Por qué la Familia es la pieza clave en la creación, en el desarrollo de la civilización y luego en la redención del mundo.
¿Te has preguntado alguna vez cuál es la institución más poderosa del mundo?
¿La que Dios Todopoderoso eligió, desde el comienzo de la historia, para cumplir Su voluntad en el mundo?
Es la familia.
A través de la familia Él derrama su gracia, amor y luz en el mundo.
A través de la familia aprendemos, o no, por primera vez las difíciles lecciones del amor.
A través de la familia somos bendecidos.
Y a través de la familia Dios continúa su obra de redención.
Pero también por eso, es la institución en la que se centra el ataque del maligno.
Y en la que se han dado los grandes cambios que modificaron la moral de la civilización.
Aquí hablaremos sobre cómo Dios eligió la Familia como centro de la raza humana, cómo está siendo crecientemente atacada por las fuerzas del mal, y cómo incluso ese ataque está sucediendo dentro de la Iglesia.
Desde el inicio del mundo, Dios ordenó que la familia fuera la institución más importante y sagrada de la sociedad humana.
Primero elige a Adán y Eva y les da el primer mandamiento, “Fructificad y multiplicaos”.
Así comienza el rol de la familia humana como Su agencia secreta en el mundo.
Y cuando la Tierra se pobló de maldad, Dios decidió comenzar de nuevo, con una familia justa.
Eligió a Noé, su esposa, sus hijos y sus esposas para repoblar la Tierra.
Y les repite el llamado que le hizo a la primera familia
La familia de Noé sale del arca y Dios le dice a Noé y a sus hijos, Fructificad, multiplicaos y llenad la Tierra, lo mismo que a Adán y Eva.
Luego llama a Abraham y le promete una gran familia y a través de su descendencia bendice al mundo.
Lo mismo con Moisés y con David.
Pero Dios describe esto como bendiciones multigeneracionales.
Porque él dice, “establezco ahora mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti”.
De modo que Dios no está haciendo pactos con hombres individuales, está haciendo pactos con múltiples generaciones o sea con sucesivas familias.
Luego en el Nuevo Testamento un líder religioso le pregunta a Jesús “¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?”
Y Jesús respondió citando Deuteronomio 6:5 “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.
El texto es del Shemá Israel.
En cuyas instrucciones dice, “estas palabras que Yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón y las repetirás a tus hijos».
Entonces ¿dónde quiere Dios que empecemos a amarlo?, en los corazones de nuestros hijos, en el seno de la familia.
Posteriormente Jesús enseña sobre el divorcio, algo tan revolucionario hoy como hace 2000 años.
Enseña que Dios diseñó el pacto matrimonial para que fuera un reflejo de su propio pacto con el género humano.
Diseñó el pacto matrimonial entre marido y mujer para que fuera indisoluble lo mismo que Su pacto son los hombres.
Esta enseñanza fue progresivamente rechazada.
Y hoy la consecuencia de rechazar Sus enseñanzas sobre la familia y el matrimonio se manifiestan en el caos moral que aqueja al mundo.
Con la trágica ruptura de la familia y el terrible sufrimiento de los hijos del divorcio.
Y que la historia muestra que pronto consagrará falsedades mucho mayores sobre la identidad de hombres y mujeres, y en última instancia sobre la creación de Dios.
Un hito del camino de la degradación sucedió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la invención de una píldora anticonceptiva eficaz y barata.
Lo que dio por primera vez a los seres humanos el poder de apagar o encender la máquina de hacer bebés.
Sus consecuencias poblacionales las vemos hoy en lo que los demógrafos llaman el “invierno demográfico”, que genera terribles problemas para la financiación de los sistemas de salud y de jubilación.
Esta elección reproductiva significó que el acto sexual ya no implicaba necesariamente la procreación.
Y cuando sucedió eso, olvidamos para qué servían realmente los órganos sexuales reproductivos.
Y en lugar de ser órganos para la procreación, se convirtieron en simples juguetes sexuales biológicos.
Pero además, a medida que nos olvidamos para qué servían los órganos masculinos y femeninos, poco a poco también nos olvidamos de lo que son un hombre y una mujer.
Y así se desarrolló el ataque más profundo de satanás contra la familia humana, la destrucción de la realidad biológica de cómo surge una familia.
Por eso Sor Lucía de Fátima escribió en una carta al cardenal Carlo Caffara “la batalla final entre el Señor y el reino de satanás será sobre el matrimonio y la familia.
Pero no tengáis miedo, porque quien trabaja por la santidad del Matrimonio y de la Familia siempre será combatido y opuesto en todos los sentidos, porque esta es la cuestión decisiva”.
Y concluyó diciendo, “sin embargo, Nuestra Señora ya le ha aplastado la cabeza”.
Y en el mismo año Juan Pablo II publicó la encíclica Familiaris Consortio, donde señaló que estos tiempos son “un momento de la historia en el que la familia es objeto de numerosas fuerzas que buscan destruirla o de alguna manera deformarla”.
Y para muestra hay estadísticas asombrosas.
En 1960 el 80% de los niños negros de EE.UU. crecían en una familia biparental, hoy esa cifra es del 20%.
La familia heterosexual de dos padres se está convirtiendo rápidamente en una especie en peligro de extinción.
Y junto con esta disminución, se siguen muchas consecuencias sociales graves, que incluyen dificultades de los niños en el aprendizaje, en su escolaridad, tasas más altas de delincuencia juvenil, embarazos adolescentes, tasas siderales de cohabitación, enfermedades de transmisión sexual, tasas más altas de inclinaciones no heterosexuales, una mayor tendencia al divorcio.
Esto que había comenzado en la sociedad general, y había hecho eclosión en la década de 1960, también llegó a la Iglesia de forma silenciosa para la mayoría de los fieles.
En 1944 la Santa Sede había publicado un documento en el que condenaba la afirmación de que la ayuda mutua y el amor tienen la misma importancia que la procreación de una nueva vida dentro del matrimonio.
Diciendo, además, que tal equiparación va en contra de las enseñanzas de la Iglesia.
Sin embargo, dos décadas después, el Concilio Vaticano II revocó silenciosamente, o rescindió implícitamente esta condena.
E incluso enseñó que el amor mutuo y el respeto de los cónyuges es ahora el fin principal del matrimonio, mientras que la procreación es subordinada y ocupa un segundo lugar.
Este nuevo criterio lo hemos visto en funcionamiento en 2023 con la declaración vaticana Fiducia Supplicans, que da luz verde para bendecir parejas irregulares.
El historiador Roberto de Mattei, en su libro sobre el Concilio Vaticano Segundo relata que muchos de los padres conciliares habían aceptado las profecías malthusianas sobre una explosión demográfica y la consiguiente extrema necesidad de control de la natalidad.
Y se produjo un fuerte enfrentamiento entre los modernistas y quienes estaban arraigados a la tradición.
Por ejemplo, el cardenal Suenens puso énfasis en la segunda finalidad del matrimonio, que él llamó «el crecimiento de la unidad conyugal», frente a la primera, que es la procreación.
Y en definitiva lo que surgió del Concilio fue que la finalidad procreadora del matrimonio ya no tiene prioridad, sino que otorgó prioridad, al menos implícitamente, a amar.
Y abogó por el control natural de la natalidad.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre cómo la Familia es el arma secreta de Dios para el desarrollo de la civilización humana y cómo está siendo atacada y mutilada progresivamente, incluso dentro de la Iglesia.
Y me gustaría preguntarte si crees que está empezando a haber una revalorización de la familia o todavía no ha llegado ese tiempo.
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