Cómo fue el proceso de pérdida de peso de la Iglesia en el mundo y por qué.

La victoria del progresismo, el despertar, o como queramos llamarlo, fue posible en el mundo, gracias a la fallida resistencia – y más adelante debido a la cooperación -, de las principales iglesias cristianas, y dentro de ellas, la Iglesia Católica. 

Y ese mismo progresismo, que es el rey Midas al revés, que creó la pérdida de influencia y poder de la Iglesia Católica en el mundo, la llevó a la terrible pérdida de imagen debida a los abusos, y la introdujo en la apostasía que ya había sido profetizada por la Santísima Virgen.

Aquí hablaremos sobre el proceso que llevó a la Iglesia Católica a perder poder, influencia e imagen moral en el mundo, con el objetivo de discernir cómo podríamos escapar de esta espiral descendente. 

A fines del siglo XVII, la masonería comenzó a predicar un evangelio, que mezclaba y confundía la salvación del cristiano individual, con el progreso de la humanidad.

Se planteó la creación de un paraíso aquí en la Tierra, a través del dominio de la naturaleza.

Mientras que la victoria de la visión puramente materialista llegó a mediados del siglo XIX, con los escritos fundamentalmente de Karl Marx.

Es así que el ideal masónico, potenciado por el materialismo marxista, se hizo cada vez más popular en los seminarios de formación sacerdotal. 

Y comenzó a insinuarse en los puestos más altos de la Iglesia católica, así como en las principales iglesias protestantes, una teología «modernista», que bien podría haber sido escrita por cualquier Gran Maestro Masón. 

Por otro lado, la pobreza y las penurias causadas por la Revolución Industrial tuvieron un profundo impacto en el pensamiento de muchos cristianos. 

Y la tentación, ante la abrumadora miseria de los pobres, de hacer causa común con los revolucionarios anticristianos, fue muy fuerte; y muchos cristianos sucumbieron a ella. 

A estos por ejemplo Lenin denominó «idiotas útiles».

Fue así que muchos cristianos “compraron” el concepto materialista del progreso y lo fundieron con el concepto cristiano del progreso espiritual individual.

Durante algún tiempo, las principales iglesias cristianas resistieron este impulso y se aferraron al propósito espiritual y sobrenatural de la fe cristiana.

Pero los resultados innegablemente espectaculares que brindó el método científico durante el siglo XIX, significó que, a fines de ese siglo, la dimensión sobrenatural del cristianismo se dejara cada vez más de lado, y el humanismo secular se convirtiera en la única religión real de Occidente.

Fue así que la jerarquía reaccionó, y San Pío IX comenzó una purga de este movimiento modernista dentro del catolicismo. 

Publicó el “Syllabus errorum” en 1864, una lista de ochenta proposiciones que declaró falsas o heréticas. 

E identificó claramente el Modernismo y el mito del Progreso como una amenaza mortal para la Iglesia y para la civilización cristiana en su conjunto.

Y esto fue seguido, en 1907, por la encíclica “Pascendi”, en la que San Pío X trazó un programa para la eliminación del Modernismo en los seminarios católicos y entre la jerarquía.

Mientras tanto, la Legión de la Decencia, fundada por católicos a partir de 1934, ejercía un control efectivo sobre la producción de Hollywood, y los medios de comunicación en general.

Los intentos de introducir material sexual explícito durante las décadas de 1930, 1940 y 1950 se encontraron con la amenaza del boicot católico, apoyado totalmente por la jerarquía católica.

En ese tiempo las figuras importantes e influyentes, de la política, la academia, el arte y el entretenimiento, estaban en comunión con Roma.

Y para ese entonces clérigos como el arzobispo Fulton Sheen tuvieron un inmenso impacto cultural. 

Lo que se dice que se convirtió en una fuente de preocupación para el Kremlin.

Y en la década de 1930 Stalin ordenó a la KGB infiltrarse en el sacerdocio católico, con miras a socavarlo desde dentro.

Hay evidencia de que cientos de miembros del Partido Comunista en Estados Unidos y en otros lugares solicitaron entrar en los seminarios.

Aunque no es muy clara la influencia que tuvieron.

Pero es innegable que, durante gran parte de la primera mitad del siglo XX, un gran número de clérigos católicos se movieron inexorablemente, aunque todavía discretamente, en la dirección del progresismo modernista.

Pero lo cierto es que la semilla del progresismo estaba plantada desde antes. 

Sin embargo, el dique de contención se rompió en la década de 1960.

Por un lado, se menciona que importantes obispos se reunieron con miembros destacados de la familia Kennedy en Connecticut en 1963. 

Y allí se informó a los Kennedy que la Iglesia ya no se esforzaría por influir en la ley estatal desde el púlpito.

Y permanecería en silencio si los políticos deseaban «liberalizar» las leyes que tratan temas como la pornografía, el cuidado de la vida, etc.

Y la realidad es que los obispos católicos en EE.UU., así como en Europa y otras partes del mundo, dejaron de poner énfasis en la orientación sobre cuestiones de moralidad sexual.

En 1958, menos de sesenta años después de la publicación de “Pascendi”, accedió a la Cátedra de Pedro, Angelo Giuseppe Roncalli, Juan XXIII, que marcó un cambio histórico.

Pero no se haría evidente hasta después de su muerte. 

Poco después de su acceso al trono, el nuevo Papa anunció su intención de convocar al Concilio Vaticano II y se negó a publicar el 3er Secreto de Fátima, como había pedido la Virgen.

Pio IX había convocado al Concilio Vaticano en 1868, para abordar los desafíos planteados por la edad moderna, como los desafíos del racionalismo, el progresismo y el materialismo.

Porque había visto correctamente al espíritu de la era moderna como inherentemente hostil a la religión.

Pero Juan XXIII actuó de manera inversa, abriendo las ventanas de la Iglesia para que entrara el espíritu de la época.

E inmediatamente después de su ascenso al pontificado, comenzó a nombrar a liberales para puestos de autoridad en toda la iglesia, especialmente en el Colegio de Cardenales.

La historia del Concilio Vaticano II está demasiado fresca como para poder analizarla sin prejuicios a favor o en contra.

Pero lo cierto es que se entabló en él una lucha feroz entre conservadores y liberales.

Y por lo tanto hay frutos buenos y otros malos.

Pero el gran triunfo de los modernistas fue inventar el concepto de “Espíritu del Concilio”, que legitimó a los sacerdotes a impulsar la revolución modernista en sus rebaños, independiente que la avalara las resoluciones del Concilio o no.

Fue así que en las parroquias se comenzó a eliminar toda mención de responsabilidad moral, incluida la referencia al Infierno y al Purgatorio y sobre la moral sexual, y el mensaje fue sólo sobre el «amor» y la «misericordia».

Y en consonancia con el espíritu de «apertura», los seminarios abrieron sus puertas incluso a personas que eran manifiestamente inadecuadas para el sacerdocio o la vida religiosa.

Y de acuerdo con el espíritu de “misericordia” enfatizado por el Concilio, los delitos de los desviados no fueron reprimidos como se debía.

Los abusos comenzaron a salir a la luz a fines de la década de 1990, con un impacto de imagen devastador sobre una Iglesia, que ya se tambaleaba por la pérdida de influencia y poder debido a la apertura total al mundo.

Este camino llevó luego a la Iglesia a abrazar las preocupaciones seculares como la ecología, las migraciones, el desarrollo económico, etc., como su tema central.

Mientras parecería que la expectativa de la jerarquía vaticana hoy es convertirse en el brazo «espiritual» del establishment globalista progresista.

Y que los sacerdotes que buscan restablecer el mensaje original que Jesucristo dio a sus discípulos, son perseguidos y cancelados por sus obispos.

Bueno hasta aquí, lo que queríamos hablar, sobre cómo la Iglesia perdió poder, influencia y autoridad moral en el mundo.

Y me gustaría preguntarte por qué crees que Dios permitió que sucediera esto en la Iglesia que fundó Jesucristo, como se lee en Mateo 16:18.

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