Roma desde Albania a comienzos del año, contaron una singular historia a la cual inicialmente nadie quería dar crédito.

En enero de ese año de 1467 había muerto el último y gran monarca de los albaneses Jorge Castriota, más conocido como Scanderbeg.

Él había dado altas pruebas de fidelidad heroica a la Iglesia en la lucha contra los turcos que amenazaban aplastar la pequeña nación cristiana.

Desde su juventud había tomado parte en combates contra los musulmanes; en uno de ellos, en Croja, entonces capital de Albania, derrotó fragorosamente al propio sultán Amurat II.

Lamentablemente el pueblo albanés sufría desde hacía tiempo la influencia del cisma bizantino, y oscilaba entre la adhesión y el rechazo a la Santa Sede.

Así, a la muerte del fiel Scanderbeg, Albania pagó las consecuencias de su prolongada inconstancia y tibieza.

Los ejércitos turcos, viéndose libres del que llamaban “fulminante león de la guerra”, embistieron contra Albania y la ocuparon casi totalmente.

Solamente Scútari, que aún no había sido conquistada, resistía, pero su caída era sólo cuestión de tiempo.

Comenzó entonces el éxodo hacia países vecinos donde pudiesen mantener la fidelidad a la Santa Sede.

Entre ellos estaban Giorgio y De Sclavis, los dos protagonistas de esta historia.

Ellos también pensaban emigrar, pero algo los retenía todavía en Scútari.

Se trataba de una pequeña iglesia donde se veneraba una imagen de Nuestra Señora, misteriosamente descendida del cielo hacía doscientos años.
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Se decía que había venido del Oriente, y por las gracias que concedía, su santuario se había hecho el principal centro de peregrinación de Albania.
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El propio príncipe Scanderbeg lo había visitado varias veces con sus soldados victoriosos.

Ésta era la gran aflicción de Giorgio y De Sclavis: dejar la patria en el infortunio, abandonando con ella aquel don celestial, el gran tesoro de Albania.

Con lágrimas fueron un día al viejo templo para rogar a aquella santa Madre, en su dolorosa perplejidad, que Ella les diese el buen consejo que necesitaban.

Pues les parecía que debían preservarla de la furia mahometana, pero al mismo tiempo buscar en el exilio la seguridad para sus propias almas.

Esa misma noche la Santísima Virgen les hizo saber, en sueños, lo que esperaba de ellos.

Les mandó que preparasen todo lo necesario para dejar aquel país ingrato, al que nunca más verían.

Agregó que el milagroso fresco iba a retirarse de Scútari para escapar a la profanación, y que iría a otro país para continuar allí derramando sus gracias.

Por fin, les ordenó que siguiesen a la imagen adonde ésta fuese.

A la mañana siguiente los dos amigos ya estaban listos y fueron al santuario.
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Aún sin saber el rumbo que los hechos tomarían, se arrodillaron ante la bienamada pintura.
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De repente vieron, con indescriptible emoción, que ésta comenzaba a desprenderse de la pared donde se había apoyado desde su misteriosa venida de Oriente.
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Y habiendo dejado su nicho, quedó un momento suspendida en el aire, hasta ser envuelta por una nube blanca.
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Sin embargo continuaba visible para ellos a través de esta nube.
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Después, saliendo del templo la imagen comenzó a apartarse de Scútari, desplazándose por los aires a buena altura del suelo.

Fue avanzando hacia el Mar Adriático, a una velocidad que permitía a los dos amigos seguirla.

Así anduvieron cerca de 40 km. hasta llegar a la costa.

Sin detener su curso, la imagen abandonó la tierra y avanzó sobre el mar, llevando detrás suyo a los fieles Giorgio y De Sclavis, que ahora caminaban sobre las olas como lo hiciera su Divino Maestro en el lago de Genezaret.

A la noche, la nube misteriosa que de día los preservaba de los ardores del sol con su sombra benéfica, los guiaba con su luz.

Así llegaron a las costas de Italia, y continuaron siguiendo la nube atravesando montañas, ríos y valles, hasta que días después avistaron las torres y las cúpulas de Roma.

Pero, llegados a las puertas de la ciudad, de repente la nube desapareció.

Entonces Giorgio y De Sclavis comenzaron a deambular por la ciudad, afligidos, preguntando de iglesia en iglesia y en las calles, si allí había posado una imagen venida del Cielo.

Pero no obtenían ninguna información que los pudiese reconfortar.

Fue entonces que corrió por toda Roma la asombrosa noticia de que una imagen de Nuestra Señora había aparecido en los cielos de Genazzano.

¡Cuál no fue su alegría cuando, llegados al local donde reposaba ahora la pintura milagrosa, constataron que era exactamente la misma imagen!

Postrados en señal de profunda veneración e intenso afecto, alabaron y agradecieron a la Virgen el inmenso favor que les había concedido.

En poco tiempo se comprobó que la extraordinaria historia de los dos albaneses era absolutamente cierta.

Los dos peregrinos fijaron su residencia definitiva en la ciudad y nunca más se apartaron de su Señora.

Allí se casaron, colocando sus vidas y su descendencia bajo la protección de la Madre del Buen Consejo.

madonna del buen consejo genazzano completa

 

LA IMAGEN Y LA INVESTIGACIÓN

Nuestra Señora tiene los ojos parcialmente bajos como si estuviera escuchando con intensidad. Su vestido verde oscuro está adornado con un borde de oro.
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Su manto azul oscuro cubre su cabeza y sus hombros y cubre parcialmente al Niño Jesús, quien tiene una mano alrededor del cuello de su Madre.
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Su mejilla toca la de ella, y su mano izquierda esta sosteniendo el cuello de su vestido.
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El vestido rojo del Niño esta adornado con un borde de oro.
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La expresión en ambos, Madre e Hijo es de una profunda atención.
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El Niño Jesús parece que está listo para susurrarle algo a Su Madre.
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Es una pintura sencilla pero atractiva.

En los últimos cuatro siglos innumerables peregrinaciones y muchos milagros han ocurrido en el santuario de Nuestra Señora, Madre Amorosa que es para todos un tesoro de la gracia divina.

Acude a ella con tus pequeños problemas; ve a ella con tus grandes problemas; confía en su guía.

Ella es verdaderamente Nuestra Señora del Buen Consejo. 

Cuando a Roma empezaron a llegar noticias constantes acerca de todos estos eventos extraños y maravillosos, el Santo Padre, el papa Paulo II, vio que era necesario un estudio y una investigación cuidadosos.

En julio de ese mismo año, se estableció una comisión especial para dicho estudio.

Uno de los dos obispos que la encabezaba era de una diócesis de Dalmacia y estaba bien familiarizado con la milagrosa Madonna venerada en Scutari.

Los registros de esta investigación todavía existen, y han sido corroborados por otros informes contemporáneos en los archivos del Vaticano.

Examinando la imagen, la comisión encontró que sí daba evidencias de un carácter milagroso.
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El fresco no estaba pintado en lienzo o en madera, sino en una delgada capa de esmalte, de la textura de porcelana, comparable al grosor de una cáscara de huevo.
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La comisión también verificó el hecho de que el fresco que por tanto tiempo se veneró en Scutari había, en efecto, desaparecido.
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El espacio vacío de la pared del santuario, que corresponde exactamente a las dimensiones de la Madona del Paraíso, es prueba concluyente.
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La misteriosa y claramente milagrosa transferencia fue asimismo innegable.
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Ningún medio natural pudo haber separado el fresco en su totalidad, y sin dañarlo, de la pared misma en que fue pintada.

La mejor evidencia, sin embargo, falta por ser contada.
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La imagen de la Madonna en aquel entonces, así como ahora, descansaba sin ningún tipo de apoyo o equilibrio.
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Sólo una parte de la orilla inferior hace contacto con una cornisa que sobresale de la pared de la capilla.
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Los miembros de la comisión verificaron este fenómeno pasando un alambre delgado alrededor y por detrás de la imagen de arriba hacia abajo.

En el informe se encuentra incluida una meticulosa investigación de 171 milagros, cuya explicación estaba fuera de lo natural.

Todos estos hallazgos convencieron al Papa de que, en efecto, había ocurrido una traslación semejante a la de la Casa de Loreto.

Las noticias de estos eventos se extendieron rápidamente y pronto la imagen invocada como Nuestra Señora del Buen Consejo se convirtió en objeto de peregrinaje perpetuo.

Desde su llegada hace más de 500 años, la imagen ha permanecido estacionaria en posición original.

La iglesia principal ha sido reconstruida dos veces.

El papa León XIII la agrandó y la embelleció, y así la elevó a la categoría de basílica menor.

Muchos papas han honrado personalmente esta milagrosa Madona.

Para dar ejemplo de unos cuantos: el papa san Pío V envió un corazón de oro como exvoto.

El papa Urbano VII personalmente fue en peregrinaje en 1630 para pedir el auxilio divino durante la plaga.

El papa Inocencio XI hizo coronar la milagrosa imagen. En 1753 el papa Benedicto XIV aprobó la Cofradía de Nuestra Señora del Buen Consejo, y él mismo fue su primer miembro. Muchos otros papas siguieron su ejemplo y se unieron a la Cofradía.

El papa Pío IX fue a Genezzano en peregrinaje en 1846, y varias veces invocó a esta madona; es más, tenía una imagen de ella en su estudio.

Como Papa, entronizó una bella copia de la imagen milagrosa sobre el altar de la capilla paulina en el Vaticano.

El papa León XIII fue especialmente devoto a Nuestra Señora del Buen Consejo.

El papa Pío XII escogió a esta milagrosa madona como la patrona de su pontificado.

Muchos santos también fueron devotos a esta madona. San Alfonso María de Ligorio fue a Genezzano en peregrinaje en 1746, y varias veces invocó a esta madona y hasta tenía una imagen de ella en su estudio.

Durante la Segunda Guerra Mundial, una bomba atravesó el techo de la basílica y explotó en el santuario.

El altar principal fue destruido; el esmalte de las paredes adyacentes, cubiertas todas con pinturas y frescos, fue reducido a polvo.

Con todo, la pequeña imagen de Nuestra Señora permaneció perfectamente intacta y plácidamente segura en sus milagrosa suspensión.

Santuario de la Madonna del Buen Consejo en Ccutari Albania

Santuario de la Madonna del Buen Consejo en Scutari Albania

 

ORACIÓN A LA MADRE DEL BUEN CONSEJO

Virgen Santa, a Ti llegamos con nuestra incertidumbre para la búsqueda y encuentro de la Verdad y el Bien. Ven en nuestro auxilio, Madre del Buen Consejo.

Porque los caminos del mundo están llenos de errores que alteran nuestras mentes y nuestros corazones y nos podemos perder.
Tú, sede de la Sabiduría y Estrella del Mar, ilumina a los que dudamos y nos equivocamos, para que los falsos bienes no nos engañen; danos fuerza para resistir las pasiones y el pecado.

Intercede ante tu Divino Hijo, por nosotros ¡oh Madre del Buen Consejo!, para que amemos la virtud en los momentos inciertos y difíciles y abracemos todo aquello que nos lleva a Él.

Si tu mano nos sostiene, caminaremos firmes por los senderos de la vida, cumpliendo el Evangelio y, después de haber seguido libres y seguros en la vida terrenal, bajo tu maternal Estrella Luz de la Verdad y de la Justicia, gozaremos contigo en la vida futura de la Plena y Eterna Luz. Amén.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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