De que peligros nos advierte Jesús para la continuidad de nuestra civilización.

La Biblia es la revelación que Dios hace a los seres humanos sobre Él mismo y sobre el camino que recorrerá la humanidad. 

Narra hechos históricos para establecer enseñanzas, en ella Dios nos da sus mandamientos para vivir en la fe y establece una serie de profecías que se cumplirán varias veces a través de la historia.

Y en una de ellas nos habla veladamente sobre qué puede suceder con nuestra civilización si no abrazamos la cultura de la vida.

Si la analizamos en profundidad veremos que nos está haciendo una advertencia para nuestra época y para nuestra civilización.

Aquí hablaremos sobre la alerta que Jesús nos da respecto a un gran mal estructural que se instalará en nuestra sociedad.

Y que según sea el manejo que hagamos de él, puede convertirse en un gran flagelo que condicione nuestra existencia como civilización.

Cuando Jesús recorría la Vía Dolorosa el Viernes Santo cargando la cruz, dijo algo extraordinario que tiene sentido para nuestro tiempo. 

Dirigiéndose a las mujeres que se estaban lamentando dijo,

«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque en verdad vendrán días en que la gente dirá: ‘Bienaventuradas las estériles, los vientres que nunca dieron a luz y los pechos que nunca amamantaron'».

Y agregó,

«En ese tiempo la gente dirá a las montañas: ‘¡Caed sobre nosotros!’ y a las colinas: ‘¡Cúbrenos!’ 

Porque si estas cosas se hacen cuando la leña está verde, ¿qué sucederá cuando esté seca?»

Esto puede leerse en Lucas 23, versículos 28 a 31.

Algunos creen que Jesús estaba hablando solamente para su tiempo, porque había mencionado una gran destrucción que pronto vendría sobre Jerusalén por su falta de fe. 

Lo hizo principalmente en el discurso en el Monte de los Olivos.

Y en muchos sentidos, la guerra de los judíos contra los romanos fue una de las más sangrientas y terribles jamás libradas.

En que 1millón 200 judíos perdieron la vida, Jerusalén fue destruida y el Templo fue derribado, para nunca más ser reconstruido.

Pero el pasaje es una profecía para nuestra época también, porque sucede que cuando el pueblo pierde la fe y ya no recurre a Dios para dirigir su vida, entra en la pendiente resbaladiza del pecado.

Y si no hay arrepentimiento el mal se multiplica.

Jesús dijo a las mujeres que no lloraran por el sufrimiento de Él, sino que fueran conscientes de que algo mucho peor vendría sobre ellas y los hijos, o sea para las futuras generaciones. 

Luego se refiere a la madera verde y la madera seca, que puede interpretarse como «Si yo, que soy inocente, me encuentro con este destino de crucifixión, ¿qué le deparará al culpable?».

Pero la interpretación más profética para nuestro tiempo, significa «si estas cosas suceden con los jóvenes ¿que no sucederá con los viejos al final de la vida y con los que aún no han nacido?». 

Y por eso que vendría, Jesús estaba llamando a las mujeres a la oración, de lo contrario se avecinarían días difíciles.

Y ese tiempo y esa profecía ha llegado a nuestra civilización occidental.

Son tiempos en que muchos dicen, bienaventurados los vientres que no quieren dar a luz, bienaventurados los vientres que dan a luz menos hijos, bienaventurados los que practican la anticoncepción y la interrupción artificial del embarazo, bienaventurados los que quieren dejar la vida antes que Dios los llame.

Estas conductas son las que promociona la cultura occidental hoy.

Respecto al inicio de la vida por nacer, occidente ha promocionado que las mujeres no quieran tener hijos, a través de la prédica de que los hijos les impiden a las mujeres vivir más autónomamente, hedonistamente.

Y también que pospongan hasta más tarde tener hijos o restrinjan la cantidad de hijos, porque el modelo que se ha promocionado es el empoderamiento de las mujeres a través de su carrera y tener hijos les afectará.

En definitiva la cultura actual llama bienaventuradas a las estériles, a los vientres que nunca dieron a luz, a los pechos que nunca amamantaron.

Y para llevar a cabo esto han glorificado la anticoncepción artificial y la terminación también artificial del embarazo. 

Pero esto ha tenido efectos devastadores para el mundo, porque occidente exportó su modelo a todo el planeta.

Las tasas de natalidad se han desplomado en todo el mundo, incluso en África y en los países musulmanes. 

En algunos países son peligrosamente tan bajas que no logran reponer la gente que muere, produciendo crisis de los sistemas jubilatorios, cada vez hay menos aportantes por cada trabajador.

Escasez de mano de obra, por lo que justifican las inmigraciones de países con altas tasas de fertilidad.

Y crisis en los sistemas de salud, porque la gente es cada vez más vieja y requiere más costos para mantener la salud.

Algunas naciones occidentales están cerca de un punto sin retorno y van hacia la extinción.

Y esto ha sido una política deliberada, una estrategia de diseño.

Porque durante décadas se infundió el miedo a la sobrepoblación del planeta, lo que nunca fue cierto, pero los organismos internacionales lo promocionaron a pesar de saber lo contrario.

Por otro lado, hubo una campaña para ensalzar las virtudes de la anticoncepción y preferir la vida de soltero, al matrimonio y la familia.

Y esto ha llevado a un cambio dramático en las actitudes de los occidentales hacia los niños, que ahora se ven más como una carga que como una bendición. 

Y adicionalmente a esto, el movimiento ambientalista radical hoy ve a la humanidad como un gran flagelo y parecería preferir que la humanidad desaparezca para salvar al planeta.

Todo esto se complementa con el llamado a la eutanasia o suicidio asistido.

Una vez sólidamente instaladas en el mundo la anticoncepción y la terminación artificial de los embarazos, ahora van por restringir la vida de los que ya han nacido.

Por un lado estableciendo que las personas con altos grados de discapacidad o con enfermedades graves que amenacen sus vidas, y que por esto resulten una carga para sus familiares y para los sistemas de salud, deben desaparecer.

Y el otro, que la persona puede decidir irse de la vida cuando ya no le interesa, se siente hastiada, infeliz, no se siente gratificada.

Es la leña seca a la que se refiere Jesús cuando dice «si estas cosas se hacen cuando la leña está verde, ¿qué sucederá cuando esté seca?»

Occidente ha desarrollado la cultura de la muerte como derivación de la glorificación del hedonismo.

El criterio es hacer desaparecer todas las cosas que nos producen dolor y no nos producen el placer inmediato que aspiramos.

Por eso hacemos desaparecer una familia a través del divorcio.

Hacemos desaparecer a los bebés mediante la anticoncepción y la interrupción del embarazo.

Y llegamos al colmo de hacernos desaparecer a nosotros mismos, cuando no nos gusta como somos y nuestra vida, o perdemos independencia con la vejez o la enfermedad.

Y disfrazamos nuestros apetitos hedonistas ilimitados con frases huecas, manipuladoras, como morir con dignidad o no perder autonomía, o incluso hablamos de piedad por los que sufren.

Cada vez hay más presión para la legalización de la eutanasia a nivel de estados y de países, y vemos que de a poco se están aprobando leyes para instalarla y extenderla en los países.

El mundo y especialmente occidente, está en una pendiente resbaladiza que lo amenaza con la desaparición.

Y en la Biblia aparecen tres modelos a través de los cuales se produce la destrucción del mal, dos son por la destrucción por terceros, o por eventos de la naturaleza.

Y el otro es la destrucción por enfermedad terminal, que es lo que le sucede a occidente actualmente.

El pecado sin arrepentimiento se acumula en una persona y en una cultura, sus efectos crecen y finalmente, la condición se vuelve irreversible.

Y el castigo por el pecado es más pecado.

Los sistemas base como la familia caen bajo el peso del creciente pecado y el egoísmo.

Las bajas tasas de natalidad y la terminación anticipada de la vida, antes de nacer y en la vejez reflejan este egoísmo.

Y destruyen uno de los instintos más básicos, la supervivencia, lo que se ve en la creciente normalización de la eutanasia.

Y la gente y las culturas bajo este estado simplemente se desvanecen, sustituidas por otras que todavía tienen las virtudes y valores básicos que garantizan su continuidad.

Incluso si los que la sustituyen tienen virtudes sin refinar, ellos al menos tienen ganas de perdurar.

Esto es lo que pasó con el mundo grecorromano. Roma no fue conquistada tanto como que se desvaneció.

Hubo escaramuzas con los bárbaros, pero no fueron grandes ni un enfrentamiento final.

Los romanos perdieron las virtudes de la familia y la ética de trabajo, se plegaron a la inmoralidad sexual y terminaron con los niños.

Dependían de mano de obra esclava importada para hacer su trabajo y se dedicaron a un ocio cada vez más decadente.

Poco a poco Roma se desvaneció cuando fue superada por los bárbaros, que a pesar de ser feroces, aún tenían las virtudes naturales necesarias para formar una cultura exitosa.

Esto parece estar sucediendo a occidente en la actualidad.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la profecía que Jeús nos hizo en la Biblia, respecto por donde podría estar la decadencia de occidente, obviamente con el objetivo de que tuviéramos cuidado.  

Y me gustaría preguntarte si piensas que tenemos chance más o menos cercana de revertir la tendencia de occidente llevándolo de nuevo a una cultura de la vida o es muy difícil.

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