A veces pensamos que comprendemos bien que es la oración.

Porque la practicamos y oímos hablar de ella en las homilías y a amigos.

Pero no tenemos en cuenta que la oración es un conversar con Dios, permitido por Él, por el pacto que hizo con nosotros a través de su sangre.

En la última cena Jesús dijo “esta copa es la nueva alianza sellada con Mi sangre que es derramada por ustedes” (Lucas 22: 20)

Esta Alianza está sustentada en la elección de Jesús para comunicarse con nosotros; en Juan 15: 16 dice “no me escogieron a Mí sino que Yo los escogí a ustedes”.

Esta conversación es estimulada por Jesús y tiene diversas dimensiones.

Es una conversación que demuestra confianza entre dos personas, es una súplica, una alabanza, una acción de gracias.

Podemos suplicar y pedir a Jesús y quizás eso sea lo más importante para nosotros.

Pero también Él quiere que le agradezcamos continuamente por la vida que nos dio y por lo que tenemos.

La oración no tiene eficacia por sí misma al igual que los sacramentales, porque si la invistiéramos de eficacia propia sería una superstición.

La oración es la comunicación que sale de un corazón humilde estableciendo un diálogo con su creador.

Y por lo tanto tendrá un rebote más eficaz o no de acuerdo a nuestra situación personal; si estamos en comunión con Jesús o no.

La oración siempre es escuchada, pero cuando brota de un alma purificada Dios la escucha con más benevolencia.

Dicho de otro modo, cuando la persona que reza está en comunión con Jesús, Él estará más atento para responder a las súplicas porque ama a las almas que se entregan humildemente.

   

ES LA LLAVE PARA ENTRAR EN LA VIDA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Una forma de llegar a la unión con Dios es la Eucaristía, donde recibimos el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Pero también la oración es la unión con la Santísima Trinidad o sea con Dios en toda su plenitud.

En Romanos 8 San Pablo dice que la oración es el trabajo de la Santísima Trinidad, dirá que es una moción del Espíritu que mora en ti.

Y también dirá que el Espíritu ayuda a nuestra debilidad cuando no sabemos cómo orar y entonces intercede.

Podemos verlo como que el Espíritu que mora en nosotros nos mueve, uniéndonos estrechamente a Dios Hijo, para que dirijamos nuestra oración al Padre.

En los numerales referidos a la Oración Cristiana en el Catecismo de la Iglesia Católica dice que la oración cristiana es una relación de pacto entre Dios y el hombre por intermedio de Cristo.

Y que brota en una asociación entre el espíritu y nosotros mismos, en dirección al Padre.

Esta es la dimensión trinitaria de la oración, en que el Espíritu Santo nos une con Cristo para apelar al Padre.

Por lo tanto la oración no es un mensaje dejado a Dios por WhatsApp o en una botella tirada al mar, esperando que Dios se percate que le estamos hablando, que le dejamos un mensaje y se disponga a oírlo.

Sino que es la forma en que se produce nuestra unión con la Santísima Trinidad.

Posiblemente no lo experimentemos a nivel sensible, porque quizás no tengamos los éxtasis de San Francisco de Asís o Santa Teresa de Ávila.

Pero no hay tal cosa como una espera para que Dios oiga la oración.

La oración misma ya nos mete en comunicación con Dios.

Por eso, la oración es ante todo la forma en que podemos participar en la vida de la Santísima Trinidad.

Y en la medida que entramos en la vida de la Santísima Trinidad no tiene sentido pensar la oración como un mensaje que espera ser oído.

El mensaje siempre es oído, porque la oración nos posibilita participar en un diálogo sentados a la mesa con las tres personas de la Santísima Trinidad.

No hay posibilidad que la oración no sea escuchada.

Obviamente esto no significa que obtengamos siempre una respuesta positiva a nuestros pedidos.

   

DONDE RESIDE EL PODER MODIFICADOR DE LA ORACIÓN

La oración modifica 3 cosas.

Primero, modifica al orante, porque Dios lo va sanando y dándole información infusa.

Segundo, modifica la relación con Dios, porque nos vamos habituando a un estilo de conversación especial, agarrando confianza.

Tercero, modifica el mundo físico, porque cuando le pedimos algo a Dios y Él nos corresponde de alguna manera modificando la situación alrededor nuestro para dárnoslo.

Es a esto último que solemos llamar poder de la oración.

Que está fundamentado en el pasaje el evangelio que dice “pide y se te dará, busca y encontrarás, llama y se te abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abrirá” (Mateo 7:8).

Por lo tanto se trata de una promesa incondicional y que incluye hasta la violación de las leyes naturales por parte de Dios.

Y hay 3 principios que tenemos que tener claro.

Uno, que es infalible, o sea que nuestra oración siempre será escuchada. Incluso la de aquellos que están en pecado mortal.

Dos, que esto se produce no por nuestro poder personal sino por la promesa de Cristo de que siempre va a responder a las oraciones.

Es la bondad y misericordia de Dios que nos permite la oración, de otro modo sería hablar como con una pared.

Tres, la razón por la que se van a conceder las peticiones no es por el mérito nuestro sino por la infinita misericordia de Dios.

Por eso la oración implica la fe y la confianza en la misericordia de Dios.

Y la respuesta de Dios dependerá de lo razonable de nuestra petición.

Cuanto más necesario espiritualmente sea nuestro pedido y más esté relacionado con la misión que Dios nos ha dado, es más probable que es la petición sea otorgada.

La razón por la que Dios no entrega lo que pedimos es porque podría resultar perjudicial para nosotros.

Y esto vale sobre todo para los bienes temporales que solicitamos.

Cuando nosotros le pedimos algo a Dios Él tiene 3 respuestas posibles: sí aquí lo tienes, por ahora no sino más adelante, y esto no es para ti.

Y cuando nos niega algo seguramente tiene otro regalo mucho más valioso para darnos.

   

IMÁGENES SOBRE LA ORACIÓN QUE NOS TRAE LA ESCRITURA

La Biblia nos trae muchos relatos sobre el poder de la oración en el pueblo de Israel y luego experimentado por Nuestro Señor y los Apóstoles.

Y una cosa muy clara que muestra la Biblia es como Jesús, siendo Dios, oraba permanentemente a su Padre.

En varias parábolas Jesús habló de la respuesta a la oración.

Está el caso del juez injusto que aceptó ayudar a la viuda porque le pedía con todo el fervor de su corazón.

También nos ha dado mensaje sobre la perseverancia la oración, como en la parábola de un hombre que fue a pedir pan a un vecino porque había llegado un amigo y era de noche, y el vecino se lo concedió por su perseverancia.

Y también está el pasaje en que Nuestro Señor dice que así como el padre no ofrecerá a su hijo una serpiente o una roca cuando le pide alimento, el Padre celestial con mucho menos razón.

Está quizá sea la mención más directa sobre cómo Dios escucha nuestras oraciones a nivel personal y humano, a pesar de tener a su cargo el mantenimiento de todo el universo.

   

CUÁNDO ES MÁS EFECTIVA LA ORACIÓN

Es más efectiva cuando nos descansamos en Dios y tenemos una comunión con Él.

Al descansarnos en Él se va aplacando nuestra ansiedad, confusión, miedo, desorden.

Y esto actúa positivamente contra las debilidades humanas y las tentaciones.

La oración nos da paz como primer producto.

Aunque veces notamos que nuestras oraciones pueden no tener la eficacia que aspiramos.

Pero no es por que estemos orando mal si no porque nuestro pecado no perdonado está impidiendo la acción de Dios.

O sea que nuestra comunión erosionada con Dios está produciendo un cortocircuito.

La mayoría de las veces se relaciona con una vida espiritual hipócrita, que llevan a que la oración no tenga consistencia como para ser respondida inmediatamente por Dios.

La solución de esto es la confesión y la restitución del estado de gracia, o sea la enmienda.

   

LA ORACIÓN Y EL ESTADO DE GRACIA

El estado de gracia es el producto que limpia el canal de comunicación con Dios.

Porque de esa forma nuestros pedidos a Dios serán en nombre de Jesús; porque estamos en Comunión con Él.

Recordemos que Nuestro Señor dijo “todo lo que pidan en mi nombre lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo”.

Esto supone una buena comunicación con Jesús para que podamos manejar su nombre.

Y en ese caso, como dice San Pablo, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad porque no sabemos orar cómo debemos, y entonces porque Él mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

Esto nos está queriendo decir que las palabras son lo de menos, sino que lo que importa es nuestra comunión con Jesús y la asistencia del Espíritu Santo.

Además cuando entra en el escenario el Espíritu Santo nos inspira a pedir lo correcto y nos va purificando.

También la respuesta que Dios nos da le asegura a Dios que vamos a tener la ayuda que necesitamos tanto espiritual como temporal.

   

LA ORACIÓN POR OTROS

El pedido que se puede hacer la oración a Dios puede ir desde el pan diario, pasando por el regalo de los dones del Espíritu Santo, llegando a lo que necesitamos para alcanzar la santidad y llegar al cielo.

Pero si bien la oración primariamente debe estar orientada hacia uno mismo, no hay que descuidar la oración por otros.

San Juan Crisóstomo dijo “el amor de nuestros hermanos nos compromete a orar por los demás. Mucho más aceptable para Dios es la oración que procede no de la presión de nuestro deseo, sino del amor a nuestro prójimo”.

Por lo tanto la oración nos permite ganar bendiciones para aquellos que no oran, para los pecadores que no se arrepienten, para los que no conocen a Dios y para aquellos que no pueden rezar por sí mismos.

El papa San Gregorio Magno dijo que “las oraciones más útiles para uno mismo son las que se ofrecen también a los demás”.

Este es el poder que nos ha dado Dios: su disposición a escuchar nuestra oración y otorgar nuestras peticiones incluso a quienes no oran.

Tenemos línea directa para hablar cuanto queramos con la persona más poderosa del mundo.

Lo deberíamos aprovechar para nosotros y para nuestros seres queridos.

   

LA ORACIÓN EN LA BATALLA ESPIRITUAL CONTRA EL MALIGNO

Como criaturas débiles no podemos enfrentarnos solos al maligno.

Sería una arrogancia pensar que nuestra propia oración nos liberará de él.

No tenemos ni la fuerza, ni la habilidad, ni el poder de los ángeles.

De modo que sólo con la oración pidiendo la intervención de Jesús, María y los Ángeles podemos enfrentar al maligno.

Pero también hay algo nuestro que debemos integrar: nuestra disposición a dar batalla contra él.

La oración que brota de una comunión con Jesucristo es lo más efectivo contra los embates demoníacos.

Una de las formas que puede tomar la oración también es orar por el ataque que le está haciendo el maligno a un ser querido.

Y para ello rigen las mismas leyes que hablamos hasta ahora, o sea la condición que maximiza su eficiencia es el estado de gracia del orante peticionante.

   

CONSEJOS PARA MEJORAR EL PODER DE LA ORACIÓN

El evangelio dice que la oración puede mover montañas.

Y aquí van una serie de consejos para maximizar el poder de la oración.

Orar con convicción. Debemos estar convencidos que nuestra vida de oración es cuestión de vida o muerte para nuestra salvación, como para la salvación de nuestros seres queridos.

Un atleta sólo puede ganar una medalla de oro sí compite con la convicción de que va a ganar.

Estar en gracia, para lo cual es importante la confesión y la enmienda posterior.

Pedir auxilio al Espíritu Santo, que es nuestro maestro interior y que viene siempre nuestra ayuda.

Ser generoso en el tiempo de oración, dedicándole nuestra atención y nuestra disposición sin mirar el reloj, y tratando de aprender el arte de la oración.

Disponer de un lugar de oración, donde te sientas cómodo, y que sea silencioso.

Es muy importante hacer frecuentemente adoración al Santísimo Sacramento también.

Invitar a la Santísima Virgen a tu oración, pidiendo que ore por ti y por tus intenciones, porque ella es un camino directo hacia Su hijo.

Usar un método de oración con el que te sientas cómodo, para generar una atmósfera espiritual que te eleve.

Estar dispuesto a ser transformado para que Cristo viva en ti y te transforme en Él como dice San Pablo.

Tratar de evitar las distracciones, pero también discernir las que te llegan, para identificar dónde están tus afectos desordenados y poder trabajar sobre ellos.

Leer la Biblia, que es la palabra que Dios dio a los hombres, además de lecturas sobre la oración que te den la experiencia de los santos.

En el Catecismo de la Iglesia Católica hay un excelente resumen sobre las oraciones y los métodos de orar.

Utilizar ayuda externa, como un director espiritual que vigile metódicamente en tu progreso.

Lo mismo que tener experiencias de retiros, donde compartes con otras personas que están en el mismo camino.

Orar en comunidad, porque no hay que olvidar que Jesús dijo donde dos o más están reunidos en mi nombre yo estoy allí en medio de ellos.

Y no hay experiencia más gratificante que rezar el rosario en grupo, porque se nota el poder de la comunión.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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